González Frías, Federico: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza 2013. 19 x 24 cm, 1076 entradas, 926 pgs. 880 ilustr. ISBN: 9788492759576. Reproducido íntegramente en Internet con imágenes en color. 

Leyendo el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos
de Federico González Frías

Al terminar de leer esta obra –por partes, claro, y no necesariamente por el orden propio del Diccionario, ni tampoco dejándose llevar por todas las flechas que reenvían de una entrada a alguna otra que la complementa o abre perspectivas nuevas, o sea, habiéndolo leído de cualquier forma aunque siempre escuchando lo que allí se dice–, me pregunto qué puedo comentar de ello, qué diría acerca de él, y me doy cuenta de que este libro no es para el público en general, aunque se haya escrito de un modo tan abierto como es de por sí el claro lenguaje castellano, si se me permite decir esto.

Es un Diccionario iniciático. Puede que a alguien incluso le moleste lo que lea porque no cumple sus expectativas o porque se siente identificado con ciertas actitudes o supuestos que allí son destruidos o sencillamente apartados por inútiles; todo ello a pesar de la amenidad, la sorpresa, e incluso el humor con el que pueden encontrarse de pronto aquí o allá. Los iniciados, aquellos que conocen que hay otros mundos que están en éste, no son una tropa homogénea, y además entre ellos están aquéllos que tienen unas ideas fijas acerca de cómo es –o ha de ser– el asunto esotérico y a lo mejor también sufren desagrados, o celebran aplausos y rechazos, o lo que fuere.

A mí me resulta lo siguiente: es tal el jardín en el que uno se introduce que rápidamente ve superada su capacidad de registro; va a ser muy difícil que salga de su consulta con una serie de datos, por muy interesantes y claves que sean, porque aquí se hace patente que todo es pasajero y relativo ante el fin del conocimiento, que es el Sí mismo. No es que se lo estén repitiendo a uno todo el tiempo, sino que el punto de vista, o los puntos de vista que aquí asisten al lector no se quedan con nada como fin sino que testimonian algo que está por detrás de todo. Aquí, como en las obras donde el símbolo adquiere vida (René Guénon: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, Mircea Eliade: Lo Sagrado y lo Profano), se agradece más que una respuesta exhaustiva, el que lo transporten a uno a otro espacio donde aquella pregunta o inquietud no tienen sentido, sólo que aquí te lo suelen decir de una forma más literaria, como narrativa, excepto cuando irrumpe la matemática de la doctrina metafísica, o sin más cosmogónica. Y de pronto piensa uno, qué buena onda no tener otra cosa que hacer que leer a este autor y a algunos que él nombra, y cita, y dejarse llevar por esta cadena de pensamiento en la que te encuentras a ti y a lo que has conocido, a multitud de cosas que no conoces pero que te tocan de pronto personalmente porque aprecias lo que antes no, las ideas que resulta que conformaron la cultura que heredaste (asentada en la judeocristiana y la grecolatina), aunque no lo sabías porque hace rato que nadie ni lo sabe ni le interesa y tú también habías creído en el progreso indefinido, y encuentras además, la puerta abierta para salir de eso "conocido", o sea para encontrar por ti mismo el meollo del asunto al que todo ello se refiere y que es el Misterio, el verdadero y único.

El Misterio no se puede poseer, símbolo y mito tienen que ver con ello y se refieren etimológicamente a "hablar sin mover los labios", o mejor aún, a haber "finalizado el discurso sin haber abierto la boca". Es más apropiada una sintonía musical del fondo del corazón, de lo más íntimo del ser, de aquello que ni se sabe cómo se llama, y también se aproxima uno por la eliminación de lo que no es, cuando el espacio mental ha sido cualificado. Y el símbolo y el mito lo recrean, nos hacen "entrar" en ámbitos que ordenan el pensamiento, abierto a los Misterios.

Y al sopesar, al intentar resumir nuestra experiencia con el Diccionario, lo primero que nos encontramos fue una impresión de belleza, su presencia en la memoria como expresión –como forma– de lo verdadero, y al perseguirla, al buscar su razón de ser, su origen, se nos va yendo y se absorbe en un centro y un eje que desaparece en regiones invisibles, y lo que es peor inaudibles y cae uno en la cuenta de que el meollo de este libro es el No-Ser, que todo lo que se ha recogido aquí y allá y se ha rescatado y cantado, y otorgado su lugar en la cosmogonía o en la vida social y en la cosa personal, está organizado en su sí de acuerdo a una realidad de la que depende todo y de la que nada puede decirse si no es en términos negativos pues toda afirmación y determinación entra en el dominio del Ser, o sea de la Unidad por la que empieza y termina todo. 

Habiendo así plasmado todo ese abanico de entradas –no cuenta ya que el libro pueda ampliarse más, porque no le va a cambiar lo que es– las cuales no manifiestan "una voz" o "un punto de vista", sino que expresan una palabra, una enseñanza; habiendo rescatado con sentido y belleza los elementos que constituyen el lenguaje que nos conforma y habiéndolos llevado hasta el corazón de una obra que expresa como realidad suprema y verdadera, e inefable, el No Ser, ¿qué escribirá ahora el autor? ¿cuál será la próxima emanación? ¿con qué nos sorprenderá el lenguaje Misterioso?

José Manuel Río