Reseñas

Fustel de Coulanges, Numa D.: La ciudad antigua. Ed. Iberia. Barcelona, 1987. 506 págs.

La ciudad antigua de Foustel de Coulanges salió de imprenta en el 1864. En su introducción el autor dice: 

"Nos proponemos exponer aquí por qué principios y normas se rigieron la sociedad griega y la romana. .... Nos esforzaremos, sobre todo, en poner de manifiesto las diferencias radicales y esenciales que distinguen siempre a estos pueblos antiguos de las sociedades modernas. ... Nada en los tiempos modernos se les asemeja ... Remontándonos ... al tiempo en que fundó sus instituciones, es posible observar la idea que tenía del ser humano, de la vida, de la muerte, de la otra existencia, del principio divino ... De ella (la religión primitiva) procedieron todas las instituciones y todo el derecho privado de los antiguos. De ella recibió la ciudad sus principios, sus reglas, sus costumbres, sus magistraturas. ... Conviene, pues, estudiar ante todo las creencias de estos pueblos. ... necesitamos buscar las raíces, lo más profundamente posible. ... fue en una época mucho más arcaica, en una antigüedad sin fecha donde las creencias seforjaron y las instituciones se establecieron o prepararon. ¿Qué esperanza hay de acceder al conocimiento de ese pasado remoto? ... ¿Qué recuerdo puede quedarnos de las generaciones que no nos legaron ni un solo texto escrito? Felizmente, el pasado nunca muere por completo para el hombre. El hombre puede quizás olvidarlo, pero lo conserva en sí ... Si profundiza en su alma encontrará y reconocerá esas diferentes épocas según lo que cada una de ellas ha ido depositando en él. ... ". 

Fustel de Coulange llevó a término su propósito dando forma a su obra en cinco libros que componen La ciudad antigua; libro I, Creencias antiguas; libro II, La familia; libro III, La ciudad; libro IV, Las revoluciones; y libro V, Desaparece el régimen municipal. De ella ha dicho Georges Dumézil: 

"Merced a un milagro que sólo se produce con ocasión de obras maestras, el problema de la verdad material, literal, se difumina ante la amplitud de las cuestiones filosóficas, metafísicas incluso, que se plantean entre líneas y que se sabe de antemano escapan a los baremos, al balance de la ciencia. ... el enfoque, la fecundidad de su formulación no quedan menguados, y el filólogo, cualquier hombre cabal, seducido o reticente, se siente arrebatado de golpe a tan importante observatorio. ... y la juventud estudiosa atraída generación tras generación". 

Por otro lado, queremos citar también aquí unas palabras que, curiosamente, no dejan de sonar en un tono armónico con las de Foustel de Coulanges, en su introducción, citadas al principio; nos referimos a lo que René Guénon dice en "La caverna y el laberinto" refiriéndose en general a las civilizaciones y ciudades antiguas: 

…en toda civilización de carácter estrictamente tradicional, todas las cosas comienzan necesariamente por el principio o por lo que es más próximo a él, para descender luego a aplicaciones cada vez más contingentes; y, además, inclusive estas últimas no se encaran jamás desde un punto de vista profano, que no es, según lo hemos explicado a menudo, sino el resultado de una degradación por la cual se ha perdido la conciencia de la vinculación de estas aplicaciones al principio... Pero hay más todavía: la fundación de las ciudades, la elección de su sitio y el plan según el cual se las construía se hallaban sometidos a reglas pertenecientes esencialmente a la "ciencia sagrada" y, por consiguiente, estaban lejos de responder sólo a fines "utilitarios", por lo menos en el sentido exclusivamente material que se da actualmente a esa palabra; por completamente extrañas que sean estas cosas a la mentalidad de nuestros contemporáneos, es preciso sin embargo tomarlas en cuenta, sin lo cual aquellos que estudian los vestigios de las civilizaciones antiguas jamás podrán comprender el verdadero sentido y la razón de ser de lo que observan, aun en lo que corresponde simplemente a lo que se ha convenido en llamar hoy el dominio de la "vida cotidiana", pero que entonces tenía también, en realidad, un carácter propiamente ritual y tradicional.

En este mismo tono armónico suenan igualmente estas otras palabras de Federico González en "Esoterismo y fin de ciclo II", de la revista Symbolos, Nº 19-20:

... para las civilizaciones tradicionales o culturas arcaicas, es decir para aquellas que vivían el Conocimiento y que nos lo legaron como la expresión suprema de su propia esencia ... el esquema social no era arbitrario ni casual, ni todo el aparato cultural, su Tradición, una mera suma de convenciones cualesquiera. sino que simbolizaban otras realidades que se manifestaban por su intermedio a los efectos de establecer un enmarque, apto para vivenciar diversos niveles de conocimiento y para efectuar diferentes maneras de existencia; por ello es que se dice que los orígenes de cualquier cultura son sagrados. De más está subrayar que esta frase en nada se refiere a la concepción de lo sagrado que en general posee el hombre contemporáneo. El cual, porotra parte, no es enteramente responsable, ni culpable de sus propias concepciones. Heredero de una Tradición degradada, habitante de una ciudad profana, que ha perdido la memoria de todas las cosas, teniéndose que identificar con ella para poder subsistir, es inevitable que el sello de la ignorancia –y por lo tanto del sufrimiento– se halle marcado sobre su frente. 

Miguel Angel Aguirre