Gea recostada. Nueva Mitología Ilustrada II.
Gea recostada.
Juan Richepin (dir.), Nueva Mitología Ilustrada II. Barcelona 1927

El Espíritu de la Tierra
Notas sobre la Geografía Sagrada
II

Francisco Ariza

De acuerdo con las analogías entre el macrocosmos y el microcosmos, los cinco elementos, planetas y puntos cardinales tienen también sus correspondencias con el ser humano, tanto corporal como espiritualmente. Corporalmente tenemos a las cinco vísceras principales: hígado, corazón, bazo, pulmones y riñones, que se corresponden con Júpiter, Marte, Saturno,(12) Venus y Mercurio; y espiritualmente a las cinco "grandes virtudes", respectivamente: bondad, espíritu ritual, santidad, equidad y sabiduría.(13) En este sentido, si nos fijamos bien estas mismas "virtudes" asignadas a cada uno de los planetas se corresponden exactamente con las que reciben en el Hermetismo y la Astrología occidental.

Un aspecto también importante desde el punto de vista de la geomancia (y de la geografía sagrada) es el hecho de que los planetas y las energías que éstos representan están en relación con las formas de las montañas, y más concretamente con sus cumbres, de tal manera que las montañas que tienen sus cimas quebradas están bajo la influencia de Júpiter; aquellas otras que son muy altas y con picos y laderas escarpados se sitúan bajo el influjo de Marte; las que pertenecen a Saturno presentan sus cimas aplanadas, mientras que las de Venus son también muy altas y con las cumbres redondeadas, y finalmente aquellas que están presididas por Mercurio son bajas y tienen su cima en forma de cúpula. Por lo tanto, y siguiendo las reglas del Feng-Shui, la montaña que presenta características jupiterinas (cima quebrada) ha de estar junto a otra que presenta a su vez características mercuriales (cima con forma de cúpula), pues entre ambas se armonizan y complementan, como lo hacen la madera y el agua según hemos visto anteriormente, ya que la primera es alimentada por la segunda. Otro tanto puede decirse de una montaña con características de Marte (cima escarpada), que conjugará con otra cuya cumbre presenta características saturninas (cima aplanada), ya que el fuego produce la tierra (al convertir todo en ceniza), elemento este último que también está en armonía con una cima venusina (alta y redondeada), puesto que como vimos la tierra genera el metal en sus entrañas. Se puede dar la circunstancia, como de hecho se da, de que existan de forma natural dos cimas juntas que no se adecuen a estos principios, y en este caso la solución vendría por modificar la cima de una de ellas para que ambas se armonizaran, buscando siempre que el paisaje terrestre concuerde con el paisaje celeste. Como consecuencia de esa práctica, podría decirse entonces que una gran parte de la fisonomía topográfica y orográfica de la China actual ha sido modelada por los geománticos a lo largo de los siglos, lo que explicaría la sugestiva y serena belleza de muchas zonas de ese inmenso país.

En este sentido, quizá la denominación de "Celeste Imperio" dada al territorio de la antigua China tenga relación también con esa adecuación del paisaje terrestre a la armonía del cielo. En cualquier caso ese territorio estaba sintetizado simbólicamente en el Ming-Tang (literalmente "Templo de la Luz"), donde el emperador realizaba importantes ritos relacionados con el mantenimiento del orden cósmico y del orden terrestre. El Ming-Tang era, al igual que dicho territorio, de forma cuadrada, y su división en nueve salas (con una de ellas en el centro, de tal manera que semejaba el "cuadrado mágico de Saturno") equivalían exactamente a las nueve provincias en que estaba dividida entonces la China. Se da la particularidad de que aunque estuviera dividido en nueve salas, en realidad el Ming-Tang tenía doce aberturas al exterior: tres por cada uno de sus cuatro lados, "de tal manera que, mientras que las salas del medio de los lados tenían tan sólo una abertura, las salas en ángulo tenían dos cada una, y estas doce aberturas correspondían a los doce meses del año".(14) El emperador se desplazaba por las salas del templo como si lo hiciera por las nueve provincias de su imperio, ya que al ser ambos de forma cuadrada les permitían estar perfectamente orientadas según las cuatro regiones del mundo, y también según las cuatro estaciones: las salas (o provincias) del lado de oriente a la primavera; las del sur al verano; las del oeste al otoño y las del norte al invierno.(15) Así pues, aunque la forma del Ming-Tang, como la del territorio de China, fuese cuadrada (como la Tierra), hemos de tener en cuenta que por su relación con las doce estaciones, y en consecuencia con los doce signos del Zodíaco, también conservaba implícitamente una forma circular (como el cielo), constituyendo ambos por tanto una Imagen del Mundo. En este sentido hemos de recordar que el Ming-Tang era cuadrado por su base y redondo por su techo, sostenido por ocho columnas que describen un octógono, equivalente simbólicamente al Mundo Intermediario al estar situado efectivamente entre el cuadrado (tierra) y el círculo (cielo).

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Naturalmente, y como ya dijimos, esta concepción no es exclusiva de los geománticos chinos, sino de prácticamente todos los pueblos de la antigüedad, que supieron ver en ella las pautas por las que regir su vida individual y la manera de relacionarse con la vida universal. Así ocurre por ejemplo entre los pueblos que habitaron las Islas Británicas en tiempos prehistóricos, los cuales configuraron y ordenaron la totalidad de su territorio de acuerdo a principios de orden geométrico inspirados en el modelo celeste. De todo ello dan cuentan los restos que todavía quedan de los monumentos realizados por aquellas culturas (Stonehenge, Avebury, Newgrange, etc.), revelándonos la extraordinaria inteligencia e intuición de sus constructores, astrónomos-astrólogos, magos y teúrgos, los cuales, herederos de una tradición primordial, supieron cómo trasladar a la geografía las formas simbólicas de la Harmonia Mundi, y a través de ésta tener acceso a la Tierra Celeste.

Así ocurre, por ejemplo, con el famoso "templo zodiacal" de Glastonbury, situado en plena campiña inglesa. Se da la particularidad de que ese templo zodiacal está trazado en el suelo (como una imagen del cielo en la tierra) ocupando un área circular de unos 16 kms. de diámetro. Dicho trazado, o sea las formas de las constelaciones zodiacales, está sugerido en parte por la propia orografía del terreno, por las colinas, ríos y taludes, lo cual indicaría que ese lugar no fue elegido al azar, sino que de alguna manera aquella tierra se había hecho "receptiva" a los influjos sutiles de los astros, haciéndose necesario acudir, para acabar de conformar esas figuras a sus modelos celestes, a la geometría y al arte de los constructores, tan estrechamente unidos a la geomancia y a la geografía sagrada como estamos viendo.(16)

Y en lo que se refiere concretamente a Stonehenge se trata de un paradigma de cuanto estamos diciendo y muestra también los profundos conocimientos astronómicos de quienes lo edificaron. Este cromlech ("círculo de piedras") fue en realidad un templo y un centro espiritual muy importante para los antiguos britanos, siendo una de sus características principales la de señalar los solsticios y los equinoccios, y también los ciclos lunares y la predicción de los eclipses, constituyéndose así en un verdadero observatorio astronómico que seguía los cursos regulares de las dos grandes luminarias, las cuales, junto a los demás cuerpos celestes, ordenan el tiempo y sus revoluciones cíclicas, ya sean diarias, anuales o cósmicas. Existen otras características no menos importantes de Stonehenge, pero en las que no vamos a entrar debido a su complejidad y porque nos saldríamos un poco del tema específico que estamos tratando. Sólo diremos que recientes investigaciones han descubierto que la estructura numérico-geométrica de Stonehenge reproduce a escala las medidas y dimensiones de la tierra, incluida la de su radio polar.(17) En cualquier caso esas investigaciones han sacado a la luz algo que ya sabían todas las culturas tradicionales desde siempre: la existencia de un canon universal de medida empleado en el arte y la ciencia, y que guarda relación también con los números cíclicos fundamentales, vinculados con la precesión de los equinoccios, precesión que desde luego era conocida ya por distintas civilizaciones muchísimo tiempo antes de que Hiparco de Rodas la descubriera para el Occidente grecolatino hace algo más de dos mil años.

En realidad casos semejantes a los de Glastonbury y Stonehenge se repiten por doquier en los vestigios de las antiguas civilizaciones esparcidos por toda la Tierra, como ocurre, entre los antiguos indios norteamericanos, con los llamados "constructores de montículos" (mound-builders), montículos que muchas veces reproducen formas de animales, ya sean serpientes, aves o mamíferos,(18) mientras que otros, sin embargo, tienen forma de pirámide cónica aplanada (propiamente un túmulo), o bien escalonada a modo de los zigurats babilónicos y las pirámides precolombinas, relacionados por tanto con el simbolismo axial, sirviendo muchos de ellos también como auténticos observatorios astronómicos al mismo tiempo que monumentos funerarios, lo cual no es nada extraño entre las culturas que hicieron este tipo de construcciones. En este sentido, túmulos semejantes a los de los indios norteamericanos y con ese mismo simbolismo astronómico y funerario, los encontramos en muchas partes del mundo antiguo, y siempre esta asociación entre pirámide, túmulo y tumba nos remite al simbolismo de la montaña y la caverna, estando evidentemente las dos primeras (la pirámide y el túmulo) en relación con la montaña, y la última (la tumba) con la caverna y también con la matriz: la matriz de la Madre Tierra y por tanto con la idea de "nacimiento" a una nueva vida, tal cual ocurre con la iniciación, considerada como un simbólico "regreso al útero" materno.

Hablando anteriormente del Feng-Shui hemos visto que el "dragón azul" y el "tigre blanco" simbolizan respectivamente las energías celestes y terrestres. En otras tradiciones esas mismas energías están representadas por el águila y la serpiente, siendo su significado siempre el mismo: destacar la dualidad de dos tendencias que aparentemente son irreconciliables, pero que misteriosamente se atraen como los polos positivo y negativo de un imán, haciendo posible de esta manera la "unión de los contrarios", de lo que vuela y de lo que repta, de la vertical y la horizontal, aquello que en términos alquímicos se designa como el andrógino o rebis. Cuando esas dos energías se repelen provocan el caos y la ruptura del equilibrio cósmico-telúrico (afectando entre otras cosas a la fertilidad de la tierra), y cuando se atraen restauran el equilibrio y la armonía, devolviendo a la tierra su fecundidad en beneficio del hombre y de todos los seres vivos que alberga en su seno, los cuales dependen enteramente de las interrelaciones entre "lo de arriba y lo de abajo", ya sea desde el punto de vista material o desde el punto de vista espiritual, aspecto éste que concierne más especialmente al ser humano, intermediario entre el Cielo y la Tierra.

En este sentido, el lugar donde se concilian y unen las influencias celestes y terrestres, simbolizadas por el águila y la serpiente, deviene un "centro", el cual era señalado también por esas construcciones mencionadas anteriormente (los mound-builders, etc.), y a las que habría que añadir el poste ritual, los menhires, betilos y montículos de piedras (todos ellos auténticos "ejes del mundo")(19), en torno a los cuales en muchas ocasiones se construyeron las aldeas y posteriormente las ciudades. Este es el caso de la civilización azteca, que edifica su primera ciudad, México-Tenochtitlan, y con ella el germen de su imperio y civilización, gracias a que sus sacerdotes y sabios avistan en una isla en medio de un lago a un nopal, encima del cual se encuentra un águila atrapando una serpiente. Esta es la señal que necesitan para encontrar "su centro, su ubicación, y a partir de él es que han de crear su nación, cumplir su destino como pueblo y como hombres, en la totalidad del espacio y el tiempo que desde ese momento se ordenan y sacralizan, es decir existen verdaderamente.(20)

Asimismo, en la tradición griega se cuenta la leyenda según la cual Zeus envió desde los extremos oriental y occidental del mundo dos águilas con el fin de que en el lugar donde éstas se encontrasen fuese establecido el "centro del mundo" para esa tradición. Dicho lugar no fue otro que Delfos, que ya era un importante santuario y oráculo de la Diosa Tierra, simbolizada por la serpiente Pitón (de donde el nombre de "pitias" dado a las sacerdotisas de dicho oráculo), y centro también de una civilización prehelénica que bajo el nombre de pelásgica floreció en distintos lugares del Mediterráneo. Este episodio contado por el mito relata en verdad una historia sagrada y señala el cambio de ciclo de una tradición por otra, cambio ejemplificado precisamente por la lucha del dios Apolo con la serpiente Pitón.

Pero por encima de ese cambio cíclico (ligado como tal con el devenir temporal), y que en un sentido toma el aspecto de lucha y enfrentamiento entre dos civilizaciones, lo que se está dando a entender con este episodio es esencialmente la idea de la interacción de dos energías o principios cósmicos, que por un lado se repelen pero por otro se atraen, pues constituyen la doble expresión de un mismo principio (o como se dice en la Alquimia "dos naturalezas y una sola esencia"), representados en este caso por Apolo, el dios solar, de naturaleza expansiva y luminosa (yang), y la serpiente Pitón, que encarna las potencias telúricas ligadas con lo femenino y las aguas generatrices, y por tanto de naturaleza receptiva y oscura (yin). Esto está corroborado por el hecho de que durante los ritos de fundación del templo de Apolo en Delfos se depositara el ónfalos (la piedra oracular de la que se decía era un betilo descendido del Cielo) encima de la cabeza de la serpiente Pitón, que quedaba así atravesada simbólicamente por ese eje que era en realidad el ónfalos apolíneo, es decir que Pitón, o mejor lo que ésta sintetizaba (el don profético y oracular de la Diosa Madre primordial) quedaba integrado y asumido por la nueva civilización, pues sobre aquella, sobre la anterior, puso ésta sus cimientos.(21)

De una u otra manera, en todas las tradiciones encontramos el mismo tema, tratándose, como se trata, de algo arquetípico que el ser humano, receptor y transmisor de la Tradición Unánime, no puede soslayar pues está en la trama y la urdimbre con la que se teje la Vida universal. Esto es lo que pasó, por ejemplo, con el Cristianismo, que en tantas cosas fue el heredero de la tradición greco-latina, y asimismo de las culturas que pervivían en el Occidente europeo, especialmente la celta, como es evidente en todo lo que se refiere a la saga y gestas iniciáticas del Grial, por no hablar de la llegada a Inglaterra de los primeros cristianos encabezados por José de Arimatea y Nicodemo, que asimilaron efectivamente parte de las tradiciones locales, fundando posteriormente la primera iglesia de Inglaterra precisamente en el mismo lugar donde siglos más tarde se construiría la abadía de Glastonbury. En la tradición celta encontramos también las mismas ideas en lo que se refiere a la relación entre esos dos principios representados por el dios Apolo y la serpiente Pitón. En dicha tradición tenemos el equivalente (incluso etimológico) de Apolo en el dios Ablun (o Belen), mientras que la serpiente Pitón equivale precisamente al dragón o serpiente, llamado en inglés Worm, o Horm, palabra ésta que se encuentra en la toponimia de muchos enclaves de Gran Bretaña, Francia y otros países de origen celta, especialmente en lugares elevados o colinas, en donde, y según los principios de la geomancia china (similares a este respecto a los profesados por los druidas celtas) se concentra con más intensidad la "corriente del dragón", la cual, y como ya hemos dicho, tiene que ver con la fuerza vital que fertiliza la tierra en determinadas épocas del año, especialmente la primavera y principios del verano, cuando el astro rey, en el hemisferio norte, alcanza su mayor apogeo.(22)

En esos lugares elevados muchas veces se alzaban piedras que marcaban puntos significativos en el paisaje, y que, como en el caso de los túmulos, los cairns o "montones de piedras"(23) prehistóricos y los mound-builders norteamericanos, tenían también una significación astronómica. En cualquier caso las piedras alzadas en las colinas estaban indicando la unión de esos dos principios a que nos estamos refiriendo, quedando ambos sintetizados en el "dragón alado", que simbolizaba la "fusión", si así pudiera decirse, de las energías celestes y terrestres.(24) En efecto, la palabra Worm, o Horm, indica al dragón o serpiente alada (o "serpiente emplumada" como el Quetzalcóatl precolombino), y es notoria la similitud etimológica que dicha palabra tiene con la de Hermes, cuyas dos serpientes aladas enroscadas en torno al eje central están aludiendo a las mismas ideas, y recordaremos de pasada las relaciones simbólicas que existen entre Apolo y Hermes-Mercurio, y entre éste y Lug, otra deidad civilizadora y demiúrgica, hasta el punto de que los lugares dedicados a este último(25) pasaron a ser consagrados a Mercurio tras la conquista romana.

Abundando más en este simbolismo debemos recordar que entre los griegos los "hermes" o "hermais" no eran otra cosa que pilares de piedra situados en las encrucijadas de los caminos y los centros de las plazas, donde el pueblo era invocado para escuchar las palabras de la Sabiduría por boca de sus sacerdotes y hombres de conocimiento, permitiendo así que esas palabras se expandieran y propagaran por todo el país, región o comarca, es decir por las cuatro direcciones del espacio, lo que desde luego era una forma de transmisión de la enseñanza tradicional acorde con los atributos de una deidad que como Hermes-Mercurio es patrón de los viajeros y comerciantes.(26)

Como dijimos el Cristianismo de los orígenes hereda gran parte de esta simbólica, lo cual se traduce, entre otras cosas, por una asimilación de los antiguos lugares sagrados de las tradiciones precedentes, sustituyendo los nombres antiguos de esos lugares por otros nuevos (si bien a veces se seguían conservando los mismos con leves adaptaciones), pero cuyo significado espiritual y esotérico era exactamente el mismo, con lo cual no se perdía lo esencial de sus atributos. Al menos esto fue así hasta que con el tiempo el exoterismo religioso acabó por imponer la rigidez de su dogmatismo haciendo todo lo posible para borrar cualquier huella de lo que ese exoterismo consideraba despreciativamente como "paganismo", extirpando así (si bien no totalmente debido a que en ciertos lugares algo pervive todavía en el folclore popular) la herencia de una memoria que vinculaba al ser humano con la sacralidad de sus orígenes míticos y atemporales.

El cristianismo que penetra en las Islas Británicas asimila efectivamente determinados elementos doctrinales conservados por los sacerdotes y teúrgos druidas a través de los símbolos, los ritos y los mitos cosmogónicos y metafísicos de su tradición, la cual entronca directamente con la Tradición primordial. Como hemos visto Glastonbury es un ejemplo claro de lo que estamos diciendo. Y lo mismo ocurre con aquellos lugares consagrados a Worm, el dragón alado, del que hemos indicado también su vinculación con Hermes. Casi todos esos lugares, la sumidad de las colinas y los riscos, fueron dedicados en época cristiana a San Miguel, que tan estrechas relaciones tiene con las deidades solares de todas las tradiciones. Tengamos en cuenta además que las ermitas, iglesias y santuarios enclavados en los "altos lugares" están casi en su totalidad consagrados a San Miguel arcángel, y en menor medida al caballero San Jorge y a Santa Margarita, todos ellos considerados popularmente como "matadores de dragones". Por otro lado, son sobradamente conocidos los distintos "Montes San Miguel" que existen a todo lo largo y ancho de Europa, todos ellos ligados entre sí por una geografía sagrada que antiguamente tenía que ver fundamentalmente con la instauración de distintos "centros" transmisores de las influencias espirituales en toda la Cristiandad.

En efecto, San Miguel, como el Apolo délfico, el Ablun-Belen celta y como Hermes-Mercurio, domina en los lugares elevados, donde la tierra y sus energías se subliman en una transmutación que es atracción hacia lo alto al encuentro con las energías celestes que descienden también en las cúspides de las montañas y penetran en su interior, en la caverna, lugares ambos eminentemente hierogámicos. Todo esto remite a un simbolismo primordial, pues toda montaña (como el árbol), y especialmente aquellas consideradas como sagradas son, propiamente hablando, una imagen natural del Eje del Mundo, de la "montaña polar" de los orígenes, que los hindúes llaman Meru, los antiguos persas Alborj, los griegos Olimpo (sede de los dioses), los chinos el monte Kuen-Lun, Montsalvat entre los caballeros del Grial, entre los egipcios el Set Amentet (el monte a través del cual se llegaba a la celeste "tierra del triunfo", otra denominación de la "tierra solar"), entre los aborígenes australianos Uluru (o Ayers Rock), etc.(27)

En la montaña (de las que las piedras, betilos y menhires no son sino miniaturas)(28) así como en la caverna o gruta (o su equivalente el dolmen y otros semejantes entre las construcciones megalíticas), se concentra más en particular el "espíritu de la Tierra" (inseparable del "espíritu del Cielo" como estamos viendo), de tal manera que constituyen una imagen completa de la cosmogonía. Montaña y caverna representan respectivamente los principios activo y pasivo de la manifestación, ejemplificados en sus formas respectivas: mientras la montaña tiene forma fálica, la caverna evoca el órgano femenino, y también la matriz, lugar de gestación y nacimiento del nuevo hombre en la perspectiva iniciática. Recordemos que Hermes nace en una cueva situada en la cima del monte Cilene, y lo mismo podemos decir de Cristo, e incluso de Mitra, nacido de una piedra, la "piedra generadora", análoga a la "Madre Generadora" o Mater Genitrix, lo que desde luego nos remite al simbolismo de los hombres nacidos de las piedras, como se relata en la leyenda griega de Deucalión. De hecho, las grutas y cavernas son receptáculos eminentes del espíritu de la Madre Tierra, revestidas de una sacralidad reconocida desde los tiempos más remotos, sacralidad que se acrecienta, si cabe, cuando de esas cavernas mana el agua vivificante surgida de las "entrañas" de la Diosa, de su seno purificante y regenerador.

Efectivamente, en la cosmogonía de muchos pueblos los ríos sagrados manan del útero de la Gran Diosa, y las propias cavernas, pozos y fuentes son asimilados a su "vulva" o "vagina". Antes mencionamos al santuario de Delfos, y justamente esta palabra quiere decir útero (delphis), de donde procede también delfín (el pez que salva a los náufragos), una imagen del cual figuraba junto al trípode donde la pitia revelaba los oráculos. Es interesante advertir, a este respecto, que el trípode tenía, como su palabra indica, forma triangular, figura geométrica que cuando aparece con el vértice hacia abajo, es un símbolo de la matriz y de la caverna, y asimismo del corazón, palabra que en sánscrito tiene la misma raíz etimológica que gruta o cripta.(29) El triángulo, o el Delta, tiene así un significado que se refiere directamente a la idea de generación espiritual: nacer del Delta es "nacer de lo alto", de la matriz de la Madre Celeste (que se corresponde con Binah, la Inteligencia, la tercera sefirah del Arbol cabalístico), y que en uno de sus aspectos es también la "Diosa del fondo de los mares", como bien lo indica la Kwan-yin taoísta (análoga a Venus-Afrodita nacida de la espuma del mar), que precisamente aparece en la iconografía apoyando sus pies sobre un delfín.

Existe, en este sentido, toda una simbólica referida a la búsqueda de esa Madre Primordial generadora del ser, lo que implica previamente un "descenso al fondo de los mares", simbolismo ciertamente análogo al "descenso al interior de la tierra", es decir al mundo subterráneo, que en cualquier caso, y desde el punto de vista iniciático que nada tiene que ver con lo religioso,(30) es un paso necesario para quien aspira ser recibido en la Ciudad Celeste, pues mediante ese descenso en la caverna (que es el interior de nuestra propia conciencia como bien nos lo dice Dante) se trata de "desanudar" los lazos que nos unen al mundo profano y todo lo que éste representa: la tierra yerma y estéril que es pérdida y olvido de nuestra verdadera identidad. Para recuperar esa identidad, para no beber las aguas del olvido y sí las de la memoria y el recuerdo del Sí mismo, se hace imprescindible liberarnos de esos lazos, invocando para ello a las fuerzas disolventes asociadas también con lo femenino en su aspecto abisal, es decir a la naturaleza indiferenciada y caótica, aquello que en la Alquimia se designa, entre otras expresiones, precisamente como el "disolvente universal" o el "dragón terrestre" que todo lo devora, excepto lo que no pertenece verdaderamente a este mundo y que en el ser humano es su germen o núcleo de inmortalidad, el "lazo" con sus estados superiores, el renacimiento en un "cuerpo intelectual" que, como nos dice el Corpus Hermeticum, no tiene color, ni es tangible ni mensurable, ni puede ser visto con los ojos: el "arraigo" profundo y permanente en la verdadera Tierra Nutricia que es, en esencia, la Diosa Sabiduría.

Primera parte

GUIA BIBLIOGRAFICA DEL ESOTERISMO
Temas: Symbolos
(Indice de Publicaciones)

Notas
(12) Queremos añadir que la correspondencia entre Saturno y el bazo concuerda perfectamente con lo que nos dice la Alquimia, que ve efectivamente una identidad sutil entre el planeta y el órgano corporal, sede del humor melancólico, humor eminentemente saturnino y que en la simbólica iniciática expresa un estado del alma que es el anuncio de profundos cambios internos.
(13) Para otras correspondencias y más detalles al respecto ver la obra de Marcel Granet Le Pensée Chinoise, cap. I de la tercera parte. Ed. Albin Michel, París 1968.
(14) Ver René Guénon, La Gran Tríada, cap. XVI.
(15) De hecho, el emperador se desplazaba cada cinco años por todo el territorio. Siguiendo el orden de sucesión marcado por las distintas posiciones de la Osa Mayor, el emperador regulaba su desplazamiento de tal forma que se encontraba en el Este cuando llegaba el equinoccio de Primavera, en el Sur durante el solsticio de Verano, en el Oeste durante el equinoccio de Otoño, y en el Norte en pleno solsticio de Invierno.
(16) Ver R. Guénon "La Tierra del Sol", cap. XII de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Añadiremos que Glastonbury aparece como una imagen simbólica de la "Isla de Avalón", que es a su vez una de las designaciones que entre los antiguos celtas se daba al "Centro Supremo", sede de la Tradición Primordial.
(17) Ver John Michell: Nueva Visión sobre la Atlántida, cap. IV. Ed. Martínez Roca. Barcelona, 1987. Añadiremos que Stonehenge y otros muchos monumentos del mundo antiguo (como la Gran Pirámide de Gizeh) son en realidad modelos del cosmos, como lo es también la geografía. Pero lo que realmente importa es saber que esos modelos son un soporte para lograr el Conocimiento (que siempre es de orden metafísico), y no centrarse exclusivamente en las peculiaridades geométrico-numéricas de cada uno de ellos. Una vez más no hay que confundir al símbolo con lo que éste simboliza.
(18) De entre esos montículos merece la atención el que es conocido como el "montículo de la serpiente", en el Estado de Ohio, el cual tiene efectivamente la forma serpentina, llamando poderosamente la atención debido a su longitud de más de medio km., pero sobre todo porque esa serpiente aparece con la imagen de un huevo en la boca, lo que evidentemente está haciendo alusión a una idea verdaderamente universal, aquella que hace de la serpiente un símbolo del Verbo que genera el Mundo por su Palabra.
(19) Hablando concretamente de los menhires o piedras verticales, éstos además de ser efectivamente símbolos del eje del mundo y señalar puntos significativos de la geografía sutil, tenían también una función destinada a favorecer la fertilidad de la tierra, pues eran por lo general piedras cuyas propiedades minerales atraían los relámpagos procedentes de las tormentas, es decir de las energías atmosféricas y celestes, que se introducían en el subsuelo por intermedio de esas piedras, fundiéndose y fecundando las corrientes telúricas, y propiciando de esta manera la renovación estacional. Las alineaciones de menhires que se encuentran en numerosos lugares (como por ejemplo los que existen todavía en Carnac, en la Bretaña francesa) tenían que ver con esto último, entre otros aspectos.
(20) Federico González, El Simbolismo Precolombino, 

cap. IV.
(21) Como sabemos la palabra griega ónfalos quiere decir "ombligo" como sinónimo de "centro del mundo". Esto está en consonancia con otras tradiciones, en este caso de constructores, en donde la primera piedra de un edificio ha de ponerse simbólicamente encima de la cabeza de la serpiente que "sostiene el mundo". Añadiremos que la serpiente terrestre es un reflejo de la Serpiente celeste, que como hemos dicho antes se sitúa entre la Osa Mayor y la Osa Menor.
(22) Entre los celtas tenía una gran importancia el primero de mayo. En esa fecha celebraban ritualmente el retorno de la luz solar que daba vigor a la tierra, que se regeneraba completamente después de los meses invernales. La "muerte o sacrificio del dragón" que tenía lugar durante esos ritos aseguraba ese retorno propiciando la fertilidad de los campos. En dichos ritos, la música, las danzas y los cantos eran formas de invocar la presencia benefactora de las deidades de la tierra. En este sentido, las "procesiones del dragón" que todavía perviven en determinados lugares, coincidiendo muchas veces con el solsticio de verano, perpetúan en realidad esos ritos ancestrales.
(23) La palabra inglesa cairn está asociada a la idea de elevación, y pertenece a un conjunto de términos lingüísticos de un rico simbolismo que ha estudiado especialmente René Guénon en el cap. XXVIII de los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
(24) Podemos entender así que en otras culturas los templos y los altares se alzaran en las cimas de las montañas, como es el caso de los antiguos hebreos, por nombrar un ejemplo entre tantos. También en la sumidad de las pirámides precolombinas, o los zigurats babilónicos (equivalentes a las montañas sagradas), se levantaban asimismo los templos y los altares.
(25) Dicha deidad estuvo extendida sobre todo en las Galias, aunque también la encontramos en ciertos lugares de la España antigua, y se conserva en la toponimia, como por ejemplo en la ciudad de Logroño (La Rioja), aunque hay otros sitios más.
(26) El hecho de que estas piedras tuvieran la imagen fálica del dios estaba indicando sobre todo la idea de la fecundación por la Inteligencia.
(27) Este último monte, en realidad un inmenso monolito de color rojo que se levanta en mitad del desierto australiano, es en verdad el centro espiritual por antonomasia de esa cultura arcaica. Allí, en las cuevas y oquedades de ese monte, se celebran las iniciaciones y sobre las paredes y repliegues de la roca está grabada toda su cosmogonía, su historia y su geografía míticas, todavía vivas como apuntamos más arriba. También los hombres prehistóricos celebraban sus iniciaciones en grutas y cavernas, como lo atestiguan numerosos vestigios arqueológicos que se han encontrado y se seguirán encontrando por doquier.
(28) Recordemos que la palabra betilo quiere decir "casa de Dios" (Beith-El).
(29) Ver R. Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, caps. XXII, XXX y XXI.
(30) Como poco tiene de religioso, aunque se derive en ello por un desconocimiento de su sentido iniciático, las imágenes de las "Vírgenes negras" en el Cristianismo, depositadas todas ellas en el interior de las cavernas y las cuevas, queriendo simbolizar con ello la idea de la "pureza" de la Substancia primordial, que a nivel del ser humano se corresponde con la "materia prima" a partir de la cual, y bajo la acción "iluminadora" de la influencia espiritual, se desarrollarán todas las posibilidades superiores contenidas en ese ser.

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