El símbolo de la Cruz en el Génesis y la palabra Bereshit [*]

  Ana Emilia Agüero de Chazal

El Templo oculto

L

as Sagradas Escrituras poseen una arquitectura interior, secreta e invisible, que se revela a través de los niveles más profundos de significación. Porque el libro sagrado está compuesto por diferentes niveles de sentidos, estos son representados a través de la metáfora de la nuez como de la palabra Pardes1 en la tradición cabalística; y es allí, en los niveles de sentidos más ocultos donde emerge la estructura secreta como una extraordinaria construcción.

Podríamos comparar esta arquitectura oculta con un templo, un templo perdido, secreto, que permanece invisible a nuestra comprensión; y en este sentido el templo sagrado que constituye la arquitectura interior de las Escrituras se corresponde con el templo de Salomón, el cual ha sido destruido, destrucción que en realidad representa permanecer invisible, inaccesible, como el mismo paraíso terrenal, como la luz primordial que se ha ocultado de los hombres.

El sentido secreto contenido en las Escrituras, es alojado en esta estructura invisible que soporta las capas exteriores de significación, así como la estructura ósea soporta los músculos y la piel, conteniendo el hueso debajo de ellos, escondida la médula; de la misma manera que la arquitectura interior contiene la luz de la verdad del libro sagrado.

Esta estructura solo se revela en partes y nunca lo hace de manera total e integral, pero cada pequeña porción de esta magnífica construcción que se devela representa nuevos despertares en nuestro entendimiento; los cuales nos permiten ver en simultaneidad sus elementos con sus complejas relaciones, liberándonos así de la densa linealidad del sentido más superficial, el literal; el cual esconde como la dura cáscara de la nuez o de la almendra2, la semilla secreta que posee la capacidad de la regeneración de todo el ser. Porque el camino de descubrimiento del templo interior, que constituye el corazón de las Escrituras, implica un camino que nos guía a nuestro propio centro sagrado, el corazón del hombre.

El desvelamiento del templo oculto representa el despertar de la visión superior con el sentido de la simultaneidad, que nos libera de la linealidad a la que nos encadena el tiempo y nuestro pensamiento.

Esta construcción invisible comienza a revelarse especialmente a través de la primera palabra del Génesis y la Tora, Bereshit, donde el fin del ciclo está descripto “en el comienzo”; cuando esta palabra nos señala el misterio de la Creación, pero al mismo tiempo nos revela el de la Re-generación presentándonos al Mesías, quién ya está anunciado “en el Principio”.

En esta arquitectura existen complejas relaciones entre sus elementos, expresadas a través de formas analógicas y ramificadas que se superponen entre sí, formas hologramáticas, donde el todo puede estar contenido en una parte contenida dentro del todo. Así vamos a observar que la primera letra de la Tora, la Bet, contiene la estructura de la primera palabra, Bereshit; y esta primera palabra, contiene un conocimiento inscripto en el capítulo que ella encabeza, el Génesis, primer capítulo de la Tora, especialmente en el comienzo de este. Y tanto esta primera palabra como la primera parte de este capítulo nos revelan una forma, la cual representa la propia estructura que los soporta, forma que se relaciona con el misterio de la Creación pero también con el misterio de la Salvación; y esta forma, no es otra que el símbolo de la Cruz, símbolo ligado indisolublemente al Mesías.

………

En este texto vamos a presentar en particular el tema de la manifestación del símbolo de la Cruz en el Génesis como en la palabra Bereshit, símbolo unido al misterio de la Creación como al de la Salvación. Porque la primera palabra de la Torá, que es la primera palabra del Génesis, Bereshit, “en el principio”, contiene tres grandes misterios: Creación, Caída y Salvación, los cuales nos señalan el movimiento de la rueda cósmica.

Para develar el símbolo de la cruz, vamos a partir describiendo un ternario presente en Bereshit, para luego abordar el tema del cuaternario y finalmente el septenario, con la cruz tridimensional manifestada en esta palabra como en el principio del capítulo que ella encabeza.

La creación a partir del Verbo

En la tradición hebrea las letras poseen un poder creacional, porque Dios crea al mundo por medio de la palabra, nombrando a las cosas, de modo que la palabra forma parte de la existencia de las cosas. Por esto en el Verbo está el origen de la Creación, cuando Dios mismo se manifiesta en forma de Verbo. En este sentido los cabalistas nos enseñan que el término dabar, significa tanto “cosa” como “palabra”, lo que parece señalar que ambos comparten una misma esencia, formando partes integrales de una misma realidad.

El Verbo, manifestado en tiempos de la creación de la materia, existía antes bajo la forma de Pensamiento, ya que si la palabra es capaz de expresar todo lo material, le es del todo imposible expresar lo inmaterial. Precisamente por esto está escrito: Y dijo Dios (Way-yomer elohim). Es decir, Dios se manifiesta bajo la forma del Verbo, produciendo un sonido audible desde fuera. Añaden las sagradas escrituras: Que sea la luz (yehi or). (Gen 1:3), pues toda luz procede del misterio del Verbo.3

La letra Bet como matriz primordial de la Creación

La primera letra con la que comienza la Tora constituye uno de los profundos misterios de la Cábala. Esta letra, es la בּ Bet, la primera letra de la palabra Bereshit. La letra בּ Bet (בֵּת) es llamada también בֵּית Beit (casa) porque se dice que su forma representa una casa. Si nos preguntamos por qué motivo el texto sagrado comienza con ella, podemos vislumbrar la respuesta en la contemplación de su propia forma; es que esta letra expresa la idea de un espacio habitable, continente; y si con ella comienza la Tora a través del Génesis, es justamente porque ella simboliza la matriz primordial de la que surge todo lo creado, representando esta letra un principio femenino, el útero, la matriz primordial de la Creación.

El mismo nombre de la letra בּ Bet nos está indicando que ella representa la matriz primordial; porque este nombre, בת (Bt), está compuesto por la segunda y la última letra del alfabeto hebreo, ב bet y ת tav; o sea que Bet contiene potencialmente todas las otras letras, menos el א alef, la primera letra del alfabeto hebreo.

Si bien el valor del alef es 1 (la unidad), su nombre responde al valor 111, el mismo valor de la palabra קטב polo (qteb en hebreo); esta misma correspondencia se establece con respecto al alif, la primera letra del alfabeto árabe de valor 1, cuyo nombre responde al mismo valor que la palabra polo (qtub en árabe), el número polar, 111. El polo representa el axis mundi, un principio axial, la función axial masculina; por esto y por su forma vertical Guénon afirma que el alif es masculina, lo mismo vale para el alef hebreo. El alef representa entonces desde este aspecto el principio axial masculino que fecunda la matriz primordial representada en la Bet; y el fruto de esta fecundación es expresado por el punto en el interior de la בּ Bet, punto que simboliza la simiente divina de la que surge toda la Creación.

Otra cuestión que importe a destacar con respecto a esta letra Bet, es que entre ella y la palabra Bereshit, “en el principio”, existe una relación de orden hologramático, es decir, que la letra Bet que forma parte de esta palabra, contiene la misma estructura presente en la palabra Bereshit; porque el principio hologramático manifiesta que: el todo está contenido en la parte contenida dentro del todo. Lo que nos está señalando la presencia de este principio, es precisamente que la palabra בְּרֵאשִׁית Bereshit comienza con בּ Bet y termina con ת Tav, las dos letras que conforman el nombre de la Bet (בֵּת), lo cual parece estar indicándonos que aquello que está contenido en la palabra Bereshit, igualmente se presenta en la letra Bet, la primera letra de esta palabra.

Si observamos lo que está contenido entre la primera y la última letra de בראשית Bereshit (que forman el nombre de la בּ Bet), es: la palabra ראש rosh (cabeza) y la letra י Iud (la más pequeña de todas las letras, cual punto), llamada por los cabalistas “el punto luminoso, cabeza de la Creación”. Es este punto luminoso cabeza de toda la Creación que debe estar contenido entonces dentro de la propia letra בּ Bet, representado justamente por el punto en el interior de ella, contenido como en una matriz; existiendo entonces una correspondencia entre este punto en el interior de la בּ Bet y la letra י Iud dentro de Bereshit, los cuales han de representar el mismo principio.

La letra Bet, parece simbolizar entonces la matriz primordial donde se gesta el germen de origen divino del que parte la Creación, lo que convierte a esta letra por un lado, en la “Casa del Mundo”, como la llaman los cabalistas, pero también en la “Casa de Dios”, porque si bien ella es la matriz original de la que surge todo lo creado, toda la Creación surge solo a partir de una simiente divina que se gesta en su interior.

El Padre, la Madre y el Hijo manifestados en el Principio

Podemos observar entonces que la palabra בְּרֵאשִׁית Bereshit, “en el principio”, contiene la presencia de un ternario, es decir, un conjunto formado por tres aspectos divinos. Este ternario está compuesto por un término activo masculino, otro pasivo femenino y un tercero que representa la síntesis de los dos primeros principios; a los que podemos caracterizar como el Padre, la Madre y el Hijo y sintetizar a través de tres letras: א alef 4, בּ bet y י iud 5 dentro de בְּרֵאשִׁית Bereshit. Pero además las tres letras restantes (señaladas en rojo) que se encuentran intercaladas entre ב beth, א alef y י iud, forman la palabra Reshet רשת, palabra que significa: red, malla, cuadrícula; y la forma que nos señalaba esta palabra (reshet), presenta un conjunto de líneas horizontales atravesadas por líneas verticales, donde de cada punto de conjunción entre dos líneas emerge la imagen de la cruz.

Esta imagen que surge a partir de la manifestación de la palabra Reshet, dentro de Bereshit, remarca los principios expresados por medio de las tres letras del ternario: א alef, como el principio activo masculino corresponde a la línea vertical; בּ bet, como el principio pasivo femenino corresponde a la línea horizontal; y la י iud (que es como un punto) al representar el germen divino, síntesis de ambos, el hijo, va a corresponderse entonces con el punto de conjunción entre la línea vertical y la horizontal, punto del que emerge la imagen de la cruz; por otra parte, el mismo valor de la iud, el 10 (donde el uno es activo y el cero pasivo), se corresponde en diferentes culturas con la cruz6,

Además, estos tres principios: Padre (activo masculino), Madre (pasivo femenino), e Hijo (andrógino, síntesis de los dos primeros), son repetidos a través de las mismas letras que conforma la palabra Reshet (resh, shin y tav), dentro de בְּרֵאשִׁית Bereshit. Porque la resh de valor 200, se reduce a 2, y la shin de valor 300, se reduce a 3, por lo tanto la primera letra par representa el principio pasivo, y la segunda letra impar el activo. Con respecto a estos números dentro de la tradición China Guénon manifiesta en La Gran Tríada, que:

Ahora bien, a lo que es menester prestar atención, es que aquí la unidad, al ser propiamente el principio del número, no se cuenta ella misma como un número; en realidad, lo que la unidad representa no puede ser sino anterior a la distinción del Cielo y de la Tierra, y ya hemos visto en efecto que corresponde al principio común de éstos, Tai-ki, el Ser que es idéntico a la Unidad metafísica misma. Así pues, mientras que 2 es el primer número par, es 3, y no 1, el que se considera como el primer número impar; por consiguiente, 2 es el número de la Tierra y 3 el número del Cielo; pero entonces, puesto que 2 es antes que 3 en la serie de los números, la Tierra parece estar antes que el Cielo, del mismo modo que el yin aparece antes que el yang; se encuentra así en esta correspondencia numérica otra expresión, equivalente en el fondo, del mismo punto de vista cosmológico de que hemos hablado más atrás a propósito del yin y del yang. (René Guénon, La Gran Tríada, pág. 47).

Guénon observa que el número 1 representa la unidad que es anterior a toda diferenciación entre el principio activo y el pasivo. Por esto dentro de la tríada de letras Bet, alef, iud, hemos considerado el valor del nombre del alef 111, el número polar axial, su función vertical para representar el principio masculino; porque el alef se corresponde con el alif del alfabeto árabe, llamada la letra polar, la cual es masculina, en tanto que la be árabe es femenina, misma correspondencia existe entre el alef y la bet hebreas.

El número 2 es la Tierra nos dice Guénon, por lo tanto este es un número yin, pasivo; y el número 3 (y no el 1) es el número del Cielo, por lo tanto es yang, activo. Por esto el 2 al que se reduce la resh (200) representará el principio pasivo femenino, y el 3 al que se reduce la shin (300) al principio activo masculino dentro de la tríada de letras resh, shin, tav que forma la palabra reshet en Bereshit.

Entonces tenemos que hay una correspondencia entre alef, bet, iud, y la segunda tríada de letras, resh, shin tav. Porque la ר resh se corresponde con la ב bet7 en su posición, forma y el valor numérico representando el principio femenino; mientras que la ש shin con el א alef 8, representando el principio masculino; y finalmente la ת tav con la י iud. Esta letra tav, nuevamente se relaciona (como la Iud) con la cruz que simboliza la conjunción de ambos principios (activo y pasivo), porque su valor 400 responde al cuaternario al reducirse a 4, así como el valor de la iud responde al denario, y porque la forma arcaica de la tav era justamente una cruz.

La relación entre el denario y el cuaternario expresada a través del tercer término del ternario de Bereshit (representado en la letra iud de la primera tríada, y la tav de la segunda tríada), está manifestada también en la ley de la tetraktys pitagórica:

1 + 2 + 3 + 4 = 10

O inversamente, en la fórmula que nos describe la división del Manvántara:

10 = 4 + 3 + 2 + 1

Ambos valores, el cuaternario y el denario, están relacionados entre sí y con la cruz que representa la conjunción del principio activo masculino con el pasivo femenino. La letra tav (como la iud de la primera tríada) representa entonces este tercer principio del ternario, es decir, el hijo divino, y este principio está ligado con la cruz, según lo indican estas relaciones.

Dijimos que la palabra Bereshit contiene en ella tres grandes misterios: Creación, Caída y Salvación. El primer y el tercer misterio que representan la Generación y la Re-generación del mundo, dentro de la palabra Bereshit parecen presentarse a través de los mismos principios pero dispuestos según un orden de analogía inversa. En este orden inverso de simetría, el tercer principio del ternario representado en la letra iud, dentro del misterio de la Creación (Generación) representará el germen divino del que todo parte, nacido del matrimonio del Padre y la Madre o el Esposo y la Esposa, que representan al aspecto masculino y femenino de la Divinidad; y desde el misterio de la Salvación (Re-generación) representará a la simiente divina encarnada, que viene a regenerar el mundo, es decir al Mesías.

La relación entre el denario y el cuaternario

Vimos que en la correspondencia establecida entre las tres letras: בּ beth, א alef y י iud, que representan al ternario, con las tres letras restantes que conforman la palabra Reshet en בְּרֵאשִׁית Bereshit, es decir: ר resh, ש shin y ת tav, a la letra iud de valor 10, que representa el tercer término del ternario, el hijo divino, le corresponde la letra tav de la segunda tríada, y esta letra se relaciona también con la cruz (como la iud), porque su valor 400 se reduce a 4, el cuaternario, ya que en la correspondencia entre las figuras geométricas y los números la “cruz representa el cuaternario bajo su aspecto dinámico, mientras que el cuadrado lo hace bajo su aspecto estático…” advierte Guénon. Y por otra parte, la forma de la letra tav arcaica era una cruz y es el origen de la tau griega; ambas letras representan el tercer término del ternario, la iud y la tav, sus respectivas formas arcaicas son el origen de la iota y la tau griega, dos letras relacionadas con Jesús, en la tradición Cristiana.

Pero además teniendo en cuenta la imagen que emerge con la palabra Reshet9 (en Bereshit), al tercer término del ternario, es decir, al Hijo, representado en la letra iud (de la primera tríada), le corresponde el lugar de aquel punto de conjunción donde la vertical se une con la horizontal, punto del que surge la imagen de la cruz; entonces aquí nuevamente se establece la relación entre la iud y la cruz, entre el denario y el cuaternario. Y donde la iud al señalar aquel punto de conjunción de las perpendiculares, nos está marcando además el eje de la rueda, porque el punto de unión del eje horizontal con el vertical en el simbolismo de la cruz representa el eje de la rueda cósmica, símbolo del Manu en la tradición hindú.

Podemos observar entonces, que en esto que parece un detalle casi imperceptible e insignificante, hay por el contrario una profunda correspondencia de enorme significación; entre la forma de la iud, y su valor 10, con la imagen de la cruz que emerge de la palabra resht, como así también con la última letra que compone esta palabra, la tav10, cuyo valor se reduce a 4. Relación que une la imagen del círculo con la cruz, porque el denario es el número que corresponde a la imagen geométrica del círculo con el punto en el interior (tengamos en cuenta que la circunferencia representa siempre el ciclo); mientras que el cuaternario representa a la cruz en su aspecto dinámico, como también a las fases que componen un ciclo completo, por ello la fórmula: 10 = 4+3+2+1, describe las cuatro edades que integran un ciclo cósmico, reuniendo al denario con el cuaternario en la imagen de la rueda cósmica.

+

=

Ambas figuras, el círculo con el punto en el interior que responde al denario y la cruz que responde al cuaternario, nos dan unidas la imagen de la rueda que representa el movimiento de los ciclos. Y al mismo tiempo esta correspondencia nos señala que la imagen de la cruz está unida al tercer término del ternario, el que se identifica con el punto de conjunción donde se une la vertical que responde al principio activo, con la horizontal que responde al pasivo, tercer término representado en la iud (y también la tav en la segunda tríada de letras), el hijo divino, que simboliza al Mesías en el nivel del misterio de la Salvación, y el lugar señalado para él según lo indican estas correspondencias, responde al eje de la rueda cósmica, símbolo de Manu.

La cuadratura del círculo

La relación entre el denario y el cuaternario, expresada a partir de la letra iud de la primera tríada (bet, alef, iud) y la tav de la segunda tríada (resh, shin tav), las dos letras que representan el tercer término del ternario, es decir, el hijo divino, además de señalarnos la imagen de la rueda cósmica, nos indica también otra imagen que está ligada al movimiento de los ciclos. Esta imagen vincula el círculo con el cuadrado, porque si la representación dinámica del cuaternario es la cruz, la estática es el cuadrado. Esta relación entre el círculo y el cuadrado nos habla sobre el tema de la “cuadratura del círculo”, vinculada a la relación entre el Paraíso Terrestre y la Jerusalem Celeste, dos símbolos que ligan el fin de un ciclo con el comienzo de otro.

"La forma del 'Paraíso terrestre', que corresponde al comienzo del ciclo, es circular, en tanto que la de la 'Jerusalem celeste', que corresponde a su fin, es cuadrada; y el recinto circular del 'Paraíso terrestre' no es otra cosa que el corte horizontal del 'Huevo del Mundo', es decir, de la forma esférica universal y primordial".11

La forma del Paraíso terrestre era circular al ser una proyección directa de la forma celeste durante el comienzo del ciclo, y en realidad solo al final de este, cuando la Jerusalem Celeste desciende del cielo a la tierra, al término de ese descenso entonces es cuando adquiere su forma cuadrada.

"La reconstitución debe obrarse al final del mismo ciclo; pero en ese caso, en la figura de la Jerusalem celeste, el círculo es reemplazado por un cuadrado, y este indica la realización de lo que los hermetistas designaban simbólicamente como la 'cuadratura del círculo': la esfera, que representa el desarrollo de las posibilidades por la expansión del punto primordial y central, se transforma en un cubo cuando este desarrollo está acabado y que el equilibrio final es alcanzado para el ciclo considerado".12

El reemplazamiento del círculo por el cuadrado supone una trasformación de la rueda de los ciclos cósmicos, con el detenimiento de la rotación “y su fijación en un estado final que es la restauración de un estado primordial, cuando sea alcanzada la manifestación sucesiva de las posibilidades que contenía este”. Pero esta fijación no es definitiva ya que en el encadenamiento de los ciclos la Jerusalem celeste debe devenir en el Paraíso terrestre del ciclo futuro.

El valor de la palabra Bereshit y el retorno al inicio del ciclo

Si consideramos ahora la sumatoria de todos los valores del ternario representado por א alef (1), ב bet (2) y י iud (10), obtenemos como resultado un 1313 que se reduce a 4, número que corresponde a la cruz (como al cuadrado). Y por otro lado, si consideramos la sumatoria de las tres letras restantes de בְּרֵאשִׁית Bereshit, que forman la palabra reshet: ר resh (200), ש shin (300) y ת tav (400), obtenemos un 900, que se reduce a 9, número que corresponde a la figura geométrica de la circunferencia. O sea que con ambos valores de ambas tríadas de letras que conforman la palabra Bereshit, el 4 y el 9, se vuelve a la relación entre la cruz y la circunferencia, cuya conjunción nos revela otra vez la imagen de la rueda cósmica.

+

=

Esta relación entre el círculo y la cruz también está expresada en la misma imagen del Pardes, cuya forma es circular y está dividida en cuatro partes a través del los cuatro ríos que lo atraviesan, formando una cruz dentro de su recinto circular; presentándonos la misma forma del Paraíso terrestre la imagen de la rueda de los ciclos.

En este sentido todo el valor de la palabra Bereshit, 913, se reduce a 13, número que representa la unidad al ser el mismo valor de la palabra ejad (uno) en hebreo. El trece representa el centro de la circunferencia formada por doce ejes, es decir, de la rueda zodiacal. Por ello este número nos señala también el retorno al principio del ciclo cósmico.

Retornando a la relación entre el denario y la cruz, nos dice Guénon que la “… figura del denario, es también el símbolo de la perfección cíclica, es decir, de la realización íntegra de las posibilidades implícitas en un estado de existencia.” Y este, es el significado de la cruz, la realización íntegra de un estado de existencia, o mejor dicho, de todos los estados de existencia; como también aquello que nos señala la imagen de la rueda cósmica, que une ambas figuras, el círculo con la cruz, la realización completa del ciclo o de todas las fases que componen un ciclo cósmico, marcando la perfección cíclica con el retorno al inicio.

El retorno al inicio del ciclo cósmico, supone en un nivel, la vuelta a la edad de oro de la humanidad, con el reencuentro del centro sagrado del mundo y el restablecimiento de la antigua condición Adánica perdida, aquella condición donde el Adam primordial era a imagen y semejanza de Dios, varón y hembra; o sea que en él se unían ambos principios, como en la letra iud de Bereshit que dijimos nace del matrimonio del Padre con la Madre reuniendo las dos naturalezas.

El hombre primordial representa al hombre verdadero que se encuentra en el centro de su condición, es decir, el estado ideal de su condición particular, centro que es señalado por el cruce de la vertical sobre la línea horizontal en el simbolismo de la cruz. Pero la iud, al corresponderse con el punto de conjunción de ambas perpendiculares de la cruz, entonces se identifica con el centro mismo, el eje, y en este sentido representa más que el hombre primordial o verdadero, sino que pasa a representar al Hombre Universal, cuyo símbolo es precisamente la cruz, representando la realización íntegra de todos los grados o estados de existencia, o sea que trasciende la condición particular humana.

Tengamos en cuenta que este género de ternario presente en Bereshit, compuesto por un principio activo masculino, otro principio pasivo femenino y un tercero que representa la síntesis o el subproducto de los dos primeros; es el mismo género de ternario al que pertenece la tríada extremo oriental compuesta por el Cielo, la Tierra y el Hombre Universal; y que el símbolo relacionado con el Hombre Universal es siempre la cruz. René Guénon manifiesta en su obra La Gran Tríada que existen diferentes clases de ternarios y se pueden establecer correspondencias entre los ternarios de diferentes culturas por medio de las relaciones análogas entre sus términos; entonces el tercer principio del ternario de Bereshit, que representa al hijo divino y se relaciona con el símbolo de la cruz, se corresponde en la tríada extremo oriental con el tercer término que representa al Hombre Universal, hijo del Cielo y la Tierra, cuyo símbolo es justamente la cruz.

Tengamos en cuenta que toda la palabra Bereshit responde al valor 913:

ב 2 + ר 200 + א 1 + ש 300 + י 10 + ת 400 = 913

913 = 9+1+3 = 13 = 1+3 = 4

Este número 13, mencionamos que representa la unidad, y reducido da 4, número que responde a la cruz, símbolo expresado hologramáticamente en la última letra de la palabra Bereshit, la tav (400), que se reduce a 4, el cuaternario, y cuya antigua forma era una cruz.

Observemos por otra parte que los valores que integran la palabra Bereshit son: 2 (bet), 200 (resh), 1 (alef), 300 (shin), 10 (iud), 400 (tav); si reducimos los valores de tres cifras (200 a 2, 300 a 3 y 400 a 4), entonces tememos que todos los números presentes en Bereshit y ordenados de menor a mayor son: 1, 2, 3, 4, 10; lo que nos induce nuevamente a la fórmula de la tetraktys pitagórica:

1+2+3+4 = 10

Así como el 4 se reduce a la unidad, lo mismo sucede con el 13 al que se reduce el valor de Bereshit (913), por ello ambos están relacionados con el uno.

4 = 1+2+3+4 = 10 = 1+0 = 1

13 = 1+2+3+4+5+6+7+8+9+10+11+12+13= 91 = 9+1 = 10 = 1+0 = 1

El resultado del valor de Bereshit también nos habla de retorno al inicio. Y los números presentes en ella (1,2,3,4,10), como la propia palabra Bereshit nos describen el proceso de la Creación, como el de retorno al inicio a través del desarrollo completo de la manifestación cíclica.

El principio femenino enunciado antes que el masculino en Bereshit

Podemos observar que en el ternario presente en la palabra בְּרֵאשִׁית Bereshit, el principio femenino, la בּ Bet, es enunciado antes que el principio masculino, el א Alef, siguiendo el siguiente orden de enunciación: בּ Madre, א Padre e י Hijo. Esto parece contradecir al orden de jerarquía que se establece entre los dos primeros términos del ternario, según el punto de vista metafísico, donde el orden de los principios sería: Padre, Madre e Hijo. Con respecto a este tema podemos citar a Guénon, el cual observa que en los textos tradicionales el principio femenino suele ser nombrado antes que el masculino, como por ejemplo el yin se menciona antes que el yang, o en el Sankhya hindú Prakriti es enunciada antes que Purusha. El autor señala que dicha inversión de los términos responde al punto de vista cosmológico que es de orden inverso al metafísico, y compara este orden con la construcción de un edificio que comienza desde la base y se acaba por el techo, o sea, que va desde el exterior al interior, inversamente al punto de vista metafísico que parte del principio para ir a las consecuencias, es decir, del interior al exterior. Nos dice el autor que este sentido inverso muestra que estos dos puntos de vista corresponden propiamente a dos grados diferentes de realidad.

Podemos comprender entonces, por qué la palabra Bereshit, que nos habla de la Creación a imagen de una gestación, comienza con la Bet, aquella letra que simboliza la matriz primordial, el útero, el cual sería la base de toda generación, de toda construcción. Por esta razón el orden de la enunciación de los términos nos presenta al principio femenino antes que el masculino, según el punto de vista cosmológico, el que no anula o contradice en realidad al punto de vista metafísico, según el cual el orden jerárquico entre ambos principios es inverso.

Menciono esto para aclarar que cuando nombro al ternario de Bereshit, lo hago con respecto al orden metafísico: Padre, Madre, Hijo, aunque el orden de enunciación en esta palabra parece responder al punto de vista cosmológico: Madre, Padre, Hijo.

El segundo y tercer término del ternario (la Madre y el Hijo) con respecto al orden inverso entre la Creación y la Salvación

Dijimos que en la palabra Bereshit se manifiesta el misterio de la Creación del mundo, pero también el de la Salvación; ambos misterios presentados bajo los mismos principios, pero según cierto orden inverso de analogía.

En esta relación de analogía inversa entre la Creación y la Salvación dentro de la palabra Bereshit, el tercer término del ternario que se encuentra relacionado con la Cruz, y representado en la letra Iud, desde el nivel del misterio de la Generación del mundo representa al germen divino del que parte toda la Creación, y que nace del matrimonio del Padre con la Madre, los cuales representan el aspecto activo masculino y pasivo femenino de la Divinidad. Pero desde el nivel del misterio de la Re-generación, es la simiente divina encarnada que nos trae la Salvación (el Mesías); por ello el nombre del Mesías es Ieshua, nombre que comienza con esta misma letra Iud, y significa justamente “Salvación”. O sea que la palabra Bereshit, nos está anunciando el nombre del Mesías y el símbolo de salvación vinculado a este, la cruz; como así también su nacimiento de una Virgen, como veremos a continuación.

Si el tercer término del ternario representa al Mesías, entonces el segundo término del ternario, es decir, el principio femenino representado como la Madre o la matriz primordial en la que se gesta la Creación, ha de simbolizar a la Virgen, (Betulah) en el nivel del misterio de la Re-generación.

Observemos que así como la letra iud que expresa el tercer término del ternario, se corresponde con la misma letra con la que comienza el nombre del Mesías (Ieshua) y con el significado de este nombre (Salvación), en este nivel del misterio (la Re-generación), igualmente existe esta misma correspondencia entre la letra Bet, que representa el segundo término del ternario (la matriz) y la palabra Betulah (Virgen); porque Betulah (Virgen) comienza con la misma letra Beth que representa al principio femenino, la matriz original. Estableciéndose entonces una correspondencia simétrica en sentido inverso, entre la matriz primordial donde germina la simiente divina de la que parte la Creación, con la Virgen (Betulah) como portadora de la simiente divina que trae la salvación (re-generación). En este sentido, el punto contenido en el interior de la Bet que simboliza al punto luminoso del que todo parte (y que se corresponde con la Iud dentro Bereshit) representa entonces al Mesías contenido dentro de la Betulah (Virgen). Porque la Bet de Bereshit está embarazada.

Observemos que la Bet, como matriz de la Creación representa la “Casa del Mundo”, pero vista como matriz del germen de origen divino del que parte la Creación, representa también la “Casa de Dios” que en hebreo es “Beit El”, y en este sentido se relaciona también con la Betulah (Virgen), porque gemátricamente, Betulah (Virgen) y Beith El (Casa de Dios) poseen el mismo valor gemátrico, 443. Lo que nos está anunciando en la palabra Bereshit que el Mesías ha de nacer de una Virgen (Betulah).

La Virgen representa la “puerta del mundo” para la simiente divina que viene del cielo, y la “puerta del cielo” para los hombres, porque a través de ella viene el Mesías que trae la Salvación (Ieshuah en hebreo). Por esto ella es “la mediadora perfecta entre el cielo y la tierra” como la Shekinah14. Ella, como la primera letra de la Tora representa la “Casa del mundo”15, porque en ella se produce la “encarnación” de la Palabra en el mundo, y además por representar la Madre de los hombres (como la Shekinah); pero también ella es “Casa de Dios” porque lo que encarna en ella es el “Verbo divino”.

Podemos observar entonces, que el tercer término del ternario que corresponde al Hijo, y se relaciona con la cruz, dentro de estos dos niveles del misterio: la Creación y la Salvación, se presenta bajo un cierto orden inverso de simetría. Porque como germen divino punto de partida de la Creación nos marca una dirección que va de la unidad a la multiplicidad, y del interior al exterior; mientras que desde el nivel de la Salvación, marca un movimiento opuesto, que va desde el exterior al interior, y de la multiplicidad a la unidad, marcando el retorno al origen. Origen ligado a la unidad primera invisible, anterior a toda diferenciación, de la que todo parte, representada en el centro de la cruz donde confluyen los cuatro ejes; centro que al mismo tiempo representa a esta simiente divina, tercer término del ternario.

Este tercer término del ternario, el hijo, se presenta como resultante de la unión de los dos primeros principios: Padre y Madre, principios que a su vez se desprenden de un primer principio original de donde han partido, y que dan origen a la Creación a través de su matrimonio. Y desde el nivel de la Salvación, este tercer principio se presenta como puente que produce nuevamente el enlace de los dos principios: activo masculino, y pasivo femenino, representados como Padre y Madre. Por esto nos dice la tradición, que el Mesías es el que volverá a reunir al Santo, bendito sea, con la reina Shekinah, los que fueron separados por el pecado de los hombres; ellos representan el aspecto masculino y femenino de la divinidad cuya unión ha dado origen a la Creación, como lo describe la palabra Bereshit “En el Principio”, a través de los términos llamados Padre y Madre.

El Padre y la Madre, son principios análogos a los términos Cielo y Tierra de la tríada extremo oriental, como el Hijo (que representa al Mesías) es análogo al Hombre Universal, aquel que siendo hijo del Cielo y la Tierra, es al mismo tiempo puente que produce la unión entre ambos principios, y cuyo símbolo es la cruz.

La Creación a través del concepto de tzim tzum expresado en la palabra Bereshit, y el paso del ternario al cuaternario.

Hay un concepto en la tradición hebrea que describe el movimiento que da origen a la creación, este es tzim tzum (retracción), nombre que representa la concentración de Dios sobre sí mismo. Dios que es infinito y todo lo ocupa produce una concentración de sí y sobre sí, realizada con el fin de dejar un espacio libre de su ser donde se manifieste la creación. O sea, que la Creación comienza a partir de una acción, un movimiento, que marca el paso entre ese Dios inmanifestado, infinito que todo lo ocupa, al Dios manifestado que se divide en dos naturalezas: el Padre y la Madre; porque dicha concentración de su luz sobre sí mismo representará al Padre, mientras que el espacio vacío dejado a su alrededor para que emerja la creación, representará a la matriz primordial, la Madre.

Luego de esa concentración de la luz de Dios que deja ese espacio libre, nos dicen los cabalistas que un rayo de su luz parte de él y penetra ese espacio vacío, dando origen a la Creación. Es decir, que el rayo de luz que parte de la concentración de Dios (el Padre), y penetra el espacio vacío (la Madre), simboliza el elemento axial que fecunda la matriz primordial.

Podemos contemplar entonces esta descripción del origen de la Creación por medio del concepto de tzim tzum dentro de la misma palabra Bereshit. Porque los cabalistas nos dicen que בּרֵאשית Bereshit es la conjunción de la palabra ראש (rosh), cabeza, y la palabra בַּית (bait), casa; palabra que se encuentra abrazando, rodeando a la palabra rosh (cabeza), como si fuera aquel espacio libre dejado a partir de la concentración de Dios que produce la cabeza (rosh) de la creación.

Entonces Dios comienza a manifestarse a partir de dicha concentración sobre sí mismo representada en la palabra ראש Rosh, cabeza (de בראשית Bereshit), que contiene en el centro el א alef, la cabeza del alfabeto hebreo, de valor 1, representando en este sentido la unidad primera indivisible de la que todo parte, pero que considerada desde el valor axial de su nombre 111, pasa a representar al Padre con la palabra cabeza (rosh) dentro de Bereshit. Porque ese Dios infinito que todo lo ocupa16 (el cual representa el principio original del que todo parte), al concentrarse produce la cabeza (rosh) de la Creación, pasando a representar de este modo, el primer término del ternario (Padre, Madre, Hijo), el Padre, dentro de Bereshit; mientras que la palabra בַּית Bait (casa) que abraza a la palabra rosh simbolizando ese espacio libre dejado a su alrededor por Dios para que emerja la creación, representa a la Madre o la matriz primordial.

Ahora bien, observemos que dentro de la palabra בית bait (casa) está contenida la י letra iud, que simboliza el Hijo, el germen divino del que todo parte (entre la בּ bet y la ת tav que forman el nombre de la בּת Bet, la primera letra de Bereshit que representa la matriz primordial). Porque luego de la “concentración de Dios” (el Padre), un rayo de su luz parte de él y penetra el espacio libre (la Madre); este rayo representa el elemento axial activo presente en el alef, que parte de la rosh, cabeza (el Padre) y penetra fecundando el espacio representado en la palabra Bait (la Madre); y de dicha fecundación surge el tercer principio representado en la iud, el hijo, el germen divino contenido dentro de la matriz primordial, la Madre.

A partir del concepto de Tzim Tzum podemos comprender cómo la Creación surge del matrimonio entre el principio activo masculino con el principio pasivo femenino; representados en la palabra ראש Rosh (cabeza) el primero, y la palabra בית Bait (casa) el segundo, dentro de בְּרֵאשִׁית Bereshit; conjunción de ambos términos que da como resultado esta palabra que significa “en el Principio”. Entonces podemos entender a la palabra Bereshit como el matrimonio del Padre con la Madre, es decir del Santo, Bendito sea con la reina Shekinah, matrimonio a partir del cual se origina la Creación.

Pero además, podemos ver a través del concepto de Tzim Tzum expresado en la palabra Bereshit, cómo se vuelven a manifestar los tres principios: Padre, Madre e Hijo, (porque el hijo está expresado como simiente divina dentro de la Madre, simbolizado en la letra iud de la palabra Bait, casa). Como también nos permite comprender en realidad, que los dos primeros términos antagónicos-complementarios (Padre y Madre), surgen de un principio original anterior a toda diferenciación, representado en ese Dios inmanifestado, infinito. Lo que nos deja entrever, que no solo se manifiesta un ternario en Bereshit, sino un cuaternario, porque los tres términos que representan al Padre, la Madre y el Hijo, surgen de un principio original indiferenciado del que todo parte; representando el paso de lo inmanifestado a lo manifestado.

El Dios inmanifestado, infinito que todo lo ocupa, produce en un movimiento que da origen a la creación, una concentración de sí, dando lugar entonces al Dios manifestado, el que se manifiesta como Padre (la concentración de su luz) y Madre (el espacio libre dejado a su alrededor para que emerja la Creación), y de cuyo matrimonio nace el germen divino del que todo parte.

Del Ternario al Cuaternario

La palabra Bereshit, al ser la primera palabra del Génesis, lo encabeza, representando el punto de partida del relato sobre la Creación del mundo, es decir, simboliza la cabeza de la Creación; correspondiéndose entonces, con la primera séfirah del árbol de la vida, Keter (corona), llamada también “cabeza de la Creación”.

Bereshit contiene dentro de ella un ternario compuesto por tres aspectos divinos que representan al Padre, la Madre y el Hijo, a través de los cuales nos describe el origen de dicha Creación; porque estos tres principios constituyen la “síntesis perfecta” de toda Creación17. Por lo tanto hay una correspondencia entre la palabra Bereshit, como punto de partida de la Creación, con el concepto de Dios manifestado18 a partir del cual se origina la Creación del mundo, concepto a que su vez está ligado en la Cábala a la primera séfirah del árbol de la vida, Keter, la Corona. Keter también es llamada Gran Rostro, “La Sefira Keter (Corona) es llamada también Anciano entre los ancianos, el Gran Rostro. Éste está compuesto por tres naturalezas o principios superpuestos: varón, hembra e hijo” El Zohar, Barcelona, Obelisco, 2014, p. 69.

Keter, la Corona, tiene origen en el Ein Sof, el Infinito. El paso del Ein Sof a Keter, parece representar el paso del Dios inmanifestado, Infinito que todo lo ocupa, al Dios Manifestado, que se divide en tres naturalezas distintas y que son la síntesis de la Creación: Padre, Madre e Hijo. Por esto de Keter van a partir tres columnas en las que se despliegan todas las sefirot (donde cada séfira, representará un aspecto manifestado de Dios), la columna derecha relacionada al aspecto masculino, la izquierda al femenino, y la central representa el equilibrio entre las otras dos.

Este paso del Dios inmanifestado al manifestado, representado con el Ein Sof y Keter, en el árbol de la vida, parece ser en realidad la idea que está expresada en la palabra Bereshit “En el Principio”; porque en ella se manifiesta en realidad un cuaternario, ya que el Padre y la Madre que dan origen al germen divino de la Creación, a su vez surgen un primer principio indiferenciado, representado en ese Dios inmanifestado, Infinito, del que hablan los cabalistas.

Los tres principios “el varón, la hembra y el hijo” se superponen entre sí, nos advierte el Zohar. En este sentido observemos que el principio femenino, representado en la letra בּ Bet como en la palabra בַּיִת Bait de בְּרֵאשִׁית Bereshit, contiene en su interior el principio que representa al germen divino, el Hijo, a través del punto en el interior de la Bet, como de la letra י) iud de la palabra Bait en Bereshit. Y que por otro lado, la iud, al ser la simiente divina, punto de partida de la creación, no solo se relaciona con el Hijo como presentamos antes, sino también con el Padre, porque la simiente proviene del Padre19. Mientras que el principio que representaba al Padre, el alef, por simbolizar la naturaleza axial masculina a través del valor polar de su nombre, 111, pasa a representar el principio primero indivisible, anterior a toda diferenciación, por ser la cabeza del alfabeto hebreo y poseer el valor 1 de la unidad.

Estas complejas relaciones entre los términos tienen que ver con el misterio indiscernible del “punto supremo” del que nos hablan los cabalistas, y el paso de lo inmanifestado a lo manifestado. Observemos que los cabalistas nos dicen que “el misterioso punto luminoso es representado en la letra iud, cabeza (rosh) de la Creación”. En dicha descripción el principio que simboliza al Hijo, representado en la iud, se mezcla con el que representa al Padre, expresado en la palabra (rosh) cabeza, y este último con aquel principio indiferenciado del que todo parte, expresado en el Alef de valor 1, pero que considerado desde su aspecto axial masculino, pasa a representar al Padre.

Entonces podemos observar que las tres letras: א Alef, ב Beth y י Iud, en Bereshit no solo expresan el género de ternario compuesto por las tres naturalezas que representan al Padre, la Madre y al Hijo. Sino que también ellas representarán otro género de ternario, compuesto por un primer principio original indivisible (representado por el alef, considerado en relación a su valor 1, la unidad) del que parten los otros dos principios diferenciados, los complementarios representados como Padre y Madre; y en este tipo de ternario, la iud, por ser la simiente, pasará a representar al Padre (porque la simiente viene del padre), mientras que la Bet continua representando a la Madre, el principio femenino.

Entonces tenemos que en la palabra Bereshit se manifiestan en realidad los dos principales géneros de ternarios, a través de las mismas tres letras: alef, beth y iud. Por un lado tenemos la tríada compuesta por un primer principio indiferenciado del que surgen los otros dos opuestos-complementarios, representados por la pareja Padre y Madre; y por otro lado, el tipo de ternario (descripto al principio) formado por la pareja de principios complementarios, Padre y Madre, y un tercer principio que representa el producto o la síntesis de ambos, el Hijo (o el Hombre Universal de la tríada extremo oriental).

Estos dos tipos de ternarios lejos de ser contrarios entre sí, son complementarios, afirma Guénon. El primer tipo de ternario será representado por el autor a través de la figura del triángulo con el vértice derecho, es decir, con el vértice hacia arriba; vértice que representará el primer principio indivisible20 (1), mientras que en la base del triángulo serán representados los principios que corresponden al Padre (2) y la Madre (3), los dos términos duales21 que parten de este primer principio único, como muestra la figura 1 extraída del libro La Gran Tríada.

El segundo género de ternario es representado por el triángulo con el vértice invertido, en cuya base (hacia arriba) serán representados los principios complementarios, nombrados aquí, como Padre (2) y Madre (3), mientras que en el vértice invertido se representará al tercer término, el Hijo (4), que se corresponde con el Hombre Universal en la tríada extremo oriental.

Entonces tenemos que, estos dos triángulos unidos, lejos de ser contrarios entre sí, son complementarios y representan la parte superior e inferior de una única figura, el cuaternario, formado por cuatro términos.

Si se comparan estos dos triángulos, el segundo aparece en cierto modo como un reflejo del primero, lo que indica que, entre los ternarios correspondientes, hay analogía en la verdadera significación de esta palabra, es decir, que debe aplicarse en sentido inverso; y, en efecto, si se parte de la consideración de los dos términos complementarios, entre los cuales hay necesariamente simetría, se ve que el ternario está completado en el primer caso por su principio, y en el segundo, al contrario, por su resultante, de tal suerte que los dos complementarios están respectivamente después y antes del término que, al ser de otro orden, se encuentra por así decir como aislado frente a ellos; y es evidente que, en todos los casos, es la consideración de este tercer término lo que da al ternario como tal toda su significación.22

El último término de este cuaternario (4) aparece como un reflejo del primer término (1). Este último término (4), al representar la síntesis o producto de los principios complementarios, el activo y el pasivo, participando de ambas naturalezas, es de alguna manera imagen del primer principio, del que parten ambas naturalezas.

Podemos observar en esta imagen que el primer principio del cuaternario (1), que corresponde al primer principio del primer ternario, aquel principio original indiferenciado, está relacionado a través el eje vertical con el cuarto principio del cuaternario (4), que corresponde al hijo, el germen divino, y tercer término del segundo ternario. El axis vertical de la cruz une ambos principios, por ello el tercer término del segundo ternario, el Hijo, que en el nivel del misterio de la Re-generación se corresponde con el Mesías, está intrínsecamente vinculado al símbolo de la Cruz; la que representa la realización íntegra de todos los estados del ser y el no ser, aquello que representa el Hombre Universal, realización integral de todos los grados que conlleva el retorno al Origen primordial, del que todo ha partido, ese Ein Sof, Infinito, incognoscible, indiscernible, el No Ser, de la tradición hebrea.

Sobre el símbolo de la Cruz

En la obra El simbolismo de la Cruz, el autor René Guénon manifiesta que la Cruz es un símbolo extendido en casi todas las culturas, y vinculado directamente con la tradición primordial. Este símbolo no pertenece exclusivamente al Cristianismo, el cual incluso pareciera haber perdido (al menos exteriormente) su auténtico valor simbólico, en privilegio de su valor histórico, que en realidad no es independiente del primero. Porque si bien Cristo murió en la Cruz, nos dice el autor, fue en alguna medida por el valor simbólico que ella posee; es decir, que la significación histórica es en parte consecuencia del valor simbólico.

El aspecto más conocido de este símbolo es la unión de los complementarios, representada en la conjunción de la línea vertical, principio activo, con la línea horizontal, principio pasivo; siendo el centro de la cruz, por tanto, el punto en el que se concilian todas las oposiciones, síntesis de los contrarios.

… la línea vertical representará el principio activo y la línea horizontal el principio pasivo; estos dos principios también se designan, respectivamente, por analogía con el orden humano, como masculino y femenino; en su sentido más amplio, es decir, con relación a todo el conjunto de la manifestación universal, son los que la doctrina hindú denomina Purusha y Prakriti.23

Pero el significado metafísico de la cruz (que no deja de tener vínculo con el anterior) es el designado por las distintas doctrinas tradicionales como “Hombre Universal”24, aquel que representa la realización de los estados múltiples del ser, realización completa y perfecta del ser total que abarca el conjunto de los estados manifestados y no manifestados.

La mayoría de las doctrinas tradicionales simbolizan la realización del «Hombre Universal» por medio de un signo que en todas partes es el mismo, ya que, tal como dijimos al principio, es de los que se relacionan directamente con la Tradición primordial: el signo de la cruz, que representa de modo muy claro cómo esta realización se alcanza por la comunión perfecta de la totalidad de los estados del ser, jerarquizados en armonía y conformidad, desarrollándose tanto en el sentido de «amplitud» como en el de «exaltación».

La realización del Hombre universal presenta un desarrollo representado a través de ambas direcciones de los ejes de la cruz, “…por un lado, horizontalmente, es decir, en un determinado nivel o grado de existencia, y por otro, verticalmente, es decir, dentro de la superposición jerárquica de todos los grados.” “En esta crucial representación, la expansión horizontal corresponde al número indefinido de modalidades posibles de un mismo estado del ser considerado íntegramente, y la superposición vertical a la serie indefinida de estados del ser total.”

El desarrollo de todas las posibilidades del Hombre Universal es representado especialmente a través del símbolo de la Cruz tridimensional. La cruz tridimensional está formada por los seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro, centro que corresponde al número siete, el septenario. El eje principal de la cruz, es el eje vertical, que señala la dirección arriba y abajo, y representa el principio activo; mientras que los otros dos ejes horizontales señalan los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste, representando el plano horizontal de la cruz, el principio pasivo atravesado por el eje vertical. El lugar del cruce del eje vertical25 sobre el plano horizontal, que marca el centro de la cruz, se corresponde con el número 7, centro que representa al lugar donde los opuestos26 se equilibran en unión complementaria. Este centro simboliza el desarrollo total de todas las posibilidades que representa el Hombre Universal, con la reintegración al principio.

La cruz de tres dimensiones constituye, según el lenguaje geométrico, un «sistema de coordenadas» al cual el espacio por entero puede ser referido; aquí, el espacio simbolizaría el conjunto de todas las posibilidades, tanto de un ser particular como de toda la Existencia universal. Este sistema está formado por tres ejes, uno vertical y los otros dos horizontales, que corresponden a tres diámetros rectangulares de una esfera indefinida y que, incluso independientemente de toda consideración astronómica, pueden verse orientados hacia los seis puntos cardinales…

Ya sea en la representación bidimensional (la más extendida) como en la tridimensional de la cruz, la línea horizontal de la primera, como el plano horizontal de la segunda, representan el principio pasivo, mientras que el eje vertical, el activo. Esta relación entre los principios activo y pasivo dentro de la cruz tridimensional se complejiza, ya que dentro del mismo plano horizontal uno de los ejes se puede considerar activo con respecto al otro, y dentro un mismo eje una dirección se puede considerar activa con respecto a la otra27.

El plano horizontal de la cruz simboliza la realización de todas las posibilidades de un determinado estado o grado de existencia, mientras que el eje vertical supone la superposición jerárquica de los múltiples estados del ser. Este eje vertical representa la “influencia del cielo”, el axis que atraviesa por el medio cada plano horizontal, cruce que marca el punto central de un determinado estado (por ejemplo el estado humano particular); y cuando se alcanza este centro del plano horizontal, se efectúa entonces la realización de ese determinado estado, representada en el hombre primordial o “el hombre verdadero”, que supone el ideal de un estado particular (el estado humano en este caso). En tanto que el “Hombre Universal” supone la realización efectiva de todos los múltiples estados del ser, y está más allá del hombre verdadero, porque es trascendente con respecto a él.

La Cruz tridimensional en el comienzo del Génesis

La cruz se manifiesta en casi todas las culturas por ser un símbolo que se relacionan directamente con la Tradición primordial. El símbolo de la cruz está presente en la tradición hebrea, de modo tal, que la primera palabra del Génesis lo contiene, e incluso se presenta en el comienzo de este mismo capítulo que encabeza el libro sagrado de la tradición judía.

De la misma forma que entre la letra Bet y palabra Bereshit existe una relación hologramática, lo mismo sucede entre esta palabra y el capítulo que ella encabeza, el Génesis, justamente “en el principio” de este capítulo donde nos describe la Creación del mundo. Y así como en la palabra Bereshit están presentes los tres grandes misterios, lo mismo sucede con el Génesis, que nos relata la Creación, pero también la Caída y la Salvación.

Si prestamos atención a las estructuras que se elevan sobre la linealidad del texto escrito, entonces vamos a encontrar las formas que emergen con los sentidos más profundos, las que estructuran y sostienen el texto sagrado con sus capas exteriores e interiores de sentido.

El Génesis comienza con la frase:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”

בראשית ברא אלוהים את השמים ואת הארצ

Bereshit bará Elohim et hashamáyim ve'et ha'árets.

La primera frase del Génesis nos revela ya el misterio de la Creación a través de la imagen del la cruz tridimensional, la cruz compuesta por seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro, centro relacionado con el siete. Porque esta frase en hebreo, contiene siete palabras, de las cuales, Bereshit es la primera; o sea, contiene palabra Bereshit, más otras seis palabras; representando entonces la palabra Bereshit, la “cabeza de la Creación” de donde parten las seis direcciones del espacio simbolizadas en las seis palabras que nacen de ella. Esta frase presenta la fórmula 1+6 = 7.

La palabra Bereshit simboliza en esta oración, el punto de partida de la creación, el centro de la cruz tridimensional, es primera representando la unidad, el centro, y séptima a la vez, porque es la que encabeza a las otras seis. Y es justamente el centro de la cruz (que representa la unidad), vinculado con el 7, porque el 7 representa la unidad en otro plano:

7 = 1+2+3+4+5+6+7 = 28 = 2+8 = 10 = 1+0 = 1

Esta relación entre el número 6 y el 7 expresada en la cruz tridimensional, está contenida hologramáticamente en la primera palabra del Génesis, Bereshit, como así también en la primera frase, y en la primera parte de este capítulo.

En primer lugar, el Génesis nos relata que la Creación del mundo fue realizada por Dios en seis días y que al séptimo día descansó; simbolizando los seis días de la Creación las seis direcciones del espacio, y el séptimo día de descanso, el centro de la cruz, allí donde todos los opuestos se equilibran y todo está en paz. Ahora el centro de la cruz está relacionado al uno después del seis (6+1), el séptimo día. Mientras que en la primera frase el centro de la cruz, está relacionado al 1 antes del seis (1+6).

La estructura de este relato sobre los días de la Creación cobra forma en la propia estructura del Pardes, el cual es atravesado por el cruce de cuatro ríos, y en cuyo centro se encuentra el árbol de la vida. Sobre esta descripción Guénon comenta:

Volvamos ahora a la representación del «Paraíso terrenal»: de su centro, es decir, del mismo pie del «Árbol de la Vida», parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, con lo que trazan la cruz horizontal sobre la misma superficie del mundo terrenal, es decir, en el plano correspondiente al dominio del estado humano.

La forma circular del Pardes atravesada por los cuatro ríos nos presenta la imagen de la cruz encerrada en un círculo.

Si el árbol de la vida se ubica en el centro del Pardes, y de sus pies parten los cuatro ríos, entonces la figurara que obtenemos forma una pirámide cuando unimos las líneas virtuales:

  

Pero la pirámide se transforma en octaedro, es decir, dos pirámides unidas desde la base. Porque esta cruz horizontal y bidimensional trazada por los cuatro ríos, que representa el plano correspondiente al dominio del humano, constituye en realidad el plano horizontal de la cruz tridimensional, la que representa el conjunto de todos los grados de existencia. Porque si el árbol de la vida se localiza en el centro del Pardes, y si los cuatro ríos que salen del pie del árbol señalan las cuatro direcciones cardinales; entonces todo el conjunto nos indica un eje vertical que señala la dirección arriba y abajo, representado en el árbol de la Vida, y un plano horizontal que señala las cuatro direcciones cardinales, representado por los cuatro ríos; lo que nos conduce a la forma de la cruz tridimensional que señala las seis direcciones del espacio. Y es a esta forma a la que se refieren los seis días de la Creación y el séptimo de descanso.

Tengamos en cuenta que la forma del Paraíso terrestre es circular y corresponde al corte horizontal del Huevo del Mundo, sobre esto Guénon comenta que “… el recinto circular del 'Paraíso terrestre' no es otra cosa que el corte horizontal del 'Huevo del Mundo', es decir, de la forma esférica universal y primordial". Y también consideremos que este corte horizontal divide la esfera en dos mitades, una superior y otra inferior. “Esta esfera es además el “Huevo del Mundo, el Paraíso terrenal se encuentra en el plano que le divide en sus dos mitades superior e inferior, es decir en el límite del cielo y la tierra”. O sea que el árbol de la vida representa el eje vertical de la esfera que constituye el “Huevo del Mundo”, entonces este eje se extiende hacia arriba del plano humano, en la mitad superior de la esfera que representa el cielo con los estados supra-humanos de existencia; como también se prolonga por abajo del dominio humano, en la mitad inferior de la esfera, con los estados que están por debajo de nuestro plano de existencia.

Estos tres niveles en los que se extiende el árbol de la vida, como eje de la esfera representada en el “Huevo del Mundo”, están simbolizados en la copa, el tronco y la raíz de árbol; sobre esto Federico González nos comenta que: “El simbolismo del árbol admite tres niveles: raíces, tronco y copa, relacionados con los mundos subterráneo, intermedio y celeste…”, y además nos dice que este simbolismo está representado también en la pirámide: “A ello se refiere también el simbolismo de la montaña, y su réplica humana: la pirámide (o el zigurat), cuyo ascenso ha de realizarse de manera escalonada.”

  

Tenemos aquí la misma figura, el octaedro dentro de la esfera, pero vista desde frente y de arriba; la cruz tridimensional que constituye su estructura interna está señalada en azul. La estructura básica de esta forma considerada bidimensionalmente es el Sello del Rey Salomón.

En esta descripción del Pardes, el plano horizontal de la cruz tridimensional, lo constituye el plano humano, y el árbol de la vida que simboliza el eje vertical de la cruz tridimensional, señala el centro de este plano representado en el centro del Pardes, que simboliza el centro supremo del mundo; lugar que se corresponde con el estado edénico, es decir, el estado ideal de nuestra condición particular humana. Por lo tanto este punto central del plano horizontal que marca el árbol de la vida, representa también al hombre primordial porque este está en el “Centro del Mundo”. Este plano que corresponde al dominio humano es representado como el plano horizontal central de la cruz tridimensional, porque es el plano que corresponde a nuestra humana existencia, representando para los hombres desde nuestra subjetiva posición, el centro de todos los estados de existencia.

Si los seis días de la Creación señalan las seis direcciones del espacio, entonces el séptimo día relacionado con el descanso, es decir, la Paz, simboliza el retorno al principio de donde todo ha partido, el centro de las seis direcciones, representado en el centro de la cruz, allí donde los contrarios se equilibran y todo está en Paz.

El centro de la cruz señala el estado edénico, y el retorno a dicho centro supone la reintegración de la naturaleza humana a su principio, con la realización integra de este grado o estado de existencia, representada en el hombre primordial, hombre verdadero. Pero también el centro de la cruz tridimensional simboliza el Punto Supremo de donde todo ha partido, y el retorno a este origen está más allá de la realización del dominio humano o de cualquier otro domino particular; representando este retorno la realización íntegra de todos los grados o estados de existencia simbolizada en el Hombre Universal, cuyo símbolo es la cruz.

Si bien el hombre primordial representa la realización efectiva de nuestra condición particular (la humana), este supone también la realización virtual del Hombre Universal. Porque la reintegración del estado humano a su condición ideal, su centro original, supone un punto de contacto con los demás estados del ser.

…se trata de que si la «Identidad Suprema» no se encuentra realizada de forma efectiva más que en la totalización de los estados múltiples, se puede decir que ya se encuentra en cierta forma virtualmente realizada en el estado «edénico», en la integración del estado humano devuelto a su centro original, centro que, por otra parte, tal como veremos, es el punto de comunicación directa con los demás estados.

Es a esta forma, la cruz tridimensional representada en el Pardes, a la que se refiere la primera frase del Génesis, como también los seis días de la Creación y el séptimo de descanso, simbolizando los seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro, el septenario. El descanso relacionado con el número siete se vincula a la Paz, ya que el centro de la cruz que responde a dicho número, simboliza la unión complementaria de los opuestos, síntesis de los contrarios, es decir, el lugar donde los opuestos se equilibran y todo está en armonía, en Paz. Por esto la Paz siempre está ligada a la idea del centro sagrado del mundo, recordemos en este sentido que Mequitzedek, es el rey de Salem (Paz), y que dicha ciudad representa el centro supremo del cual todos los otros centros sagrados son solo su reflejo.

Los seis días de la Creación y el séptimo de descanso, parecen describir la Creación a través de una forma irradiante que parte desde el centro hacia el exterior. Este centro, el corazón de los seis rayos es el mismo Dios del que parte la Creación; como si los seis días representasen la manifestación externa de Dios a través de un movimiento que va del interior al exterior. En tanto que el séptimo día de descanso, representa el retorno de la Creación al corazón mismo de Dios de donde todo ha partido, en un movimiento inverso al de la Creación, camino de regreso que va desde el exterior al interior, al inicio, al principio, allí donde todos los opuestos se equilibran y todo está en reposo, en Paz. Porque este punto del que parten las seis direcciones, es inmóvil, representando el eje de la rueda cósmica, que si bien dirige el movimiento de los ciclos no participa de él.

La representación bidimensionalmente de la cruz tridimensional, es la rueda de seis rayos.

Los seis ejes de la cruz simbolizan la oposición de todos los contrarios, por ello cuando el Génesis nos relata los seis días de la Creación va describiendo pares de opuestos complementarios, principios activos opuestos a pasivos, como por ejemplo, el cielo y la tierra del primer día, la luz y la oscuridad, el día y la noche, el sol y la luna, la separación de las aguas superiores de las inferiores del segundo día, etc. Pero la primera, diferenciación, se establece en el seno mismo de la Divinidad, y está representada en la Palabra Bereshit “en el comienzo” a través de los principios que nombramos como el Padre y la Madre, naturalezas que nacen de un primer principio original indiferenciado, el Dios inmanifestado e infinito de la tradición hebrea. Esta pareja que representa el aspecto masculino y femenino de la Divinidad son los que dan origen a toda la Creación a través de su matrimonio, matrimonio simbolizado también en el centro mismo de la cruz, centro que se corresponde con el Hijo, tercer principio del ternario (Padre, Madre, Hijo), o cuarto principio del cuaternario.

Guénon nos advierte que este simbolismo relacionado con las seis direcciones que parten del centro vinculado al siete, lo encontramos también en la Cábala a través del “Santo Palacio” o “Palacio interior”, situado en el centro de las seis direcciones del espacio. Como también a través del Nombre Divino y su séxtuple permutación siguiendo las seis direcciones que dan origen a la Creación28. Este centro primordial representado en el siete, es el centro del espacio y el centro de los tiempos, nos dice el autor; y en este último sentido nos advierte que el centro vinculado al siete se relaciona tanto con la idea del séptimo milenio, como con el shabat:

El Zohar, así como el Talmud, también divide la duración del mundo en períodos milenarios. «El mundo subsistirá durante seis mil años, a los que aluden las seis primeras palabras del Génesis»; estos seis milenios son análogos a los seis «días» de la creación. El séptimo milenio, así como el séptimo «día» corresponden al Sabbath, es decir, la fase de retorno al Principio, que corresponde, como es natural, al centro, considerado como séptima región del espacio. Hay aquí una especie de cronología simbólica que, evidentemente, no se debe tomar al pie de la letra.

El séptimo día de la Creación nos señala el retorno al origen del que todo ha partido, origen simbolizado en el centro de la cruz ligado al número 7 y vinculado a la idea de Paz, por ser el lugar donde todas las oposiciones se concilian. Este retorno al origen, vinculado al 7, representa entonces la fase de la Regeneración, cuya dirección es un camino inverso al de la Creación. Esta fase de regeneración, está ligada con el Mesías que nos trae la “Salvación”, por ello Mesías en hebreo se corresponde con el 7.

El centro de la cruz, donde el eje vertical que representaba el principio activo, se conjuga con el eje o plano horizontal que representa el principio pasivo, simboliza la unión o matrimonio de ambos principios presentes en la Divinidad. Por esto el relato del Génesis nos dice que el Adam Primordial, aquél hecho macho y hembra es a imagen y semejanza de Dios; por lo que se deduce que en la naturaleza divina confluyen ambos principios, activo masculino y pasivo femenino, representados en el Padre y la Madre en Bereshit; matrimonio del cual se origina el germen de origen divino del que parte la Creación, relacionado siempre con el centro de la cruz.

En el relato del Génesis, el misterio de la Creación a partir de los dos principios o naturalezas, activa y pasiva, es expresado en la primera palabra, como también en la primera la frase: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, señalando la división o diferenciación entre un principio activo (el cielo) y otro pasivo (la tierra), de la misma forma que Dios se diferencia para crear al Padre y la Madre dentro de la misma palabra Bereshit. O sea que la misma idea presente en la primera palabra, está contenida también en la primera línea encabezada por esta palabra.

Así como Dios “En el principio” Bereshit, se diferencia en el Padre y la Madre, su naturaleza activa masculina y su naturaleza pasiva femenina para dar origen a la creación, lo mismo sucede en la primera línea donde dice que Dios crea el cielo y la tierra; y bajo este mismo misterio crea al Adam primordial, “varón y hembra” a imagen y semejanza de Dios. Por esto, luego de la división del Adam primordial en dos naturalezas, varón y mujer, Dios le manda a ser una sola carne, Génesis 1:24 “Por lo tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y será una sola carne.” Aquí en el misterio del andrógino original a imagen y semejanza de Dios, radica la base metafísica del matrimonio.

Del relato sobre los seis días de la creación y el séptimo de reposo, proviene la tradición del shabat (sábado), nombre que viene de la palabra shebah (siete). El shabat es el séptimo día de la semana dedicado a Dios y al descanso. Tengamos en cuenta que este es precisamente el día en el cual, el marido se puede unir íntimamente con su esposa en bendición; unión relacionada con el gran misterio asociado al matrimonio, porque se considera que la unión del marido con su mujer es una realización simbólica de la unión de Dios con la Shekinah, la cual es considerada por algunos cabalistas como el aspecto femenino de la divinidad. Porque como argumenta la Carta Santa “Así pues, en la unión carnal del marido con su mujer radica (…) el misterio de la edificación del mundo (…) Por él el hombre pasa a colaborar con el Santo, bendito sea en la obra de la Creación”.

Esto nos está indicando que el shabat, el séptimo día de la semana, simboliza el retorno al origen de donde todo ha partido, el centro de la cruz, vinculado al matrimonio de Dios con la Shekinah, enlace que representa la unidad de Dios.

Es justamente este misterio de la edificación del mundo, a través de la unión o matrimonio del Esposo y la Esposa, es decir, la naturaleza masculina y femenina de la Divinidad, el que nos presenta la palabra Bereshit cuando nos describe el misterio de la Creación a través del matrimonio del Padre y la Madre, matrimonio que da origen al germen divino de la Creación, relacionado al centro de la cruz, el cual se corresponde con el Mesías en el nivel del misterio de la Re-generación; y el símbolo relacionado al Mesías es la cruz, símbolo ligado al Hombre Universal en la tradición extremo oriental.

Esto nos está indicando que el Mesías está relacionado al matrimonio de Dios con la Shekinah, matrimonio que representa la “Unidad de Dios”, unión que posibilita el enlace entre el Mundo de Arriba y el Mundo de Abajo (el Cielo y la Tierra). Y el símbolo de dicha unión es siempre la cruz.

La cruz tridimensional en la palabra Bereshit

El septenario, la cruz tridimensional, está representada en el relato del Génesis, pero también está reflejada en la palabra Bereshit. Porque entre el tema que aborda este capítulo y la palabra que lo encabeza existe una relación hologramática. Para poder visualizar esta cruz tridimensional en dicha palabra, debemos retornar al tema de las dos clases de ternarios presentes en Bereshit, representados por los dos triángulos invertidos que formaban la imagen de la cruz.

Por un lado vimos que el ternario que representaba al Padre, la Madre y el Hijo28 (según el orden de jerarquía metafísico), pero enunciado en Bereshit como Madre, Padre e Hijo (siguiendo el orden cosmológico), estaba compuesto por las tres letras: בּ bet, א alef y י iud (en בְּרֵאשִׁית Bereshit); y que además esta clase de ternario estaba reflejado en las tres letras restantes que conformaban la palabra רשת reshet: ר resh, ש shin y ת tav; a este género de ternario le correspondía la figura del triángulo invertido.

Luego observamos que estas tres letras: bet, alef y iud, también pasaban a representar desde otro ángulo, otro tipo de ternario, aquel compuesto por un principio original indivisible del que partían los otros dos complementarios que representaban al Padre y la Madre; esto era cuando al alef lo considerábamos como la unidad indivisible en relación a su valor 1, y ya no bajo el aspecto axial (que viene del valor 111 de su nombre); entonces la letra que representaba la simiente divina, la iud, deja de ser el hijo y pasa a representar al Padre (porque la simiente viene del Padre); a este ternario le correspondía la imagen el triángulo con el vértice hacia arriba.

Estos dos triángulos se complementaban formando la imagen del cuaternario, donde se manifestaba la cruz bidimensional. Pero la imagen de los dos triángulos invertidos es una forma expresada también con en la Estrella de David, es decir, la estrella de seis puntas. Entonces si colocamos en los dos triángulos de la Estrella de David, las letras que constituyen ambos ternarios y que conforman la palabra Bereshit, obtenemos que:

Para el ternario al que le corresponde la forma del triángulo derecho, constituido por un primer principio que representa el origen primordial del que surgen los otros dos principios complementarios, utilizaremos la tríada de letras א alef, ב beth y י iud; ubicando en el vértice el principio que corresponde a la unidad, el alef, y en la base los otros dos que representan al Padre y la Madre, los principios complementarios, en este caso representados por iud y beth.

Y para el segundo género de ternario conformado por los dos primeros principios complementarios representados como Padre y Madre y un tercer principio que simbolizaba la síntesis complementaria de ambos, el Hijo, ternario al que corresponde el triángulo invertido; vamos a emplear la tríada de letras que conforman la palabra reshet en Bereshit, es decir, ר resh, ש shin y ת tav (porque éstas únicamente representan este género de ternario).

Al reunir ambos triángulos entonces obtenemos la siguiente imagen: la Estrella de David o Sello Salomónico, en donde se puede leer la palabra Bereshit en sentido inverso a la agujas del reloj, comenzando con el ángulo derecho de la base del primer triángulo donde se ubica la Bet.

Esta Estrella o Sello Salomónico, simboliza como la cruz, la conjunción del principio activo masculino con el principio pasivo femenino, representados en el triángulo derecho el primero y en el triángulo invertido el segundo.

En esta Estrella de David, compuesta por los dos géneros de ternarios presentes en la palabra Bereshit, si trazamos las líneas directrices de los triángulos, marcando su estructura interna, entonces se manifestará la forma del septenario, es decir, los seis ejes más su centro, representado en el número 7. Esta es la imagen bidimensional del septenario.

Si ahora unimos sus vértices por el exterior, completando la estructura, entonces la figura que obtenemos nos muestra la forma del octaedro (dos pirámides unidas desde su base), cuya estructura interna es la propia cruz tridimensional, es decir, la cruz de tres dimensiones que señala las seis direcciones del espacio: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo; la misma imagen descripta en el capítulo del Génesis.

Para visualizar mejor dicha forma (el octaedro), compuesta por dos pirámides unidas desde su base, remarcamos los contornos exteriores en la siguiente figura, y señalamos en azul la cruz tridimensional que constituye es la estructura interna de esta forma. Esta es la representación tridimensional del septenario.

Podemos contemplar entonces cómo la imagen de la cruz de tres dimensiones, así como está descripta en el texto del Génesis también lo hace en la palabra que encabeza este texto, Bereshit. Cruz compuesta por un plano horizontal donde están localizadas las letras: ב (bet) al oeste, la ש (shin) al este, la י (iud) al norte y la ר (resh) al sur30; y un eje vertical donde están localizadas: el (א) alef, en la parte superior de éste, marcando el vértice de la pirámide superior, y la tav, en la parte inferior de este eje vertical, donde está localizado el vértice de la pirámide invertida.

Observemos que estas dos letras dispuestas en el eje vertical, א alef y ת tav, son la primera y la última letra del alfabeto hebreo, que corresponden al alfa y la omega del alfabeto griego. Y observemos también cómo ambas letras representan: el alef, el principio indivisible, indiferenciado, del que todo parte; y la tav, el hijo divino, la simiente divina que trae la regeneración; ambas letras relacionadas entre sí a través del eje vertical de la cruz, se encuentran en el centro de este eje, el centro de la cruz, formando la partícula hebrea את (et), que contiene todas las otras letras del alfabeto hebreo. Este eje vertical de la cruz se correspondería con el axis mundi, el cual es representado en el árbol de la vida ubicado en el centro del Pardes, en la descripción del Génesis.

Todo esto nos está indicando que en el nivel de la Regeneración, el retorno de todas las cosas a su estado original (representado en el primer principio del primer ternario señalado con el alef), está ligado al tercer principio del segundo ternario, representado en el hijo divino, que dijimos simboliza al Mesías, siempre ligado con la cruz (ya sea cuando este es expresado con la letra iud de la primera tríada de letras o con la letra tav de la segunda tríada de letras de Bereshit).

Esta forma presente en la palabra Bereshit, si la rodeamos por un círculo, es la misma imagen del Génesis; que considerada bidimensionalmente muestra la Estrella de David, o sello Salomónico, de seis puntas cuyo centro corresponde al siete. Y vista tridimensionalmente, la Estrella de David se convierte en un octaedro31 (dos pirámides unidas desde la base), cuya estructura interna es la cruz tridimensional.

El centro de esta cruz tridimensional es representado en el número 7; número relacionado con la palabra Mesías en hebreo (Meshiaj), cuyo valor es 358.

358 = 16 = 1+6 = 7

El valor de la palabra Mesías vuelve a señalar la forma de la cruz tridimensional, 1+6, el centro de las seis direcciones, centro relacionado con el 7, si el número 7 señala el centro es porque se corresponde con la unidad

7 = 1+2+3+4+5+6+7 = 28 = 2+8 = 10 = 1+0 = 1

Así como el valor de la palabra Mesías responde a la relación de los 6 ejes y su centro vinculado al 7, lo mismo sucede con el valor de la palabra Bereshit, 913:

913 = 9+1+3 = 13

Porque 13 es la sumatoria de 6+7.

Tengamos en cuenta que si separamos la palabra בְּרֵאשִׁית Bereshit entre el nombre de la Bet (בת), y el punto luminoso representado en la letra י iud, la (ראש) cabeza de la Creación, entonces tenemos que:

400 ת + 2 ב = 402 = 6

10 י + 300 ש + 1 א + 200 ר = 511 = 7

O sea que Bet (בת) es 6, y la י iud, (ראש) cabeza de la creación es 7. En este sentido la Bet representa a la matriz de los seis ejes del espacio, y el centro de los seis ejes vinculado al siete es representado en la iud, la cabeza de la Creación.

Y si la división de la palabra בְּרֵאשִׁית Bereshit, la hacemos según el principio femenino representado en la palabra בית Bait y el masculino en ראש rosh, entonces tenemos que: בית Bait es (412) 7 y ראש rosh es (501) 6. El valor 7 que representa al centro, está donde está dispuesta la letra iud, cuyo valor 10 también se reduce a la unidad (1+0 = 1).

El 7 se relaciona con el Mesías que representa el centro de la cruz tridimensional, pero también el número 8 está vinculado al Mesías. Recordemos que la cruz tridimensional de Bereshit es la estructura de un octaedro, figura de 8 lados, 6 vértices y 12 aristas. En este sentido tengamos en cuenta que el valor del nombre Emmanuel (197) se reduce a un 17 y este a un 8, al igual que el valor del nombre Ieshua (386) se reduce a 17 y luego a 8; y que éste resucita al octavo día, número que representa la regeneración y el nuevo nacimiento luego de la muerte anterior. Y así como el 8 el 12 también se vincula con el Mesías, ya que 12 son los apóstoles (como las tribus de Israel y como las constelaciones zodiacales), el 12 es la duplicación del 6; si en la estrella de seis ejes el siete representa el centro, en la de 12 (la rueda zodiacal), el centro es representado en el 13 (6+7), porque así como el 7 se relaciona con la unidad, lo mismo ocurre con el 13.

13 = 1+2+3+4+5+6+7+8+9+10+11+12+13 = 91 = 9+1 = 10 = 1

Las dos pirámides que forman el octaedro, representan como los dos triángulos invertidos de la Estrella de David, el matrimonio del principio activo representado en la pirámide derecha con el principio pasivo representado en la pirámide invertida.

En esta figura creada a partir de la Estrella de David que representa un octaedro, si la consideramos ahora bidimensionalmente, podemos observar además un triángulo derecho mas pequeño en la parte superior, que forma la palabra ראש rosh (cabeza), representando también el principio activo y otro triángulo invertido que forma la palabra בַּית Bait (casa) representando el principio pasivo. Podemos observar entonces cómo el concepto de Tzim Tzum se expresa a través de la palabra Bereshit, porque בְּרֵאשית Bereshit está compuesta por dos palabras: ראש rosh (cabeza) que representaba al Padre o al principio activo, y la palabra בַּית bait (casa) que representaba a la Madre o al principio pasivo, la cual está abrazando la palabra cabeza, como aquel espacio libre dejado de la concentración de Dios para formar la cabeza de la Creación. Al disponer la palabra Bereshit en esta forma geométrica32, ambos conceptos que la constituyen: la ראש rosh (cabeza) y la בית bait (casa), señalan también a través de su ubicación a los principios a los que ellas representan (el activo masculino y el principio pasivo). Por otra parte esta estructura forma la figura básica sobre la que se compone el árbol sefirótico.

La cruz tridimensional en relación al misterio de la unidad de Dios y el Matrimonio del Rey con la Shekinah

El misterio de la unidad de Dios y el del Matrimonio de Dios con la Shekinah, están estrechamente vinculados entre sí y con el simbolismo de la cruz tridimensional, los seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio, más su centro.

Shemá Israel, es el nombre de una de las principales plegarias de la tradición judía, que proclama la unidad del Nombre de Dios.

“Escucha Israel, YHVH, Nuestro Dios, es un solo Dios”.

שמע ישראל ,יהוה אלוינו,יהוה אחד

Shemá Israel, Adonai Elohenu, Adonai Ejad.

Esta plegaria está compuesta por seis palabras en hebreo. “Estas palabras designan las seis direcciones”33, las cuatro direcciones cardinales, arriba y abajo. La Unidad de Dios representa el centro de estas seis direcciones.

Con el nombre de Matrona, Esposa o Novia es llamada la Shekinah34, concepto que designa el fundamento femenino de la Divinidad. La Shekinah representa para algunos cabalistas la parte inferior del Árbol Sefirótico, esta parte inferior del árbol representa el espacio libre dejado por Dios para que emerja la creación, y la zona superior corresponde a la concentración de la luz de Dios. Por ello la parte superior del árbol sefirótico representa el principio activo, el Mundo de Arriba, y la parte inferior el principio pasivo, el Mundo de Abajo. A éste último está asociada la Shekinah, especialmente a Maljut (Reino). Por esto el enlace de Dios con la Shekinah produce la unión del Mundo de Arriba y el Mundo de Abajo, que podríamos llamar también el Cielo y la Tierra.

La tradición hebrea nos dice que la Shekinah, llamada también Divina Presencia, habitaba en el lugar más sagrado del Templo, el Tabernáculo, allí donde se encontraba el Arca de la Alianza. El habitar de la Shekinah en el Templo que simboliza el centro sagrado del mundo, el corazón del mundo, permite el enlace entre ésta y Dios, como la comunicación entre el Cielo y la Tierra. Pero desde que el templo ha sido profanado y destruido, la Shekinah se encuentra en exilio junto al pueblo de Israel, nos dice la tradición. Este exilio produce el alejamiento de Dios y la Matrona, como la separación de Cielo y la Tierra; dicha separación ocasiona que nuestro mundo caiga bajo el dominio del rigor porque la misericordia de Dios entonces no puede descender hasta los hombres.

La destrucción del templo y el exilio del pueblo, es análoga a la pérdida del paraíso terrenal por la caída adánica; mientras que la reconstrucción del Templo representa el retorno al centro sagrado del mundo, el corazón del mundo, en el que se produce la comunicación entre Cielo y la Tierra.

“…pues a través de la verdad Israel será liberado del último exilio. Esta palabra está grabada en el sello del Rey. Si las liberaciones realizadas hasta el momento han sido sólo temporales, es porque la verdad no se ha aplicado con la perfección necesaria para provocar la unión sagrada.” Zohar (II, 216b-217a).

El Zohar nos dice que a través de la verdad el pueblo se libera de su último exilio, y la unión entre Dios y la Shekinah será permanente y perfecta. Aquí tenemos que el reencuentro con la verdad representa una especie de reconstrucción del Templo, lo que nos conduce a la idea que mencionamos al principio, del Templo invisible escondido en la Arquitectura interior de las escrituras, donde se aloja la luz de la verdad. Este párrafo también menciona a la verdad en relación al sello del Rey, este es el Sello Salomónico o Estrella de David, que representa a través del septenario, la unión entre los dos aspectos, activo masculino y pasivo femenino, matrimonio que simboliza la unidad de Dios.

Sobre la Unión del Esposo y la Matrona en relación con el símbolo de la cruz tridimensional y la unidad del Nombre de Dios, el Zohar describe que:

En el momento de la unión del Esposo con la Matrona, resuena del lado sur una voz que dice: «¡Despertaos, legiones y ejércitos celestes, en este momento se manifiesta el amor de vuestro Señor!»

Un gobernante superior que capitanea numerosas legiones llamado Bonal se presenta entonces, llevando en sus manos las cuatro llaves de los cuatro puntos cardinales. Una de estas llaves está marcada con la letra Yod, otra con la letra He y la tercera con la letra Waw. Las coloca al pie del Árbol de la vida y allí se unen para formar una única llave. Consumada la unión, la cuarta llave, que es el resumen de las otras tres, se une a ellas.

Éste es el significado de las palabras: YHWH, nuestro Dios, es un solo Dios (YHWH) (Ex. 6:4). YHWH corresponde a la letra Yod, inicial del Nombre Sagrado. Elohenu (nuestro Dios) es el misterio del He supremo, segunda letra del Nombre Sagrado. El segundo YHWH corresponde a la letra Waw del Tetragrammatón que une las dos otras [letras]. Así pues, la letra Waw, emanente de la fuente celeste y del palacio interior, hereda del Padre y de la Madre.

Es entonces cuando la Matrona se presenta ante su Esposo y toda suerte de bienes se expanden por el universo, pues todos los miembros están unidos formando una unidad. La entrada de la Matrona se produce en un lugar secreto y por tanto, la fórmula recitada en esta ocasión es emitida en voz baja, para que ningún extraño participe en el regocijo, tal como está escrito: Ningún extraño participará de su alegría (Prov. 14:10).

De la misma manera que Arriba la unión se produce en las seis direcciones, así la proclamación de esta unión aquí abajo tiene lugar pronunciando fórmulas de seis palabras, de suerte que este nombre coincide Arriba y Abajo, tal como está escrito: YHWH es uno y uno es su nombre (Zac. 14:9). Por ello, el versículo Escucha, Israel. (Deut. 6:4), al igual que la fórmula: Bendito sea el nombre glorioso de su Reino están formados por seis palabras.

Actualmente, la Matrona sólo es introducida en el tálamo nupcial para contemplar por un instante la Gloria del Rey, mientras que en los tiempos futuros, la unión será constante y perfecta, tal como está escrito: Salid y ved, hijas de Sión, al Rey Salomón (Cant. 3:11).35

Observemos que en esta descripción del matrimonio de Dios con la Shekinah, se vuelve a presentar la imagen de la cruz tridimensional como en la descripción del Génesis, donde se encontraba representada a través de los cuatro ríos que atraviesan el Pardes, simbolizando el plano horizontal de la cruz que señala los cuatro puntos cardinales, y el Árbol de la Vida representando el eje vertical de la cruz que marca la dirección arriba y abajo. Ahora el eje horizontal de la cruz es descripto por las cuatro llaves de los cuatro puntos cardinales, y el eje vertical nuevamente representado por el Árbol de la Vida. Este símbolo, la cruz tridimensional, queda aclarado cuando más adelante nos dice “De la misma manera que Arriba la unión se produce en las seis direcciones”, estas seis son: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo, que nos describen la cruz tridimensional; las que en el Génesis son representadas a través de los seis días de la Creación, como también en las primera frase de este capítulo, y en la primera palabra.

Esta imagen de la cruz tridimensional descripta en el matrimonio de Dios y la Shekinah en el Zohar, es la misma imagen descripta en el Génesis cuando nos habla de la Creación del Mundo, y en la palabra Bereshit; porque esta Creación del mundo parte del matrimonio de las dos naturalezas divinas que hemos representado como el Padre y la Madre en Bereshit.

La expresión: YHVH es un solo Dios, está relacionada con este matrimonio entre ambas naturalezas divinas que conforman una unidad, y ligado al símbolo de la Cruz. Por esto la oración Shemá Israel, que proclama la unidad de Dios, está compuesta por seis palabras, al igual que la primera frase del Génesis, de la que parten seis palabras, luego de Bereshit, describiendo las seis direcciones del espacio, más su centro, representado en Bereshit, formando la cruz de tres dimensiones.

Las tres letras del nombre divino: iud, hei y vav, del que nos habla el texto citado del Zohar, son las que a través de su séxtuple permutación, siguiendo las seis direcciones del espacio dan origen a la creación en la cábala. La suma de estas tres letras (iud 10 + hei 5 + vav 6) es 21, número que representa la mitad de 42, cifra que se corresponde con el nombre divino de 42 letras al que se refieren los cabalistas; 42 es el producto de 6 x 7.

Todo este simbolismo nos está señalando la cruz tridimensional relacionada a la unidad de Dios, la cual está ligada al matrimonio de Dios con la Shekinah. Y el último párrafo del texto nos dice que la unión entre el Esposo y la Matrona será constante y perfecta solo en los tiempos futuros:

Actualmente, la Matrona sólo es introducida en el tálamo nupcial para contemplar por un instante la Gloria del Rey, mientras que en los tiempos futuros, la unión será constante y perfecta, tal como está escrito: Salid y ved, hijas de Sión, al Rey Salomón (Cant. 3:11). Zohar (II, 133b-134a).

La expresión “los tiempos futuros” donde la unión es permanente se refiere a la esperanza mesiánica que “…supondrá la reunificación de ambos de forma definitiva…” Porque la unión perfecta y definitiva entre Dios y la Shekinah, el aspecto masculino y femenino de la divinidad, que posibilita la unión del mundo de arriba con el de abajo, la producirá el Mesías. Y esta unión está representada en el símbolo de la cruz.

El centro de la Cruz y el Mesías

La Creación a través del matrimonio entre el aspecto activo y pasivo de la Divinidad, es expresada en la palabra Bereshit; matrimonio del que nace la simiente divina de la Creación que corresponde con el retoño divino en el nivel de la Re-generación, el Mesías. El valor de la palabra Meshiaj (Mesías) 358 se reduce a 7 señalando el centro de la cruz. La relación entre los números 6 y 7 que aparecen en el primer capítulo del Génesis con los seis días de la Creación y el séptimo de descanso, vinculados a la misma imagen de la cruz tridimensional a través de la de la cual se describe el mismo Pardes, también se presenta con la palabra Mesías, cuyo valor 7 deviene de la suma de 1 más 6 (16), señalando las seis direcciones más el centro ligado al siete. Porque la cruz si bien es el símbolo que representa la Creación, es también el símbolo de la Salvación unido al Mesías, con el camino de retorno al inicio. Por esto no hay otro símbolo más íntimamente vinculado al Mesías que el símbolo de la cruz, ella está indisolublemente unida con él.

Por otro lado, la cruz tridimensional si bien es la estructura interna del octaedro que vimos presentado a través de la palabra Bereshit, figura que representa al igual que la Estrella de David la unión del principio activo y el pasivo, también es la estructura interna del cubo, el cual es la representación tridimensional del cuadrado, y está compuesto por seis caras, y cuyo centro se relaciona con el siete.


Observemos que la estructura que compone la palabra Bereshit, presentada antes como octaedro, también representa a un cubo (remarcamos el contorno para identificar mejor esta figura). En este caso las letras se ubicarían ahora el centro de cada cara, correspondiendo el alef al centro de la cara de superior y la tav en el centro de la base, de modo que marquen el eje vertical de la cruz tridimensional en el interior del cubo.


En este sentido recordemos el tema de la Jerusalén celeste y la cuadratura del círculo:

"La reconstitución debe obrarse al final del mismo ciclo; pero en ese caso, en la figura de la Jerusalem celeste, el círculo es reemplazado por un cuadrado, y este indica la realización de lo que los hermetistas designaban simbólicamente como la 'cuadratura del circulo': la esfera, que representa el desarrollo de las posibilidades por la expansión del punto primordial y central, se transforma en un cubo cuando este desarrollo está acabado y que el equilibrio final es alcanzado para el ciclo considerado".

La palabra Bereshit “en el comienzo”, nos indica por un lado, el inicio del ciclo, inicio vinculado al la forma circular del Paraíso terrestre. Pero cuando esta palabra nos presenta la figura del cubo, entonces está señalando el final de este ciclo, final relacionado con el paso de la esfera al cubo y la fijación de la forma cúbica en la Jerusalem Celeste.

“Por otra parte, si ponemos las caras del cubo en el plano, se produce el símbolo de la cruz cristiana…” nos dice el Programa Agartha de Federico González.


La Cruz como estructura de los principales símbolos de tradición hebrea

El símbolo de la cruz es quizás el símbolo fundamental de la tradición hebrea. Los seis ejes que señalan las seis direcciones del espacio más su centro representado en el siete, constituye la estructura de los principales símbolos sagrados de esta tradición.

Este símbolo está presente en: la Estrella de David como vimos anteriormente, como también en la Menorah de siete brazos, con su centro entre los seis, cuya llama significa la presencia divina, la armonía y la paz (como el centro de la cruz), la llama eterna antiguamente era esta central en el medio de las otras seis.

Dentro del Génesis el símbolo está presente en la primera frase compuesta por seis palabras que parten de Bereshit; también en los seis días de la Creación y el séptimo de descanso; como en la misma representación del Pardes; y además como mostramos en este texto en la misma palabra Bereshit con la que comienza la Torá y el Génesis.

Una de las principales plegarias de la tradición judía también lo expresa, plegaria de seis palabras llamada Shemá Israel, que proclama la unidad de Dios. Está presente también en el tema de la séxtuple permutación del Nombre Divino que da origen a la Creación. Como en el matrimonio de Dios con la Shekinah, matrimonio representado en el centro de la cruz; también en la misma tradición del Shabat, el séptimo día de la semana de descanso, en el cual el marido se une a su esposa en bendición, y cuya unión es una representación simbólica de la unión de Dios con la Shekina. Y en relación al matrimonio, en la misma celebración de la boda judía, que se realiza en una cupá abierta en los cuatro costados, para que penetren las energías de los cuatro puntos cardinales, según lo indica la tradición; por otra parte la cupá señala la dirección arriba y abajo. Porque el matrimonio de Dios con la Shekinah, está representado en el centro mismo de la cruz, matrimonio que es un símbolo de la unidad entre el aspecto masculino y femenino de Dios, el cual representa la Unidad de Dios, que expresa la frase Dios es uno solo.

Entre otros símbolos podemos mencionar a “la copa de las bendiciones” que representa el centro de las seis direcciones, por ello se dice que la comunidad de Israel se llama también copa de las bendiciones, está bendita desde los cuatro puntos cardinales, de arriba y de abajo. Esta “copa de bendiciones” es la utilizada según las palabras de San Pablo en la última cena por Cristo, o sea que el símbolo de la cruz ya estaba presente en la última cena, y Cristo al sostener la copa de bendiciones se presenta como el centro de la cruz tridimensional, allí donde todo está en armonía, en Paz.

La muerte de Cristo en la cruz, es en parte una consecuencia del mismo valor simbólico de esta, Cristo la reconoce con el símbolo fundamental, conectada con la tradición primordial.

El doble atributo de Paz y Justicia del Mesías y su relación con el matrimonio de Dios y la Shekinah

El matrimonio del Esposo con la Matrona produce el enlace del Mundo de Arriba con el Mundo de Abajo, es decir, del Cielo con la Tierra. Cuando estos se unen la Misericordia de Dios desciende sobre nuestro mundo y disuelve los rigores desencadenados por la Justicia, entonces el mundo se llena de Paz.

A veces [la Equidad] es llamada Malki Sedeq, Rey de Salem (Gen. 14:18). Entonces, todos los rigores desencadenados por la Justicia se desvanecen; todo se llena de misericordia y todo está en paz. La Equidad está perfumada por él [Malki Sedeq], los rigores se apaciguan y descienden en la paz y la misericordia. Es el momento en que varón y hembra se unen y todos los mundos viven en el amor y en el gozo. Zohar (III, 91B).

Si el mundo fuese regido por el puro Rigor, entonces éste se perdería, como también si lo hiciera únicamente la Misericordia; solo la acción combinada de ambos asegura la permanencia del mundo, nos dice el Zohar.

Melquitsedek parece representar el equilibrio, la unión complementaria, entre el Rigor y la Misericordia. En este párrafo del Zohar la Misericordia está ligada a la Paz, mientras que el Rigor a la Justicia. La Justicia es un atributo relacionado con el orden real, el rey, en tanto que la Paz está ligado el orden sacerdotal, el sacerdote; Melquitsedek es rey y sacerdote, en él se presentan unidos la Justicia y la Paz.

Melki-Tsedek, es pues rey y sacerdote a la vez; su nombre significa “Rey de Justicia” y es al mismo tiempo rey de Salem, es decir, “de la Paz”; encontramos pues aquí, ante todo, la Justicia y la Paz, es decir, precisamente los dos atributos fundamentales del “Rey del Mundo”. (René Guénon, El Rey del Mundo. Madrid, Luis Cárcamo, pág. 59).

El matrimonio de Dios con la Shekinah representa la conjunción de los principios activo masculino y pasivo femenino de la Divinidad, unión simbolizada en el centro de la cruz. Y además este matrimonio está ligado al equilibrio entre la Misericordia y el Rigor; porque la unión entre Dios y la Shekinah asegura que la misericordia de Dios descienda sobre el mundo y disuelva los rigores desencadenados por la Justicia, trayéndonos la Paz. En tanto que el alejamiento de Dios y la Shekinah ocasiona que el mundo caiga bajo el dominio del rigor.

Es el pecado de los hombres el que aleja al Esposo de la Matrona, y ocasiona que el rigor se desencadene en el mundo. El pecado representa la ruptura de la comunicación entre el cielo y la tierra a través de las acciones de los hombres que van contra del orden sutil y sagrado que une la tierra y el cielo.

En el árbol sefirótico la columna derecha, también llamada columna de la Misericordia, representa el principio masculino; en tanto que la columna izquierda, llamada del Rigor, al principio femenino; y por esto las dos primeras séfiras de cada columna, Hokma a la derecha y Binah a la izquierda, son llamadas el Padre y la Madre.

Si el principio femenino está relacionado con el Rigor, es porque este principio está ligado al mundo material, la materia, la cual está sometida a ciertas leyes que la rigen: el devenir, la corrupción, la muerte, etc. En tanto que el principio activo masculino representa al Mundo de Arriba, el Cielo, este principio está asociado a la Misericordia, la cual tiene el poder de disolver el rigor. Podríamos comparar la relación entre la Misericordia y el Rigor, con la relación alquímica entre el espíritu y la materia. Este es el principio bajo el cual Cristo realiza los llamados milagros; él tiene el poder de sanar los hombres acosados por la enfermedad, porque ella representa entre otros una forma de rigor al que está sometido el hombre y el mundo; es Cristo canal por donde desciende la Misericordia divina, que tiene el poder de atenuar o liberar al hombre y al mundo de los rigores que los encadenan.

Cuando ambos mundos (el de Arriba y el de Abajo) se separan y se rompe el puente entre ellos, entonces la Misericordia no puede descender hasta los hombres, quienes caen presos del dominio del puro Rigor36. Por esto cuando el hombre peca y aleja al Santo, Bendito sea, de la reina Shekinah, rompiendo el enlace entre el Cielo y la Tierra, y de alguna manera también alejando a la Shekinah de nuestro mundo, entonces el mundo cae bajo el dominio de los rigores desencadenados por la Justicia.

Tenemos entonces que la Misericordia relacionada con el principio masculino, está asociada a la Paz; y que el Rigor relacionado con el principio femenino, se vincula a la Justicia.

El árbol sefirótico posee una simetría en el sentido horizontal entre el principio activo y el pasivo, representados en la columna derecha e izquierda; como también una simetría vertical, donde el principio activo es representado en la parte superior del Árbol que se vincula al Cielo, el Mundo de Arriba; mientras que la parte inferior representa el Mundo de Abajo, la Tierra, simbolizada en la séfira Maljut, la cual es relacionada a la Shekinah en la cábala.

En El Rey del Mundo Guénon menciona que en la Cábala hebraica se dice que la Shekinah estaría representada en el “mundo inferior” por la última séfira, Malkuth, “Reino”, séfira que por otra parte es llamada también Tzedek, palabra que viene de Tzedakah y significa Justicia; vinculando el atributo real (que deviene de la palabra Reino) con la Justicia (que deviene de Tsedeq); y además el autor menciona, que esta misma relación se encuentra en el nombre Melquitsedek “Rey de Justicia”. Guénon diferencia dos clases de Justicia, por un lado la llamada en hebreo Tsedakah “Justicia distributiva y propiamente equilibrante”, relacionada a la columna del medio del árbol sefirótico; y por otro lado una “Justicia opuesta a la Misericordia e identificada con el Rigor” relacionada a la columna izquierda del árbol, llamada en hebreo Din. Siendo el primer concepto “…la Justicia en el sentido más estricto y completo a la vez…” aquella relacionada a la columna central, la que representa el equilibro, la armonía y que se encuentra “ligada indisolublemente a la Paz.”


Guénon establece una analogía entre estas tres columnas del árbol sefirótico con el árbol de la vida ubicado en el centro del Pardes y el árbol del bien y del mal localizado junto a él; donde el árbol de la vida está simbolizado en la columna central, y el árbol del bien y del mal que representa la dualidad, en las columnas derecha de la Misericordia e izquierda del Rigor.

Tanto la derecha y la izquierda, como la parte superior e inferior del árbol, se unen en la columna central, que representa el axis mundi; la séfira central de esta columna es Tiferet (Belleza), el corazón del árbol, donde se realiza la comunión entre la Tierra y el Cielo. Esta columna central se apoya sobre la séfira Iesod (Fundamento) donde se equilibran la derecha y la izquierda (la Misericordia y el Rigor), y permite que las energías superiores desciendan y se pongan en contacto con las terrestres. Así como la décima séfira Malkuth “Reino” es llamada Tzedek (Justicia), Iesod “Fundamento” es llamada Tzadik “Justo”; observemos que la palabra Tzadik, tiene la misma raíz de Tzedek y Tzedekah, aludiendo a la misma clase de Justicia asociada al equilibrio, la armonía y ligada con la Paz, ésta es la Justicia de la columna central del árbol de la vida, cuya base es representada en Iesod.

El Zohar nos dice que el lugar de Iesod (fundamento) es el del hombre Justo, quien es el fundamento de mundo. El hombre justo es el que permite que la Misericordia de Dios descienda sobre los hombres, temple y disuelva los rigores asociados a la Justicia (Din); porque al ocupar el lugar de Iesod, el Justo representa el equilibrio entre la columna derecha y la izquierda, la Misericordia y el Rigor. Si los justos desaparecen del mundo entonces éste se perdería, porque ellos son su fundamento.

El lugar de Iesod, el Fundamento, es también el lugar del Mesías, quien sostiene el axis mundi que comunica el Cielo con la Tierra, representado en la columna central del árbol sefirótico, en cuya base se asientan la columna derecha como la izquierda y se armonizan. Esto nos está indicando que en el Mesías, como en Iesod, el Rigor y la Misericordia se equilibran y complementan en aquella Justicia equitativa ligada indisolublemente a la Paz.

Estas tres columnas del árbol sefirótico, que estaban relacionadas con el árbol de la vida y el árbol de bien y del mal, también están expresadas en la imagen de la Crucifixión, donde la columna central es representada por la cruz de Cristo, la que está entre las cruces del buen y el mal ladrón ubicados a la derecha y la izquierda respectivamente.

Ambos atributos, Justicia y Paz han de confluir en el Mesías. Estos son los atributos de Melquitzedek, el rey sacerdote. Por esto el Zohar nos dice: “La Equidad está perfumada por él (Malki Sedeq) los rigores se apaciguan y descienden la paz y la misericordia. Es el momento en que el varón y la hembra se unen y todos los mundos viven en el amor y en el gozo.”

El doble atributo de Justicia y Paz, relacionado con el Mesías37, significa además que éste no solo posee una cualidad real sino también sacerdotal, como Melquitzedek, el rey sacerdote, quien es considerado el precursor del sacerdocio. Se dice en la tradición hebrea que el Mesías desciende solo de la línea real de David, pero David es entronizado con la siguiente fórmula: “Tú eres sacerdote eternamente según la orden de Malquisedec”. (Sal 110:4). O sea que en la línea real de David, hay cierto atributo sacerdotal, y este sacerdocio es según la orden de Melquitzedek. En este sentido recordemos que David come el pan de la presencia destinado solo a los sacerdotes; y que su hijo es el Rey Salomón, cuyo nombre Shlomo, viene de Shalom (Paz), y cuyo atributo característico es la sabiduría que le permite ejercer aquella Justicia equilibrante ligada indisolublemente a la Paz.

La ciudad de la Paz (Salem) donde reina Melquitsedek, representaba el centro sagrado del mundo, aquello que simboliza el centro de la cruz, allí donde todos los contrarios se equilibran. Por esto el centro de la cruz representa al Mesías; dicho centro, simboliza además, el eje de la rueda cósmica, eje inmóvil donde todo está en equilibrio, en Paz; el eje de la rueda es símbolo de Manu, aquel representado en Melquitzedek dentro de la tradición hebrea.

Esto nos está indicando que el Mesías, aquel que une en matrimonio definitivamente a Dios y la Shekinah, el que sostiene el axis mundi que comunica el Cielo con la Tierra, está ligado a la orden de Melquitzedek, quien representa al “Rey del Mundo”, el Manu en la tradición hindú; y por lo tanto en él confluye el doble atributo del Justicia y Paz, real y sacerdotal, según la orden de Melkitzedek.

La crucifixión y el retorno al inicio

En ambas tríadas de letras (ב bet, א alef, י iud, y ר resh, ש shin, ת tav) que componen la palabra בְּרֵאשִׁית Bereshit, y que representaban el ternario compuesto por los principios denominados Padre, Madre e Hijo, el tercer término de cada tríada (iud y tav) que simboliza al hijo divino, se vincula con la cruz, al corresponderse con el punto de unión de ambas perpendiculares, pero también se corresponde con el eje de la rueda cósmica, porque ese punto de la cruz representa el eje de la rueda. Y ambos valores, de ambas letras que representan al tercer término del ternario, por un lado el valor 10 de la iud, y por otro el 4 de la tav, nos señalan también esa vinculación del denario con el cuaternario, que unía la imagen de la cruz al círculo dándonos por resultado la rueda cósmica.

Esta relación entre el denario y el cuaternario también es expresada en la ley de la tetraktys pitagórica.

4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10

Como inversamente a la tetraktys, en la división del Manvántara:

10 = 4 + 3 + 2 + 1

De allí se desprende que el Mesías está relacionado con el símbolo de la Cruz, y al corresponderse al punto de conjunción de las perpendiculares se relaciona dentro de este simbolismo con el eje de la rueda cósmica, eje inmóvil que marca el movimiento de los ciclos, símbolo de Manu en la tradición hindú, el cual es representado en el Melquitzedek de la tradición hebrea. Este eje inmóvil donde todo está en armonía y equilibro representa el centro supremo del mundo ligado siempre a la Paz, y este es el significado del nombre Salem (Paz), la ciudad de Melquitzedek; pero el eje de la rueda también corresponde al punto supremo, origen de todo, en una escala más amplia del misterio.

Este tercer término del ternario desde el misterio de la Re-generación se corresponde con el Mesías, quien nos trae la “Salvación”, palabra que en hebreo es יְשׁוּעָה (ieshuah) y comienza con la letra iud que representa este tercer principio; lo que nos está anunciando el mismo nombre del Mesías יְשׁוּעָ Ieshua (Jesús) dentro de la palabra Bereshit, como el símbolo ligado a éste, la cruz.

En Bereshit, la cruz aparece vinculada a la imagen del círculo, en la relación expresada entre el tercer término del ternario de ambas tríadas, como en la suma de la totalidad de ambos ternarios, que señala a la rueda cósmica y el movimiento de los ciclos. En este sentido observemos que la crucifixión de Cristo se lleva a cabo en la cima del monte Golgolet (Gólgota) “montaña miniatura simbólica” cuyo nombre significa cráneo, y cuya raíz es “galgal” rueda, marcando nuevamente la relación entre la cruz y la rueda como “en el principio”.

La crucifixión parece estar señalándonos un momento del ciclo cósmico, un momento vinculado con el retorno al inicio. Tengamos en cuenta que el Nacimiento de Cristo y la Crucifixión nos presentan un conjunto simbólico donde se manifiesta la estructura de la montaña, estructura compuesta por la cima, el axis y la caverna (matriz de la montaña).

Observemos que la montaña como el símbolo de la cruz representa el matrimonio entre el principio activo y el pasivo, matrimonio presentado en Bereshit בְּרֵאשִׁית a través de la palabra rosh ראש “cabeza” (principio activo) y בית bait “casa” (principio pasivo), que juntas componen Bereshit. Ambos principios el activo y el pasivo son representados: en la cima de la montaña el primero, que se corresponde con el Cielo o el Padre, y el segundo en la caverna que se corresponde con la Tierra o la Madre; mientras que el axis de la montaña, representa el puente que une la cúspide con la caverna, como el axis mundi que une el Cielo con la Tierra.

Siguiendo las correspondencias simbólicas, el Nacimiento de Cristo se corresponde con la primera venida; y la Crucifixión seguida de la muerte y la resurrección, se corresponde con la segunda venida de Cristo que marca el retorno al inicio del ciclo cósmico. En este sentido observemos que el Nacimiento de Cristo se produce en una gruta o caverna, y que la crucifixión se lleva a cabo en la cima del monte, que representa la cima de la montaña.

La montaña es un símbolo del centro del mundo, y la cima de la montaña representa la localización original de la luz en el mundo durante la época primordial de la humanidad, cuando la luz era visible y accesible a todos los hombres; en tanto que la caverna representa la localización de la luz en el mundo luego de la caída, cuando el centro sagrado del mundo se vuelve oculto y escondido, representado en el paraíso perdido de la tradición hebrea.

En el nivel del macrocosmo, el axis de la montaña que une la cúspide con la caverna, se corresponde con el axis mundi que une el cielo con la tierra; y con respecto al hombre, el microcosmo, se relaciona con la columna vertebral que une la cabeza con la parte inferior de la columna, allí donde la tradición hebrea ubica un pequeño huesecillo, llamado “luz”38, zona que se puede relacionar a la kundalini en la tradición hindú.

En este punto debemos hablar del misterio de la Caída presentado en la primera palabra del Génesis, entonces observemos que:

En la palabra Bereshit בְּרֵאשִׁית “en el principio” entre la primera y la última letra (la ב bet y la ת tav) hay cuatro letras (resh, alef, shin, iud), ראשי , las tres primeras forman la palabra ראש (rosh) cabeza, y las dos últimas letras de la palabra cabeza forman la palabra (esh) אש fuego, mientras que estas dos últimas letras junto con la י iud forman la palara (ish) איש hombre, y en simetría espejo la palabra שיא (si) cúspide. El fuego es un símbolo de la luz, lo que parece indicar entonces, que la palabra Bereshit nos señala que la cúspide del hombre, allí donde se localiza la luz primordial, es la zona superior, la cabeza. La palabra cúspide alude a la montaña, y vimos que la cúspide de la montaña en el hombre se corresponde con la cabeza, aquello que está señalando la palabra cúspide en Bereshit. Observemos entonces que la letra Bet, así como representa el útero, la matriz, se corresponde en este nivel del sentido con la caverna, la matriz de la montaña.

Prestemos atención entonces a que existe una correspondencia analógica entre la estructura de la palabra caverna en hebreo y la letra בּ Bet, porque la palabra gruta o caverna מאורה (maorah) contiene en su interior la palabra אור (or) luz, como la letra בּ Bet contiene en su interior el punto luminoso del comienzo envuelto como en una matriz, de la misma forma que מאורה (maorah) envuelve entre la primera y última letra, oculta la אור (or) luz. Por ello, la palabra (maorah) caverna o gruta, nos está indicando que la luz está escondida y es secreta dentro de ella, pero esta caverna es al mismo tiempo la matriz donde la luz ha de re-nacer nuevamente. En este sentido la palabra Bereshit nos está anunciando el lugar de nacimiento del Mesías, la caverna.

Así como la palabra Bereshit nos indica que el Mesías nace de una Virgen (Betulah que representa como la Bet, la “casa de Dios”), también nos está indicando el lugar de nacimiento, la caverna. Porque él representa aquella luz primordial oculta que debe ser devuelta a su centro original, representado en la cima de la montaña (símbolo del centro sagrado del mundo); y en el microcosmos, el hombre, en la zona superior, la cabeza. En este sentido recordemos que Cristo es crucificado en la cima del Golgotah, que significa “Cráneo”, cima en donde fue enterrado el cráneo de Adán; otra vez la cima de la montaña se asocia con la cabeza, como en Bereshit. Esto parece significar, que la luz primordial que ha sido ocultada a los hombres es devuelta con el Mesías a su centro original, tanto en el mundo (la cima de la montaña) como en el hombre (la cabeza).

Observemos que la muerte y resurrección de Cristo posee un conjunto simbólico que nos habla de la estructura de la montaña: la cúspide, el axis y la caverna. Porque la crucifixión se realiza en la cima del monte, pero Cristo es enterrado en una gruta funeraria, que representa el útero materno donde regresa luego de la muerte para ser re-generado, re-nacido, resucitado; mientras que el axis de la montaña es representado por la cruz, y el centro de la cruz, allí donde se une la vertical con la horizontal es símbolo del eje de la rueda cósmica, y recordemos nuevamente que la raíz de Golgolet (Golgotah) es justamente, galgal, rueda.

Este conjunto simbólico que une la cúspide de la montaña, la caverna, la cruz, la rueda, la muerte y la resurrección, parece estar indicándonos un momento determinado del ciclo cósmico. Aquel momento en el que se alcanza “el punto de detención”, el punto culminante donde el movimiento de la rueda deja de moverse en sentido descendente y comienza a moverse en sentido inverso, cuando la muerte se transforma en re-nacimiento, allí donde el fin de un ciclo se convierte en el principio del otro, con el retorno al inicio del ciclo cósmico. Por ello la Crucifixión con la muerte y resurrección, parece anunciarnos la segunda venida del Mesías, que se produce al final del ciclo; en la fase final del descenso, allí donde culmina el movimiento descendente y comienza nuevamente al movimiento ascendente de la rueda cósmica, con el retorno al principio, a la edad primordial de la humanidad donde la luz y la verdad es accesible y visible para todos los hombres.

Recordemos que dijimos que la palabra Bereshit, posee tres grandes misterios: Creación, Caída y Salvación; estos tres misterios nos hablan del de la rueda cósmica, del movimiento de los ciclos y del retorno al inicio. Porque la Creación opera como movimiento que va desde el interior al exterior y que supone por lo tanto cierto alejamiento del principio, su consecuencia entonces es la Caída que representa el mayor distanciamiento de este principio. Cuando el movimiento de caída llega a su punto máximo de descenso, aquel punto de mayor alejamiento del principio, entonces es cuando se opera el movimiento en sentido contrario, en sentido al inicio, es decir, cuando comienza la fase de Regeneración representando el retorno al Principio de donde todo ha partido.

En este sentido, también recordemos que la imagen de la rueda se presenta en la palabra Bereshit a través de del tercer término del ternario relacionado con el Mesías (el hombre re-generado); representado en el tercer principio de ambas tríadas de letras (bet, alef, iud, y resh, shin, tav) que componen la palabra Bereshit; iud se corresponde con el denario presentando la imagen del círculo con el punto en el interior, y tav con el cuaternario, representado en la cruz; la combinación de ambos nos muestra la imagen de la rueda cósmica:

+ =

Y por otro lado cuando consideramos toda la sumatoria de los ternarios completos: bet, alef, iud, nos daba un 4, el cuaternario; y la segunda tríada: resh, shin, tav, un 9, que responde a la circunferencia, otra vez la conjunción de ambos resultados nos mostraba la imagen del la rueda cósmica.

+ =

Este retorno al Inicio, al Principio, simbolizado en el centro de la Cruz, representa el retorno al centro sagrado del mundo, como al Adam primordial; pero también simboliza en un nivel más elevado, el retorno al Origen, representado en el Principio primordial del que todo ha partido, retorno vinculado a la realización integral de todos los grados y estados del ser, simbolizada en el Hombre Universal, cuyo símbolo es la cruz tridimensional que vimos representada tanto en el Génesis como en la palabra Bereshit.

Observemos que esta cruz tridimensional presente en Bereshit es la misma cruz del Crismón, el cual es la forma de representación más antigua de Cristo. El Crismón está compuesto por dos iniciales del nombre de Cristo en griego: la (chi) Χ y la (rho) Ρ, ambas letras enlazadas forman la imagen de la cruz tridimensional de seis ejes. Además de estas letras aparecen el Α alfa y la Ω omega, que se corresponden con el א alef y la ת tav hebreas, la primera y la última letra del alfabeto hebreo, que simbolizan el principio y el fin de todas las cosas; pero en nuestra imagen estas letras están señalando el eje vertical de la cruz, que simboliza precisamente el árbol de la vida.

  Sarcófago paleocristiano. Roma. U. Foto: Universidad de La Coruña.
Sarcófago paleocristiano. Roma

El alef y la tav, vinculadas al alfa y la omega, como representación del principio y el fin de todas las cosas, y el árbol de la vida, son señalados también en las siguientes palabras de Cristo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad.…” Estas palabras parecen referirse a la cruz, donde el árbol de la vida es el eje vertical que señala el centro de cada plano horizontal, cada estado de existencia representado en la expresión “las vestiduras”; y cada centro marcado en cada grado de existencia por el árbol de la vida, supone una puerta a la ciudad, el centro sagrado supremo, principio y fin de todas las cosas.


NOTAS

*     [Artículo publicado en la revista SYMBOLOS Telemática Nº 49, Solsticio de Invierno 2015. No hallándose en la web de la revista se publica aquí a petición de la autora; igualmente: "El nombre Emmanuel a la luz de la Tradición Perenne" y "La Virgen como Casa de Dios (Matriz donde se gesta lo divino)."].

1     La palabra Pardes significa vergel, es el origen de la palabra Paraíso. Pardes es entendido como un acróstico compuesto por cuatro palabras que representan los cuatro niveles de interpretación del texto sagrado: Peshat (sentido literal), Remez (la alusión), Deras (las enseñanzas de la tradición) y Sod (el secreto).

2     Almendra לוּז se pronuncia “luz” en hebreo, Guénon advierte que esta palabra representa lo que está oculto, escondido, secreto; como la semilla escondida debajo del hueso, pero que sin embargo tiene el poder de la regeneración del ser. Podríamos entender este concepto como un símbolo de la luz primordial secreta y oculta.

3     El Zóhar (I, 16b).

4     La letra hebrea Alef representa como el Alif árabe, el principio activo masculino, porque su nombre corresponde al valor 111, el mismo número de la palabra polo (en árabe kutb y en hebreo kteb existe la misma correspondencia). El polo representa la función axial, vertical y por ello masculina.

5     La letra iud, es la más pequeña de todas las letras, es como un punto, esta letra es llamada por los cabalistas el punto luminoso cabeza de toda la creación, el germen divino del que todo parte. Esta letra representa el tercer principio del ternario, compuesto por el Padre, la Madre y el Hijo, representando al germen divino que nace del matrimonio del Padre y la Madre.

6     El número 10 se relaciona con el símbolo de la cruz en diferentes culturas tradicionales, nos dice Guénon, por ejemplo en la cultura china el 10 es representado por la cruz, o también dentro de los números romanos, el 10 es simbolizado por una X, la cual es una cruz dispuesta de otra manera.

7     La letra ר resh por su posición se corresponde con la beth (al ser la primera dentro de su tríada), y al poseer el valor 200, que se reduce a 2, mismo valor de la ב Beth. El 2 es un número par y por lo tanto es femenino, por ello la resh como la Beth representará el principio femenino dentro de su tríada.

8     La shin, ocupa el mismo lugar que el alef dentro de su propia tríada, y es de valor 300, valor que al reducirse a 3 se corresponde con el valor del nombre del alef 111, que también se reduce a 3, y al ser impar representará el principio masculino.

9     La manifestación de la palabra Reshet (red, malla, cuadrícula) dentro de Bereshit, nos señala la presencia del simbolismo del tejido contenida en esta palabra. Y el símbolo de la cruz que se manifiesta en la palabra Bereshit, está inmerso dentro del mismo simbolismo del tejido, sobre el cual no nos ampliaremos en este texto por razones de espacio. Pero podemos advertir, que este simbolismo no solo está presente en la palabra Reshet que nos señala el cruce perpendicular de los hilos de la urdiembre atravesados por los de la trama; sino en toda la integridad de la palabra Bereshit. Porque las tres letras restantes: Bet, alef y iud, también participan de este simbolismo, representando el alef como principio axial la lanzadera del telar, que atraviesa la matriz del tejido representada en la Bet (el principio femenino); mientras que la letra iud, que es como un punto, representará el punto de cruce que produce la lanzadera al atravesar los hilos de la urdiembre, punto en el que se manifiesta el símbolo de la Cruz.

      Dentro del simbolismo del Bordado, la letra iud (que simboliza al hijo divino), representará el punto producido por el huso (el alef) y el hilo sobre la tela (la bet), punto que sostiene el hilo extendido verticalmente desde el huso, representando el axis mundi que desciende del Cielo con el Padre y es sostenido desde la matriz, la tierra por el hijo divino.

10   Observemos que así como entre la primera letra de Bereshit, la Beth, y esta palabra existe una relación hologramática; también entre la palabra Reshet (contenida en Bereshit) y su última letra, la tav, hay una relación hologramática, porque la forma que emerge con reshet nos señala el principio de la cruz, el mismo que está inscripto en la letra tav, por su valor asociado al cuaternario, y porque su antigua forma era una cruz.

11   René Guénon, Le règne de la quantité…, p. 191.

12   René Guénon, El Rey del Mundo. Luis Cárcamo, Madrid 1987, p. 113-114.

13   El número 13 es el valor de la palabra ejad (uno), o sea que estas tres naturalezas o principios expresados en las letras alef, bet y iud, son parte de una sola y única naturaleza. El número 13 es por otra parte el valor de la palabra ahabah (amor), esa es la substancia que mantiene la unión de los tres principios que representan al Padre, la Madre y el Hijo, y que son la base de la Creación.

14   La Virgen es como la Shekinah “… la mediadora perfecta entre el cielo y la tierra…” La Shekinah es considerada en la cábala el fundamento femenino de la Divinidad, por esto hay una profunda correspondencia entre ella y la Virgen.

      Mencionamos que la palabra Betulah (Virgen) posee el mismo valor que el nombre Beit El (Casa de Dios), por lo tanto la Virgen se corresponde con la idea de residencia divina. Esta misma idea de morada, residencia Divina, está vinculada con la Shekinah, palabra cuya su raíz es shakan “habitar, morar, residir”; y en este sentido ella se vincula tanto con el Tabernáculo (habitación), como con el Arca de la Alianza, porque la Shekinah residía en el Habitáculo del Templo “kadosh ha-kadishim”, el Santísimo, el lugar más sagrado del Templo destinado al Arca de la Alianza. La misma correspondencia que hay entre la Shekinah, el tabernáculo y el Arca de la Alianza, se establece con la Virgen, quien representa el Tabernáculo del Señor, como Arca de la Alianza, al ser la portadora del retoño de origen divino.

15   Así como la letra Bet representa la “Casa del mundo” como también la “Casa de Dios”, lo mismo sucede con el Virgen que es “Madre de los hombre” y “Madre de Dios”. Esto mismo sucede con la Shekinah, la cual es madre de los hombres “…pues la Creación es obra de la Shekinah y esta se ocupa como una madre de sus hijos” pero al mismo tiempo ella se vincula también con la idea de residencia divina.

16   Este Dios inmanifestado, infinito que todo lo ocupa representa el primer principio indiferenciado del que parten los otros dos complementarios, representados como el Padre y la Madre a través de los cuales se presenta el Dios manifestado.

17   “Cuando ambos están unidos y el Hijo está con ellos se consigue la síntesis perfecta, pues están unidos Padre, Madre e Hijo”. El Zohar, Barcelona, Obelisco, 2014, p. 74.

18   El Dios manifestado es la manifestación externa de Dios, el Dios que se manifiesta como fuerza creadora, el Dios creador, porque únicamente Dios se manifiesta a partir de la Creación del mundo, este se corresponde con la séfira Keter, la Corona, que representa la cabeza de la Creación. Pero este Dios que se manifiesta tiene origen en el Dios inmanifestado, la parte imperceptible de Dios, el Deus Absconditus, oculto, incognoscible e imposible de definir, y este se corresponde con el Ein Sof, el Infinito. El Zohar, Barcelona, Obelisco, 2014, p. 63.

19   La letra iud, es la letra con la que comienza el tetragrama del nombre de Dios יהוה, y también la misma letra con la que comienza el nombre Ieshua (Jesús), el Hijo. Esta letra como simiente divina se relaciona tanto con el Hijo, pero también con el padre, porque la simiente viene del padre, y en este sentido observemos que es la misma letra con la que comienza el nombre Iosef, el padre terrestre de Cristo.

20   Este primer principio del ternario, según la tradición hebrea, podemos nombrarlo como “Infinito”. El Ein Sof incognoscible, e indiferenciado, o el Dios inmanifestado. De este primer principio van a surgir los otros dos complementarios diferenciados, pero este primer principio representa un nivel superior de realidad.

21    sta pareja que nace del principio único, y que representan la primera dualidad, nombrados como Padre y Madre, son análogos a los principios llamados Purusha y Prakriti en la tradición hindú, y como el Cielo (Tien) y la Tierra (Ti) en la tradición extremo oriental, los cuales también parten de un principio superior.

22   René Guénon, La Gran Tríada, pág. 13.

23   René Guénon, El Simbolismo de la Cruz.

24   El Hombre Universal es el El-Insânul-kâmil en árabe, el Adam Kadmon de la Kábbala hebraica; y también el «Rey» (Wang) de la tradición extremo oriental.

25   “También se puede decir que el eje vertical es el eje polar, es decir, la línea fija que une los dos polos y alrededor de la cual todo gira; por lo tanto, es el eje principal, mientras que los otros dos son sólo secundarios y relativos. De estos dos ejes horizontales, uno, el eje Norte-Sur, también se puede llamar eje solsticial, y el otro, el eje Este-Oeste, equinoccial, ello nos lleva al punto de vista astronómico, en virtud de la correspondencia que hay entre los puntos cardinales y las fases del ciclo anual…” René Guénon, El simbolismo de la cruz, pág. 20.

26   Todos los opuestos están representados en los seis ejes de la cruz.

27   “los términos activo y pasivo expresan sólo una relación y pueden ser aplicados a diversos grados; de ello resulta que, si consideramos la cruz de tres dimensiones, en la que el eje vertical y el plano horizontal se encuentran en esta relación de activo y pasivo, también podremos examinar además la misma relación entre los dos ejes horizontales, o entre lo que representan cada uno de ellos. En este caso, para conservar la correspondencia simbólica establecida al principio, podríamos, aunque ambos ejes sean horizontales, decir que uno de ellos, el que juega el papel activo, es relativamente vertical respecto al otro. Por ejemplo, si observásemos estos dos ejes como si fuesen respectivamente el eje solsticial y el eje equinoccial, tal y como hemos dicho antes, de acuerdo con el simbolismo del ciclo anual, podríamos decir que el eje solsticial es relativamente vertical respecto al eje equinoccial, de tal forma que en el plano horizontal juega analógicamente el papel de eje polar (eje Norte-Sur), el eje equinoccial sería entonces el eje ecuatorial (eje Este-Oeste). La cruz horizontal reproduce así, en su plano, relaciones análogas a las expresadas por la cruz vertical; volviendo al simbolismo metafísico, que es el que aquí nos interesa esencialmente, podemos añadir que la integración del estado humano, representado por la cruz horizontal, es, en el orden de existencia al que se refiere, una imagen de la totalización misma del ser, representada por la cruz vertical”. René Guénon, El simbolismo de la cruz, pág. 26.

28   Este es el nombre divino compuesto por 42 letras, número que es el producto de 6 por 7, relacionándose con la idea de las seis direcciones más su centro representado en el 7, la cruz tridimensional.

29   Recordemos que nombramos al ternario de acuerdo al orden de jerarquía Metafísico, como Padre, Madre e Hijo. Pero que en Bereshit, el orden de enunciación es Madre, Padre e Hijo, de acuerdo al punto de vista cosmológico, el que no anula el primer orden.

30   Hemos ubicado las direcciones teniendo en cuenta que en la cultura hebrea se utiliza la mano para designar los puntos cardinales. Mirando al levante (el este) con los brazos extendidos, la mano izquierda indica al norte, y la derecha al sur. El este será entonces representado por la shin, que es activa con respecto a la bet que representa el oeste, y la iud señala el Norte, siendo activa con respecto a la resh que señala el sur.

31   El octaedro es un cuerpo geométrico regular, compuesto por dos pirámides invertidas, con 8 caras, 12 aristas, y seis vértices.

32   Esta estructura que forma la palabra Bereshit, está en relación con la estructura básica del árbol sefirótico.

33   Zohar. Obelisco, Barcelona 2014, p. 225.

34   Shekinah es un complejo concepto de la tradición hebrea, mencionamos antes que su raíz shakan significa residir, habitar, la misma raíz de Miskan (Habitáculo), el Tabernáculo. Los judíos tardíos la utilizaban para designar la presencia de Dios en el Tabernáculo y más tarde en el Templo de Salomón. Muchos sostienen que la Shekinah representa el aspecto femenino de la presencia de Dios, y en este sentido es llamada la novia del Shabat, la Kalah, que en la víspera del sábado se une con el Rey, de dicha fecundación nacen las almas de los Justos. En el Zohar se identifica a la Shekinah con la comunidad de Israel.

      Según el diccionario bíblico Easton, Shekinah, es una palabra caldea que significa “lugar de descanso”, en este sentido podemos mencionar también la palabra árabe mencionada en el Corán, Shakina, Tranquilidad, termino que Guénon encuentra emparentado con la idea de “Gran Paz” de los rosacruces. En este sentido la Shekinah está relacionada con la idea de Paz, pero también ella está vinculada a la idea de Justicia al ser considerada la Gloria de Dios, se la representa a veces a cargo de la dirección de los guerreros y las armas de Dios (Cant. 3:7-8). Es que la Shekinah representa la síntesis del Arbol sefirótico nos dice Guénon en El Rey del Mundo.

35   Zohar. Obelisco, Barcelona 2014, p. 201.

36   Esta relación entre la Misericordia y el Rigor, está ligada a la relación alquímica entre el Espíritu y la Materia, siendo la unión complementaria de ambos representada en la espiritualización de la materia una correspondencia con la relación complementaria de la misericordia como disolvente de los rigores a los cuales es sometida la materia.

37   El doble atributo de Justicia y Paz del Mesías, es decir real y sacerdotal, también esta simbolizado en el contenido del Arca de la Alianza. Recordemos que así como el Arca de la Alianza se relaciona con la Virgen, su contenido entonces nos habla del Mesías; y los elementos simbólicos de este contenido parecen estar indicándonos este doble atributo y su relación con Melquitsedec, como el mismo nombre Emmanuel lo indica. Tema que hemos abordado en el texto “El nombre Emmanuel a la luz de la Tradición Perenne”.

38   Esta palabra hebrea, לוּז, que se pronuncia “luz”, así como es el nombre del pequeño hueso localizado en la base de la columna vertebral, es también el nombre original de la ciudad donde Iacob tiene el sueño de la escalera que unía la tierra con el cielo; como el nombre de la almendra. Guénon advierte que esta palabra representa aquello que está oculto, escondido y que es secreto. Esta palabra parece relacionarse con la luz primordial devenida oculta.

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