Reseñas

CONNAISSANCE DES RELIGIONS Nº 65-66. "René Guénon: L'éveilleur". París 2002. 256 págs. 
SOMMAIRE : Henri Montaigu: René Guénon ou la mise en demeure ­ Florilège; Jean-Baptiste Aymard: La naissance de la loge 'La Grande Triade' dans la correspondence de René Guénon à Frithjof Schuon; Jean Biès: Les solutions et leur bilan; François Bonardel: Guénon et les modernes; Jean Borella: Questions sur l'autorité de René Guénon; Jean Canteins: René Guénon et l'ésoterisme médiéval toscan; François Chenique: René Guénon: ma potion magique; Jean-Claude Dubois: René Guénon et la Chine: Réflexion sur l'importance de l'orientation dans les sciences traditionnelles; Pierre Feuga: René Guénon et l'hindouisme; Patrick Geay: Hiram et le Graal; François Le Roux et Christian-J. Guyonvarc'h: En mémoire de René Guénon; René Luong: L'écriture intellectuelle; Fabrice Midal: Pourquoi je lis René Guénon; Abd-al-Wahid Pallavicini: Rencontre entre intellectualité et sainteté; Roger Parisot: L'alchimie et la pensée traditionnelle selon René Guénon; Jean Biès: La diffusion de la pensée traditionnelle dans la seconde moitié du XX siècle

Esta revista, que se declara inspirada en el pensamiento de Frithjof Schuon según leemos en el editorial, ha querido con este número conmemorar el cincuentenario de la muerte de René Guénon, el más grande esoterista y metafísico del siglo XX. Y lo ha hecho con contribuciones que en algún caso muestran un tono "crítico" hacia la obra guenoniana, o hacia algunos aspectos de ésta, hecho que en sí mismo no sería reprobable si no fuera porque a veces los argumentos esgrimidos parten de una incomprensión manifiesta de lo que realmente significa esa obra y la función que ésta tiene en el fin de ciclo que ya estamos viviendo, y que podría resumirse en una conocida sentencia masónica: la de "difundir la luz y reunir lo disperso". Estar a estas alturas discutiendo (para disminuir el valor de dicha obra) sobre de dónde le viene a Guénon la "autoridad" tradicional, o cuál es "la función que el Cielo le ha atribuido", como hace en tono airado Jean Borella en su artículo "Questions sur l'autorité de René Guénon", nos parece algo que está totalmente fuera de lugar, pues pareciera que Guénon tendría que haber necesitado de una especie de "certificado teológico", o haber sido un funcionario del Vaticano, para ejercer esa autoridad que le cuestiona Borella, como cuando se refiere por ejemplo que todo lo que dice Guénon sobre "el Centro crístico" le "parece exterior"; todo esto refleja no sólo ignorancia y mezquindad, sino también un profundo desagradecimiento hacia quien recuperó para Occidente su legado tradicional, incluido naturalmente el del esoterismo cristiano (del quepor otro ladotanto presume conocer Borella), vivificando de nuevo sus símbolos a través de una penetración en su sentido profundo y universal en concordancia con la Tradición Unánime. No deja de ser curioso que tal mezquindad e ingratitud recuerde mucho las mostradas por Schuon en su artículo "Quelques critiques" (donde también hay ciertas dosis de maldad), aparecido en 1984 en "Les Dossiers H" consagrado a Guénon, y al que Borella alude para decir que no niega que esas "Críticas""me llevaron a tomar conciencia de mis propias convicciones". Por otro lado, obsesionarse tanto en los supuestos "errores" de Guénon (que para Borella y los schuonianos en general son aquellos que conciernen sobre todo a la naturaleza de los sacramentos cristianos) y no tener en cuenta la auténtica dimensión esotérica, cosmogónica y metafísica de su obra, su independencia intelectual frente a tanto "teólogo de sacristía", su inequívoco y cristalino compromiso exclusivamente con la Verdad (recordemos su nombre islámico: "Juan, el servidor del Unico") conduce finalmente a preguntas de este tenor, que hasta dan vergüenza ajena por su infantilismo: "¿A quién creer, a la Palabra de Dios o a la de Guénon"? O esta otra verdaderamente increíble pero muy esclarecedora pues da la medida de las limitaciones que tienen algunos para entender la función a que antes nos referíamos: "¿Es que un musulmán nos va a enseñar cuál es la naturaleza del bautismo?" 

Por su parte en el artículo de Jean-Baptiste Aymard ("La naissance de la loge 'La Grande Triade' dans la correspondence de René Guénon à Frithjof Schuon") se nota claramente que el autor intenta por todos los medios utilizar a Guénon para "lavar la imagen" de Schuon después de que a lo largo de los últimos años y desde diferentes medios (entre los que destaca SYMBOLOS) se haya desenmascarado a la obra schuoniana, tan sobrevalorada por sus acólitos pero que no resiste el más mínimo análisis riguroso cuando se quiere buscar en ella un apoyo que ayude a la verdadera realización iniciática y metafísica, que sin embargo sí se encuentra, y muy sólido, en la obra de Guénon. Una correspondencia cercenada, dado que de esas cartas se ha escogido cuidadosamente lo que le interesa destacar a Aymard para sus propósitos. ¿A quién pretende engañar? Está claro que fue Schuon quien con su confusión entre la religión y la metafísica negó de hecho la obra guenoniana, y si no ver a este respecto el Nº 9 de los "Cuadernos de la Gnosis" (Ed. Symbolos) titulado "Schuon versus Guénon", donde se recoge una buena parte de las afirmaciones (y descalificaciones) de Schuon sobre Guénon vertidas casi todas ellas en publicaciones dedicadas a Guénon a lo largo de los años. Pero también Aymard contribuye por su parte a esas descalificaciones al decir que Guénon estaba "condicionado" por el hecho de ser masón en el momento en que rechazó "... la tesis schuoniana concerniente a la subsistencia de la naturaleza esotérica de los sacramentos cristianos", opinión que como hemos dicho, comparten muchos de los que de una u otra manera han sido influenciados por Schuon, existiendo entre todos ellos una confusión de fondo acerca de la verdadera naturaleza del esoterismo, ya que lo ven como una especie de "hiper religión", cuando el ámbito esotérico y el exotérico, o religioso en el caso de los monoteismos, está referido a dos dominios muy diferentes. Es por eso que Guénon decía en su artículo "Cristianismo e Iniciación" (escrito precisamente para poner los puntos sobre las ies a las confusiones vertidas por Schuon en "Mystères christiques") que los sacramentos cristianos perdieron su dimensión iniciática y esotérica cuando el Cristianismo tuvo que adoptar por diferentes motivos una forma exotérica y social, lo cual no quiere decir que esos sacramentos no pudieran seguir teniendo una transposición esotérica (como ocurre por ejemplo con el bautismo o la eucaristía), pero eso será apreciado por quien tenga conciencia de lo que significa exactamente el dominio esotérico e iniciático, cuyo alcance es verdaderamente universal y comprende de manera sintética todas las demás interpretaciones posibles contenidas en el símbolo y en la realidad de las cosas y los seres, como Guénon mismo lo ha dicho tantas veces, y que por lo visto muchos todavía no entienden ni al parecer entenderán nunca. 

Pero si exceptuamos estos dos artículos (y algún otro como el de François Chenique "René Guénon: ma potion magique") en esta conmemoración aparecen otras contribuciones que tienen otra enjundia y sí ofrecen otras perspectivas de la obra guenoniana, y aunque no compartamos algunas de las reflexiones que allí se hacen, sí se reconoce la seriedad de sus planteamientos y sobre todo que están mucho más acordes con lo que supone la importancia de esa obra, como es el caso por ejemplo del artículo de Jean Biès "Les solutions et leur bilan", soluciones que están referidas a aquellas que ya apuntó Guénon en varias ocasiones, y que posibilitarían una revivificación del espíritu tradicional de Occidente, ya fuera por una recuperación de sus propios valores tradicionales, o bien por la influencia del Oriente, especialmente a través de las doctrinas hindúes. Por nuestra parte apuntamos que desde luego es innegable que la obra guenoniana tiene en sí misma muchas de las soluciones para que esa revivificación se haga posible, si no a nivel general (cosa muy improbable debido a la extrema oscuridad de este fin de ciclo), sí al menos en lo que respecta a una minoría de hombres y mujeres conscientes de la realidad en que viven, y que por ello mismo han buscado, y buscan, una salida por "lo alto", vertical, es decir que se han dado cuenta de que esas soluciones están en ellos mismos, y han visto en la obra de Guénon, y en la de quienes concuerdan en lo esencial con ella, el soporte necesario para romper la "cáscara" y alimentarse del "núcleo". 

Françoise Bonardel aporta interesantes reflexiones en "Guénon et les modernes", y tras destacar que éste "afirma bien alto, y a contracorriente de su tiempo, que el sustrato vivo de una cultura es de orden metafísico", señala que la crítica de Guénon al mundo moderno (sobre todo en La Crisis del Mundo Moderno y El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos) no es una crítica como las que pudieron hacer Nietzsche, Baudelaire, Spengler, Husserl o Heidegger, entre otros (algunas hechas con verdadero fundamento y plenas de sentido coherente), sino que está más bien destinada "a poner fin de una vez por todas a la agitación analítica y polémica en provecho de una visión sintética, por 'tradicional', permitiendo resituar a la modernidad en una lógica cíclica, por una parte común al Occidente antiguo (las Edades del mundo según Hesiodo) y al Oriente indio". 

En "René Guénon et la Chine" Jean-Claude Dubois reflexiona sobre la importancia de la orientación y sus relaciones con la medicina china, señalando que, además de La Gran Tríada, las notas y citas sobre la tradición extremo-oriental diseminadas en la obra de Guénon, y añadidas a lo que éste escribió sobre las ciencias tradicionales (tan estrechamente vinculadas en la China con el Taoísmo), forman un conjunto de una gran coherencia, y que ha sido hasta el momento poco explotado. Recurriendo a las enseñanzas de diversos textos de la antigua China, aquilatadas con las que encuentra contenidas en La Gran Tríada, J.-C. Dubois habla en un momento dado de la orientación solar, mencionando especialmente la "luz del Sur", hacia la cual debe tornarse el hombre en las últimas épocas del ciclo, pues habiendo devenido yin con respecto al Cosmos el hombre busca (para restablecer su equilibrio interno) precisamente su complementario no en el Norte (que es yin), sino en el Sur, que es yang. En la época primordial era justamente lo contrario. "La Espontaneidad perdida tan sólo puede realizarse mediante la puesta en práctica de diversos conjuntos de reglas. Vistas desde el exterior, estas reglas pueden parecer un formalismo limitativo. En realidad ellas existen para permitir al verdadero artista sobrepasarlas tomando conciencia de su origen primero. Esto le permite poseer la Regla suprema, que lejos de esclavizarlo, es al contrario, entre sus manos, un instrumento de creación con posibilidades de adaptación ilimitadas y universales". 

Viene a continuación "René Guénon et l'Hindouisme" de Pierre Feuga, en donde además de destacar la benéfica influencia ejercida por las dos obras principales de Guénon sobre la tradición hindú (Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes El Hombre y su devenir según el Vedanta), se subraya lo mucho que tantos le deben, afirmando a continuación que ninguno como Guénon ha tenido "un sentido metafísico tan puro y un conocimiento tan vasto de la Ciencia Sagrada". Y en cuanto a las referencias críticas que este autor hace a la obra de Guénon (con algunas de las cuales podríamos estar de acuerdo, pero que tienen que ver con cuestiones más bien superficiales que en nada afectan al contenido esencial) no se pueden comparar a las salidas de tono, por decirlo de alguna manera, mencionadas más arriba. Pero igual que decimos esto también añadimos que no es cierto, como menciona el autor, que Guénon ignorara, o disminuyera o menospreciara la importancia de la vía devocional (bhakti-yoga) en la tradición hindú, como de hecho tampoco menospreció la vía de la acción (karma-yoga). Sólo hay que leer con atención lo que a este respecto expone Guénon en el cap. XVIII de Initiation et Réalisation Spirituelle, titulado "Las 3 vías y las formas iniciáticas". 

"Hiram et le Graal" es el título con el que colabora Patrick Geay, y que ya fue publicado primeramente en el n 4 de la revista La Règle d'Abraham. A pesar de su brevedad nos ha parecido que aporta elementos simbólicos interesantes acerca de las vinculaciones entre la leyenda de Hiram y la del Grial, y entre éstas y ciertas leyendas de origen iranio e indoeuropeo, que hablan ya del "hijo de la viuda", y del "monstruo tricéfalo" o del "adversario triple" asociados a ciertos ritos iniciáticos, y que recuerdan evidentemente a los "tres malos compañeros" que aparecen en la leyenda masónica. El autor de este artículo destaca además la importancia de la "Piedra caída de los cielos" (Lapsit exillis, a la que Guénon dedicó precisamente un estudio en el cap. XLIV de los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada), la cual permite establecer "una profunda analogía entre el Grial, la 'Piedra filosofal' de los alquimistas y la 'Piedra angular', cuya importancia en el plan masónico es evidente". 

En consonancia con este último está el artículo "L'Alchimie et la Pensée Traditionnelle selon René Guénon", cuyo autor, Roger Parisot, recoge diversas citas sobre el "Arte Real", la "noble ciencia de los verdaderos hijos de Hermes", esparcidas practicamente por toda la obra guenoniana, incluso en La Crisis del Mundo Moderno, del que entresacamos el siguiente párrafo: "La verdadera alquimia era esencialmente una ciencia de orden cosmológico, y, al mismo tiempo, se aplicaba también al orden humano, en virtud de la analogía del 'macrocosmos' y del 'microcosmos'; además, estaba constituida expresamente en vistas a permitir una transposición en el dominio puramente espiritual, el cual confería a sus enseñanzas un valor simbólico y una significación superior, convirtiéndola así en uno de los modelos más completos de las 'ciencias tradicionales' ". 

Y por último mencionar "L'Ecriture Intellectuelle", de René Luong, tal vez la más interesante de todas las colaboraciones según nuestra opinión, sobre todo por la profundidad y la claridad de conceptos con que este autor expone su conocimiento de la obra guenoniana, de la que sabe extraer lo más importante, al menos todo lo que ello es posible en las dimensiones de un artículo. Extraeremos tan sólo un párrafo que de alguna manera lo sintetiza todo: "Se ha estudiado poco la lengua de Guénon. La exposición de la metafísica pura fue hecha en una escritura que supo intervenir directamente en el seno de la mentalidad ambiente, conducente a extraer los grados de ilusión y a recordar así la real dimensión axial de la escritura doctrinal (…) Se puede afirmar que el método empleado fue el de 'reunir lo disperso', es decir el de devolver la diversidad de las significaciones terminológicas del pensamiento a sus sentidos primeros, o de condensar la multiplicidad del lenguaje en una etimología original, portadora de una síntesis principial. Mediante la escritura, es decir gracias al poder de nombrar, y según una lógica discriminante, conseguía retornar a la clara visión de la Tradición Primordial. Porque el lenguaje mismo no es otra cosa que una imagen del Verbo Uno. Y es así que la forma de una palabra es antes un sonidoque un sentido. Las palabras son símbolos, y no habría que olvidar que ellos tienen por tanto dos caras fundamentales. Una luminosa, por la cual se conectan a las Ideas, y otra substancial. Los nombres son esencialmente operativos. Darse cuenta de la realidad polar de un símbolo es devolverle su dimensión de esencia universal. Hay multiplicidad de sentidos pero también jerarquización de significaciones para ascender a esa universalización. Gracias a la obra de Guénon la escritura doctrinal hace posible un retorno ejemplar a la lengua concebida como aplicación de la 'ciencia de las letras' ". 

Francisco Ariza    

(Revista SYMBOLOS Nº 27-28, 2004, 'Lo Femenino - La Mujer' p. 391-398)