Reseñas

PorfirioLa gruta de las ninfas. Carta a MarcelaIntr., trad. y notas de M. Periago Lorente. Ed. Clásicas. Madrid. VIII+112 pp.

Comienza el texto diciendo que Homero presenta de modo misterioso la gruta de Itaca, que describe con estos versos:

En lo alto del puerto se alza un frondoso olivo / y a su lado se encuentra una grata y sombría cueva / consagrada a las ninfas que se denominan Náyades / En su interior hállanse también cráteras y ánforas / de piedra en las que las abejas fabrican sus panales / y también pétreos telares de grandes dimensiones donde las ninfas / tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual / Igualmente, manantiales de agua perenne, y dos accesos: / uno, hacia el norte, se destina como entrada a los mortales; / el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses, y nunca por él / penetran los hombres porque es el camino de los inmortales. (Hasta aquí el poema.)

Los antiguos consagraban las grutas y cuevas al universo, ya considerado en su conjunto ya en cada una de sus partes; y presentaban a la tierra como el símbolo de la materia que lo compone. A causa de la materia el universo es tenebroso y sombrío, pero por la unión y ordenación de la forma es hermoso y agradable. Por lo que puede decirse de él, por un lado que es una gruta agradable por contener bellas formas y por otro que es tenebrosa al observar su profundidad. Eubolo dice que Zoroastro fue el primero que consagró en los montes próximos a Persia, en honor de Mitra, autor y padre de todas las cosas, una cueva natural florida y con manantiales, porque ésta representaba para él la imagen del universo, del que Mitra era su demiurgo. 

Además de consagrar al universo grutas y cuevas, los antiguos también las consagraron a las ninfas Náyades, a causa de las aguas que brotan y corren en su interior. Por otro lado consideraron a las grutas como símbolo del universo sensible, y también del inteligible. Y llamaron ninfas Náyades a las almas que bajan a encarnarse. Las ánforas de piedra, (de que habla el poema), son apropiadas para las ninfas que presiden el agua que sale de la roca. En cuanto a las almas que bajan a encarnarse y a corporeizarse ¿qué mejor símbolo que el de la piedra? dice el poeta “tejen sus mantos coloreados” en telares de piedra, y esto, porque la elaboración de la carne tiene lugar en los huesos y en su entorno, y estos son como piedra en los seres vivos. 

También se pregunta Porfirio, ¿Por qué las ánforas están llenas de panales y no de agua? Y dice, la miel tiene muchas virtudes, se usa para purificar, conservar y para el placer que lleva a la procreación: se asigna pues como símbolo propio a las ninfas acuáticas en consideración a la pureza de las aguas que presiden, y como coadyuvante a la procreación, pues el agua coopera a esta función.

Respecto a las entradas de la gruta, Homero dice que eran dos: una orientada al norte y la otra (la más divina) al sur; la del norte, Cáncer es de bajada, es aquella por la que descienden las almas a la procreación, respecto a la del sur, Capricornio, es la de los que suben a los dioses.

En cuanto al olivo, se encuentra plantado junto a la gruta, imagen del universo, como símbolo de la sabiduría de la divinidad; dando a entender con ello que el universo es el resultado de la acción de una naturaleza inteligente y de la sabiduría. Y dice Homero que es necesario depositar en esta cueva todo bien externo, y desnudo, desechando todo lo superfluo y renunciando a los sentidos, deliberar con Atenea, sentado con ella al pie del olivo.

Mª V. Espín