Universalidad de la Tradición Hindú. Analogías con la Tradición Hermética (*)

Antonio Guri

Muy bienvenidos a este espacio del CES donde nos hemos reunido para realizar nuevamente el rito de la memoria. Sí, porque aquí bien mirado no venimos sólo a escuchar conferencias o a pronunciarlas, venimos por encima de todo a realizar un rito, que como bien sabéis es un acto, un gesto encaminado a actualizar, es decir a hacer presente ahora y aquí un espacio otro, un espacio de la conciencia que paradójicamente no siendo diferente de aquel que comúnmente tenemos, al mismo tiempo es absolutamente otro. Un gesto a través del cual se hace evidente aquello que la mente no puede entender. Y es mucho lo que no puede entender, la mente entiende, conoce, un nivel específico, muy reducido y determinado de la realidad, una realidad pequeña. Hay niveles de realidad mucho más elevados, más universales, que la mente no puede captar, pero eso no quiere decir que no los podamos conocer, quiere decir que hemos de permitirnos estar en ellos, habitarlos, dejar que sean y serlos con ellos. Al mismo tiempo que procuramos quitar protagonismo a la mente, la cual por ejemplo no puede captar la simultaneidad de lo aparentemente opuesto, como lo que acabamos de decir: ¿Cómo se come aquello de un espacio de la conciencia igual y diferente al mismo tiempo ¿Cómo algo puede ser lo que parece y simultáneamente no serlo? ¿Cómo las cosas sin abandonar su aspecto cotidiano pueden adquirir, o mejor recuperar, toda su plenitud, su carácter significante imbricado dentro de la armonía del mundo? ¿Cómo vivir la vida aunando en cada momento su carácter extraño, onírico y sorpresivo, con la responsabilidad de aquel que ha elegido un destino y lo quiere cumplir por encima de todo, caiga quien caiga?

Bien pues para eso estamos aquí, para hacer presente este escenario mágico, real, es decir simbólico, y para hacerlo entre todos nosotros. Pues ya sabemos que lo hará cada cual según sus posibilidades y necesidades, pero también lo vemos como un acto de voluntad conjunto, un querer afinar el pensamiento, hacer un silencio (un silencio mental), dentro del cual a la palabra proferida se le reconozca toda la fuerza reveladora.

Sabemos que de ritos los hay de diferentes clases, desde los que tienen como soporte la contemplación de mandalas, de figuras geométricas (especialmente en la tradición hindú), los que se basan en los ritmos respiratorios, como la incantación de mantras (pensamos también en el monosílabo OM), la realización de mudras, gestos a nivel físico, corporal. Pero hoy nos centraremos una vez más en el poder evocador del verbo, estaremos atentos a la palabra proferida. Como si lo que aquí se articula fuera la primera vez que se dice, que se oye. Pero en el bien entendido de que no diremos nada nuevo ni nada de diferente de lo que se dice siempre aquí en el CES, en todo caso será diferente el orden de las palabras, quizás el énfasis en los diferentes aspectos, para decir en definitiva lo mismo.

Aquí siempre se habla de la Tradición, de la Única, la Primordial, y eso lo podemos abordar a través de diferentes vías, aunque aquí lo hagamos preferentemente a través de nuestra Tradición, la Occidental, la Tradición Hermética. Y no porque consideremos que haya tradiciones mejores que otras sino sencillamente porque es la nuestra, la de los hombres y mujeres occidentales de este final de ciclo y por tanto se adapta mejor que ninguna otra a nuestras características, pero las ideas no son más de una tradición que de otra, son las mismas, únicas.

Se dice que aquel ser humano que se sabe un iniciado reconoce la Tradición en cada una de las tradiciones, contempla la verdad, es decir la unidad, de manera instantánea sin ningún filtro de nombres ni etiquetas. Pero para hacerlo, para atravesar el mundo de las formas tenemos antes que haber transitado con rigor una, nos han de haber sido dadas las herramientas, las palabras correspondientes. Es necesario identificarse pues con unas formas determinadas, en este caso las de la Tradición Hermética que como sabemos conforma un solo cuerpo con la Cábala Hebrea, y una vez empapados de su peculiar transmisión, de su cosmogonía, reconocer que uno mismo, lo que uno es por encima de todo, no tiene forma y por tanto se identifica con todas ellas, con todas las tradiciones. Una vez familiarizados con nuestros dioses, con el Hermes que preside esta sala, despertada su energía dentro de uno, ya no nos resultarán tan extraños aquellos dioses que en un comienzo tal vez sí lo eran, y podremos mirarlos de cerca. Dioses con muchos brazos, o con la cara azul, o con cabeza de elefante, los cuales entrarán también a formar parte de nuestro imaginario, a darnos pistas de lo que somos.

En nuestro caso antes de contactar con la tradición hermética a través del CES, de la obra de Federico González, habíamos hecho algún intento de acercarnos a la tradición hindú leyendo alguno de sus textos, y no habíamos entendido apenas nada, todo resultaba ajeno y lejano, como mucho se intuía cierto misticismo y poco más. Como decíamos es después de transitar seriamente una vía, la vía hermética, de haber conocido el Árbol de la Vida Cabalístico y habernos identificado con él, que se puede hablar de la universalidad de todas las tradiciones y en este caso de la hindú.

Evidentemente para el que ha realizado el último fin de una vía no hay vías, desde la Suprema Identidad no hay diferentes tradiciones. Pero también aquellos que hemos atendido una llamada, que estamos en camino, podemos cada vez más hacer un trabajo de síntesis, de descubrimiento de cómo los diferentes lenguajes no hacen más que traducir un único mensaje.

Este es un ejercicio pues al que estamos todos invitados y que se puede hacer con todas las tradiciones, hoy proponemos unos apuntes, unas notas sobre la hindú. Intentaremos señalar algunas puertas para que cada quien las pueda penetrar, si quiere.

La primera de ellas debe ser la obra de René Guénon, todos y cada uno de sus libros, pues en todos ellos sea cual sea el aspecto que se aborda no para de establecer constantes relaciones, analogías entre las diferentes tradiciones: la hindú, la hermética, la islámica, el budismo, el taoísmo, la masonería, el cristianismo, etc. O sea que viene a ser un exponente de todo lo que acabamos de decir. Pero además tiene unos cuantos libros que hablan explícitamente de la tradición hindú, son:

Introducción General al Estudio de la Doctrinas Hindúes
El Hombre y su Devenir según el Vêdânta
Estudios sobre el Hinduismo

Y otros en los que aunque no siendo el tema central, si tiene una presencia importante:

El Simbolismo de la Cruz
Los Estados Múltiples del Ser
Oriente y Occidente
Autoridad Espiritual y Poder Temporal
Conócete a ti mismo
La Metafísica Oriental
y otros.

Esta es una puerta extraordinaria que queremos recomendar muy especialmente, pues es una fuente de verdadero placer intelectual. Leyendo estos libros las analogías muchas veces vienen de la mano del mismo Guénon que nos hace fijar en ellas, pero la mayoría de las veces se producen por sí solas en nuestro espacio de meditación y comprensión, chispas que de repente iluminan este escenario del pensamiento, gracias a la palabra en este caso escrita y que dentro de un discurso lógico que toma por tanto como soporte también la razón, la sobrepasa y hace que como en cualquier texto sagrado la lectura encienda un fuego, que al mismo tiempo nos calienta y produce luz, con la que conductos, puentes hechos de verdad que nos conforman, pero que hasta entonces estaban obturados por la ignorancia, por el olvido, se destapen de forma instantánea y vuelvan a fluir comunicándose y mostrándose con toda su realidad clara y plena.

Una realidad puramente metafísica que se va desvelando en nosotros a medida que los nombres sánscritos se  nos presentan, nombres primero extraños pero cada vez más cercanos: la doctrina única de los Vêdas, ciencia sagrada y tradicional por excelencia, Vêda de la raíz "vid", ver y saber, la sabiduría y la visión interiores, "vid" también la viña, el vino. El Vêdânta, el fin del Vêda, el último término del conocimiento, expresado a través de los Upanishads destinados a destruir la ignorancia y proporcionar los medios para llegar al Conocimiento Supremo. La permanente idea Advaita de la no dualidad. Los Upanishads decimos, puerta por excelencia, su lectura nos conduce al mismo estado que por ejemplo la lectura del Poimandres, valga este pequeño ejemplo del Svetasvatara Upanishad:

Tú eres mujer, tú eres hombre, eres el joven y la doncella. Tú eres aquel anciano que se sostiene con un báculo. Has nacido con un rostro que mira en todas direcciones.

Tú eres el pájaro azul y el verde de rojos ojos. Tú eres la nube que guarda el relámpago en su seno. Eres las estaciones y eres los mares. No tienes principio, eres infinito. Tú eres Aquel de quien surgen todos los mundos.

Este "tú" es el lugar del que sólo hemos salido ilusoriamente, origen y final de un viaje por tanto ilusorio, pero en el que no por ello dejamos de estar implicados de corazón. Un viaje con un itinerario que de la mano de la tradición hindú y de Guénon hacemos a través de la cosmogonía, atravesando los planos que la conforman, desde la Infinitud del Supremo Brahma, no manifestado, no condicionado por nada, ni siquiera determinado, hasta la plasmación material. Aunque con una simbólica diferente a la que estamos acostumbrados pero que no lo será tanto en la medida que previamente, como decíamos, se haya hecho el trabajo de asimilación del Árbol de la Vida, una asimilación comparable a la ingesta de un alimento que nos nutre, nos mantiene vivos entrando a formar parte de nosotros. Es decir si nosotros tenemos conciencia de lo que somos, después de haber hecho una tarea reiterada, operativa de meditación con este modelo, lo reconoceremos inmediatamente.

Este viaje tomado en su sentido ascendente, es decir, de regreso al Supremo Brahma, de donde en verdad no ha salido nunca, comienza en:

Se trata como veis de un recorrido ya muy familiar para nosotros, que hemos dejado aquí simplificado en la mínima expresión pero que constituye diferentes capítulos de El Hombre y su Devenir según el Vêdânta y Los Estados Múltiples del Ser. Libros que como todos los de Guénon llevan implícita la posibilidad de una síntesis, de una comprensión directa, pero también contienen desarrollos de una cierta complejidad, pero que al leerlos y sobre todo al releerlos quizás al cabo de años, se produce una selección de aquellas concepciones que de  alguna manera se van aclarando y fijando definitivamente, mientras otras permanecen como encriptadas, secretas. Lo cual comparado con todo lo que se vislumbra, con los espacios de universalidad que se abren, deja de tener demasiada importancia.

Los Darshanas, los diferentes puntos de vista para encarar la realidad última y única, desde lo más alto e inefable hasta las últimas aplicaciones en el dominio también de la práctica; junto con los Vedangas y Upavedas, ciencias auxiliares, expresión de los Vêdas pues, en cuya descripción no podemos dejar de ver las Artes Liberales occidentales, la música, la astrología, la aritmética, la geometría, también la ciencia militar, la medicina y la arquitectura. Así como unas ciencias-artes que nos hablan también de la pronunciación exacta, la articulación correcta, las leyes de la fonética, la prosodia, las diferentes métricas en correspondencia con las modalidades vibratorias del orden cósmico. También la gramática, la lógica, la explicación terminológica a través de la etimología y del valor simbólico de las letras y de las sílabas (como en la Cábala hebrea). Todo muy bien explicitado en Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes con mucha generosidad también de detalles que nos hacen intuir la potencia de aquella sagrada complejidad, la riqueza orgánica, viva, nada que ver con la complejidad enrevesada y estéril de la petulancia moderna.

En la tradición hindú está todo, se dice que la peor injuria que podemos hacer a un sabio hindú es ponderarle diciendo que en sus estudios o pensamientos hay alguna novedad. Vaya diferencia con estos "sabios" de hoy en día, que sólo pretenden añadir su nombre a la lista de personalidades que descubren más matices insignificantes del galimatías general.

También nos puede pasar a veces, que aquellas correspondencias que estamos predispuestos a establecer de forma automática no acaben de encajar.
Es en parte normal que uno quiera que todo le cuadre, entonces uno busca correspondencias inmediatas entre por ejemplo las sefiroth del Árbol de la Vida y todos los términos hindúes, Brahma, el Principio Supremo, Atmâ, el Espíritu Universal no diferente de Brahma, Purusha y Prakriti, la esencia y la sustancia, Ishwara, Personalidad Divina, Buddhi el Intelecto Superior... Pero pronto nos damos cuenta de que esto no va por ahí. Y si bien es verdad que hay un ejercicio muy provechoso que consiste precisamente en meditar sobre estas posibilidades, no podemos olvidar que analogía no significa relación exacta, biunívoca de completa identidad, y aunque las tradiciones en última instancia no son solamente análogas, sino que hasta podríamos decir que son idénticas, sólo lo son en última instancia, vistas desde arriba, desde el centro. Los caminos que dibujan tienen personalidad propia y también los lugares que eligen para detenerse y tomar impulso, los nombres de poder no son idénticos, no son las mismas etiquetas con idiomas diferentes.

Un ejemplo claro de lo que intentamos decir es la división en cuatro elementos que la antigüedad grecorromana estableció: la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego, con su origen en el Éter o quintaesencia, ligados por su proceso de sutilización alquímica, que en la enseñanza del Vêda hindú se expresan en un orden diferente. El Aire sería el primer elemento después del Éter, y este Aire sería el elemento neutro que produce al diferenciarse por polarización el Fuego como elemento activo y el Agua como elemento pasivo, la acción y reacción recíprocas de estos elementos dan nacimiento por precipitación o cristalización a la Tierra, elemento final de la manifestación corporal. Todo ello muy bien explicado en el artículo "Las condiciones de la existencia corporal" publicado en el libro extraordinario traducido con el nombre de Conócete a Ti Mismo.

Nos damos cuenta pues de que las analogías lejos de limitarnos, de reafirmarnos en concepciones viejas que se apegan a la literalidad, y que quieren seguir utilizando los mismos hábitos encasilladores, por el contrario, nos abren a lo universal. Y esto ocurre a menudo ante la perplejidad de una dificultad o de una aparente imposibilidad de comprensión, pero que en realidad no es tal, sino que se trata de la energía viva del símbolo que se niega a ser consumida, y que dinamita unos límites que la mente incansable devoradora quiere, necesita, volver a reproducir, reduciéndolo todo nuevamente a su medida. Bienvenidas pues estas analogías que no se adaptan a nuestros límites mentales sino que como decimos los sacuden y sobrepasan.

Otras veces las correspondencias son absolutamente claras y uno no puede más que quedarse mudo ante tanta belleza. Es el caso del proceso iniciático, presentado como un despertar, un camino ascendente por el Árbol de la Vida, de retorno al origen, y también alquímico de paulatina sutilización de los elementos, análogo al despertar de la serpiente Kundalinî, que al desenroscarse va abriendo, como pétalos de una flor, cada uno de los chakras (con clara correspondencia con las sefiroth), y en este ascenso, el Sushumnâ hindú constituiría el eje central del Árbol, y Idâ y Pingalâ respectivamente las columnas del Rigor y la Gracia, que se enroscan alrededor de la vara central como el caduceo hermético. Cuestión esta especialmente tratada en el capítulo Kundalinî-Yoga del libro Estudios sobre el Hinduísmo, e igualmente en una extensa nota del "Programa Agartha".

Aprovechamos para decir que esta "Introducción a la Ciencia Sagrada" es también una puerta, por supuesto que a la tradición hermética, pero también a la hindú, que de una manera u otra aparece en varias de sus páginas. Y aquí quisiéramos repetir algo que también muchos de vosotros ya habéis oído. Dentro de la época terminal de total ignorancia que nos ha tocado vivir (Guénon comienza uno de sus libros diciendo que la principal característica de los hombres de esta edad es la estupidez), dentro de esta oscuridad la diosa Kali, terrible, feroz, y a la vez dotada de un irresistible magnetismo, mantiene un misterioso equilibrio: por un lado nos ahoga, y por otra en medio de la oscuridad ofrece todas las posibilidades a aquel que de corazón las busca.

Y es que hoy tenemos la posibilidad de conocer todas las tradiciones. Lo cual nos permite algo (que el hombre de otras edades, por cierto no necesitaba en absoluto), e igualmente nos permite hacer patente esta síntesis de la que hablamos. Y también de ver que hay aspectos que alguna tradición ha tratado más especialmente o más claridad que otras, y cómo estos diferentes aspectos de tradiciones diversas se iluminan entre sí contribuyendo o mejor dicho canalizando la luz única suprasensible de la Tradición Primordial, Sanâtana Dharma.

Pues es lo que vemos en el propio "Programa Agartha" cuando por ejemplo se trata el tema importantísimo de la teoría de los ciclos o el no menos crucial de las castas, ambos tratados extensamente por la tradición occidental, pero que los hindúes nos han legado con una gran riqueza también terminológica. Y ahora todos hablamos de Kalpas, Manvántaras, y por supuesto de este Kali-Yuga. Como también hablamos de shûdras, vayshyas, kshatriyas y brâhamanes, para ilustrarnos acerca de la jerarquía presente en todas las cosas y en todos nosotros.

Sabemos que la carencia de expresiones adecuadas en las lenguas occidentales modernas es una dificultad para la expresión de ideas metafísicas, entonces no es extraña la utilización de la terminología hindú. Es el caso de la teoría de los tres gunas, que representan energías o principios presentes en todas las cosas, sattwa, tamas y rajas, una realidad que no es más oriental que occidental.

Y muchos otros en que la aportación hindú es fundamental, como cuando se habla del nombre y la forma: Nama-Rupa. Algunos de ellos se han incorporado a nuestro lenguaje habitual, el dharma, la verdadera ley interior, o el karma, la acción ritual.

Y ahora debemos detenernos ante otra puerta, de seguro ya conocida por vosotros pero que no podemos dejar de mencionar:

El Mahâbhârata, la gran epopeya hindú junto con el Râmâyana, que quizá no recomendaremos leer pues tiene una extensión aproximada de cuatro biblias, pero si que recomendamos la adaptación teatral que hace años dirigió Peter Brook, un reconocido director de teatro inglés, que de alguna manera ha sabido reconocer el carácter ritual, sagrado del teatro. Una producción de más de nueve horas de duración que estuvo de gira por todo el mundo, y aquí en Barcelona vino una temporada del Grec de hace años. Más tarde el mismo Brook dirigió una versión reducida parar la televisión, que ahora está colgada en internet en tres partes y se pueden así ver. El enfrentamiento entre luz y tinieblas encarnada en dos dinastías que forman parte de un mismo tronco familiar, los Pandavas y los Kauravas, y que luchan encarnizadamente por el trono de Hastinapura. Todas las formas del afán de poder, la venganza, el deseo, los celos, el engaño y la perversión, así como del amor, la generosidad y la inteligencia, Shakespeare en estado puro. Todas las pasiones que caben en el alma humana, entrecruzándose en un tejido de una gran belleza, donde aparecen además monstruos y demonios, bosques, palacios, cuevas y desiertos, y donde por encima de todo se va discerniendo, descartando, el error de la acción entregada a sí misma, frente a una acción supeditada a la contemplación, centrada por el conocimiento.

Viendo esta película nos damos cuenta de un prejuicio muy arraigado creo en occidente y en mí particularmente. Parecería que el hinduismo está pensado sólo para temperamentos más contemplativos, menos activos que el nuestro. El orientalismo, es decir la versión occidentalizada del verdadero Oriente, (decimos versión pero se trata de su incomprensión), ha conseguido que para muchos de nosotros un hindú sea exclusivamente un hombre muy delgado, con un talante severo y místico, obsesionado por las dietas, no sólo alimenticias, y que además hace posturas imposibles. Pues para destruir este prejuicio nada mejor que ver esta película y leer, ahora sí, su episodio central: el Bhagavad Gitâ.

Se trata del diálogo entre Krishna, encarnación de Vihnú, y Arjuna, uno de los hermanos Pandava, ya en pleno campo de batalla, momentos antes de comenzar la lucha. Arjuna, el valiente héroe se da cuenta que frente a él, entre sus contrincantes, hay amigos y familiares muy cercanos, y ante este panorama quiere abandonar el combate, retirarse y meditar. Es cuando Krishna le recuerda cuál es su verdadera función, su deber como Kshatriya, como guerrero comprometido por tanto en la acción. Es el diálogo entre Sí mismo y el yo, entre los estados supraindividuales y el individuo. Ambos montados en el mismo carro de batalla, formando un mismo cuerpo. Mientras Arjuna combate, Krishna conduce el carro sin combatir, es decir sin estar comprometido en la acción. La batalla simboliza pues la acción apropiada a la naturaleza y función de los kshatriyas, a los que este libro está especialmente destinado. El campo de batalla es el dominio de la acción, en el que el individuo desarrolla sus posibilidades, y esta acción no afecta en nada el ser principal, permanente e inmutable (Krishna). Los dos subidos en el mismo carro dice Guénon, son lo mismo que aquellos dos pájaros:

Mundaka Upanishad: Dos pájaros, compañeros inseparablemente unidos residen en un mismo árbol: uno come el fruto del árbol, el otro observa sin comer.

Como también son aquellos dos amigos del Katha Upanishad que entran en una caverna que simboliza la cavidad del corazón, unión de lo individual con el Universal. Y si estos dos están tan indisolublemente unidos es porque en realidad son una sola cosa desde la realidad absoluta. El jîvâtmâ no se distingue de Atmâ más que de manera ilusoria.

Queremos leer ahora un pequeño fragmento del comienzo de este libro:

Krishna.- Te afliges por quien no deberías hacerlo. Tus palabras no son insensatas, tienen algo de sabias, pero no muestran la flor interna de la doctrina de los sabios. Son verdades pero a medias.

El sabio no se aflige ni por los vivos ni los muertos. Así como el intrépido guerrero no teme la muerte, así el sabio no se entristece por la vida ni por la muerte, si bien el semisabio se aflige por una, por otra o por ambas, según su estado de ánimo y las circunstancias.

Sabe, oh hijo de Pandu, que ni yo ni tú, ni ningún otro de estos príncipes terrenales hemos dejado de ser ni dejaremos de ser en el futuro ....

El Absoluto, aquel que todo lo penetra, no puede ser destruido, porque es imperecedero. Estos cuerpos que sirven de envoltorio a las almas que los habitan son mortales y no se deben confundir con el hombre verdadero. Son perecederos como todo aquello que es finito. Deja pues que mueran.

Y ahora que conoces estas cosas, oh príncipe panda. Levántate y disponte a batallar.

Quien dice "mato" o "me matan" habla como un niño. En verdad nadie puede matar ni morir.

Recuerda, oh príncipe, esta verdad: el hombre real no nace ni muere. Siempre ha sido, seguirá siendo eternamente.

El cuerpo puede morir y ser muerto, pero el espíritu que habita en el cuerpo no puede morir ...
Ningún arma lo puede herir, ni el fuego quemar, ni el agua humedecerlo, ni el viento secarlo porque es invulnerable, incombustible, eterno e inmutable. En una palabra: es real.

Realidad es una de esas palabras entre muchas otras, que tenemos mal entendidas, parecería que sólo es real lo medible, experimentable directamente por los sentidos, cuando en verdad los niveles más altos de realidad, es decir más alejados de la ilusión, no son cuantificables, no se ven ni se pueden tocar.

Relacionado con esto nos gustaría mencionar algo que nos interesó ya la primera vez que leímos Introducción General al Estudio de las Doctrinas Hindúes cuando habla de uno de los Darshanas, concretamente el Mimansa "reflexión profunda". Aparece una noción que hace muy evidente como la lengua y la mentalidad occidentales modernas, están lejos de la verdad de las cosas. Es una noción designada con la palabra "apurva". Transcribimos lo que dice Guénon:

Sabemos que la acción en contra del conocimiento, no lleva sus consecuencias en sí misma. La oposición es la de la sucesión y la simultaneidad, ya que la acción sólo puede producir efectos de forma sucesiva. No obstante, para que algo pueda ser causa, es necesario que exista actualmente, y por tanto la verdadera relación causal no se puede concebir más que como una relación de simultaneidad: si la concibiéramos como una relación de sucesión, habría un instante en que algo que ya no existe produciría algo que no existe todavía, suposición que es totalmente absurda. Por lo tanto para que una acción, que es una modificación momentánea, pueda tener resultados futuros y más o menos lejanos, se necesita que tenga, en el instante mismo en que se realiza, un efecto no perceptible. Este efecto no perceptible, potencial se llama "apurva"; puede ser considerado, ya sea como un estado posterior de la acción misma, o bien como un estado antecedente del resultado, debiendo estar siempre el efecto contenido en la causa, ...El apurva, germen de todas las consecuencias futuras, como que no está en el dominio de la manifestación corporal y sensible, está fuera del tiempo ordinario y puede o bien permanecer unido al ser que ha realizado la acción, siendo desde este momento un elemento constitutivo de la individualidad donde persistirá mientras dure ésta, o bien salir de los límites de esta individualidad para entrar en el dominio de las energías potenciales del orden cósmico, en esta segunda parte, si se representa por una imagen como una vibración emitida en un cierto punto, esta vibración después de propagarse hasta los confines del dominio que puede abarcar, volverá en sentido inverso a su punto de, y esto, como lo exige la causalidad, bajo la forma de una reacción de la misma naturaleza que la acción inicial.  

Más adelante Guénon añade que esta reacción,

en su influencia de retorno sobre el ser que produjo la acción inicial, recobra el carácter individual y temporal que no tenía la apurva intermediario, si ese ser no se encuentra ya en el estado en que estaba primero, que era una forma transitoria de manifestación, la misma reacción, pero despojada de sus características de la individualidad original, podrá también alcanzarlo en otro estado de manifestación.

Quizás nos hemos extendido mucho en este punto que no deja de ser una aplicación secundaria dentro de la doctrina, pero creemos que nos da una idea del alcance de esta tradición, del pensamiento hindú. Cómo mediante la definición de un término nos hace evidente la relación de la aparente sucesión con la realidad simultánea. Por supuesto, ahora mismo en occidente "oficial" no hay nada que se le pueda comparar, toda la ciencia moderna está precisamente pendiente sólo de lo que considera cuantificable, lo único que para ella es real.

Guénon relaciona este hecho con las ideas de karma y dharma, y también con lo que el taoísmo designa como las "acciones y reacciones concordantes". Todo ello nos hace pensar con lo que decíamos hace un rato: que incluso en el final del Kali-Yuga, aquellos que de verdad buscan, encontrarán, y no por una cuestión de méritos, sino sencillamente porque así son las cosas.

Es curioso ver como la mala interpretación exotérica, la deformación moral y sentimental al no poderlo entender, lo rebaja y lo interpreta en este caso en términos de pecado, como premio o sanción. En el hinduismo no hay exoterismo, hay una doctrina sola en la que cada cual penetra según sus posibilidades.

También es verdad que hace casi un siglo Guénon ya advertía los síntomas de la decadencia, no ya de la tradición por sí misma que es incorruptible, sino del pueblo de la India que la detenta, y que hoy en día está muy ajetreado convirtiéndose, en una señal más de los tiempos, en una "economía emergente." Aunque no vemos si le queda mucho tiempo para "emerger", pero este sería otro tema ...


Y un penúltimo apunte. En la web de Symbolos en la última actualización hay un artículo sobre el dios griego Dioniso, y se le relaciona con Shiva, y se da bibliografía al respecto. Sabemos que Shiva es uno de los tres principios que conforman la Trimurti hindú: Brâhma la creación, Vishnú la conservación y Shiva la destrucción, o mejor dicho la transformación, simultánea a la aniquilación de la ignorancia. Nos ha parecido una relación especialmente fecunda en cuanto a la generación de ideas, las respectivas simbologías se interpenetran, se enriquecen. Una idea hecha al mismo tiempo de aquellos contrarios que la mente sólo puede ver como irreconciliables, pero en ámbitos no mentales nos dan idea de una sola cosa: de placer y de exterminio, de exacerbación de los sentidos y de aniquilación, del fuego que lo reduce todo a cenizas, especialmente la ignorancia, y de aquel fuego (que en verdad es el mismo) del espíritu de la viña.

El iniciado sabe que debe penetrar la profundidad de la tierra como Dioniso, visitar sus propios infiernos, ya que es la única manera de advertir las propias dobleces, de advertir la complicidad con aquella impostura que tan obvia se nos hace fuera, y así negarla en uno, negar la negación es aniquilar la ignorancia, destruir es transformar, traspasar el mundo de las formas.

 

Por último, ahora sí, querríamos leer un fragmento del último capítulo de El Hombre y su Devenir según el Vêdânta que lleva por título "El Estado Espiritual de Yogui: la Identidad Suprema"; consta de varios pensamientos de Shankarâchârya que nos hablan del estado del yogui, aquel que en virtud del conocimiento está "liberado en vida" (Jivan mukti) y ha realizado la Identidad Suprema.

Son unos pensamientos que van dirigidos al brâhaman que hay en nosotros. Porque ya sabemos que los hombres occidentales de este final de ciclo somos hombres de acción y necesitamos poder hacer algo con todo lo que nos hierve dentro, poder canalizar este caudal irreprimible, es decir necesitamos poner la acción al servicio de una instancia más alta, necesitamos que el kshatriya que hay en nosotros reconozca al brâhaman que somos.

El yogui, cuyo intelecto es perfecto, contempla todas las cosas como si moraran en él (en su propio sí mismo, sin distinción entre lo exterior y lo interior) y de esta manera, a través del ojo del conocimiento percibe que todo es Atma.

Conoce que todas las cosas contingentes no son distintas de Atma y que fuera de Atma no hay nada, ya que las cosas sólo difieren en la designación, el accidente y el nombre, así como los utensilios terrestres reciben diversos nombres aunque que sean sólo diferentes formas de la tierra, y así percibe que él mismo es todas las cosas... .


Es sin cualidades y sin acción; imperecedero, sin volición, lleno de beatitud, inmutable, sin forma, eternamente libre y puro (ya que no puede ser constreñido ni alcanzado ni afectado de ninguna manera por otro que él mismo, ya que este otro no existe, o al menos no tiene más que una existencia ilusoria en tanto que él mismo está en la realidad absoluta) .


Es como el Éter que se expande por todas partes y que penetra simultáneamente el exterior y  el interior de las cosas, es incorruptible, imperecedero, es él mismo en todas las cosas, puro, impasible, inalterable.


Es el Supremo Brahma, que es eterno, puro, libre, único, incesantemente lleno de beatitud, sin dualidad, principio de toda existencia, cognoscente y sin fin
.

Es Brahma, después de cuya posesión no hay nada que poseer, respecto del cual, tras el gozo de su beatitud no hay felicidad que se pueda desear, y tras cuyo conocimiento no hay conocimiento que se pueda obtener.


Es Brahma, el cual, después de haber sido visto no da lugar a que se contemple ningún objeto; con el que después de haberse logrado la identificación no se puede experimentar ya ninguna modificación (como el nacimiento o la muerte), el cual cuando es percibido (pero no como un objeto perceptible por una facultad cualquiera), hace que no quede nada para percibir (dado que, a partir de ello, todo conocimiento distintivo es sobrepasado y aniquilado).


Es Brahma, que se expande por todas partes, en todo (dado que no hay nada fuera de Él y que todo está necesariamente contenido en su infinitud): en el espacio intermedio, en el que está arriba y en el que está abajo, el verdadero, lleno de beatitud, sin dualidad, indivisible y eterno.


Es Brahma, afirmado en el Vedanta como absolutamente distinto de lo que Él penetra (y que, por el contrario, no es distinto de Él o al menos sólo se distingue de Él de forma ilusoria), incesantemente colmado de beatitud y sin dualidad.


Es Brahma, que es sin magnitud ni dimensiones (incondicionado), inextenso (dado que es indivisible y sin partes), sin origen (ya que es eterno), incorruptible, sin figura, sin cualidades (determinadas), sin asignación ni carácter alguno.

Es Brahma, por el que todas las cosas son iluminadas (al participar en su esencia según sus grados de realidad) cuya luz hace brillar el sol y todos los cuerpos luminosos pero que no se vuelve manifiesto por la luz de estos.

Brahma no se parece al Mundo y no hay nada fuera de Brahma (ya que si hubiera algo fuera de Él, no podría ser infinito), todo lo que parece existir sino de forma ilusoria, como la apariencia del agua (el espejismo) en el desierto.


De todo lo que se ve, de todo lo que se escucha (y de todo lo que se percibe o concibe mediante cualquier facultad) nada existe verdaderamente fuera de Brahma; y a través del conocimiento, Brahma es contemplado como el único verdadero, lleno de beatitud y sin dualidad.

El ojo del conocimiento contempla al verdadero Brahma, lleno de beatitud, que todo lo penetra, pero el ojo de la ignorancia no lo descubre, no lo percibe, así como un hombre ciego no ve la luz sensible.


Cuando el sol del Conocimiento Espiritual se levanta en el cielo del corazón disipa las tinieblas, lo penetra todo, lo envuelve todo y lo ilumina todo.


Aquel que ha hecho el peregrinaje de su propio "sí-mismo", un peregrinaje en el cual no hay nada que concierna a la situación, el lugar o el tiempo (ni a ninguna circunstancia o situación particular) que está en todas partes (y siempre en la inmutabilidad del eterno presente), en el que no experimenta ni el calor ni el frío (así como ninguna otra impresión sensible o mental), que procura una felicidad permanente y una liberación definitiva de todo problema (o de toda modificación), eso es no actuando, conoce todas las cosas (en Brahma) y obtiene la Eterna Beatitud.

Nota

(*)   [Conferencia pronunciada el 17 de marzo de 2011 en el Centro de Estudios de Simbología de Barcelona y reproducida en la Revista SYMBOLOS telemática. No hallándose ya en la web de la revista, se publica hoy aquí con el permiso expreso de su autor.]


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