René Guénon y las Artes Liberales (*)
(fragmento)

José Manuel Río

La noción de las Artes Liberales de la Edad Media como una suma de conocimientos profanos es propia de este mundo moderno que aun "sin cabeza", por lo menos visible, no puede dejar de observar todas las cosas a su propia "imagen y semejanza" horizontal ya que no puede sino imitar la obra creacional dentro de los límites cada vez más estrechos que la literalidad o el extremo de su materialismo y su razón insuficiente le impone de manera necesaria. Lo que traducen asimismo las perspectivas que ese punto de vista arroja sobre la "oscuridad" medioeval, a la que ha inventado porque desconoce a la Edad Media,(1) que no cabe en su "progreso"; barrera que aparentemente salva al remitirse a la época clásica, cuya apreciación no es en realidad mas que la traducción interesada del "humanismo" renacentista, en la parte que éste tiene asimismo de literal y que se basa en los males de la propia Grecia "clásica", la sociedad o el parlamento de los griegos(2) bienpensantes que asesinan a Sócrates porque enseñaba a los jóvenes a preguntarse sobre la naturaleza de las cosas y del Universo, y por lo tanto acerca de la Tierra y el Cielo, los Dioses y los hombres, la Verdad y la Belleza, en lo que estaban ellos incluidos; lo que significaba que en la naturaleza o en el ámbito de su amor o de su memoria no cabía ya sino la literalidad de unas costumbres o la superstición de una vida "cotidiana" y de una falsa "ciencia"(3) que no eran sino el acuerdo de todos aceptado por una mayoría, es decir lo que se seguía llamando "democracia" en la que cabían los "tiranos" culturalizados (el barniz aprobado de la "estética" y de la "ética") aunque ya no fueran los ciudadanos partícipes o herederos -que a pesar de todo lo eran- de la tradición o tradiciones arcaicas a las que sin embargo debían la idea de ciudad y antes la de pueblo.

No fue así para la otra parte del Renacimiento, heredero de la esencia del Medioevo y de los Misterios, a través del Neoplatonismo y los esoterismos Cristiano y Hermético, la que miraba a la Antigüedad y aun la valoraba tanto más como sinónimo de Sabiduría cuanto más antigua era, pero que pronto comienza a ocultarse (aunque destella un instante que asimismo llega también hasta hoy a través de la naturaleza del arte) ante los embates del mundo moderno, que nace de la literalización parcial y deformada de símbolos y expresiones simbólicas (alquimia, astrología, matemática, geometría, arquitectura, "filosofía") que para otros eran soportes de meditación, en tanto que modelos del mundo o sea, obras de arte, así como de la profanación de unas ciencias que no tenía otro propósito que lo sagrado.

La posesión de las cosas a costa de otro u otros, sólo puede ocurrir cuando la literalidad de la visión se confunde con la realidad misma, y el mal de la literalidad no es otra cosa que el materialismo a ultranza, cuando en el campo del deseo no hay otro espacio que lo sensible como puramente exterior y no como símbolo.

La idea del Pensamiento como Conocimiento es entonces algo extraño y hasta sospechoso o risible, pues el hombre y las máquinas son iguales y no pueden sino ser producidos y producir cosas exteriores a ellos mismos. Toda obra de arte queda profanada pues es ya sólo un gesto limitado que obedece a un tiempo que se llama "histórico" y al espacio de una opinión, tan relativo desde esa perspectiva aniquiladora como el sujeto o ser humano que lo produjo, cuyo origen sin embargo, aun sólo por la distancia se confunde a través de generaciones incontables con el propio origen del tiempo.

Y la sagrada ciencia de la Astrología, se convierte en el patín de los egos, supuestamente basados en los "aspectos" astrológicos consumibles (lo que es otra manera de cómo hacer para no ser) o en la suposición del Zodíaco, "Rueda de la Vida" y "marco" del Cosmos,(4) que es cualquier cosa menos un continuo periférico, y que no tiene ninguna relación con la más mínima uniformidad.

La cosmología se halla en la ontología y la ontología en la metafísica, porque la Unidad no es sólo la unidad de las partes, sino porque cualquier cosa que sea en ella misma es de orden universal y no podría establecerse una separación en lo trascendente, que es lo que realiza el hombre en tanto que formador, en tanto que sujeto y objeto, actor y actuado, del "Imperio del Demiurgo", y del Demiurgo formador, "artesano u obrero del Universo constituido por la colectividad de los seres individuales",(5) porque no se trata aquí del Nous Demiurgo, al que hay que relacionar con Buddhi, el intelecto trascendente de la tradición hindú, que se revela en el corazón o centro de todo ser y lo vincula así a través de todos los estados indefinidos con su origen inmanifestado.

La cosmogonía está en el mito; el mito como herencia vertical para el hombre, de una Palabra que hace revivir la Memoria, que el Arte conlleva y en el cual ciertamente consiste, pues su economía no puede contemplar unas producciones que estén fuera de la síntesis, es decir que tuvieran cualquier otro sentido que no fuera el de una revelación axial de una realidad trascendente.

Y entonces cualquier arte, o el conjunto de unas artes que no son sino formas o determinaciones del Arte, no son en principio sino la expresión de realidades de otro orden que es su verdadero, profundo y original sentido; por eso mismo es que pueden ser medios(6) para elevarse de lo sensible a lo inmanifestado y constituir así en ellas y a través de su relación, la imagen o la expresión de una escala, cada uno de cuyos grados sería en un sentido ascendente un grado de universalización y en el descendente un grado de manifestación o concreción de realidades inmanifestadas hasta llegar al ámbito de la realidad determinada y central de lo individualizado con el tiempo histórico y el espacio geográfico, revistiéndose de formas adecuadas para establecer la vinculación permanente con el sentido interior o savia espiritual del Arbol axial, lo que no impide que asimismo puedan existir y manifestar un espacio cultural aunque no sean comprendidas o contempladas a la luz de un sentido trascendente, o por todos y cada uno o en toda su profundidad; pero aún así, siendo lo que son generan un orden o un espacio que hace la vida posible porque es una traducción del sentido del mundo y por lo tanto la posibilidad de un ámbito humano, que sólo se degrada por la confusión literal del símbolo con lo simbolizado, de la "letra" con el "espíritu", y la disolución posterior y consecuente.

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Al comenzar con el estudio "René Guénon y las Artes liberales" nos asalta un temor: ¿cómo poder dar cuenta de la síntesis inmensa que se despliega en sus escritos y que tiene que ver directa e indirectamente con el contenido de estas Artes y que es nada menos que la Cosmogonía como símbolo de la Metafísica, expresada en cada una de ellas como síntesis de la Realidad universal y en su conjunto como mandala de la misma?. Sin embargo, es el símbolo el encargado de velar y revelar, de transmitir y ocultar la Cosmogonía Perenne y los contenidos depositados en el alma, los que necesitan ser comunicados, participados, vividos, para concurrir a la suma integral de la Palabra, como parte de un gesto ritual que se integra en la dirección del cumplimiento del dharma, individual, colectivo, grupal, arquetípico, universal.

Para el hombre medieval, que también somos, las artes y los oficios constituyen el legado de los Dioses o la inspiración de las Musas, su enseñanza, capaz de hacerles hombres, o verdaderos seres humanos, por su comprensión. Pues los Dioses se han retirado a sus moradas eternas y nos han dejado el campo de la acción, el patio de su casa o el atrio de su templo para que nos acerquemos a ellos, incorporando el arte de la realización, la transmutación prometida e inmanente en sus obras, las que quedan como ejemplo y están vivas esperando que el hombre las abrace para transformar su sujeto relativo en sujeto arquetípico, más allá de las dualidades que el blanco y el negro simbolizan,(7) en una conjunción de opuestos que es el presente permanente del mundo así sea que este se halle manifestado o inmanifestado, afirmado o negado, en potencia o en acto, con respecto a un Cosmos arquetípico que es la imagen de la Deidad, su hijo pródigo, perdido y recuperado, en la gran fiesta de la alegría, en la que el tiempo es por vez primera.

Ese lugar del presente, de la transformación integral del tiempo en espacio, es la cima de la montaña axial o polar,(8) alrededor de la cual se dan las revoluciones del mundo sensible, el tiempo lineal y aun cíclico, del que debe partir el que comienza el viaje al conocimiento para, con la guía de la Tradición, la que en el caso de Dante está representada por Virgilio, acceder a su cúspide, o centro del mundo, el lugar propio de su naturaleza humana, despojándose de lo adquirido por el conocimiento profano, que no viene a ser otra cosa que la degradación de los conocimientos tradicionales.

Las ciencias de los Números y las Letras son una tanto en la cábala hebrea como en el esoterismo islámico,(9) pero en las artes liberales se las considera como dos, aritmética y gramática -aunque la correspondencia no es exacta por las características de las lenguas occidentales. Regidas por las luminarias diurna y nocturna, el Sol y la Luna, que en el Arbol de la Vida de la cábala se hallan jerarquizadas en el "Pilar del Medio", como símbolos del conocimiento informal y del formal o reflejo.

El modelo de los cielos planetarios es perfectamente análogo, se podría decir que esencialmente es el mismo, tanto para la tradición neoplatónica -lo que se refiere a la "teoría"(10) de las Ideas, heredera asimismo de la de los Números del Pitagorismo, como asimismo para la tradición hebrea y la islámica (en las que sólo se diferencian algunas correspondencias referentes a los profetas que presiden los sucesivos "Cielos"), ambas por lo demás muy semejantes al tener un común origen abrahámico,(11) así como análogo al de la tradición hindú aunque éste lo exprese de modo distinto, lo que no quiere decir que haya tomado una de otra los elementos que constituyen ese modelo simbólico, sino que, nos dice Guénon, la verdad es una y conocida por todos los pueblos sin excepción, lo que por otro lado nos lleva a la idea de una Tradición Primordial o Unánime como verdadero origen de las formas tradicionales, tanto más cuanto que una Tradición es también una lengua, adaptación de un "Pensamiento", permaneciendo aquella expresada asimismo en su interior a través de nombres, figuras, referencias míticas y símbolos primordiales, lo que incluye también la geometría, prototipo de la letra y cuerpo del número.(12)

Es así que a la Tradición Primordial le corresponde una lengua "solar", cuyo lugar propio de manifestación es una "Tierra solar": el Polo terrestre como reflejo del celeste. La lengua de una humanidad primordial en una tierra sobre la que el sol está simbólicamente "inmóvil" o donde no se pierden de vista sus "revoluciones", pues no ha comenzado, con el tiempo sucesivo, la determinación cíclica y lineal de sus fragmentos.

Esa lengua era por lo demás cantada y así se dice que Adán hablaba en verso en el Paraíso(13)Pardés = Jardín y también Paradêsha = Comarca suprema–, punto de conjunción de la "Tierra" con el "Cielo", lo que la relaciona con la música, que es ciencia del número y de las proporciones, expresión de la armonía de las esferas celestes, y con la geometría porque se refiere al lugar central, desde donde es medida cualitativamente la "extensión" de la tierra, como lo simbolizan asimismo los cuatro ríos que lo riegan y que salen del paraíso uniéndose en el Jobel, de donde viene "Jubileo", ausencia de trabajos o labores, palabra cuyo valor por la suma de los de sus letras es 50 (5 x 10; y también 72 + 1). Nos dice Guénon que el cuadrado de un número es él mismo en otro plano, y que para explicarlo habría que referirse a las modalidades del espacio; puesto que esa multiplicación numérica corresponde a lo que geométrica y simbólicamente expresan el punto, la línea, el plano y el volumen, los que a su vez están en correspondencia con los planos o mundos del Arbol de la Vida.

Este septenario, que multiplicado por sí mismo y con la suma de la unidad conforma el número 50, tendría que ver tanto con la síntesis de los días de la Creación, y la arquitectura simbólica que las fases del tiempo describen, como con el conjunto de los seres que constituyen el septenario de la Construcción universal, la Cosmogonía, sintetizados en el conocimiento de Adán, en el propio Adán, que los conoce como posibilidades de sí mismo, pues él es también la expresión de los aspectos divinos, las 10 sephiroth del Arbol de la Vida en relación con el centro del cuaternario creacional, 4 + 1 = 5, por lo que podía ponerles sus nombres, es decir conocía su esencia, por la síntesis primigenia en la que el propio Adán, como hombre primordial, vive en ese estado.

En la tradición hindú nombre y forma (namâ-rupâ) caracterizan a todo ser manifestado, el nombre es su número, su esencia característica y su forma equivale a la letra o signo, en correspondencia con los dos hemisferios del Huevo del Mundo, las Aguas Superiores y las Inferiores que se encuentran en el centro.

El número es un concepto de relación que en realidad simboliza a los principios supraindividuales, es decir lo que en el Arbol de la Vida es la primera manifestación de las sephiroth o Numeraciones (siendo ellas los arquetipos de la distinción de los seres) que corresponde, a través de la regencia del Sol y desde este punto de vista que estamos considerando, al Plano de la Creación (Beriyah) análogo a la Manifestación Informal, a la que se toma a veces como incluida en la Inmanifestación, al considerarla como expresión directa de ella y no separada mediante las formas, (que es lo que caracteriza a los estados individuales). Es decir que si lo sensible del símbolo es el reflejo (invertido) de lo inteligible, lo inteligible no es el "reflejo" de lo suprainteligible, así como por otro lado el extremo superior del alma (informal) se une con el espíritu, o que el "intelecto" se transpone al espíritu mismo. Guénon se refiere en diferentes partes de su obra de estas dos distintas maneras a la manifestación informal, como parte de la manifestación o como incluida en la inmanifestación.(14)

Por su parte, la gramática, –de grammata, signo– correspondería a la forma en tanto que recipiente de la esencia y efectivamente la Luna se encuentra propiamente en el Plano de las Formaciones.

En un sentido todo el trivium (gramática, lógica, retórica) se podría asimilar a la ciencia de las letras y el cuadrivium (aritmética, música, geometría, astronomía) a la de los números, contando asimismo que la astrología las reúne a todas, en tanto que ciencia de los ciclos por la transposición de los números, la unidad y sus desarrollos, al tiempo y espacio originales o primordiales (la matemática, el cuadrivium, las leyes del cosmos) y en tanto que ciencia de los ritmos por la distinción y armonía de los planos de la manifestación (la música), o sea a la expresión del número en el cosmos gobernada por la luz inteligible (Sol). La palabra, y el sonido y el silencio que la hacen posible, serían la expresión de las armonías de las esferas planetarias, armonías musicales expresadas asimismo en el lenguaje humano, que procede de un modelo del mundo y lo recrea, pues es el vehículo simbólico de las concepciones que le dieron origen.(15)

Por otra parte, como las letras simbolizan la manifestación formal de los seres,(16) la "ciencia de las letras" en su sentido más amplio -incluyendo al número- conforma, en correspondencia con la "astrología como ciencia cosmológica", la ciencia de la alquimia, siendo "en su sentido profundo" una con esta, expresando "ambas bajo apariencias muy diferentes el proceso mismo de la iniciación".(17)

El paso de un modo de conocimiento a otro es un grado obtenido en el conocimiento de la Unidad y en la realización de la Identidad universal.

Sol y Luna también corresponden en la Tradición hindú a los dos "ojos" del "Hombre universal" como macrocosmos (Vaishwânara). En la Cábala tienen sus principios en el "Sol de Soles" y la "Luna de Lunas", correspondientes a la Sabiduría (Hokhmah) y la Inteligencia (Binah). En ambos casos se da asimismo una analogía con el ojo derecho y el ojo izquierdo del microcosmos. La unión de esos dos aspectos en el ser humano, corresponde a la recuperación del "sentido de eternidad" y a la plenitud de la posibilidad humana en lo que se refiere al estado primordial o adánico, simbolizada tanto por la apertura del chakra âjnâ como por la unión en el microcosmos de Hokhmah y Binah. El chakra sahasrâra (el "Loto de los Mil pétalos") es análogo a Kether (Corona) y el paso del estado anterior a éste se refiere a la realización de los "grandes misterios".

En general, los puntos del "Pilar del Medio" del Arbol de la Vida cabalístico donde se unen las Sephiroth que conforman las columnas de la Gracia y del Rigor, en su correspondencia en el microcosmos humano, corresponden precisamente a la situación de los chakras ("ruedas") de la Tradición hindú.(18)

Solo hay una interversión en las correspondencias de los dos últimos. El chakra mûlâdhâra, el cual está referido a Prakriti como "raíz" (Mûla) o "fundamento" de la Manifestación, no corresponde a la región de los genitales como en la cábala (Yesod) sino a la base de la columna vertebral. Se puede observar que la diferencia corresponde también a la posición en que se representa al hombre. En la primera es un hombre sentado en la posición del "loto" y en la segunda está de pie.(19) En cualquier caso el "despertar" del conocimiento, simbolizado por el ascenso de la serpiente Kundalinî, se produce simbólicamente en el corazón, y hasta allí hay que atravesar los laberintos o cumplir la peregrinación, ligada con la transmutación alquímica, simbolizada por el laberinto intestinal y en general por las regiones a las que corresponden los chakras inferiores. Para atravesar ese laberinto, las escrituras sagradas fundamentan el camino pues ellas permanecen mientras el iniciado se transforma, lo que coincide con otras lecturas de la realidad, hasta que pueda "leer" directamente en el "Libro de la Vida", mientras al comienzo sólo "deletreaba", lo que en su plenitud coincide con la terminación de la "obra al blanco" cuando se dice ya pueden "quemarse" los libros alquímicos, mientras que la perfección de la "obra al rojo" se refiere a la "unión con Aquél que escribe en el Libro de la Vida",(20) simbólica ésta susceptible de una transposición a la realización de los "grandes misterios".(21)

Así es que se dice que la montaña polar toca la esfera de la Luna, en cuyo caso esta está tomada como significando el primer cielo.(22)

En la Cábala hebrea la luna es la correspondencia planetaria de Yesod, que significa Fundamento, al que se identifica con al acto divino permanente, creador, revelador y redentor.

De este modo los textos revelados fundamentan el Conocimiento en tanto que vehiculan la inspiración que les dio origen, posibilitando y aun generando el conocimiento del Mundo o Libro de la Creación por el despertar en el corazón, de las energías análogas a las que lo conforman.

Desde otro punto de vista el código de Manú constituye asimismo el ordenamiento de una sociedad tradicional y el de las posibilidades individuales en relación con ella, como expresión de los Principios y adecuación a la naturaleza, el que asegura que cada cual pueda encontrar el grado de libertad necesario y el ordenamiento que apoye hasta donde sea posible las posibilidades de realización que lleva en sí.

La tradición entera vivida por un pueblo es así el discurso prototípico en el que se recrea permanentemente el teatro sagrado, y en esa escenografía está presente la gramática "por su construcción", la lógica o dialéctica por la transparencia de su sentido, la retórica por el "orden" de su conjunto, la música "por el número de sus partes",(23) la aritmética por el equilibrio de sus relaciones, la geometría por su imagen del mundo, la astrología en su calendario, habiendo de ser todo su conjunto una imagen del arquetipo celeste.

Desde otro punto de vista, al Plano de las Formaciones (Yetsirah) corresponden en el Tarot las Copas, observando que hay 10 cartas numeradas del 1 al 10, en cada palo o "color". El Graal, -símbolo de la Tradición Primordial, y de su conocimiento- es a la vez un libro y un vaso, Gradale y Grasale, tallado por los ángeles, o estados superiores (Manifestación Informal), en cuyo "exterior" está grabada la Tradición. Esa copa es depositaria del licor de inmortalidad (Solar), la sangre espiritual del que reúne en sí las dos naturalezas divina y humana, licor o alimento que se refiere al estado de Hombre Verdadero.

"Los cielos y la tierra narran la Gloria de Dios", dice el Libro sagrado. Gloria es el nombre de la sefirah Hod, a la que corresponde Hermes entre los Dioses y Mercurio entre los planetas y conviene aquí hacer la referencia de que cada aspecto se refiere a un plano que constituye su propio ámbito. El primero y más elevado es el plano de Atziluth, propio de las sefiroth en sí pues ellas son aspectos o nombres del "Uno sin segundo" y corresponden verdaderamente al misterio de la inmanifestación del Ser, a la Unidad trascendente. Los estados superiores del ser, en tanto que manifestación informal son los Dioses intermediarios, que corresponden al plano de Beriyah como potencias creativas, actuantes e intermediarias los que constituyen la comunicación entre la inmanifestación y la manifestación. Es cierto a su vez que hay un Arbol en cada sefirah y asimismo un Arbol en cada plano o mundo, correspondiéndose entre sí, pues sólo desde punto de vista formal aparecen como separados.

Dante coloca en el cielo de la Luna, a aquellos que habían roto el voto de castidad y después se habían arrepentido, lo que puede observarse como la huella del tiempo en la memoria. También en el último círculo del Purgatorio se purga o rectifica la lujuria o concupiscencia, como uno de los males de amor malentendido que corresponden a los tres círculos superiores de esta Montaña.(24) Esto último traduce la presencia de un apego a lo formal que vincula a una memoria de la existencia individual, lo que es rectificado por el paso por el fuego y posteriormente la inmersión y bebida en las aguas del Leteo-Eunoe, que borra el recuerdo de la existencia anterior, relacionada aquella con el paso efectivo más allá de la "corriente de las formas". Aquellos están del lado del cielo, o sea bajo el compás celeste, por lo que conocen la unidad, estando presente sin embargo la "opacidad" de la sustancia que tiene que ver con un elemento de pasividad.

En las representaciones simbólicas de la Gloria el nombre divino (Tetragramma, origen de los cuatro mundos) aparece más allá de los círculos de nubes que simbolizan las aguas superiores, las que se abren como la parte superior del Anima Mundi para dejar pasar el rayo o fuego espiritual. Esta ordenación jerárquica es el símbolo de las verdaderas causas y efectos, si así pudiera decirse, imágenes de la Causa primera, las que van de lo universal a lo particular y remontan de lo particular a lo universal trazando una escala (analogía) o mejor, configurando una manifestación iluminada por su principio trascendente, lo que se expresa en su propia jerarquía. Análogamente, las ciencias tradicionales, de las que la lógica podría ser el prototipo, son las aplicaciones de la doctrina espiritual a los diversos órdenes de realidad. Las leyes de las ciencias, nos dice René Guénon, así como las reglas de las artes son aplicaciones de los principios metafísicos, también sus símbolos.

También nos dice que la lógica como modo de escritura no es sino un modo de expresión. Pero traspuesta aquí a la Escritura divina como vertical se referirá a la Palabra que se escribe en los distintos planos del Cosmos ("Orden") y manifiesta su jerarquía y sus analogías que constituyen el mensaje universal de la Inteligencia. Análogamente en retorno las Artes y las Ciencias se unen en la común naturaleza del símbolo, configurando de por sí una didáctica que lleva al éter como ámbito celeste, el cual se halla en lo más oculto de la caverna del corazón, habitado en forma pura, no compuesta, o directa, por el intelecto.(25)

Ahora, como ciencias analíticas, nos habla René Guénon de que entre las distintas ramas cosmológicas de la tradición hindú se halla el Vaishêshika que se refiere al conocimiento de las cosas en modo distintivo e individual, por lo que considera los elementos y las condiciones de esa existencia, en tanto que es percibida por los sentidos humanos, y desde un punto de vista substancial, o sea un grado de lectura del símbolo. Nos dice que para saber lo que son verdaderamente estos elementos, este punto de vista ha de completarse con el del Shankya, que es sintético y considera a la manifestación íntegra, comprendida entre Purusha y Prakriti, inmanifestados y unidos más allá de ella. Siendo Purusha "no actuante" y el que inspira o produce por esa "acción" todas las producciones de Prakriti que constituyen la construcción universal, en la cual él aparece al mismo tiempo como el último "producido" por Prakriti, lo que nos remite asimismo al artículo "El Verbo y el símbolo"(26) donde se habla de la Encarnación que corona "la Creación por la que, el Intelecto divino, que es el 'lugar de los posibles', se manifiesta y se expresa, con relación a nosotros"; ..."Encarnación que podría verse 'prefigurada' por la 'incorporación' simbólica de la tradición 'no humana', de la Revelación primordial, obra del Verbo como la Creación" que "se incorpora también, por así decirlo, en símbolos que se han transmitido de edad en edad desde los orígenes de la humanidad; y este proceso es además análogo, en su orden, al de la creación misma". Prototipo entonces de la cosmogonía, tanto referida al macrocosmos, al final de ciclo y a la manifestación de una "nueva tierra y un nuevo cielo", como al microcosmos, siendo asimismo el prototipo del proceso iniciático, que "reproduce el proceso cosmogónico en todas sus partes".(27)

Así que las ciencias sagradas tienen como objeto esencial la transmutación y la encarnación del conocimiento, sea para sí o para otros en el contexto de la Creación y son una forma del descenso divino que hace de la manifestación una hierofanía, sea directamente o por el intermedio de los mensajeros que despiertan y enseñan a los hombres vivificando en ellos el recuerdo intemporal de los Orígenes. Aquellas ciencias, que también son una expresión del Arte, proyectan la luz sobre las cosas para remitirlas a sus principios doctrinales, espirituales. Una muestra de lo que son las ciencias sagradas nos la da Guénon en la angeología del esoterismo islámico.

El octógono es la figura intermediaria entre el círculo que corresponde al cielo –cúpula o bóveda– y el cuadrado de la tierra, así la ciencia de las analogías que establece las correspondencias entre el cielo y la tierra y esta función es en lo celeste la de los ocho ángeles que sostienen el trono divino que rodea los mundos (ya se sabe que ángeles quiere decir enviados o mensajeros). Los nombres de estos ángeles, que están formados en su conjunto con la totalidad de las letras del alfabeto (28, siendo antes 22 como en el hebreo)(28) corresponden a los puntos cardinales y los intermedios. Este es por otra parte un símbolo análogo a la Rosa Mundi o Rota Mundi de los Rosacruces,(29) aunque éste se halla referido más bien al mundo "intermediario" al hallarse figurada la Rosa Mundi por una rueda de ocho rayos correspondientes a los elementos y a las cualidades sensibles, así como también se vincula a la expresión "rosa de los vientos", los que aparecen asimismo como mensajeros en los Libros Sagrados de ambas tradiciones. Pero no sólo eso sino que también nos habla Guénon de su correspondencia con la quirología (y asimismo nos explica determinadas operaciones con los números que corresponden a las letras ordenadas en los ocho radios y que muestran a los tres mundos contenidos en la repartición de los valores numéricos y a todos ellos en la unidad) y desde los dedos de la mano que están en correspondencia con las letras del nombre divino hasta las correspondencias con los signos zodiacales y los planetas, los cielos planetarios y los profetas que presiden a estos así como a las ciencias o artes correspondientes por las cualidades espirituales que encarnan; cielos, estrellas y elementos tienen su correspondencia en la mano del hombre, tanto con el individuo en particular como con el ser humano en general como estado del Ser universal. También que la mano izquierda se refiere a los caracteres que el ser humano trae consigo (innatos) y la derecha a los adquiridos, y más cosas que se encuentran en ese estudio que nos comunica Guénon, que hacen que, como todo símbolo de la totalidad, nos lleven más allá de los análisis particulares a la quietud y al asombro de la intuición de la unidad que sobrepasa el cosmos y a la configuración analógica contenida en la tabla de Hermes donde dice que "como arriba es abajo y como abajo es arriba, para hacer los milagros de una cosa única", aunque fuese en forma invertida, según lo manifiesta el símbolo aritmético de la unidad, y también la relación de lo "exterior" y lo "interior" "siempre comparable, a cualquier nivel que se sitúe, a la del mundo terrestre y el mundo celeste".(30) Con respecto a La Divina Comedia, en el cielo de Mercurio comprende Dante la causa de la Encarnación, pasión y muerte de Cristo, las cuales "abrieron las vías por tanto tiempo deseadas".

En el cielo de Venus señalamos dos cosas: una cuando después de recibir lo que le es enseñado se le dice que "ahora sí puede ver de frente ante sí aquello a lo que antes daba la espalda", lo que verdaderamente es el modelo de la conversión, entendida como identificación, como entrada en el espacio sagrado que el mensajero representa, en este caso la diosa (Genitrix)(31) o la expresión del Arte en tanto que se transmuta o transforma en su contenido interior, y la otra cuando Beatriz, para explicarle por qué van así las cosas en el mundo le dice que en él se destina a las personas para lo que no han nacido, lo que tiene que ver con el cumplimiento del dharma (el swadharma en tanto que referido a la naturaleza individual),(32) por el que debería el ser acceder al centro del septenario, poniendo por ejemplo de ello a "la espada y la mitra", prototipo o primera diferenciación de las funciones o de un poder único en su esencia que es el que corresponde al estado anterior a la diferenciación de las castas y que se identifica al estado primordial; y refiriéndose con ello a lo temporal y lo espiritual, cuya unión es por otra parte, a cualquier nivel, la "victoria" para el ser, que pasa así a otras posibilidades de sí mismo.(33) "Victoria" es efectivamente el nombre de la sefirah Netzah, a la que corresponde Venus.

Refiriéndose a la producción de los números, que proceden por distinción y por lo tanto por agregado de la unidad necesaria a los anteriores, nos dice Guénon que tras el Senario que corresponde a la Creación, se produce el Septenario al considerar a las cosas distintas a nosotros, las que "en esta misma medida se convierten en exteriores, y al mismo tiempo se convierten en distintas entre sí; aparecen entonces como revestidas de formas", generándose la Formación como consecuencia inmediata de la Creación.

Nos dice también Guénon que en el cumplimiento del dharma la "virtud" no tiene otro sentido que el cumplimiento de lo que es conforme a la propia naturaleza.(34) Por otra parte esto es lo que más se parece en esencia a la "no-acción" y así a la identificación con el modelo en el que se contempla el Orden y por lo mismo con el Rito del Arte.

Así también en la colectividad del conjunto de la sociedad tradicional el cumplimiento por cada cual de su "oficio" hace de ella una obra de teatro sagrado, que lo manifiesta, en el sentido de que lo revela. Lo que lleva una didáctica implícita, referida a la acción de los Dioses. Entonces la vida de un pueblo tradicional, en el marco del cielo y la tierra, es el mayor mandala al que puede acceder un hombre puesto que es un mandala vivo y en cierto sentido no hay, en las condiciones del mundo sensible, más mandala que ese pues los vehículos simbólicos no son sino el intermediario para acceder al Mandala permanente de la Vida, en el cual las cosas se atraen, se conjugan y se separan, también se hablan de lo celeste y lo manifiestan.


Notas
(*) [Este artículo apareció originalmente en la Revista SYMBOLOS: Arte - Cultura - Gnosis, Nº 9-10, "René Guénon". Guatemala, 1995. No hallándose ya en la web de la revista se publica hoy aquí con el permiso expreso de su autor.]
(1) Ver por ejemplo Regine Pernoud, A la luz de la Edad Media, Granica, Barcelona 1983 y Pour en finir avec le Moyen Age, Ed. du Seuil, Paris.
(2) ¿Quiénes son los "griegos"?
(3) Ver caps. I, II y III de Oriente y Occidente: "Civilización y Progreso", "La Superstición de la Ciencia", "La Superstición de la Vida".
(4) Ver entre otros, "Encuadres y laberintos", "El Zodíaco y los puntos cardinales" y "Las puertas solsticiales", caps. LXVI, XIII y XXXV de Símbolos Fundamentales de la Ciencia sagrada.
(5) Ver René Guénon, "A propos du grand Architect de l'Univers" en Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, T. II y "El Demiurgo" (Mélanges), publicado en el Nº 8 de [la Revista] SYMBOLOS.
(6) Cf. Mélanges: "Les Arts et leur conception traditionnelle".
(7) Ver "El blanco y el negro", cap. XLVII de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
(8) El hombre, la montaña y el árbol son análogos en tanto que expresiones simbólicas del Eje.
(9) Ver Sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo, cap. VI.
(10) De theorein: contemplar.
(11) Ambas señalan asimismo su origen occidental por su nombre: ereb y eber designan el occidente, y proceden como las demás del fin de ciclo de la unión de una corriente procedente de la Tradición Primordial con una procedente de la Tradición Atlante, en analogía con el cuadrante del tiempo cíclico que corresponde al Kali-Yuga, cuyo origen se halla representado en la Tradición hindú como la heredera más directa de la Tradición Primordial. Cf. René Guénon: Formas tradicionales y ciclos cósmicos, cap. "Lugar de la Tradición Atlante en el Manvantara" [traducido en el Nº 17-18 de la Revista SYMBOLOS].
(12) Todo está en la letra del símbolo, en la letra de las lenguas sagradas, nada hay que añadirle; y todas las lenguas participan directa o indirectamente del carácter sagrado; proceden de algún código y algo han de tener que ver con aquello que designan; pues fueron el vehículo de unas ideas y aun lejanamente participan de su Origen, sin quitar la intervención directa o indirecta de los representantes de la Tradición como una de sus adecuaciones, destinada a generar o vivificar la memoria olvidada; y así la obra de Dante y la lengua "vulgar", la poesía provenzal que se reviste de símbolos y es heredera de los bardos y de los viajeros que vinculan Oriente y Occidente, la obra de Rabelais; la poesía y el "lenguaje cubierto" de los "Fieles de Amor" y de la Masonería, los escritos susceptibles de otras lecturas pues a ellas se refieren en el lenguaje aparentemente profano de la supuesta cotidianeidad; las vinculaciones tradicionales y los conceptos presentes como herencia o inserto del pensamiento y el símbolo unánimes, siempre presentes; el lenguaje inspirado, que lleva a otro tiempo o estado; todo es por sí mismo, lo que no quita sus diferencias, o su distinción. Fundidos y no confundidos, el principio de cualquier manifestación no es la manifestación misma. Es en la no–dualidad, que está más allá de la determinación –la del origen específico-, que se halla la identidad de cualquier cosa y la de todas las cosas, pues ella sobrepasa la necesidad del orden, que no es sino la grafía distintiva del Ser, el trazo o la huella inteligible de una Unidad que no se superpone a las cosas, sino que constituye otro grado de ellas mismas, de su conjunto y de cualquiera de ellas, inseparable de su nombre y su realidad, que en Ella es cuando verdaderamente son. No hay más Verbo que el Verbo, "por Quien han sido hechas todas las cosas".
(13) Lo que la pone en relación, nos dice Guénon, con la revelación "angélica" y solar que se produce en el centro del estado humano. También nos dice que los "ángeles", que corresponden en la teología a lo que en la metafísica son los estados superiores del ser, están simbolizados por los pájaros y que el entendimiento de su canto simboliza el conocimiento superior. El canto de los pájaros caracteriza diseños que traza en el presente, generando formas y espacios, lo que es propio de las ciencias del tiempo, como la danza, el canto, la música, que se refieren siempre a la percepción de, y en la simultaneidad. Las ciencias del ritmo son en definitiva una adecuación de las correspondencias entre los distintos planos de la realidad, a los que vinculan.
(14) Ver a este respecto "Espíritu e Intelecto", en Mélanges. Gallimard, Paris. También puede recordarse que en cada plano o mundo del Arbol sephirótico, hay a su vez un Arbol, y que el Malkuth de "Atziluth" es a su vez el Kether de "Beriyah".
(15) Nos dice René Guénon, que para saber verdaderamente lo que es una lengua sagrada hay que vivir en el entorno en donde se habla cotidianamente.
(16) Cf. el Sefer Yetsirah. (Ed. Obelisco, Barcelona).
(17) Ver "La Ciencia de las Letras", Cap. VI de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, y "El lenguaje de los pájaros", Cap. VII.
(18) Ver "Kundalinî Yoga", cap. de Etudes sur l'Hindouisme.
(19) Esto también nos explica quizá algo de ambas tradiciones: por un lado, desde el punto de vista hindú, el hombre vive ya en una tierra sagrada, y eso tiene que ver con la herencia de la tradición hindú, directa de la tradición primordial, el Mundo es ya sagrado y significativo. El pueblo hebreo se considera en exilio y debe acceder al lugar sagrado donde se verticaliza, donde se abre la escala que tiene que ver con los estados superiores, como está ejemplificado en la historia de Jacob (también se dice que aquella piedra -vinculada con el Lûz de inmortalidad- fué luego la piedra fundamental del Templo). Son también dos perspectivas que pueden coexistir y que ligan con la idea de la peregrinación. Nos dice Guénon que la peregrinación a los centros simbólicos no sólo es algo que tiene que ver con la tierra, sino con la proyección de ciertas estrellas, como se hace evidente en la peregrinación a Compostela. Es decir, no sólo ocurre en la Tierra sino que está ocurriendo en los Cielos, entendidos como la parte superior del mundo intermediario. Para la Tradición hindú, como para la hebrea y otras, hay siete "tierras" (en la primera, "islas" o "continentes"), y aunque una es manifestada sensiblemente, las otras seis coexisten, en el mundo sutil. Como también la peregrinación al centro tiene que ver con el "paso" por el mundo intermediario –y a Santiago se lo relaciona con las ciencias de la cosmogonía y las ciencias intermediarias– el acceso al Centro implica un recorrido análogo por esos mundos o lecturas del mundo que están simbolizados por las distintas tierras en el plano sutil. Ellas están emparentadas con el Mêru, la montaña polar, que tiene seis caras (ligadas evidentemente con las direcciones del espacio) y correspondiendo si así puede decirse, una séptima a su propio vértice. En todo caso la montaña pertenece a la Tierra, y su ascenso, como el del Monte del Purgatorio por Dante, es una purificación alquímica, o mejor una conjunción pues ya se ha visto tras la salida del Infierno (inferiora o interiora terrae) las cuatro estrellas, la que se cumple con el auxilio de la Tradición, personificada en Virgilio.
(20) En el simbolismo masónico, el Maestro es aquél que "es capaz no solamente de 'leer' sino también de escribir el 'Libro de Vida', es decir, de cooperar conscientemente en la realización del Plan del 'Gran Arquitecto del Universo' " (Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, Cap. VI: "La ciencia de las letras").
(21) Ver La Gran Tríada, Cap. XVIII: "Hombre Verdadero y Hombre Trascendente".
(22) Ver El hombre y su devenir según el Vêdânta, Cap. XXI: "El 'viaje divino' del ser en vías de liberación". La "esfera de la Luna" es precisamente el "medio donde se elaboran las formas" es decir que es atravesándola que puede accederse al plano informal, es en ese sentido que es "Janua Caeli" y "Janua Inferni", Diana y Hécate, en el primero da entrada a un estadio otro, en el segundo el ser vuelve a la manifestación individual.
(23) Ver El esoterismo de Dante, Cap. I: "Sentido aparente y sentido oculto".
(24) La cual se dice "fué formada por la tierra despedida del agujero (Infierno = estados inferiores a lo propiamente humano) que causó Lucifer en su caída".
(25) Ver "El Eter en el corazón", Cap. LXXIV de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
(26) "El Verbo y el símbolo", Cap. II de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
(27) Más allá de la voluntad del que se supone a sí mismo, la realidad es inmediata y ocurre a su pesar, y en todo caso es el reconocimiento de su propia ignorancia y de los límites del su conocimiento individual lo que genera un vacío (yin) a partir del cual el conocimiento, o la "vía", es posible y por tanto ya actuante. Así, la multiplicidad se suspende en otra dimensión del tiempo que absorbe el espacio regenerándolo y en ese comienzo de contemplación efectiva, en el que él mismo es un símbolo, ante una virginidad de todas las formas (la forma caracteriza todo estado individual por la determinación de una "dirección", aunque no sea de los que están sometidos a la condición del espacio) nace la geometría y la música y el comienzo de la Astrología o lo que sus expresiones simbolizan. Las primeras son ciencias del número y podría vincularse a la geometría con la visión y a la música con la audición sino fuera porque ambas se compenetran, en tanto que manifestación de los númenes que generan sus modelos y habitan lo intemporal, (lo que corresponde a la manifestación informal o no-formal), coetánea con el presente y distinta a la suma de sus producciones que ya no pueden presuponerse y menos ser observadas como alegoría. Los estados supraindividuales del ser son propiamente los Dioses o las manifestaciones celestes de la Unidad suprema, el "Uno sin segundo", la "Gran Unidad" que está más allá del Cielo y se identifica con el "Tao sin nombre", que conjuntamente a la manifestación no sólo "han creado" sino que crean al hombre, pues el dominio de la Creación o Poiesis es en sí mismo el de lo atemporal como imagen de lo eterno, y esa atemporalidad incluye lo temporal e histórico pues en ella está incluida lo sutil y lo grosero, o sea el alma inferior y lo corporal que constituyen la individualidad. Eso mismo nos da los diferentes planos de lectura que corresponden tanto a la determinación de los mundos con respecto a la individualidad humana que encara el "retorno" al Principio, como los estados del ser que corresponden a ese conocimiento (o niveles de conocimiento en tanto que éste es identidad), todos ellos relativos con respecto al conocimiento supremo, pero no dejando por ello de constituir fases prototípicas y análogas a la creación de los mundos, e implicando una jerarquía que es la del propio Eje en tanto que principio de los indefinidos estados de existencia por parte de cada uno de sus puntos, los que se reflejan en las modalidades de un estado cualquiera, un ciclo no cerrado cuya representación está ligada con la espiral y por lo tanto con la escala en la que se reflejan los demás estados del ser (superiores e inferiores con respecto a él).
(28) Según el Sefer Yetsirah (el "Libro de la Formación" de la tradición cabalista) las 22 letras se dividen en 3 letras "madres", 7 "dobles" y 12 "simples". También corresponde al número de años que se dice viajó Pitágoras, entre otros lugares por Egipto; es también el número de los Arcanos Mayores del Tarot. Con respecto a su presencia en La Divina Comedia y después de recoger algunas correspondencias señaladas en un comentario de R. Benini, numéricas, geométricas y astronómicas, dice Guénon que le parece lo más importante el que sea derivado de 11 (número formado por la suma de 5 y 6, los que corresponden a "la unión central del Cielo y la Tierra"). Ver "Números celestes y números terrestres" Cap. VIII de La Gran Tríada, y "Los números simbólicos", Cap. VII de El esoterismo de Dante.
(29) Ver "El Octógono", Cap. XLII de Símbolos Fundamentales.
(30) Ibid.
(31) La Balanza puede verse también como un símbolo del equilibrio de las seis direcciones del espacio en el centro, imagen del Centro celeste o supremo. La Balanza zodiacal, que se refiere al tiempo, y al equinoccio, era antes polar, en otra fase cíclica o estado cualitativo del mundo humano y cósmico. También los Adityas (arquetipos de los signos zodiacales) eran antes 7, y su jefe era Varuna (idéntico a Ouranos –Cielo–).
(32) Dharma y dhruva (polo) tienen la misma raíz, que se refiere a la idea de estabilidad, y está vinculada al aspecto substancial, la Tierra como principio, hylé o materia prima.
(33) "Ciencias" y "virtudes" se unen a cada nivel en el eje invisible de la Escala doble de Kadosh, grado 30 de la Masonería escocesa. Ver El esoterismo de Dante, Capítulo II: "La Fede Santa". Esta escala es de dos montantes. Dicho grado es el "nec plus ultra" en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, como final de la realización ascendente, los grados siguientes, hasta el 33, se refieren a la realización "descendente".
(34) También, conviene recordar que "todo metal llegado a su propia perfección, es oro".

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