La Tradición Hermética y Platónica en Dante y los Fieles de Amor

Francisco Ariza

(Segunda Parte y fin)
 

La Presencia de la Tradición Platónica

D espués de todo lo dicho, podemos afirmar que el espíritu de Dante, es decir su yo más íntimo, su genio o daimon, vibra en la misma frecuencia de onda que el espíritu de Platón; precisamente Marsilio Ficino, el gran platónico y hermético del Renacimiento (que tradujo el libro sobre la Monarquía), ya decía que aunque Dante hablase la lengua de Santo Tomás y de Aristóteles, en espíritu era discípulo de Platón. Por su interés queremos reproducir el breve prólogo que Marsilio Ficino escribió en su traducción del libro sobre la Monarquía:

Dante Allighieri, de patria celeste, ciudadano florentino, de estirpe angélica, de profesión filósofo-poeta, aunque no hablase la lengua griega con el santo padre de los filósofos, intérprete de la verdad, Platón, le habló nada menos que en espíritu, de tal modo que adornó sus libros con muchas sentencias platónicas; y con esos ornamentos describió de tal forma la ciudad florentina que podemos decir que tanto es Florencia de Dante como Dante de Florencia. Encontramos tres reinos descritos por nuestro honradísimo maestro Platón: uno de los virtuosos, otro de los pobres y el tercero de los peregrinos. Llama virtuosos a aquellos que son restituidos en la ciudad; pobres a los que están privados para siempre de vivir en ella; peregrinos a aquellos que permanecen fuera de la ciudad, pero no por estar condenados al exilio eterno. En este tercer grupo incluye a todos los seres vivos y, de entre los muertos, aquellos cuya purgación está todavía debatiéndose. En este reino se encuentra en primer lugar Virgilio, seguido de Dante, que beben de las fuentes platónicas. Dante trató elegantemente en sus comedias [las tres partes de La Divina Comedia] de los reinos de los virtuosos, de los pobres y de los peregrinos que han dejado esta vida. Y en su libro llamado Monarquía, habla de los peregrinos vivos; en primer lugar dice que debe ser un emperador justo de todos los hombres; luego añade que debe pertenecer al pueblo romano; por último, demuestra que dicho imperio depende del sumo Dios sin intermediario del Papa. Este libro escrito en lengua latina por Dante, para que sea conocido a los lectores, vuestro Marsilio, estimadísimos míos, exhortado por vosotros, lo ha traducido del latín al toscano; porque nuestra antigua amistad y las habituales discusiones que hemos tenido sobre temas similares, requieren que os comunique primero a vosotros esta traducción, y que vosotros, si os parece bien, hagáis partícipes después a otros.

En efecto, Dante y Platón tocan una misma cuerda en el concierto de la Sinfonía cósmica, expresión de una Tradición Unánime que se hace realidad para el hombre occidental por intermedio de un lenguaje donde la Belleza, y ciertamente el Amor, está conjugada con la Inteligencia, o sea la Belleza Intelectual, la que está patrocinada asimismo por el Dios Hermes-Mercurio, el guía y maestro de los aspirantes al Conocimiento. La obra de Dante, y la de los Fieles de Amor, es una filosofía poética, o como dirían de nuevo Marsilio Ficino o Pico de la Mirandola: una Teología Poética; ¿y no encontramos en esa conjugación, en esa síntesis, una clara influencia de Platón, para quien la Belleza era el esplendor de lo Verdadero?

Hablamos de Platón, pero para Dante en el mismo orden de importancia se encuentra Pitágoras, y a este respecto se ha dicho que el conocimiento que Dante tenía del simbolismo numérico, tan importante y significativo en toda su obra, le fue transmitido por la corriente pitagórica, que, al igual que la platónica, nunca desapareció de Italia desde que el maestro de Samos fundó sus famosas escuelas allí (Metaponto, Crotona, etc.).

De hecho, Pitágoras y Platón son los padres de la Filosofía, a la que dotaron de las ideas esenciales que están en el origen de nuestra cultura, y sin las cuales ésta no existiría. Esa Filosofía es la misma que en palabras de Boccaccio "nutre a Dante", y que éste concibe como una de las Damas de su universo poético, la "donna gentile", aquella que le abre junto con Beatriz las puertas del Paraíso y de los estados superiores:

digo y afirmo que la mujer de la que me enamoré después de mi primer amor fue la muy bella y honesta hija del Rey del Universo, a la cual Pitágoras puso por nombre Filosofía (Convivio, II, XV-12).

No es necesario recordar que Filosofía quiere decir precisamente "amor a la Sabiduría", Sabiduría que para el gran gibelino está encarnada en Beatriz.

En el Convivio (III, 14-2) Dante habla de este "amor a la Sabiduría" en los siguientes términos:

la Filosofía en este mundo tiene por sujeto material la sabiduría y por forma el amor, resultando de la unión de ambas el ejercicio especulativo. Así que en la estrofa que viene ahora, que empieza con "La divina virtud se infunde en ella", mi pretensión es ensalzar el amor en tanto que es parte de la Filosofía.

Puesto que forma parte de su identidad, Dante apela directamente al amor por lo más alto, es decir a su sentido metafísico, como una energía que encauza la voluntad del hombre de conocerse a sí mismo. Precisamente ese cordón umbilical sutil que une a Dante con la Tradición pitagórico-platónica, y por tanto con los Antiguos Misterios, lo podemos comprobar varias veces a lo largo de su obra. Un ejemplo muy claro lo encontramos en La Divina Comedia, cuando en el canto I del Paraíso el poeta comienza su ascensión por las esferas celestes. Antes de emprender esa ascensión exclama Dante:

En mi último trabajo yo te pido / de tu valor, oh Apolo, ser tal vaso / que me halles digno del laurel querido. / Bastó hasta aquí una cumbre del Parnaso, / mas ambas necesito cuando intento / a la última palestra abrirme paso. / Penetra en mi corazón, espira en él tu acento / como cuando arrancaste la piel de Marsias / de su vaina y aposento.(10)

Es interesante señalar que el monte Parnaso tiene dos cumbres: una de ellas está consagrada a Apolo y a las Musas, y la otra a Dionisos. En su viaje por el inframundo y la montaña del Purgatorio a Dante le bastaron los efluvios emanados de la cumbre consagrada a Dionisos, el dios de la embriaguez y de las potencias telúricas imprescindibles en el camino del Conocimiento como despertadoras de la conciencia al mismo tiempo que contribuyen a disolver los lazos con el mundo profano o inferior; pero para emprender el viaje celeste necesita además de la inspiración directa de Apolo y sus compañeras las Musas, es decir la luz de la Inteligencia divina –representada por el Dios hiperbóreo–, y la de aquellas entidades que vehiculan las artes y ciencias que permiten el despertar a esa Inteligencia, entidades que no son otras que las nueve hijas de Mnemosine, la diosa Memoria, esas diosas y entes espirituales que "nos aguardan y conforman", como dice Federico González en el cap. VI de Simbolismo y Arte.

Pero esa inspiración, esa influencia espiritual depositada en su corazón ("de tu valor, oh Apolo, ser tal vaso"), supone para Dante la posibilidad de la transmutación alquímica de su naturaleza humana, que es lo que desea testimoniar con su mención al desollamiento del dionisíaco Marsias, con el que se identifica, pues en este caso está simbolizando al hombre terrestre. Además, resulta revelador esa referencia a las hijas de la Memoria, precisamente cuando Dante, llegado al Paraíso terrestre, ha probado en los últimos cantos del Purgatorio las aguas del río Leteo (las que le hacen olvidar, o borrar, los errores de la naturaleza humana, sumida en la dualidad) y las del río Eunoe, las que por el contrario le otorgan la memoria del Conocimiento, esto es el recuerdo o reminiscencia de su naturaleza suprahumana que cobra su pleno sentido conciliando los opuestos en la unidad de su ser. Ya al comienzo del viaje por el Infierno, Dante invoca a las Musas de la siguiente manera:

Oh musas, oh altos genios, ayudadme! / ¡Oh memoria que apunta lo que vi, / ahora se verá tu auténtica nobleza!

También las invoca al principio del Purgatorio:

La barca de mi ingenio, por mejores / aguas surcar, sus velas iza ahora / y deja tras de sí mar de dolores; / y cantaré a la tierra purgadora / del alma humana, que hacia el cielo es vía / de la que se hace de él merecedora. / Renazca aquí la muerta poesía, / oh santas Musas, a quienes me he entregado, / y aquí Calíope surja en este día…(11)

"Santas Musas a las que me he entregado…" exclama Dante. ¿Cabe aquí mayor claridad acerca de su íntima pertenencia a la Tradición clásica y platónica? A este respecto queremos citar un fragmento de la obra Las Musas de Walter Otto que hemos entresacado del capítulo VI de Simbolismo y Arte, de Federico González. Son palabras que aunque referidas al poeta latino Horacio muy bien pueden ser atribuidas a Dante. Dice Walter Otto:

Horacio, en la más hermosa de sus odas romanas (Carm. III 4), llamó a la Musa desde el cielo para cantar un extenso poema y como él experimentó su hechizante proximidad, vio cómo las Musas lo protegieron como a un niño y más tarde lo salvaron en el peligroso camino de la vida y se sintió dispuesto a enfrentar alegremente toda tempestad y toda molestia, sólo cuando ellas estaban a su lado.

A continuación Federico González pone esta otra cita, esta vez del Fedro (245) de Platón:

Hay una tercera clase de delirio y de posesión, que es la inspirada por las musas; cuando se apodera de un alma inocente y virgen aún, la transporta y le inspira odas y otros poemas que sirven para la enseñanza de las generaciones nuevas, celebrando las proezas de los antiguos héroes.

Dante mencionaba a la musa Calíope, la cual como protectora de la Poesía está íntimamente relacionada con el Arte Musical, formando ambas artes parte constitutiva de la didáctica desarrollada por Dante y los Fieles de Amor, y que el Renacimiento también heredará como un componente esencial del mismo. De nuevo he aquí lo que dice a este respecto Federico González en Simbolismo y Arte, pero esta vez en el cap. VII:

La música actúa de manera secreta sobre los seres y las cosas, como la poiesis y ofrece a quienes se interesan en ella una vía de realización espiritual, o al menos una base para ello (…) pero no es sólo eso: la percepción del discurso musical es antes inaudible que sonora, y por lo tanto la verdadera potencia mágica de la música radica en su percepción original, donde el ser humano que escucha es un instrumento preciso y afinado en la sinfonía del conjunto, capaz de crear y transmitir lo inaudible en expresiones armónicas…

Y un poco más adelante:

La verdadera audición se refiere a la identidad con la vibración sonora del plano sutil, increado, pero tan real que constituye el origen de lo audible, lo cual es sólo un símbolo o imagen de la auténtica percepción intelectual, equiparable a la audición metafísica, originada por esa entidad o diosa llamada Inteligencia, capaz de seleccionar valores por nuestro intermedio y presentarse ante la Sophia universal. Saber es escuchar la música cósmica. Obtener una respuesta que se ordena igualmente en cada quien a fin de acceder a la audición metafísica.

En estas esclarecedoras y sabias palabras de Federico González encontramos la clave para entender a qué se refieren Dante y los Fieles de Amor cuando invocan a la Madonna Inteligencia como un paso previo y necesario para los esponsales místicos con Sofía, la Sabiduría. Se deduce de esas palabras también que la música interna, sólo oída en el silencio del corazón, es la comprensión íntima de las ideas, es decir la "percepción intelectual", la que es "equiparable a la audición metafísica", audición que restablece la armonización de los estados del alma, y con ella la posibilidad real de proyectar las ideas en el mundo y encarar la Unión con el Principio.

Dice Dante en el Convivio (II, VI-2), dirigiéndose a las inteligencias angélicas que mueven el tercer cielo, el de Venus urania:

Me dirijo, por tanto, a los que he mostrado como motores del cielo de Venus, diciéndoles: oh, "vosotros que, entendiendo –es decir, únicamente con el intelecto, como se ha dicho antes–, el tercer cielo/ [movéis], oíd el razonar reciente" y digo "oíd" no porque oigan sonido alguno, ya que ellos no tienen sentidos, sino refiriéndome a su forma de oír, que es comprender intelectualmente. Digo: "Oíd el razonar reciente", es decir, de dentro de mí, pues aún no se ha exteriorizado. Debe saberse que en toda esta canción, tanto literal como alegóricamente, por "corazón" se entiende el secreto interior, y no ninguna otra parte concreta del alma y del cuerpo.

Dante está hablando claramente del corazón como del Espíritu mismo. Además, implorar a Apolo para que le insufle su acento, o sea su Verbo fecundador, es expresar muchas cosas en una sola línea, lo que habla también de la síntesis de su prosa. Es atestiguar, por ejemplo, una "paternidad espiritual", y así parece ser cuando un poco más adelante en el mismo canto I del Paraíso Dante llama "padre" a Apolo, como si verdaderamente Dante fuera su hijo espiritual. Es afirmar también que esa transmisión es la que le permitirá percibir y recibir en su alma la Harmonia Mundi, es decir la música sutil de las esferas celestes, pues Apolo es también el Dios de la música (recordemos que se le representa con la lira, donada por Hermes), de ahí su relación con las Musas, pues éstas están relacionadas con la música y el conocimiento de sus propiedades espirituales. Como dice Federico González:

"Saber es escuchar la música cósmica"

ésta es el medio, el símbolo podríamos decir con toda propiedad, a través del cual la Armonía del Mundo se insufla en el alma humana, por lo que ésta necesita de una preparación, de un "afinamiento" para recibir ese influjo y ser una con el Alma Universal, con el Sí Mismo. Y quien dice afinamiento dice purificación.

Por eso Apolo es también el Dios de la medicina, pero de la medicina espiritual (de la que deriva la física), es decir de aquella que purifica el alma de las adherencias profanas (en lenguaje masónico las asperezas de la "piedra bruta") que impiden al hombre el conocimiento de su verdadera naturaleza. Esa purificación es la que Dante ha vivido a lo largo de su viaje por el Inframundo y el Purgatorio, naciendo a un estado apto para recibir la enseñanza metafísica que oirá en su interior a lo largo del peregrinaje axial por la Ciudad Celeste.

Apolo es también el dios de la luz espiritual, de ahí su asociación con el sol y también con la geometría, entendida como una actividad sagrada que tiene como modelo la propia creación del mundo, que tiene efectivamente una estructura geométrica y numérica, que también está presente en al arte musical. Por eso Apolo es considerado como el "dios geómetra", midiendo, es decir, actualizando, con sus rayos el mundo. Y nos interesa subrayar que la luz tiene como es evidente relación con la vista. En este sentido Dante habla en los cantos del Paraíso de que está curando su ceguera, y sus ojos van viendo, es decir su mente comprendiendo (pues existe una analogía entre la vista y el conocimiento), a través de los ojos de Beatriz, la Sabiduría, mientras asciende por el eje universal hacia el Centro arquetípico. Esto nos evoca aquel pasaje del Fedón en el que Platón compara la entrada en la ciudad celeste con el paso del fondo de las aguas marítimas al aire y la atmósfera y posteriormente al éter, más allá del mundo terrestre.

No hay mayor medicina que el Conocimiento, y por eso no es de extrañar que la expresión "Conócete a ti mismo" que Platón pone en boca de Sócrates en uno de sus Diálogos figurara inscrita en la entrada al santuario de Apolo en Delfos. A este respecto leemos en el II canto del Paraíso:

Nadie ha surcado el agua que navego; / nueve Musas las Osas me han mostrado; / Minerva sopla, con Apolo llego…

Es evidente que las aguas por las que Dante navega son las "aguas celestes" o "aguas superiores", acompañado por las Musas que le muestran la visión de las Osas, es decir la Osa Mayor y la Osa Menor, conformando ambas constelaciones la hélice que hace girar el Universo en torno a la Estrella Polar, símbolo de la Unidad metafísica. El viento que la impulsa es el soplo de Minerva, la Sabiduría con atributos de guerrera (es decir la Sabiduría actuante), mientras con Apolo llega, pues la nave que le conduce no es otra que la barca solar. De alguna manera Dante está describiendo con esa mención al hemisferio norte celeste el paso de un simbolismo solar a un simbolismo polar. De hecho, el viaje por los tres mundos: el infierno, el purgatorio y el paraíso, equivalentes al inframundo, la tierra y el cielo, es totalmente axial, y lo conduce desde el nadir (el polo inframundano) hasta el cénit (el polo celeste), puerta de acceso a los Misterios de la Metafísica y del No-Ser.

En La Divina Comedia Dante se refiere muchas veces a la navegación, ya desde el principio mismo. Por ejemplo, la nave Argos aparece en los últimos versículos de la Comedia, es decir que hasta el final de este libro revelador alcanza la presencia de la Tradición Clásica, y Dante mismo llega a compararse implícitamente con el nauta Jasón en su búsqueda del "vellocino de oro", es decir del Centro del Mundo.

La forma universal de esta atadura / creo haber visto, pues que me hago cargo / de sentir al decirlo gran ventura. / En un solo sentí mayor letargo / que veinticinco siglos con la empresa / que a Neptuno asombró en la sombra de Argo. / Mi mente así miraba toda obsesa, / atenta, arrebatada, inmóvil, fija, / cada vez más de su mirada presa. / Ante esa luz no cabe que uno elija / nada que ofrezca diferente aspecto, / ni que sus pasos a otro bien dirija; / pues el bien está en ella, el sano afecto / hacia ella tiende y fuera de esa meta / es defectuoso lo que allí es perfecto.

Por todo esto, creemos que la herencia de la tradición pitagórico-platónica es un elemento fundamental que dota al pensamiento de Dante de una sensibilidad apta para captar los aspectos más sutiles de la realidad, es decir le confiere una capacidad para expresar bajo una forma simbólica, plástica, verbal y poética, ideas y principios de orden muy profundo que él concibe en su interior, y de los que deriva precisamente la dimensión cosmológica y metafísica de su obra.

Sin embargo, y en relación con lo que decíamos acerca del simbolismo polar y del No-Ser, queremos decir que en varios pasajes de su obra, y en especial en La Divina Comedia, Dante dejó escrito que existen verdades tan profundas que son prácticamente inexpresables, o sea que no hay palabras para describirlas. Así, encontramos también en el canto I del Paraíso las siguientes palabras:

La gloria de aquel que todo mueve / penetra el universo, y resplandece / en una parte más y en otra menos. / En el cielo que más de su luz prende / fui yo, y vi cosas que redecir / no sabe ni puede el que de allí desciende; / porque acercándose a su deseo, / nuestro intelecto se ahonda tanto, / que tras él la memoria ir no puede.

En una de las epístolas a su protector Can Grande della Scala, Dante comenta este pasaje. Cuando habla del "cielo que más de su luz prende", él comenta que:

se lo llama Empíreo, lo que equivale a decir cielo inflamado en el fuego de su ardor, no en el sentido de fuego o ardor material, sino espiritual, o sea el amor santo o caridad"… y continúa diciendo que vio cosas que no puede decir el que de allí desciende. Y se explica: "porque acercándose a su deseo" - que es Dios - "nuestro intelecto va tan profundo, que la memoria no puede seguirlo. Para entender lo cual hay que saber que, en esta vida, el humano intelecto, por la semejanza y afinidad que tiene con la sustancia intelectual separada, cuando se eleva, tanto se eleva, que no puede luego confirmarlo la memoria, en razón de haber trascendido el modo humano de ser. Vio pues, dice, cosas que "redecir no sabe ni puede". Nota diligentemente que dice "no sabe ni puede": no sabe porque lo olvidó, no puede porque aún recordándose y conservándolo en la memoria, carece de las palabras que le permitirían contarlo. Muchas cosas nuestro intelecto ve de las que carecemos de signos vocales: lo que muy bien insinúa Platón en sus libros en su uso de metáforas, muchas cosas vio en la luz intelectual que no pudo luego expresar apropiadamente con palabras.

Las siguientes palabras de Dante vertidas en Elogio de la Lengua Vulgar (libro I, II-3), revelan nuevamente esa secreta filiación con el pensamiento platónico, señalando además la naturaleza simbólica del lenguaje humano:

Si consideramos con perspicacia cuál es el propósito del habla, es evidente que no consiste sino en enunciar a otros lo concebido en nuestro espíritu.

Claro está que al florecimiento de esa sensibilidad en Dante, por otro lado innata ya en su naturaleza pues de otra manera no la hubiera desarrollado, contribuye también el medio cultural judeo-cristiano en el que vive insertado y al que pertenece; pero el elemento primero que desencadenará el proceso interior que le llevará a abrir su mente al mito, al símbolo y a la imaginación creadora, tiene su origen en la tradición de sus lejanos antepasados greco-latinos, viva todavía en su tiempo, como decíamos anteriormente.(12)

Si esto no fuera así, ¿por qué se dirige entonces a Virgilio, que encarna la tradición greco-latina, como "mi señor, mi maestro y mi guía"? Efectivamente, como "guía" toma Dante a Virgilio a lo largo del recorrido por el Infierno y el Purgatorio, precisamente por esos ámbitos del mundo sutil por los que todavía es posible perderse al no saber "leer" ni "comprender" el contenido de los signos, o símbolos, y señales que se le van presentando.

Él [Virgilio] me introdujo en las secretas cosas,

dice Dante en el canto III del Infierno.

A la influencia de Virgilio en Dante, debemos añadir la que procede de ese neoplatonismo que fue penetrado por las corrientes gnósticas y herméticas durante el período alejandrino y que por razones desconocidas, pero que están relacionadas con el curso secreto que toman determinados acontecimientos de la Historia humana, prendió en el siglo XII entre los trovadores provenzales, que empezaron a desarrollar una poesía que dio origen a las "Cortes de Amor", donde este último, el amor humano, bajo el influjo del Eros platónico y la concepción judeo-cristiana que viene del Cantar de los Cantares de Salomón y del mensaje evangélico, sufrió una auténtica sutilización alquímica, de tal forma que el canto a ese amor se convertiría en la imagen simbólica del Amor Celeste, encarnado en la figura de la Dama, llámese ésta Beatriz en el caso de Dante, Giovanna para Cavalcanti, Laura en el caso de Petrarca, Fiammeta en Boccaccio, etc. Como ya dijimos anteriormente, los Fieles de Amor fueron receptivos a esa tradición trovadoresca, creando éstos bajo ese influjo su propio lenguaje, el dolce stil nuovo, que pasaría a convertirse en el vehículo de una visión del mundo, de una cosmovisión que iba contribuir a cambiar junto con otras corrientes de pensamiento las caducas estructuras culturales de su tiempo.

Ese sentido simbólico y metafísico contenido en la obra de Dante es para nosotros lo más importante, donde reside todo su interés y el que nos hace ver en ella un soporte que sin duda ayudará a arribar a quien así lo desee a la "otra orilla" del río de la vida, allí donde comienza la aventura del Conocimiento.

La Influencia Hermético-Alquímica

En su libro sobre el contenido esotérico de la obra de Dante, René Guénon nos recuerda que cuando éste en los primeros cantos de La Divina Comedia exclama:

¡Oh los que del intelecto os sentís sanos / mirad bien la doctrina de mi velado verso en el arcano,

se está refiriendo precisamente a esa dimensión iniciática de la obra dantesca, o sea a ese sentido oculto encerrado en ella, demostrando así que Dante utiliza también el lenguaje como expresión simbólica de un arcano, que resulta extraño a quienes no conocen ese lenguaje simbólico, pero que es una realidad que está oculta por su propia naturaleza espiritual, y a la cual se llega a través de todo un proceso que pasa necesariamente por diferentes niveles de comprensión.

Recordemos nuevamente que a dichos niveles se refiere precisamente Dante en el Convivio (tomo II, cap. I) cuando afirma:

Debe tenerse presente que las obras escritas se pueden interpretar y se deben explicar principalmente en cuatro sentidos…

Añadiendo a continuación que esos sentidos son el literal, el alegórico, el filosófico y el anagógico, es decir el metafísico, al que Dante llama "sobresentido" en el Convivio, queriendo indicar así que está por encima del "humano entendimiento", y sólo puede ser asido por una facultad suprarracional que utilizando el lenguaje de su época Dante llama excessus mentis, o sea la "intuición intelectual". Ese sobresentido es el que ilumina a todos los demás, y como señala R. Guénon se trata "de un principio ordenador sobre el cual se coordina y unifica la multiplicidad de todos los demás sentidos". Es el centro con respecto a todos los radios y puntos de la circunferencia, o la unidad con respecto a la multiplicidad que ella misma crea.

Nosotros pensamos que toda la obra de Dante está edificada de acuerdo a ese principio ordenador, a ese sobresentido, desde la Vita Nuova (la Vida Nueva), la que se considera la primera de sus obras, hasta La Divina Comedia, que es la última, pasando por el Convivio, Elogio de la Lengua Vulgar y De la Monarquía, que como ya se dijo es donde expone su pensamiento político, siempre en relación con ese principio ordenador.

Y hablando de la Vita Nuova, debemos decir que es en esta obra escrita a los 27 años, de admirable y sutil belleza, donde Dante expone veladamente aspectos esenciales de la doctrina iniciática de los Fieles de Amor. La Vita Nuova es el libro, junto a Documentos de Amor de Francesco da Barberino, donde más explícitamente se habla de la iniciación de los Fieles de Amor. A través de su lectura se tiene la impresión de penetrar en el alma de Dante, en la intimidad de su proceso espiritual, al menos lo que de éste puede ser contado con palabras, aunque éstas por su inherente poder simbólico siempre sugieren ideas e imágenes más allá de su literalidad; un proceso que ciertamente le conduciría a una "vida nueva", es decir a la "regeneración" entendida en el sentido alquímico. El libro comienza con las siguientes palabras:

En aquella parte del libro de mi memoria, antes de la cual poco podría leerse, hay un epígrafe que dice: "Incipit vita nuova" [Aquí empieza la vida nueva]…

Todo fiel de Amor lo es porque previamente ha experimentado en sí mismo esa "fidelidad", esa fe (la Fede Santa) en la energía divina que mueve el "sol y las demás estrellas". Dicho de otra manera, ha sido iniciado ya en su propio corazón por la atracción de su alma hacia el misterio del Amor, y esto lo cualifica para recibir la enseñanza y albergar en su interior el soplo sutil de la Inteligencia, que desciende y penetra en la palabra, en la lengua poética. La palabra como vehículo de la Madonna Inteligencia. Esta es la patria del cuore gentile, del corazón purificado, una utopía que es una "República de las letras", donde sólo habitan los amantes de la Sabiduría.(13)

En la Vita Nuova Dante expone, bajo un lenguaje poético-simbólico extensivo a toda su obra, la aventura interior que le llevó a ser un habitante de la patria del cuore gentile, también llamada "Ciudad Celeste", "Colegio Invisible" o "Tierra de los Vivos". Hemos dicho que los capítulos de la Vita Nuova describen los grados y los rituales de iniciación de los Fieles de Amor. Pues bien, Dante encuentra en el simbolismo de esa iniciación y de esos ritos el cauce por donde se hace inteligible el proceso de edificación de su alma; además la organización esotérica le da la estructura que permitirá que dicho proceso de construcción se articule en armonía con el modelo cósmico, de ahí toda la didáctica relacionada con el simbolismo numérico, donde destaca, además del siete, el once, el número tres y sus múltiplos, como es el caso del nueve, que él atribuye a Beatriz, la Sabiduría, y que aparece constantemente como si realmente fuera un número clave en este libro y en toda su obra, y sobre todo en La Divina Comedia, donde el nueve es, entre otras cosas, el número de las jerarquías angélicas, idea ésta extraída de Dionisio Areopagita como ya dijimos. También es el número de los nueve círculos celestes, que se reflejan de modo invertido en los nueve círculos infernales.

Es asimismo el número de la circunferencia, y por tanto de lo cíclico, del tiempo cíclico que se renueva perennemente a sí mismo, lo que está evidentemente relacionado con los ritmos regeneradores del cosmos y de la naturaleza; llevado al plano iniciático esto se relaciona evidentemente con la regeneración o nuevo nacimiento. La palabra nuevo es idéntica a nueve, que es una forma de señalar que los ciclos no están nunca cerrados, sino que cuando uno finaliza, es decir cuando se agotan todas sus posibilidades, aparece un tiempo nuevo y virginal.(14) Aunque no podemos desarrollarlo, el simbolismo cíclico forma parte de la enseñanza transmitida por Dante, que sitúa el inicio de su viaje por los tres mundos (por la Cosmogonía) en la mitad del ciclo astronómico de la precesión de los equinoccios.(15)

Pues bien, quien se identifica con el centro del círculo, o con el centro de la rueda del mundo, no es otro que el dios Amor, como bien nos dice Dante cuando en el capítulo XII de la Vita Nuova pone en boca de este dios la siguiente frase:

Yo soy como el centro del círculo, que siempre está a igual distancia de las partes de su circunferencia. Tú sin embargo no eres así.

Esta revelación es para Dante fundamental, y le inspiró seguramente ese verso que comienza con la frase: "Amor y corazón gentil son una misma cosa", es decir el Amor siempre está en el corazón purificado, en el centro del ser. Por eso él señala el camino hacia la Sabiduría, la cual ha de ser presentida, intuida ya por el caminante, atraído por el misterio de su Verdad intangible, que en Dante también toma el nombre de Belleza. Como dice Federico González en Las Utopías Renacentistas (cap. VIII):

La Belleza es puerta de entrada a la Sabiduría por la gracia del Amor.

La Vita Nuova es un paradigma del proceso espiritual. Según entendemos nosotros esa referencia constante a lo nuevo está vinculado con la idea alquímica de la "fuente de la eterna juventud", que se identifica con la "fuente de enseñanza" de los Fieles de Amor. Y esa "juventud", esa fons perennis, es la que se otorga al encarnar el Conocimiento metafísico, que hace que todo sea siempre nuevo al tomar conciencia de la inagotable Posibilidad Universal.

Habla el poeta toscano en versos que evocan el Cantar de los Cantares de Salomón:

Mora Amor en los ojos de mi amada, / por lo cual cuanto mira se ennoblece. / Aquel a quien saluda se estremece; / todo mortal le lanza su mirada.

Si ella baja la faz / el todo es nada, / el ánimo en quejumbre desmerece, / muere soberbia, cólera perece. / ¡Oh mujeres, le cumple ser loada!

Toda humildad y toda dulcedumbre / nace oyendo su voz pura y afable. / Dichoso el hombre que la vio primero.

Cuando sonríe –que su boca es lumbre– / se magnifica y hácese inefable / porque es algo divino y hechicero.

Pero en este camino, y lejos de cualquier sentimentalismo, el despertar del Amor dice Dante que es una experiencia "terrible" que tiene como fin la disolución de todo lazo con el mundo profano, lo cual provoca una honda crisis en el aspirante al Conocimiento, crisis que es la manifestación de lo que en lenguaje alquímico de denomina la "separación" o muerte iniciática, y que Dante, Cavalcanti, Cino da Pistoia, Lapo Gianni, Francesco da Barberino y todos los Fieles de Amor designan con las palabras "el corazón muere". Esa disolución viene provocada por lo que también en lenguaje alquímico se denomina la aparición de la "mujer", de nuestra "Eva oculta", también llamada la "Señora de los Filósofos", o el "Veneno mercurial" como dicen expresamente los textos herméticos, y que nos sume en el caos que antecede a cualquier nuevo nacimiento o creación, análogo así al caos precósmico. Dante, cuando por primera vez se le aparece Beatriz, su Dama interna reflejada en la hembra humana, se sumerge en una profunda crisis, que formula bajo estas palabras:

Y digo en verdad que a la sazón el espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza, que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones. Temblando, dije estas palabras: "He aquí un Dios, más fuerte que yo, que viniendo me dominará".

En aquel punto, el espíritu animal, que mora en la elevada cámara adonde todos los espíritus sensitivos del hombre llevan sus percepciones [se refiere a la cabeza, o mejor al cerebro, signado por la luna en la simbólica universal], empezó a maravillarse en gran manera, y dirigiéndose especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras: "Apareció ya vuestra beatitud". Y a su vez el espíritu natural, que reside donde se elabora nuestro alimento, comenzó a llorar, y, llorando, dijo estas palabras: ¡Ay, miserable de mí!, de ahora en más estaré frecuentemente impedido.

Y la verdad que desde entonces enseñoreóse Amor de mi alma, que a él se unió incontinente, y comenzó a tener sobre mí tanto ascendiente y tal dominio, por la fuerza que le daría mi misma imaginación, que vime obligado a cumplir cuanto se le antojaba. Mandábame a menudo que procurase ver a aquella criatura angelical [a Beatriz]: porque yo en mi niñez muchas veces la anduve buscando; andábame a buscarla y la veía con aparecer tan digno y tan noble que ciertamente podíansele aplicar aquellas palabras del poeta Homero: "No parecía hija de hombre mortal, sino de un dios".

Y más adelante agrega:

Y pensando en ella, me sobrecogió un sueño suave en el que se me apareció una maravillosa visión, que me parecía ver en mi estancia una nubecilla de color del fuego, en cuyo interior percibía la figura de un varón [el dios Amor], de aspecto pavoroso a quien lo mirara; y se mostraba con tanta alegría en sí mismo, que era cosa admirable; y en sus palabras decía muchas cosas, de las cuales no entendía sino algunas pocas, entre las cuales comprendí estas: "Yo soy tu Señor." En sus brazos me parecía ver una persona dormida, casi desnuda, sólo cubierta por un rojizo velo, y, mirando más atentamente, advertí que era la dama que constituía mi bien, la que el día anterior se había dignado saludarme. Y parecióme que el varón, en una de sus manos, sostenía algo que intensamente ardía, así como que pronunciaba estas palabras: "Mira tu corazón". Al cabo de cierto tiempo me pareció que despertaba la durmiente y, no sin esfuerzo de ingenio, hacíale comer lo que en la mano ardía […] Y así […] sujetaba más a la mujer entre sus brazos, y diríase que se remontaba hacia el cielo.

Dante invoca la presencia de sus potencias interiores más profundas, es decir del Amor que reside dentro de sí mismo, y de Beatriz, su Intelecto superior, que permanecía latente y dormido, y cuyo despertar es provocado por la propia energía del Amor, por ese que "es más fuerte que yo", es decir más fuerte que el alma individual, y que impulsa con su fuego sutil a la transmutación de la misma en el Alma Universal. Dice Dante en el Convivio (III, 2, 9):

Este amor, es decir, la unión de mi alma con esta noble dama, a través de la cual mucho de la divina luz se me mostraba, es aquel razonar del que hablo; porque de él nacían continuos pensamientos, que admiraban y examinaban los valores de esta dama que, espiritualmente, se había hecho una misma cosa con mi alma.

Otro Fiel de Amor, Cecco d’Ascoli, habla en estos términos de esa misma experiencia que en realidad tiene que ver con la conciliación de los opuestos:

Estoy transformado en el tercer cielo / en esta Dama, de tal suerte que no se quién era yo. / Por eso me siento cada vez más venturoso / al mostrarme sus ojos la salvación, / al contemplar la virtud en su presencia. / Puesto que yo soy Ella; y si ella se separa de mí / entonces yo sentiré la sombra de la muerte.

Es decir, la unión con nuestro principio trascendente da la vida, pero la separación, o sea la división, es la muerte, que se relaciona con el estado profano. "Que los muertos entierren a sus muertos". En este sentido es interesante reparar en lo que dice el Fiel de Amor francés Jacques de Baisieux acerca del significado simbólico de la palabra Amor, que es sinónima de inmortalidad, pues puede descomponerse en "a-mor", es decir "no muerte", inmortalidad.

Todo esto lo sintetiza Francesco da Barberino en sus Documentos de Amor donde habla expresamente de esa unión, acompañando su discurso con una serie de grabados que ilustran la doctrina que quiere comunicar. En uno de esos grabados aparecen doce figuras masculinas y femeninas de manera simétrica, de tal manera que conforman seis parejas, es decir seis uniones o conciliaciones que han de tomarse como otros tantos grados que culminan tras el proceso alquímico de solve y coagula en el séptimo, donde se ve una figura que reviste todas las características del andrógino hermético, es decir un cuerpo con una cabeza masculina y femenina, exactamente igual que el "Rebis" de Basilio Valentino.

Rebis de Basilio Valentin
El Rebis
de Basilio Valentino
Documenti d'Amore de Francesco da Barberino
De los Documentos de Amor de Francesco da Barberino

Esta figura se encuentra en el centro de la imagen portando rosas en ambas manos, flores que entre los Fieles de Amor, y en otras organizaciones herméticas análogas, son el símbolo del renacimiento iniciático. Por encima de esta figura central aparece el dios Amor lanzando flechas e hiriendo con ellas a los amantes, atravesando su corazón y haciéndolos morir a sus estados inferiores para lograr la deseada transmutación, tal y como se lee en la siguiente inscripción portada por la pareja andrógina: "De esta muerte se seguirá la vida", y también esta otra: "Amor, de dos tú nos has hecho uno, por la virtud superior del matrimonio". Como estamos viendo el lenguaje empleado aquí es completamente hermético-alquímico.

Amor de los Fedeli d'Amore
El dios Amor, en los Documentos de Amor
de Francesco da Barberino

El dios Amor aparece montado en un caballo blanco en actitud de emprender el vuelo, es decir indicando que una vez obtenido ese estado de unión que simboliza la perfección del estado humano, el ser debe emprender su viaje hacia los estados superiores, que ya ha ido vislumbrando en su conciencia y de los que ha tenido fulgurantes revelaciones, que son precisamente las que de manera muchas veces imprecisa le han guiado y le guían por entre los planos del Mundo Intermediario, conociéndolos para superarlos por la vertical del Eje del Mundo, encontrando así el sentido íntimo de su Destino.


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Notas
(10) Recordemos que Pitágoras deriva su nombre de la "pitia" del santuario de Apolo en Delfos, el Dios geómetra a quien está consagrada la aritmética, la música y la poesía. O sea que existe un vínculo entre las enseñanzas de Pitágoras y el Dios solar, hasta el punto que el propio Pitágoras fue llamado "hijo de Apolo". Y no es necesario insistir en el papel descollante que tiene la deidad délfica en la obra de Platón.
(11) Observemos cómo siempre al principio de cada uno de sus viajes por los distintos planos cósmicos Dante invoca la inspiración de las Musas.
(12) Recordemos, a este respecto, que quien es considerado el primer maestro de Dante (y también de otros Fieles de Amor como Guido Cavalcanti y Francesco de Barberino), Brunetto Latini, le transmite a éste el interés y el amor por la cultura greco-romana, la que conocía perfectamente, siendo también uno de los que le enseñaron el sentido superior de la política. En Los Libros del Tesoro afirma Brunetto que: "El gobierno de las ciudades… resulta la más noble y alta ciencia, y el más noble de los oficios que haya sobre la tierra".
(13) Luigi Valli, en su importante obra El lenguaje secreto de Dante y los Fieles de Amor, se refiere al cuore gentile como el depositario de la "doctrina secreta de la que el alma está enamorada". Esa doctrina secreta es la verdadera "fuente de enseñanza" de los Fieles de Amor. Recordemos nuevamente que para Dante el corazón se identifica con el "secreto interior".
(14) El múltiplo de nueve es ochenta y uno (8+1=9), que Dante considera como el número perfecto de la existencia humana terrenal, es decir que en él se encuentra de alguna manera la "medida" simbólica que expresa el desarrollo de la totalidad de las posibilidades comprendidas en el estado humano. Recordemos que el nueve también expresa el sentido de plenitud, como es el caso por ejemplo entre las antiguas culturas mesoamericanas. En el Convivio, Dante nos dice que según ha leído en Sobre la senectud de Cicerón esta fue la edad de Platón. "Así, tenemos a Platón –de quién se puede decir que era de naturaleza óptima, tanto por su perfección como por la fisonomía que le dedujo Sócrates cuando lo vio por primera vez". Añade Dante que ésta hubiera sido también la edad de la vida de Cristo.
(15) Para todo este simbolismo cíclico en la obra de Dante ver de nuevo El Esoterismo de Dante, de R. Guénon.

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