La Simbólica de la Franc-Masonería (*)
Francisco Ariza ︎⤤
2ª parte
Llegamos
así a la primera mitad del siglo XVII, donde asistimos al surgimiento
del movimiento hermético-cristiano que se ha dado en llamar el "iluminismo
rosacruz". Este movimiento, que concedía una importancia especial
a la invocación de los nombres divinos hebreos y cristianos, así
como a las analogías y correspondencias entre los tres mundos o
planos de la manifestación universal, corporal, anímico y
espiritual, debía ser decisivo para la gestación de la Masonería
especulativa. Los rosacrucianos, entre los que se encontraban auténticos
hombres de conocimiento de la talla de Robert Fludd, Michel Maier y Juan
Valentín Andreae (autor de Las Bodas Químicas de Christian
Rosenkreutz), eran, por así decir, el brazo exterior y visible
de la enigmática "Orden de la Rosa-Cruz", de la que tomaron el nombre.
Esta sociedad hermética estaba compuesta por doce miembros (número
primordial) que permanecieron siempre en el más completo anonimato,
justificado por las condiciones, cada más vez más adversas,
provocadas por el poder ejercido de forma autoritaria por la mayor parte
de la nobleza y del dogmatismo inquisitorial. Este "Colegio Invisible de
la Rosa-Cruz", como igualmente se le denominaba, heredó gracias
a organizaciones filo-templarias como la Fede Santa a la que perteneció
Dante, lo esencial de la simbólica del Temple.
Durante los primeros años del siglo XVII el movimiento
rosacruciano extendió las ideas herméticas por diversos Estados
y Principados de centro Europa, especialmente en Bohemia y en el Alto y
Bajo Palatinado, fomentando un floreciente pero breve período en
que se intentó perpetuar la cultura tradicional de Occidente. Sin
embargo, todo quedó truncado cuando el movimiento rosacruciano fue
cruentamente disuelto -como en el caso de los templarios- durante la "guerra
de los Treinta Años", acontecimiento éste que supuso que
la "Orden de la Rosa-Cruz", inspiradora de ese movimiento, desapareciera
de Europa buscando refugio en Asia.
Caben aquí destacar dos cosas; primera: el aspecto
cruento que tomó la persecución de los templarios y los rosacrucianos,
aspecto que ha sido una característica bastante
frecuente en Occidente durante mucho tiempo, lo cual ha de entenderse,
ante todo, como la expresión de un gesto verdaderamente sacrificial (1) estrechamente ligado con los mitos solares, y que Cristo mismo ejemplificó
con su pasión y muerte en la cruz. Asimismo, toda acción
sacrificial conlleva una muerte ritual seguida de un renacimiento o resurrección
(el sol repite este acto cada día cuando desaparece por Occidente
y vuelve a aparecer por Oriente), lo que debe ser visualizado a diversos
niveles de lectura, incluido el que se refiere al destino colectivo de
todo un pueblo y al de las organizaciones iniciáticas y tradicionales.
Segunda: la desaparición de los Rosa-Cruces ocurrió exactamente
333 años después de la destrucción de la Orden del
Temple (1314-1647).
Esta cifra, 333, es un número cíclico, pues
la suma de sus dígitos da nueve, que es el símbolo numérico
de la circunferencia, la que a su vez simboliza un ciclo completo y cerrado.
Digamos, en este sentido, que el correcto conocimiento de la teoría
de los ciclos es imprescindible para comprender el desarrollo histórico
al que se circunscribe la vida de los pueblos y las civilizaciones, situando
ese desarrollo en sus justas relaciones analógicas con los grandes
ciclos cósmicos, relaciones que representan la expresión
simbólica de dichos ciclos en el plano horizontal del mundo. Así,
pues, con la "guerra de los Treinta Años" finaliza un ciclo y comienza
otro: precisamente aquél que desembocaría en la era de subversión
de los valores tradicionales y sagrados que constituye el mundo moderno.
En efecto, con la desaparición de los Rosa-Cruces se acabaría
de romper el lazo que unía Occidente al "Centro Supremo", es decir,
a la Tradición Primordial de los orígenes.
Siendo esto así, no obstante las cosas también
pueden considerarse de otro modo, y atendiendo a lo que en este sentido dice
un autor masón "... Asia no designa sino el Oriente, donde está
situada desde siempre la Logia del masón''.(2) Desde luego siendo verdad que
el "Colegio Invisible de la Rosa-Cruz" se ocultara en el Oriente físico,
ello no invalida de ninguna manera que también lo hiciera en el
Oriente simbólico y espiritual. Volvemos a repetir que los acontecimientos
históricos, como todas las cosas, son siempre simbólicos,
manifestando a nivel sensible las realidades espirituales. El orden metafísico
y el natural no se niegan sino que se complementan, coadyuvando de esta
manera a la realización de la armonía universal, teniendo
siempre en cuenta, eso sí, una preeminencia jerárquica del
primero sobre el segundo, y no confundiéndolos.
Al finalizar la guerra de los Treinta Años, y durante
ella, muchos rosacrucianos abandonaron el continente instalándose
en Inglaterra y Escocia, siguiendo el camino que tres siglos antes emprendieron
los templarios, y buscando, como éstos, refugio en las logias de
los "hermanos franc-masones". Ni qué decir que estas relaciones
tuvieron sus consecuencias en el simbolismo y rituales masónicos,
sobre todo en algunos símbolos y ritos donde se ve claramente la
inspiración hermética y rosacruz. Por aquella época
(siglo XVII) el carácter operativo de la Masonería prácticamente
había desaparecido, y con él la pérdida de las técnicas
rituálicas propias del oficio de constructor y los conocimientos
simbólicos a ellas vinculados, los cuales quedaron en posesión
de reducidos grupos masónicos que en vista de las condiciones adversas
que se estaban presentando optaron por pasar al anonimato. Sin embargo,
pensamos que esa pérdida quedó compensada en parte por la
influencia revitalizadora que la Masonería estaba recibiendo de
las diversas sociedades herméticas y de algunas de las órdenes
de caballería iniciática que perduraban, o se fueron creando,
desde el final del Medioevo El simbolismo arquitectónico ligado
a los misterios de la cosmogonía seguiría vigente, pues constituye
la seña de identidad de la tradición masónica; pero
a partir de entonces ese simbolismo ya sólo se aplicaría
en la edificación del templo interior. Es decir, que había
casi desaparecido la "forma", pero no el espíritu, el núcleo,
la esencia.
Es cierto, por otro lado, que la admisión indiscriminada
de personas que no tenían, ni les interesaban, los más mínimos
conocimientos sobre qué era verdaderamente el simbolismo y la iniciación,
fue creando paralelamente las condiciones que conllevaron a la gestación
de una Masonería privada de su dimensión espiritual, que
es ciertamente la que conocen la gran mayoría de nuestros contemporáneos.
Todo y así, durante el siglo XVIII y principios del XIX, todas aquellas
influencias tradicionales que se recibieron durante años fueron
realmente decisivas para la estructuración definitiva de los "sistemas"
o Ritos más importantes de la Masonería especulativa, y entre
los que destacan por su carácter tradicional, el Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, el Rito Escocés Rectificado y el Rito de Emulación.
Este breve recorrido por el tiempo nos ha permitido comprobar
cómo la Masonería ha intervenido en los hechos más
significativos de la historia de Occidente, ayudando a tejer (muchas veces
de forma pasiva y receptiva, es verdad, pero así tenía que
ser por razones que se nos escapan) la trama sutil de la misma durante
los últimos setecientos años.

Síntesis simbólica de la Orden.
Símbolos y Ritos
Como
tradición sagrada que es, la riqueza simbólica de la Masonería
promueve en el hombre la búsqueda del conocimiento de sí
mismo, a la par que le ofrece los medios y los métodos para acceder
a él, los cuales fundamentalmente se expresan como una didáctica
que facilita el despertar de la conciencia, a la que restituye el recuerdo
de su dimensión universal. Esta enseñanza se clasifica de;
la siguiente manera en: a) símbolos visuales y gráficos;
b) símbolos sonoros y vocales; y c) símbolos gestuales o
ritos.
Entre los primeros se encuentran los de diseño
geométrico, cuya diversificación es bien extensa, y de hecho
a la Masonería se la suele identificar con la misma geometría,
palabra derivada de Gea (tierra) y metrón (medida),
es decir "medida de la tierra", lo que desde luego se relaciona con el
oficio de constructor (y de agrimensor) en cuanto que éste delimita
un espacio con el fin de realizar una obra arquitectónica. Entre
los símbolos gráficos y visuales destacaremos el llamado
"cuadro de la Logia" que es ya de por sí una síntesis simbólica
de la Logia, y que de alguna manera resume la enseñanza iniciática
contenida en cada uno de los tres primeros grados masónicos. Como
todo símbolo que alude a las ideas de "encuadre" o "enmarque", el
cuadro de la Logia protege una serie de elementos de carácter sagrado
destinados a la meditación y contemplación. En esto es semejante
a los mandalas o yantras de las tradiciones hindú
y budista, modelos simbólicos que diseñan una imagen geométrica
del universo. Son, por tanto, verdaderos soportes de meditación
adecuados para generar en el hombre una visión y un conocimiento
de su propia estructura interior, reflejada en la estructura del mundo.
Hemos dicho que cada uno de los cuadros de Logia resume o sintetiza la
enseñanza del grado al que pertenece, y esto es cierto en la medida
en que en él se encuentran los símbolos visuales y gráficos
más significativos e importantes. Se trata de las propias herramientas
como son el mazo y el cincel, el nivel y la plomada, la regla de veinticuatro
divisiones, el compás y la escuadra. También hallamos el
símbolo de la Delta, la estrella pentagramática, el sol y
la luna, la piedra bruta, la piedra cúbica y la piedra cúbica
en punta, el pavimento mosaico, el frontispicio del templo con las dos
columnas Jakin y Boaz destacadas a uno y otro lado de la puerta de entrada
a la Logia, etc. De alguno de estos símbolos trataremos.
Entre el segundo grupo de símbolos, los sonoros
y vocales, encontramos las "palabras sagradas" y las "palabras de paso"
(todas de origen hebreo y cristiano) y las leyendas de los distintos grados
iniciáticos. Las palabras sagradas se relacionan directamente con
lo que en Masonería se llama la "búsqueda de la Palabra perdida",
que constituye el verdadero Nombre del Dios inefable, y cuya reconstitución
equivale a "reunir lo disperso", es decir armonizar los distintos elementos
del ser en la unidad de su principio divino o supraindividual. Todas las
"palabras sagradas" que se dan desde el primero hasta el último
grado, podrían visualizarse como una escala ordenada y jerarquizada
que conduce a la "Palabra de Vida", que no es otra que el verbo interior
luminoso y regenerativo propiciador del nacimiento espiritual. En este
sentido la vocalización de las palabras sagradas en la Masonería
recuerda, en ciertos aspectos, las técnicas de pronunciación
de los mantras, en uso entre las tradiciones hindú y budista.
Como se ha repetido en diversas ocasiones, los mantras son sílabas
y palabras de poder, generadoras de vibraciones sutiles que confieren la
iluminación iniciática al transmitir la potencia del verbo
divino inmanente en la propia realidad de la vida cósmica y humana.
Las "palabras de paso" están estrechamente vinculadas a las "palabras
sagradas". Como su propia definición indica las palabras de paso
aluden al simbolismo de pasaje o de tránsito, es decir que contienen
una clave (o llave) que abre la puerta a un espacio y tiempo interior sagrado
y cualitativo. Hemos de decir que cada una de las palabras y letras de
las lenguas sagradas tienen su propio valor numérico, y todo junto,
palabras y números, conforman la "ciencia de los nombres", de por
sí un código simbólico que expresa las diferentes
lecturas de la realidad en los distintos niveles y planos en que se manifiesta.
En cuanto a las leyendas de los grados hay que ver en ellas como una especie
de historia sagrada de la Masonería que permanentemente restituye
el recuerdo y la memoria del tiempo mítico de los orígenes.
Son relatos ejemplares, modelos a seguir por el iniciado y a través
de los cuales éste se identifica con las hazañas y vivencias
de sus antepasados, reactualizándolas en el tiempo presente, que
de esta manera adquiere su verdadera cualidad.
Y el tercer grupo de símbolos alude, como se ha
dicho, a los ritos. Y esta palabra, "rito", es idéntica fonética
y etimológicamente al sánscrito rita, que significa
orden. El rito sería, pues, la repetición de un gesto o acto
ordenado. En realidad el rito iniciático (también religioso)
es el símbolo mismo en acción ejecutado conforme a una idea
o arquetipo, y a su vez el símbolo es la fijación de un rito
primordial, tal cual el "gesto" del Gran Arquitecto creando el mundo. Si
el trabajo con los símbolos gráficos y geométricos
se basa fundamentalmente en la concentración y en los estudios de
carácter intelectual, los ritos son una serie de gestos y posturas
corporales que "fijan" en el plano psicosomático del ser la energía-fuerza
que precisamente el símbolo geométrico vehicula. Estos gestos
rituales masónicos son semejantes a los mudras hindúes
y budistas, que a través de ciertas posturas y gestos manuales describen
un lenguaje sagrado articulado por una cadencia rítmica que es en
sí una "música visual". Esta misma relación símbolo-rito
se puede extender también a los propiamente sonoros y vocales; todo
ello expresa una unidad de pensamiento y acción que debe encarnarse
en la realidad cotidiana y diaria, pues obviamente de nada serviría
meditar en la energía salutífera del símbolos después
ésta no se lleva a la práctica de una manera ordenada y consciente.
Asimismo, el rito se cumple y desarrolla tanto en el tiempo como en el
espacio; en el tiempo porque los trabajos masónicos se realizan
desde mediodía en punto (cénit solar) hasta medianoche en
punto (cénit polar); y en el espacio porque dichos trabajos se hacen
siguiendo la dirección de los cuatro puntos cardinales, es decir
de Oriente a Occidente y de Mediodía a Septentrión. En todo
esto se reconoce una estructura circular y cruciforme que abarca conjuntamente
el orden del macrocosmos y del microcosmos, religados ambos por la recreación
de un gesto o rito común.
Ahora bien, estas tres categorías de símbolos
masónicos (que por cierto se encuentran en todas las tradiciones)
están ordenadas por la ley cualitativa del número, ya que
tanto si se diseña una figura geométrica, se vocaliza un
nombre divino, o se ejecuta un gesto ritual, no se está sino manifestando
un ritmo interior que al exteriorizarse y plasmarse en la realidad concreta
de las cosas, toma necesariamente una estructura numérica. A este
respecto, dice José de Maistre en su libro Las veladas de San
Petersburgo: "El Creador nos ha dado el número, y por el número
es como se nos manifiesta, así como por el número el hombre
se evidencia a su semejante; quitad el número y quitaréis
las artes, las ciencias, la palabra y por consiguiente la inteligencia.
Volvedle, y reaparecerán con él sus dos hijas celestiales,
la armonía y la hermosura: el grito se convertirá en canto;
el estrépito, en música; el salto, en danza; la fuerza se
llamará dinámica, y los rasgos, figuras".
La Logia, imagen del mundo
En
primer lugar prestemos atención al sentido etimológico de
la palabra Logia: ésta deriva de Logos, que es el Verbo o
Palabra, que emitida en el mundo lo rescata de las tinieblas y el caos,
creando así la posibilidad de la manifestación y del orden
universal. Igualmente, "Logia", si no etimológicamente sí
en cuanto a su sentido simbólico, es idéntica a la palabra
sánscrita loka, que quiere decir "mundo", "lugar", y por
extensión "cosmos". Por otro lado, también se da una identidad
entre Logia, Logos y el griego lyke, que significa "luz".
Síntesis masónica
Aquí tenemos, resumido, lo que distingue ante todo
la Logia masónica: un espacio iluminado, pero iluminado interiormente
gracias a la influencia espiritual transmitida por la iniciación.
De ahí que la Logia se asimile a la "caverna iniciática",
término que se utiliza en diversas tradiciones para designar lo
más central y oculto del cosmos su corazón mismo. Como la
caverna iniciática, o el athanor hermético, la Logia
permanece protegida y a cubierto del mundo profano y de las "tinieblas
exteriores"; que jamás penetrarán en ella porque en realidad
se encuentra situada en otro plano. Expliquémonos, no se trata de
un "lugar" en sentido literal, sino más bien de la conciencia interna
donde habita el misterio del alma humana. Evidentemente existe una Logia
concreta y física, que puede estar situada en cualquier calle de
cualquier ciudad de cualquier nación, y que puede cambiar de ubicación
tantas veces como se quiera. Lo importante es que el templo exterior simboliza
con imágenes mnemotécnicas y evocadoras nuestro propio espacio
y tiempo interior. Más allá de las apariencias debe penetrarse
en lo que éstas velan y ocultan, pues de lo que realmente se trata
es de conocer el "Templo que no está hecho por manos de hombre",
según dijimos anteriormente.
La forma de la Logia es la de un cuadrado largo o rectángulo,
cuya longitud es el doble de su anchura. En la tridimensión sería
un paralelepípedo, figura geométrica que para Platón
daba las proporciones y relaciones armónicas del universo. En efecto,
en la Logia masónica se dan una multitud de correspondencias simbólicas
que tejen un conjunto perfectamente tramado donde es posible percibir la
armonía del mundo. Nada en este templo es superfluo ni ha sido puesto
al azar, y cada símbolo allí presente, cada palabra o gesto
emitido, está reflejando un matiz particular de esa armonía.
Señalemos que el diseño de la Logia masónica parte
de la idea directriz marcada por el "número de oro" o "divina proporción",
regla que era utilizada por los arquitectos medioevales. Este número
determina a partir de un punto central que se expande en un movimiento
logarítmico, las proporciones armónicas presentes en todos
los organismos vivos, ya se trate, por ejemplo, de la estructura corporal
del hombre, de una flor, del caracol, de la estrella de mar o de las espirales
galácticas. Para los pitagóricos, el "número de oro"
manifiesta la inteligencia creadora de la Mónada o Unidad, el Hieros
Logos, o Gran Arquitecto, en su acción, o gesto, sobre la materia
caótica, plasmándose en ella las ideas de simetría
y orden, equilibrio y belleza.
Por todo esto la Logia masónica sintetiza la totalidad
de la vida universal, del cosmos manifestado, hasta ser como la transfiguración
cualitativa de éste. Es, pues, una imagen del mundo, una Imago
Mundi, un prototipo del mismo, reducido a su forma esencial. En este
sentido, podría aplicarse a la Logia masónica aquella frase
inscrita en el templo de Ramsés II: "Este templo es como el cielo
en cada una de sus dimensiones y proporciones". Por otro lado, la estructura
alargada de la Logia permite seguir el curso diurno del sol, el astro que
ilumina la tierra partiendo de Oriente hacia Occidente pasando por el Mediodía
o Sur. Por todo ello, y al ser como una imagen simbólica del universo,
la Logia está ordenada por las direcciones del espacio, que surgidas
simultáneamente por la irradiación de un punto central (el
"Corazón del Mundo") genera un sistema de coordenadas donde lo alto,
lo bajo, lo largo y lo ancho conforman la cruz de tres dimensiones, otro
esquema simbólico del cosmos.
De todo ello se deriva una geometría espiritual
bien conocida por los masones operativos, aplicándola en la orientación
y disposición de los edificios sagrados, que de esta manera eran
penetrados por los efluvios y las fuerzas mágicas de la naturaleza
y el cosmos. Desde el espacio íntimo y oculto de la gruta o caverna
donde nuestros antepasados prehistóricos oficiaban sus ritos y cultos
sagrados, pasando por la choza o tienda ritual de los pueblos nómadas
y los templos construidos de madera, hasta, en fin, los monasterios y catedrales,
una larga cadena tradicional ha ido dando testimonio de esa voluntad del
hombre por encuadrar y delimitar determinados espacios "cargándolos"
de significado espiritual, de modo que reflejaran en la tierra el orden
mismo del cielo.
Vitral de la catedral de Chartres, s. XIII.
Continuando con la descripción de la Logia, observamos
que en el Oriente se añade el Debir, que en el Templo de
Jesuralem o de Salomón simbolizaba el Sancta-sanctorum o
"Santo de los santos". El Debir tiene forma de hemiciclo, idéntico
al ábside semicircular de las iglesias y catedrales cristianas,
lo mismo que el mihrab de las mezquitas musulmanas. Dicho hemiciclo
es la proyección en el plano horizontal terrestre de la cúpula
o bóveda del cielo. Todo el espacio restante de la Logia que va
desde la puerta de entrada hasta donde comienza el Debir se denomina Hikal, que era el Sanctum o "Santo" en el mismo Templo de
Jerusalén. El Hikal está separado del Debir por
tres peldaños o gradas, que aluden a los tres grados iniciáticos
de aprendiz, compañero y maestro. Así, pues, estos tres peldaños
se refieren a la idea de elevación gradual y jerarquizada a otros
planos o niveles superiores de realidad. En efecto, en el "Santo de los
santos" se depositaba lo más sagrado del pueblo de Israel: el "Arca
de la Alianza", pequeño receptáculo, en sí mismo un
modelo del cosmos, que "contenía" los efluvios y bendiciones emanados
de la divinidad. Del "Arca de la Alianza", como centro simbólico
del mundo, se esparcían las bendiciones en todas las direcciones
del espacio, comunicándose más allá de los muros y
paredes del templo, hasta la ciudad y el universo entero.
En el lugar que aproximadamente correspondería
al "Arca de la Alianza" está situado el Altar o Ara, corazón
de la Logia donde incide el eje vertical que comunica el cielo con la tierra.
También se llama "Altar de los juramentos", porque sobre él
se realizan los compromisos y "alianzas" que el masón contrae con
la organización iniciática. No en vano, encima del Altar
se encuentra la Biblia, o Libro de la Ley Sagrada, abierta por los versículos
del libro de los Reyes o bien de las Crónicas, en los que se mencionan
la edificación y las medidas exactas del Templo de Jerusalén,
aunque también se abre por el prólogo del Evangelio de San
Juan, que comienza con las palabras: "En el Principio era el Verbo...".
Los versículos del Antiguo y del Nuevo Testamento
se refieren, pues, a la construcción del templo material y del templo
espiritual, respectivamente; el primero como reflejo o símbolo del
segundo, pues existe antes que el propio mundo, y en él residen
eternamente la sabiduría y la inteligencia del Sumo Hacedor. Encima
de la Biblia se depositan el compás y la escuadra, los dos emblemas
masónicos por excelencia. éstas son las herramientas o útiles
que simbolizan el cielo y la tierra. Con el compás se traza el círculo
o circunferencia, figura geométrica que en todas las tradiciones
es considerada como una imagen del cielo y de lo celeste. Con la escuadra
se traza el cuadrado, o bien la cruz (que se forma por la unión
de dos escuadras unidas por sus vértices respectivos), inseparables
de la idea de cuaternario; así: los cuatro elementos, los cuatro
puntos cardinales, las cuatro estaciones, los cuatro períodos cíclicos
de la humanidad, las cuatro fases de la luna, los cuatro períodos
de la vida humana, etc., es decir todo lo relacionado con la tierra y lo
terrestre. El compás como "ciencia del cielo" y la escuadra como
"ciencia de la tierra", sintetizan los misterios de la cosmogonía,
que son también los misterios del hombre comprendido en su totalidad.
En un grabado hermético atribuido a Basilio Valentino aparece la
figura del rebis o andrógino (unión de las energías
contrarias en una sola naturaleza o substancia) con un compás en
su mano derecha y una escuadra en la izquierda, simbolizando así
la unión del cielo y de la tierra. Esta misma representación
iconográfica aparece en un grabado chino donde se ve la figura andrógina
del emperador Fo-Hi y su hermana Niu-Kua, lo cual viene a confirmar la
universalidad de estos dos símbolos. La unión entre lo superior
y lo inferior, entre el cielo y la tierra, se representa en la Masonería
por la superposición y entrelazamiento del compás y la escuadra,
el primero con el vértice hacia arriba y la segunda hacia abajo,
semejando la "estrella de David" o "sello de Salomón". Esta complementariedad,
que sin embargo mantiene un orden jerárquico, está señalada
por la fórmula hermética de que "... lo de arriba (el macrocosmos)
es como lo de abajo (el microcosmos) y lo de abajo como lo de arriba".
Si la Biblia, como libro sagrado, recoge la revelación de la Palabra,
el compás y la escuadra son las herramientas que sirven para aplicar
el contenido espiritual de esa revelación en el orden de la arquitectura.
Biblia, compás y escuadra son las "Tres Grandes Luces" de la Masonería,
porque en el estudio, en la meditación y en el uso ritual que de
ellas se hace se va iluminando el sendero que conduce al Conocimiento.
Siguiendo todavía en Oriente, sobre la pared del
fondo encontramos la Delta luminosa con el Tetragrama o nombre inefable
de Dios en el centro. Esta Delta es un triángulo con el vértice
hacia arriba, figura que expresa la realidad de los principios universales,
a la vez que es la primera estructura arquetípica que se expresa
en todos los planos de la manifestación como una fuerza que crea,
otra que conserva y una tercera que destruye, o mejor, transforma. Estas
tres ideas-fuerza surgen de la unidad primordial que queda simbolizada
en la Delta por un solo ojo que a veces sustituye al Tetragrama, pero que
viene a referirse al mismo sentido de presencia inmutable de la deidad
en el seno mismo de la manifestación. Además, la manifestación,
desde su realidad más sutil hasta la más densa y material,
está simbolizada por las cuatro letras que componen el Tetragrama:
IOD, HE, VAU, HE, correspondiéndose cada una de ellas con los cuatro
niveles o mundos que constituyen la existencia universal, y que son los
mismos que se encuentran en el Arbol de la Vida cabalístico. En
este nombre divino queda, pues, resumida la obra de la creación
en su conjunto, y su conocimiento se vincula directamente con la búsqueda
de la "Palabra Perdida".
Pero el templo, y en este caso la Logia masónica,
no es sólo una estructura estática -como tampoco lo es el
universo- sino dinámica también, pudiendo ser visualizada
ésta como una rueda, imagen de la "rueda del cosmos" o Rota Mundi.
Esto está expresamente indicado por las doce columnas o pilares
que enmarcan el recinto de la Logia, y que equivalen a los doce signos
zodiacales. Cinco de estas columnas están situadas a Septentrión,
cinco más a Mediodía, y las dos restantes (las columnas Jakin
y Boaz) a Occidente, justo en el pórtico de la entrada. Diremos
que el zodíaco (que quiere decir precisamente "rueda de la vida")
es como el marco del universo visible, y su movimiento cíclico,
unido al de los planetas y demás constelaciones, influye en el cambio
alternativo de las estaciones y en el mantenimiento y renovación
de la vida del cosmos y del hombre. De esto se deduce que la Masonería
no desconoce la antigua ciencia de la astrología, que junto a la
alquimia revela también los misterios del cielo y de la tierra.
Las columnas Jakin y Boaz se vinculan con la simbólica
de los dos solsticios, y por tanto con las dos fases ascendente-descendente
del ciclo anual. Ellas se asimilan, pues, a los dos San Juan, el Bautista
y el Evangelista, y en consecuencia a la "puerta de los hombres" y la "puerta
de los dioses", respectivamente. éstas son las puertas zodiacales
de Cáncer y Capricornio, que corresponden a la entrada del verano
y del invierno, es decir el descenso y el ascenso de la luz solar. Las
puertas solsticiales cumplen un papel muy importante dentro del proceso
iniciático, que, no debe olvidarse, reproduce exactamente las etapas
del desarrollo cosmogónico. Para los pitagóricos, por la
puerta de Cáncer las almas penetran en el "antro de las ninfas",
que es lo mismo que la caverna platónica, otra imagen del mundo.
Allí se regeneran por el conocimiento de los "pequeños misterios".
Por la puerta de los dioses estas almas salen del cosmos para participar
de los "grandes misterios". Es decir, que el alma humana
"... entra al
mundo por una puerta y sale por otra, y en el ínterin -signado por
el espacio y el tiempo- tiene la oportunidad de reconocerse y escapar de
esa condición por la identificación con otros estados del
ser universal, que puede vivenciar por medio de la conciencia individual
-semejante a la conciencia universal- y que constituyen la posibilidad
de la regeneración particular -y también
de la universal-, siempre, claro está, tomando como soporte la generación
y la creación en el espacio y el tiempo".(3)
Estos dos procesos son idénticos
a los realizados por Cristo, cuyo nacimiento, pasión, muerte y resurrección,
representan un arquetipo de la iniciación. Este mismo proceso puede
verse también en la mitología de gran número de héroes
y dioses solares, como es el caso de Osiris, Quetzalcóatl, Mitra
y el propio arquitecto Hiram. En relación con la vida de Cristo
es interesante señalar el dato, sin duda no casual, de que las iniciales
de las columnas Boaz y Jakin son también las iniciales de Belén
y Jerusalén, las dos ciudades que presiden el nacimiento y la muerte
del Salvador, es decir el ciclo completo de su existencia humana.

Una de las marcas de la Tipografía Platiniana.
En el centro de la Logia se extiende el "pavimento mosaico",
tapiz de cuadros blancos y negros exactamente igual que el tablero de ajedrez,
cuyos orígenes son también simbólicos como el de la
mayoría de los juegos. El "pavimento mosaico" es, sin duda, un símbolo
de la manifestación que, efectivamente está determinada por
la lucha y delicado equilibrio que entre sí sostienen las energías
positivas, masculinas y centrífugas (yang, luminosas) y las
energías negativas, femeninas y centrípetas (yin,
oscuras), expresadas también en la alternancia de los ritmos y ciclos
vitales y cósmicos. En este sentido, es alrededor del pavimento
mosaico por donde se efectúan las circunvalaciones rituales que
los masones realizan en Logia, siguiendo así un orden marcado por
los cuatro puntos cardinales, las direcciones del espacio.
Y por último, mencionar que en medio mismo del
pavimento mosaico se dispone el "cuadro de la Logia", que antiguamente
era dibujado en el suelo al comenzar los trabajos, y borrado cuando esos
trabajos finalizaban. Ya hemos dicho que este cuadro es un esquema sintético
de todo el templo masónico, además de constituir un soporte
simbólico para la meditación y la concentración. En
efecto, el cuadro de la Logia, al contener en su interior el diseño
de los símbolos más significativos e importantes, deviene
por ello un vehículo de la influencia espiritual en la Masonería.
No es entonces casual que sea precisamente alrededor de este cuadro (que
es el punto geométrico más central del templo masónico)
donde tiene lugar el rito de la "cadena de unión", en el que se
invoca la potencia creadora e iluminadora del Gran Arquitecto, e implícitamente
también la de todos los antepasados míticos e históricos
que contribuyeron en la edificación del templo material y espiritual.
Y esta invocación vertical se realiza mediante la unión encadenada
y fraterna de todas las fuerzas vivas presentes en la Logia, es decir de
todos los "hermanos", que establecen así una comunicación
sutil entre sus respectivas individualidades, sirviendo como soporte para
la manifestación de la influencia sagrada.
Y por último mencionar que alrededor del "pavimento
de mosaico" y del "cuadro de la Logia" se encuentran los tres pilares de
la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza. Estos pilares también
reciben el nombre de "tres pequeñas luces", porque encima de cada
una de ellas arde una pequeña vela; son pues columnas de luz y de
fuego, tres nombres del Arquitecto directamente relacionados con la construcción
del templo y del cosmos.
Pero no quisiéramos terminar sin ofrecer un texto
de las Lecturas del Rito de Emulación que resume bellamente todo
lo que hasta aquí hemos dicho sobre el templo masónico: "Permitidme
atraer vuestra atención sobre la forma de la Logia, la cual es un
paralelepípedo que se extiende de Este a Oeste, en anchura entre
el Norte y el Sur y en altura desde la superficie de la tierra hasta su
centro, e incluso a tanta altura como los cielos. "Una Logia de masones
se describe así para mostrar la universalidad de la Ciencia y enseñarnos
que la caridad de un masón no debe conocer más límites
que los de la prudencia. "Nuestras Logias deben estar orientadas de Este
a Oeste, porque todos los Templos dedicados a la adoración divina,
como las Logias de los masones están o deben estar así orientadas.
"El Universo es el Templo del Dios que servimos. La Sabiduría, la
Fuerza y la Belleza sostienen su Trono como pilares de su obra, porque
su Sabiduría es infinita, su Fuerza omnipotente y su Belleza resplandece
en el orden y la simetría del conjunto de la Creación. él
extendió los cielos al infinito, como un vasto baldaquino; dispuso
la tierra como una tarima, coronó su templo con las estrellas como
una diadema y de su mano irradian la potencia y la gloria. El sol y la
luna son los mensajeros de su voluntad y toda su ley es la concordia [el
Amor]".
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