La Historia como una Ciencia
de la Cosmogonía
(3)

Francisco Ariza

EL MANVANTARA O CICLO DE UNA HUMANIDAD.

DURACIóN CRONOLóGICA 64.800 años
(65.000 en números redondos)

LA DIVISIóN DEL MANVANTARA EN “CINCO GRANDES AñOS”
(12.960 años cada uno. Números redondos: 13.000. Total 65.000)

Primer Gran Año.
Hiperbóreo y Primordial

De 63.000 a 50.000 a.C.

Segundo Gran Año.
Oriental. Raza Amarilla

De 50.000 a 37.000  a.C.

Tercer Gran Año.
Meridional. Raza Negra

De 37.000 a 24.000 a.C.

Cuarto Gran Año.
Occidental. Raza Roja

De 24.000 a 11.000 a.C.

Quinto Gran Año.
Nórdico. Raza Blanca

De 11.000 a 2030 d.C.


EL MANVANTARA Y LAS CUATRO EDADES DE LA HUMANIDAD

Al respecto del Manvantara dijimos en nuestro artículo sobre “Los Ciclos en la Historia y la Geografía”:

Según la terminología hindú, la palabra Manvantara quiere decir exactamente "era de Manú", quien representa un Principio de orden espiritual, identificándose con el Legislador universal o Inteligencia cósmica que promulga, de acuerdo a la Voluntad divina y la Sabiduría Perenne, la Ley, o Dharma, que rige nuestro ciclo de existencia (el Manvantara), que es como un reflejo del propio orden cósmico o harmonia mundi. Formulando esa Ley adaptada a las condiciones del ciclo humano, Manú es también el arquetipo del hombre, su principio celeste, y en este sentido representa nuestro verdadero Ser, nuestro Ancestro o Progenitor primordial, a quien la tradición hindú da el nombre de Prajâpati, "el Señor de los seres producidos". Se trata de una progenitura espiritual, que no carnal, evidentemente, es decir de aquel Principio que nos da la vida en el sentido vertical y esencial, no en el sentido horizontal y substancial. "No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto" (Juan, III, 7). Todos los pueblos antiguos, cuando hablan de su Ancestro primordial, en el fondo se están refiriendo a Manú (o a un aspecto de éste), que aunque no designe ni un personaje histórico ni legendario, sin embargo la raíz etimológica de su nombre la encontramos en los antepasados fundadores de muchas tradiciones: por ejemplo en el Menes egipcio (que quiere decir “el que perdura”, el que “es estable”), en el Minos griego, en el Menw celta, en el Mannus germánico, e incluso en Numa (al revés Manu), uno de los siete reyes legisladores de la antigua Roma. 

Asimismo encontramos idéntica concordancia en el nombre hebreo Emmanuel, con el que es designado Cristo al nacer, y que significa "Dios en nosotros", como recordábamos anteriormente. Manú es llamado también "El Rey del Mundo" o "Monarca Universal", idéntico al Chakravarti hindú y budista, el "Señor de la Rueda" del mundo, pues mora en su centro y la hace girar sin participar empero de su movimiento, es decir de sus revoluciones cíclicas, siendo, sin embargo, el Principio que la vivifica. Es, por tanto, el "Motor inmóvil", el Polo espiritual en torno al cual gira todo nuestro mundo, al que da estabilidad, firmeza y duración.

En este sentido, añadiremos que uno de los atributos de Manú es el de "sostén de las almas en el Espíritu de Dios", identificándose así con el "hilo" de Âtma, o sutrâtma. Manú es ese hilo o eje con respecto al Manvantara, al que "atraviesa" desde su comienzo hasta su conclusión. Pero ese principio se manifiesta a través de un centro espiritual, y de una Tradición primigenia, de la que emanan todas las que se han sucedido a lo largo de la Historia, portadoras de la Sabiduría Perenne.

La Tradición primigenia se manifestó con toda su plenitud en el origen mismo del Manvantara, y su ocultamiento (que no desaparición) se fue produciendo paulatinamente a lo largo del desarrollo cíclico, el cual supone, por definición, un alejamiento cada vez más acentuado de dicho origen. Esta es la razón de que, desde el punto de vista tradicional, ese desarrollo se tome no como una evolución o un "progreso", como lo considera la ciencia moderna en general, sino como una involución o un "retroceso", como un gradual "descenso" en la materialidad y la solidificación, que afecta no sólo al ser humano, sino al conjunto de la naturaleza y del cosmos. Utilizando el símbolo del círculo, podríamos decir que ese desarrollo cíclico va del centro a la periferia, del origen a lo más alejado de éste. El mismo símbolo, con la cruz inscrita en su interior, nos ofrece una imagen perfecta de los cuatro períodos en que se fragmenta el Manvantara, y en general cualquier ciclo, que siempre tiene una estructura cuaternaria, como ya hemos tenido ocasión de ver.

El círculo dividido en cuatro por la cruz.
Fig. 12

En el caso del Manvantara, cada una de esas partes se corresponde con cada uno de sus cuatro períodos o edades, que la tradición hindú denomina yugas. Sus nombres son krita-yuga, trêtâ-yuga, dwâpara-yuga y por último kali-yuga. Estas edades se corresponden con las que la tradición greco-latina (especialmente Hesíodo) denominó la "Edad de Oro", la "Edad de Plata", la "Edad de Bronce" y la "Edad de Hierro", respectivamente. Cada edad constituye un ciclo dentro del gran ciclo del Manvantara, pero sus duraciones varían de unas a otras. Esto se debe a que el tiempo en cada una de esas edades posee una cualidad propia y no transcurre siempre a la misma velocidad por el hecho de que no es uniforme, como ya apuntamos. Esa cualidad influye y determina el carácter de la historia humana, es decir de los acontecimientos que se producen en un período dado de esa misma historia, los que a su vez reflejarán un orden de cosas más elevadas, sutiles y en armonía con las verdades esenciales (es decir que son más cualitativos), cuanto más cercana esa época esté del origen, todo lo contrario de lo que ocurre en una época ya no tan próxima a él, como por ejemplo es la nuestra, que por ello mismo está sumida en el "reino de la cantidad" y de lo superficial. 

En consecuencia cada yuga o edad del Manvantara necesariamente también reflejará esos elementos cualitativos del tiempo, que será más amplio y "lentificado" en la primera de esas edades, y progresivamente cada vez más contraído y veloz conforme se va pasando de una edad a otra. Por eso las cuatro edades del Manvantara se suceden según la proporción de los números 4-3-2-1, es decir de mayor a menor, que es la misma de la Tetraktys pitagórica: 1-2-3-4 (cuya suma da 10), pero en sentido inverso. Esto explica la estrecha relación que existe entre el cuaternario y el denario, de tal forma que en el primero está ya incluido el segundo, es decir que el denario representa el desarrollo completo de todas las posibilidades comprendidas en el cuaternario a lo largo del tiempo y del espacio.

Como el 10, el número 4 expresa la idea de totalidad, y corresponde a la primera de esas edades, el krita-yuga, cuya duración se estima en 25.920 años, lo cual supone un ciclo completo de la precesión de los equinoccios (12 x 2.160). La segunda edad, el trêtâ-yuga, representada por el número 3, implica un acortamiento de esa duración, pues la precesión ha sido recorrida en sus tres cuartas partes, lo que traducido en años da 19.440 (= 9 x 2.160). La duración de la tercera edad, el dwâpara-yuga, representada por el número 2, es exactamente la mitad de la precesión de los equinoccios, es decir de 12.960 años (= 6 x 2.160). Y por último, la duración de la cuarta edad, el kali-yuga, equivalente al número 1, es tan sólo de 1/4 de la precesión, esto es de 6.480 años (= 3 x 2.160). La suma de todas esas duraciones da la edad completa del Manvantara: 64.800.


LAS CUATRO EDADES
Duración 64.800 años

Krita-Yuga

(Edad de Oro)

25.920 años 

62.800/36.880 a.C.

Tretâ-Yuga

(Edad de Plata)

19.440 años

36.880/17.440 a.C.

Dwâpara-Yuga

(Edad de Bronce)

12.960 años

17.440/4.450 a.C.

Kali-Yuga

(Edad de Hierro)

6.480 años

4.450/2.030 d.C.

En la Biblia, concretamente en el libro de Daniel, aparece una descripción de las cuatro edades. Es durante la interpretación del sueño de Nabucodonosor, en el que éste ve la figura de un gigante, cuya cabeza es de oro, sus brazos y pecho de plata, sus caderas y piernas de bronce, y finalmente sus pies de hierro y de barro (el “gigante con pies de barro”). Los pies de hierro y de barro corresponden a la cuarta edad, precisamente llamada la Edad de Hierro, o Edad Oscura. El barro, mezclado con el hierro, se corresponde más concretamente con nuestra época actual, que está sumida por un lado en una solidificación de las posibilidades más densas en inferiores del ser humano, y por otra en una “blandura” semejante al barro (reflejada en toda clase de degeneraciones), prefigurando así la “disolución” de nuestro mundo.

Para comprender mejor la naturaleza cualitativa del tiempo en los distintos ciclos hemos de tomar en consideración las tres tendencias cualitativas o atributos esenciales presentes en todos los seres manifestados en distinta proporción y que también impregnan por así decir las épocas históricas, tendencias a que se hallan sometidos los seres y asimismo el medio cósmico y natural en el que están insertados. Son condiciones generales de la existencia a las que como decimos todos los seres están ligados en proporciones variadas, y gracias a las cuales ocupan su “lugar” en la jerarquía del orden cósmico.

Los tres gunas son: Satwa, que indica la tendencia del ser hacia sus estados superiores y hacia el Conocimiento de la Verdad. La raíz Sat quiere decir “Ser” y también “Verdad” de ahí que a la Edad de Oro también se denomine Satya-yuga, la “Edad de la Verdad”. Esa raíz la encontramos en Saturno, el dios regente de la Edad de Oro. El segundo guna es Rajas, que es el impulso que provoca la expansión del ser en un estado determinado (en este caso el estado humano), es decir, el desarrollo de aquellas de entre sus posibilidades que se sitúan en un determinado nivel de la Existencia. Finalmente está Tamas, la oscuridad, asimilada a la ignorancia. Esta es la tendencia hacia los estados inferiores.

Sattwa es la tendencia imperante en la Edad de Oro; Sattwa y Rajas en la Edad de Plata; Rajas y Tamas en la Edad de Bronce; y Tamas en la Edad de Hierro. Esto no quiere decir que en esta última Edad no estén presentes Sattwa y Rajas (de hecho lo están con evidencia hasta la mitad de esa Edad), pero sí que la tendencia general es hacia un descenso cada vez más acentuado.

Los Avataras, a los que antes hemos mención, constituyen también parte esencial de la Historia. Son diez y representan las sucesivas manifestaciones de Vishnu (el dios conservador) a lo largo del Manvantara. La palabra Avatara quiere decir “descenso de un dios”. El último Avatara se manifestará al final del presente Manvantara, lo que el cristianismo llama la "segunda venida" de Cristo, y que no es otro que el Kalki-avatara de la tradición hindú. Es interesante señalar que tara es el nombre de la estrella polar en sánscrito, por lo que podríamos decir que Ava-tara significa también el "descenso del polo", en este caso del polo espiritual, lo cual tal vez tendría relación con el "Dios en nosotros" del nombre Emmanuel dado a Cristo. Sus apariciones cíclicas “restablecen” o “enderezan” el orden (dharma) y la doctrina tradicional.

El número diez de los Avataras está naturalmente ligado a las edades del Manvantara según la proporción 4-3-2-1=10 al que hemos hecho alusión anteriormente. Sus nombres, y las edades del Manvantara en que se manifestaron, son los siguientes: Matsya avatara (el pez, Satya-yuga); Kurma avatara (la tortuga, Satya-yuga); Varaha avatara (el jabalí, Satya-yuga); Narasinha avatara (mitad hombre y mitad león, Satya-yuga); Vamana avatara (el enano, Tretâ-yuga); Parashurama avatara (“Rama con hacha”, Tretâ-yuga); Rama avatara (el arco y la flecha, Tretâ-yuga); Krishna avatara ( el “atractivo”, Dwâpara-yuga); Mleccha avatara (“extranjero”, identificado con Cristo, Kali-yuga); y por último Kalki-avatara (“destructor de la impureza”, Kali-yuga).

Kalki avatara. India, s. XIX.
Kalki avatara. India, s. XIX.

Añadiremos que los diez Avataras representan un arquetipo relacionado evidentemente con la idea de “totalidad” asignada a este número (la suma del 9 de la circunferencia más el 1 del centro). Sin embargo han existido a lo largo del Manvantara numerosos “descensos menores”, por así decir, de las entidades divinas destinadas al restablecimiento, o regeneración, de la Tradición en su cultura o civilización propia, siendo este un tema que naturalmente no podemos desarrollar ahora pero que indudablemente es una clave para poder entender ciertos aspectos de la Historia sagrada de la humanidad. Determinados eslabones de la “cadena áurea” han sido en realidad expresiones de esas entidades espirituales.

LAS CUATRO EDADES

GRANDES AñOS de 13000 cada uno

 
EDAD DE ORO. 26.000 años (del 63.000-37.000 a.C.).

Guna o tendencia: Satwa

- Edad de la Paz, el Equilibrio y la Justicia. La humanidad se alimenta del árbol de la Vida en el centro del Edén.

- La hiperbórea se identifica con la Tierra de los bienaventurados” o de “los inmortales”.

- El historiador y geógrafo Pausanias en su “Descripción de Grecia” señala esa relación entre los dioses y los hombres, y habla de una “edad dorada en la que los hombres eran comensales de los dioses, y caracterizada por la justicia y la piedad”.

 

 
1º GRAN AñO. (63.000-50.000 a.C.).

 
- Raza hiperbórea. Elemento éter. Región Polar. Estado de indiferenciación. Una única casta: Hamsa. El estado Andrógino.

- El pasaje de este Gran Año al siguiente: dislocación del Continente Primordial Polar y nacimiento de los continentes, donde se establecen las distintas razas.

EDAD DE PLATA. 37.000-17.500 a.C.

Tendencias: Satwa-Rajas

- La Caída. Nacimiento de las artes simbólicas y la ciudad. Caín y Abel. Los sedentarios y los nómades.

- El Paleolítico. Las cavernas son los santuarios de los hombres de esta Edad.

- Hacia la mitad de la Edad de Plata aparece la civilización Atlante.

2º GRAN AñO. (50.000 al 37.000 a.C.).

- Raza amarilla. Elemento Aire. Extremo Oriente. Continente de Lemuria cuyo centro se halla aproximadamente en el sur de la India, concretamente en Ceilán, donde recordemos hay un monte llamado Pico de Adán. El paso del primero al segundo gran año se simboliza por el “sueño de Adán”. - Nacimiento de Eva. La dualidad. El hombre toma conciencia de su ser creado aunque todavía permanece en un estado de unidad.

3º GRAN AñO. (37.000-24.000 a.C.).

- Raza Negra. Elemento Fuego. Continente meridional de Gondwana.

- El “Gran Cambio” propiciado por un asteroide. Es lo que Platón denomina en El Político “el mundo al abandono”. El paso a este Gran Año está señalado por la inclinación del eje terrestre, que trajo consigo la aparición de las cuatro estaciones, y por tanto un cambio muy substancial en la vida terrestre y humana, desarrollando posibilidades que estaban en potencia durante el período primordial.

 

EDAD DE BRONCE. 17500-4500 a.C.

Tendencias: Rajas-Tamas

- La Biblia habla de “corrupción del género humano”. Sin embargo todavía se conservan los ritos sagrados y los hombres están revestidos de nobleza. En la Edad de Bronce se sitúa el episodio del Génesis cuando se habla de que los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bellas. De su unión nacieron los gigantes y los Nefilim. Poderosa raza de guerreros.

- Esto recuerda el episodio descrito por Platón en el Timeo y el Critias cuando se menciona que los atlantes, de estirpe divina, se mezclan con los hombres mortales. En esta Edad comienza la decadencia de la civilización atlante.

 

4º GRAN AñO. (24000-11000 a.C.).

- El pasaje a este Gran Año se produce por el cataclismo volcánico (fuego) que disloca el continente de Gondwana, quedando aislada la Antártida y Australia.

- Raza Roja. Elemento Tierra. Occidente, (el occidente Europeo), el continente atlante y América del Norte y Central.

- Hundimiento de la Atlántida en torno al 11.000 a.C.) y fin de su civilización. El Diluvio.

 

 

EDAD DE HIERRO. 4500 a.C-2030 d.C.

Tendencia: Tamas

- La “confusión de lenguas” marca el paso de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro.

- Se habla de tres Hermes como aquellos que se encargan de transmitir la Sabiduría del ciclo anterior al actual: el Hermes de los Hermes (antediluviano), Hermes Babilónico (Caldeo) y Hermes Egipcio (Thot). En América del Sur se habla de la leyenda de los Viracocha, los Hermes americanos, junto al Quetzalcóatl tolteca y al Kukulkan maya.

- Abraham, oriundo de la Ur de Caldea se encuentra con Melkisedek, “el sacerdote del Dios Altísimo”, considerado en el esoterismo histórico como el representante de la Tradición primordial e hiperbórea.

- Las grandes civilizaciones que empiezan con la Edad de Hierro se forman a partir de elementos procedentes de la tradición hiperbórea (a través de los indoeuropeos) y de las que descendían más o menos directamente de la civilización atlante, asentadas en el oeste europeo, la cuenca mediterránea, Egipto y Mesopotamia, fundamentalmente.

5º GRAN AñO. 11.000 a.C.- 2030 d.C.).

- En efecto, el pasaje del cuarto al quinto Gran Año está representado por el Diluvio. Fin de  la última Glaciación. Aparece la civilización neolítica.

- Raza blanca. Elemento Agua. Continente Norte de Europa y parte del norte euroasiático. El Mediterráneo.

- Poco a poco los pueblos de raza blanca de origen indoeuropeo van abandonando su hábitat natural de las regiones del norte europeo y asiático, “descendiendo” hacia el Sur. Hacia el Asia Menor, la Persia y la India (Iranios e indoiranios). Hacia el Mediterráneo (Helenos y Latinos) y la Europa Occidental.

- Los pueblos indoeuropeos traen consigo toda una constelación de símbolos relacionados con la luz y lo uránico.

Hay que tener presente que debido a la ley de la analogía en cada Edad se reproducen a escala las cuatro Edades. En el caso de la Edad de Hierro, o Kali-yuga, esa cronología sería la siguiente:

Edad de Oro

4450 a.C. / 1858 a.C.

Edad de Plata

1858 a.C. /     86 d.C.

Edad de Bronce

86 d.C. / 1382 d.C.

Edad de Hierro

1382 d.C. / 2030 d.C.

Además, y como hemos visto más arriba, hay una cronología ternaria de la Edad de Hierro en correspondencia con las tres eras zodiacales de Tauro, Aries y Piscis, cada una de las cuales comprende 2.160 años. Ciñéndonos concretamente a las civilizaciones de Occidente, o que han influido directamente sobre la cultura de Occidente, tenemos las siguientes eras:

La Era de Tauro. Se caracteriza por el predominio caldeo-egipcio-cretense: del 4450 al 2290 a.C. Establecimiento de las grandes civilizaciones y las ciudades-estado, coincidiendo con la plasmación escrita de los textos sagrados, que hasta entonces habían sido transmitidos de forma oral. Sobresale la figura del rey-sacerdote, quien aúna en su persona la autoridad temporal y la autoridad espiritual. El toro es el animal sagrado por excelencia (los toros alados mesopotámicos, el buey Apis egipcio, el toro cretense, de estirpe solar y celeste todos ellos), y las cualidades inherentes al signo zodiacal de Tauro se dejan sentir en todo ese período, plasmándose en el arte y el símbolo. Es el tiempo también de los grandes Patriarcas del pueblo hebreo y la relación de éste con Egipto. La decadencia de la era de Tauro (y el paso de ésta a la de Aries) está señalada en el episodio del culto al “becerro de oro” por parte del pueblo judío relatado en la Biblia.

La Era de Aries. Se caracteriza por el predominio de la civilización greco-romana del 2290 a.C. al 130 a.C. El carnero sustituye al toro, como es bien visible en Egipto con el dios Amón. Nace también el pueblo judío como tal tras la salida de Egipto y su instalación en Tierra Santa, con Moisés como legislador del mismo. La fuerza y el impulso renovador de Aries, unido a la energía guerrera y conquistadora de su dios regente, Marte, se dejan sentir en toda esta Era. Por ejemplo, los indoeuropeos Aqueos fundan la civilización micénica, en parte heredera de la Minoica cretense, y lo mismo podríamos decir de los Dorios y los episodios civilizadores de los héroes helenos, cantados más tarde por Homero y posteriormente por los historiadores y poetas griegos y romanos, tal Virgilio en La Eneida. Los pueblos griegos en general fundan colonias por toda la cuenca mediterránea a través del comercio (una forma de la comunicación), al igual que los fenicios, mientras Roma expande su civilización por todo el Mediterráneo, y el macedonio Alejandro Magno (identificado con Zeus-Amón, dios portador de cuernos de carnero) llega en su conquista hasta las puertas de la India. En el milenario Egipto aparecen las dinastías del Imperio Nuevo (algunas de ellas guerreras), y su civilización alcanza su cima, y por ello mismo comienza también su lenta decadencia.

La Era de Piscis. Esta comienza prácticamente con el nacimiento del Imperio romano (con César Augusto hacia finales del siglo I a.C.) y del Cristianismo (que tiene al pez como símbolo característico). En sus églogas Virgilio canta las excelencias de una nueva edad de oro que traerá la Justicia, personificada en la Virgen Astrea. En la era de Piscis el predominio corresponde a la civilización europea, heredera de las anteriores, y con sus centros neurálgicos en Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y España. Va del 130 a.C. al 2030 d.C. (El predominio de Norteamérica a partir del siglo XX es una prolongación de la civilización europea y occidental).(13)

Nota 1. En lo que respecta a la sucesión temporal o “movimiento histórico de las civilizaciones” pertenecientes a estas tres Eras zodiacales, debe considerarse que dicho movimiento se ejerce según el sentido de la precesión de los equinoccios, que va de Este a Oeste (o de Oriente a Occidente) al contrario precisamente al que realiza el movimiento de giro de nuestro planeta, que va de Oeste a Este (de Occidente a Oriente). Por eso mismo, en ese “movimiento de las civilizaciones” aparecen en primer lugar aquellas que nacen en la Era de Tauro y que proceden del Medio y Cercano Oriente (Mesopotamia y Egipto); en segundo lugar las que nacen en la Era de Aries (Grecia y Roma); y en tercer lugar las que lo hacen en la Era de Piscis, situadas geográficamente en la parte central y occidental de Europa.

Nota 2. En una división binaria del Kali-yuga o Edad de Hierro, y siguiendo a Hesiodo, la primera parte (del 4450 al 1250 a.C., aproximadamente) correspondería a la “raza de los héroes” (Hércules, Teseo, Jasón, Perseo, Aquiles, Héctor, Ulises, etc.), la que ha nutrido numerosos mitos ejemplares no sólo de la tradición griega, sino también romana y de otros pueblos del Mediterráneo. La raza de los héroes acabó en la guerra de Troya, en torno al año 1290 a.C. La segunda parte de la Edad de Hierro es propiamente la entrada en escena de la raza de hierro, que al final del ciclo (o sea en la actualidad) se mezclará con el barro. ¿Qué ha sido nuestra sociedad moderna sino un gigante con pies de barro, una desmesura en todos los ámbitos: sociales, económicos, políticos, morales, unida a una fragilidad que la ha hecho presa de todas las tendencias más inferiores del Manvantara?

Por eso mismo la idea del Arca salvadora portadora de los gérmenes de la humanidad futura (de otro Manvantara) se hace presente en el corazón de todos aquellos que a pesar de la oscuridad espiritual-intelectual generalizada de hoy en día se reconocen como los eslabones vivos de la larga cadena de testificación de la Sabiduría Perenne.


BIBLIOGRAFíA

Federico González Frías:

El Simbolismo de la Rueda.

El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las culturas arcaicas.

Simbolismo y Arte.

Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha.

Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.

René Guénon:

Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.

Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos

La Crisis del Mundo Moderno

El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos

El Simbolismo de la Cruz

Platón:

Timeo

El Político, o de la Realeza

República

Las Leyes

Critias, o de la Atlántida

Gastón Georgel:

Les Quatre Âges de l’Humanité

Les Rythmes dans l’Histoire

Revista SYMBOLOS:

Los cuatro números especiales dedicados a la Ciclología.

Nº 15-16 (1998); Nº 17-18 (1999); Nº 19-20 (2000) y Nº 21-22 (2001).

(Los principales artículos de dichos Nºs se encuentran reproducidos en la página: https://www.ciclologia.com perteneciente al Anillo de SYMBOLOS.


Comienzo

GUIA BIBLIOGRAFICA DEL ESOTERISMO
Temas: Symbolos
(Indice de Publicaciones)


Nota
    (13) En la Era de Piscis también surge el Islam (s. VII d.C.) bajo el impulso de los pueblos árabes, una antigua cultura semítica (descendientes de Ismael, hijo de Abraham y de su sierva Agar) que sobrevivía dispersa en multitud de tribus a lo largo y ancho de la península arábiga y regiones de la “Media Luna Fértil”. Es indudable que, como civilización, la árabe-islámica ha tenido momentos de esplendor a lo largo de varios siglos y jugó un papel importante en un momento determinado en la transmisión a Europa de parte de la cultura Clásica. Pero su influencia, como tal civilización, en el desarrollo de la Historia humana de los últimos dos mil años no puede compararse con la de la civilización europea, que a partir de los siglos XV-XVI “renació” tras su período medieval encontrando en América ese “espacio vital” para continuar desarrollando sus posibilidades latentes, y no sólo eso sino que emprendió la “conquista” del mundo, con la entrada en la “era de los descubrimientos”, con todo lo que esto supuso de negativo también para multitud de pueblos y culturas de todo el orbe, muchas de las cuales desaparecieron por completo bajo la acción de ese empuje conquistador. Mientras tanto la civilización árabe se replegó sobre sí misma, con momentos todavía de esplendor en lo que respecta a su religión, pero debido sobre todo al impulso dado por el Imperio Otomano, es decir turco y por tanto no árabe, Imperio que no obstante no traspasó las fronteras del “espacio vital” del mundo arábigo. Precisamente, ese mundo entra nuevamente en la escena mundial en el siglo XX. Y desde luego el petróleo tuvo mucho que ver en ello. El petróleo, esa aqua infernalis (“agua del infierno”) como se llamaba durante la Edad Media. En el Gran Teatro de la Historia cada civilización ha cumplido y cumple con su papel, pero cuando todas las civilizaciones de la tierra entran en decadencia y no hay en el horizonte ninguna que traiga consigo una auténtica “Buena Nueva” (es decir una nueva expresión de la Tradición Primordial), es que el fin de ciclo está realmente muy cerca. Podríamos decir que la humanidad entera es hoy en día una sola, única y genuina civilización: la técnico-electrónica, de duración muy corta, apenas un instante en el gran ciclo de la Historia humana.

–––––     Home     –––––