Reseñas

La danza de la muerte: Hans Holbein, seguida de un texto de John Ruskin y del códice de El Escorial. Abada editores. Edición trilingue de Juan Barja y Juan Calatrava. 166 pág.  

La Danza de la Muerte, “Totentanz”, se compone de una serie de xilografías realizadas en Basilea entre 1523 y 1526, por el maestro alemán del Renacimiento, Hans Holbein el Joven. 

La presente edición es un compendio de las modificaciones y añadidos sufridos desde el original, hasta su segunda edición en 1542, incluyendo 49 xilografías que se acompañan por citas bíblicas y cuartetas francesas que ilustran a la perfección el simbolismo de cada grabado.

Hasta el final del Medioevo, la iconología cristiana representaba generalmente a la muerte mediante los temas recurrentes de la Resurrección de los muertos y el Juicio Final, sin embargo los grabados de Hans Holbein están inspirados en las danzas macabras bailadas en la Europa bajomedieval, recogiendo así la presencia cotidiana de la Muerte en el mundo terreno, así como sus relaciones con los vivos. Las escenas de la Totentanz de Holbein cohesionan esta fiesta tétrica popular con el clima creado por la nueva sensibilidad humanista emergente. 

La serie en lugar de recoger escenas de una danza, más bien conforma una sucesión de historias, a modo de cuadros independientes, que se centran en la irrupción súbita de la muerte en el mundo del trabajo y de las acciones mundanas, donde las figuras ya no son danzantes en sentido estricto. 

La ironía general impregna la obra en torno a la locura del hombre, quién parece vivir ajeno a la muerte. Lo que nos recuerda la siguiente cita perteneciente al Mahabarata, obra cumbre de la tradición hindú, donde se le pregunta al sabio Yudhisthira acerca de la cosa más asombrosa de este mundo, a lo cual responde:

Día tras día entran en el Templo de la Muerte incontables vidas. Viendo este espectáculo, el resto de ellos, los que quedan, creen que estarán aquí para siempre y que son inmortales. ¿Puede haber algo más asombroso que esto?

Holbein nos invita a despertar mediante imágenes de fuerte impacto visual que desarrollan el tema de la presencia de la Muerte y su intromisión en la vida humana, algo inevitable desde que se produjo la Caída. De hecho en los dos primeros grabados, dedicados a la Creación y al Pecado Original, la Muerte todavía no hace acto de presencia, es a partir del alejamiento del Centro que supone la Caída cuando la Muerte se convierte en compañera de la vicisitudes humanas. Así en el tercer grabado, la Expulsión del Paraíso, se registra la primera aparición del esqueleto que simboliza a la muerte. En la cuarta escena la Muerte ya aparece arando junto con Adán, mostrando así la asociación bíblica entre trabajo y muerte, como consecuencia posterior al pecado, además entre los múltiples detalles apreciables a simple vista es reseñable la aparición del reloj de arena, como símbolo del tiempo que limita al hombre en su condición de expulsado del Paraíso, y que en adelante se hará presente en todos los grabados. La quinta escena muestra a numerosos esqueletos que ejecutan con sus instrumentos una melodía que se adivina estruendosa, y a partir de entonces es cuando comienza el desfile de los oficios, condiciones y dignidades en los que la muerte nos acompaña, como son: El Papa, El Emperador, El Rey, la Reina, El Obispo, El Noble, El Juez, La Anciana, El Médico, El Astrólogo, El Rico, El Comerciante, El Caballero, El Campesino, El niño o incluso El Escudo de Armas de la Muerte entre otros, hasta completar los 49 grabados que conforman la serie de la intromisión de la muerte en la vida cotidiana de los hombres ante el hecho inevitable del cruce de su umbral.

El tema de la Totentanz fue muy difundido en occidente, encontrándose numerosos poemas en latín, alemán o francés, en el ámbito hispánico los únicos versos conocidos en castellano son La Dança general de la Muerte, donde se conforma un diálogo entre la Muerte y diferentes personajes, de distinto estado y condición, con una estrofa para cada uno. Este manuscrito de autor desconocido se encuentra en la Biblioteca de El Escorial, y es reproducido como colofón final del presente libro.

Maldita la tierra en tu obra, comerás con trabajo todos los días de tu vida, hasta que vuelvas...  (Génesis).

Pedro Abío