Sobre Algunos Prejuicios (*)


Quisiéramos decir unas palabras a propósito de algún malentendido con respecto a la obra de René Guénon, o sea a la expresión cabal de una Tradición Unánime que procede del centro o cúspide trascendente del estado humano y a través de él del Principio del que todo procede, cada cosa en su grado y orden de realidad.

Se trata de que ciertos fundamentalismos que no son sino el producto de una experiencia particular y de la influencia compartida de prejuicios individuales, sea quien fuere que los sufra, pretenden afirmar que el hecho de que Guénon terminara sus días en El Cairo en el seno de la Tradición islámica a la cual pertenecía desde hacía casi cuarenta años, con el nombre de Abdel Wahed Yahia (Juan, servidor del único), implicaría una preeminencia de esta forma tradicional sobre otras, en el sentido, que podríamos llamar hasta aberrante, –que tal vez se entendiera por su calidad de "conversos" (aunque podría preguntarse entonces a qué)– de que ésta sería poseedora de la verdad no por sí misma, en tanto que formulación de la Tradición universal, sino por detrimento de otra cualquiera, dado que es la última adaptación de la Tradición permanente –y para ellos inaugura la revelación, o debería inaugurarla, lo que sí entendemos– y por lo tanto la "mejor", formulación que por otra parte corresponde asimismo a un ámbito cultural, mientras que el esoterismo, o por lo menos su esencia, y no digamos el centro de toda Tradición, se halla siempre más allá de las formas. Estos parecerían afirmar incluso que el nombre en árabe de la Deidad, que es un sagrado Tetragramma, como en otras lenguas occidentales (ver "A propos du Grand Architect de l'Univers", en Etudes sur la Franc-M. et le C., vol. II) sería también "mejor" que otros análogos, como si la Deidad estuviera condicionada por sus nombres, o como si aquél no fuese un símbolo del Principio en esa lengua sagrada, tal como aquellos lo son en otras, y no se refiriera ya así al Principio mismo y supremo que esa lengua expresa en tanto que soporte de la Tradición o Revelación, a la que no pueden conocer entonces verdaderamente ya que ni siquiera conocen con certeza lo que constituye su exoterismo, en cuyo caso se limitarían a la destrucción de lo que constituyeran "ídolos", mandamiento propio de las tradiciones religiosas (y la tradición islámica tiene, en palabras de Guénon, un doble carácter: metafísico y religioso), ya que otras nunca han necesitado planteárselo -dejando aparte la lucha por su propio espacio cultural, y asimismo la degradación que llega a la literalidad, que por lo demás no se ha arrojado sobre otros. Pues el "proselitismo" es propio de quienes no viendo la apertura vertical, que es también la central en el corazón de la propia tradición (o de la que han adoptado por motivos que todavía propiamente no conocen), o no viendo que "la doctrina de la Unidad es única", puesto que la Unidad, suprema e inmanifestada, es independiente de sus expresiones –y aún quizá no haría falta invocarla específicamente si no fuera por la multiplicidad cíclica– se dedican a arrojar sobre otros los escombros o lo no digerido de sus propios problemas de ubicación y comprensión de lo que en todas partes es unánime, y lo peor pretenden ampararse en una obra que explícitamente se afirma como expresión de la metafísica (lograda por gente de todos lados y de todos los tiempos), con lo que rebajan, o pretenden rebajar, no sólo a esa obra y a su autor, a quien consideran "convertido" y desde lo profano, a pesar de lo que él mismo ha escrito al respecto, sino a la propia Tradición a la que desde ahora comienzan a pertenecer, la que para nada necesita de eso, proyectando por otro lado sobre Guénon unas limitaciones de las que sólo ellos son responsables, y en el fondo ni siquiera ellos, pues son cosas que han extraído del medio, como todo lo particular, sea para bien o para mal, así como pretenden meterse en otros terrenos que no conocen llegando a tratar de rebajar el esoterismo y lo iniciático –hasta ahí llega su ignorancia irresponsable–, a los que incluso parecen considerar como producto del exoterismo y aun especialmente del particular al que dicen pertenecer.

No queremos defender –a nivel particular– unas ideas que no son propiedad nuestra, pero nos corresponde hacerlo, no como "autoridad oficial" sino como testimonio con respecto a una Unidad o Principio trascendente que también es la garantía de la libertad, que es lo mismo que la de ser, y no la de ser cualquier cosa por detrimento de cualquier otra aunque se revistiera de una "ortodoxia", lo que sería una parcialidad y una ilusión. La verdad en cualquier terreno que se exprese, es por sí misma y no hay en ella acepción de personas, y la jerarquía es por ella misma pues es el grado o grados de universalidad de esa verdad que todo lo gobierna. Asimismo indicar, para quien pueda estar interesado en ello o necesitarlo en un momento dado, que con referirse al contenido de lo publicado por René Guénon, en francés o en otras lenguas, y si hace falta a las fechas en que lo fue (p. ej. el último libro publicado por René Guénon es La Gran Tríada, y para lo demás ver sobre todo "A propos des conversions" en Initiation et réalisation spirituelle) también resuelven la superstición de la que estas pretensiones dependen o quieren depender. El problema, si se plantea, para quienquiera que fuere, será solucionado y el polvo de los prejuicios o de las "opiniones" interesadas (y unir estos dos últimos términos es prácticamente una redundancia) se desvanecerá en el soplo fresco de lo que siendo supraindividual, no ignora ni el Principio del cual depende, ni a lo "divino" ni a lo "humano", los modos trascendentes y manifestaciones de una realidad muy alta y permanente.

El hombre que camina vertical –como hacen todos los hombres, lo cual es un don de aquel Arquitecto universal, verdadero Polo celeste– constituye como otras, una imagen del Eje, que no es sólo el que une, separa, genera o absorbe los dos extremos de un mundo, estado o grado de existencia, sino los del conjunto de todos o los indefinidos de la Existencia Universal.

Hay también quien cree que el sacrificio de lo desacostumbrado tiene valor o sentido por el esfuerzo que cuesta y no por aquello de lo que depende: los ídolos toman formas bien curiosas y lo más extremo es que se pueda llegar a creer que así se hace comercio forzoso con la Deidad, mientras se llevan las cuentas de esa contabilidad periférica y se toma al fenómeno por el propio Número, sin considerar que aquello lo hacen otros por doquier en la vida de cada día con más esfuerzos y menos aspavientos.

José Manuel Río 

Nota
(*) [Esta nota apareció originalmente en la Revista SYMBOLOS: Arte - Cultura - Gnosis, Nº 9-10, "René Guénon". Guatemala, 1995. No hallándose ya en la web de la revista se reproduce aquí con el permiso expreso de su autor.]

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