El Símbolo en Cataluña
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Notas |
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(16) | Fue uno de los geógrafos exploradores que se adentró hacia las tierras y los mares del Norte hasta tocar “la más septentrional de las localidades que llevan un nombre”, refiriéndose a la isla de Tule, antigua sede de uno de los centros sagrados primigenios de la humanidad. |
(17) | La mención que hace Estrabón en su obra Geografía (I, 1-11) acerca de sus antecesores como si conformaran una “genealogía geográfica” de la que él era el último eslabón, nos permite deducir la existencia de una tradición que toma a la ciencia geográfica (inseparable de la cosmografía) como vehículo de Conocimiento. Ver Vasilis Tsiolis: La Geografía Antigua. Madrid, 1997. |
(18) | Eratóstenes vivió en Alejandría, cuyo Museo y Biblioteca desempeñaron también un papel importante en el desarrollo de esta ciencia. |
(19) | A él se debe el descubrimiento para Occidente de la precesión de los equinoccios, fundamental para el conocimiento de los ciclos cósmicos. |
(20) | De origen sefardí, Benjamín de Tudela fue el más importante viajero judío medieval. Nos legó un Libro de Viajes, o Itinerario, que constituye una fuente importante de la historia judía y medieval que se desarrolló en torno al Mediterráneo y Oriente Próximo. Y ya que hablamos de un sefardí, no podemos dejar de mencionar al gran cabalista medieval Abraham Abulafia (nacido en Zaragoza), también un gran viajero, que comunicó sus conocimientos no sólo entre judíos sino también entre los gentiles. Dos contemporáneos suyos, en este caso cristianos, también recorrieron las dos riberas del Mediterráneo. Nos referimos a los ya mencionados Arnau de Vilanova y Ramón Llull. |
(21) | Sobre Cristóbal Colón y Alejandro von Humboldt recomendamos el capítulo III de Hermetismo y Masonería, titulado “Apuntes sobre Hermetismo y Ciencia”. |
(22) | Las Utopías Renacentistas, cap. IX: “La Utopía en estado puro. Cristóbal Colón.” Por otro lado, ese “plano imaginal” se corresponde en el Arbol de la Vida cabalístico con el plano de Yetsirah, o Mundo de las Formaciones Cósmicas, como señala el propio Federico González en el mismo capítulo. |
(23) | En el Hermetismo los viajes terrestres y celestes equivalen respectivamente a la Alquimia y la Astrología, en el sentido de que la Alquimia trabaja con la transmutación de las energías simbolizadas en los metales y minerales que se encuentran en el interior de la tierra, mientras que la Astrología (y la Astronomía) trata de los cuerpos celestes y su influjo en el destino del mundo y de los hombres, correspondiéndose con esas mismas energías a un nivel superior. Todo lo que está en la tierra simboliza lo que está en el cielo. |
(24) | Sin embargo, en un sentido amplio podríamos decir que el Cosmos no sólo incluye a la manifestación sino también al Ser que la crea. No existe separación alguna entre éste y su obra. En términos cabalísticos la Cosmogonía Perenne, es decir todo lo que de la diosa Sabiduría puede ser expresado, representa el conjunto de los cuatro planos del Arbol de la Vida. Por eso mismo se dice que los treinta y dos senderos de la Sabiduría relacionan y comunican entre sí todos estos planos y a las sefiroth comprendidas en ellos. En su sentido más alto el Arbol de la Vida entero conforma el “mundo de la Unidad”, el Adam Kadmon u Hombre Universal, arquetipo del hombre individual. |
(25) | El plano de Atsiluth se identifica así con el Gran Arquitecto del Universo de la Masonería. |
(26) | “Como ya hemos señalado, la tríada Hermética Dios, Demiurgo (o Cosmos) y Hombre corresponde en la totalidad del diagrama cabalístico a los planos de Atsiluth, Beriyah y Yetsirah, y finalmente al de Asiyah: Noûs-Dios, Noûs-Demiurgo, y Hombre, (espíritu, alma, cuerpo en el microcosmos) respectivamente”. (Hermetismo y Masonería, cap. I). Añadiremos que el plano de Yetsirah se corresponde con las “aguas inferiores” y el plano de Beriyah con las “aguas superiores”, o según otra terminología: con el “caos inferior” y el “caos superior”. La “línea” que separa a ambos está situada a nivel de la sefirah Tifereth, que está en el medio o centro del Arbol de la Vida. Nos dice a este respecto R. Guénon (Los Estados Múltiples del Ser, cap. XII): “El ser que llega al estado que corresponde para él a la ‘superficie de las Aguas’, pero sin elevarse todavía por encima de ésta, se encuentra como suspendido entre dos caos, en los que todo es en un primer momento confusión y oscuridad (tamas), hasta que se produce la iluminación que determina su organización armónica en el paso de la potencia al acto y por la que se opera, como por el Fiat Lux cosmogónico, la jerarquización que hará salir el orden del caos”. |
(27) | Recordemos nuevamente que los ciclos grandes y pequeños coexisten simultáneamente y están relacionados entre sí gracias a las leyes de las analogías (de las proporciones) y las correspondencias, cohesionadoras de la Arquitectura u Orden universal. |
(28) | Nos dice a este respecto R. Guénon: “El conocimiento de los ‘pequeños misterios’ [de los misterios menores], que corresponde al conocimiento de las leyes del ‘devenir’, se adquiere recorriendo la ‘rueda de las cosas’; pero el conocimiento de los ‘grandes misterios’ [misterios mayores], siendo el conocimiento de los principios inmutables, exige la contemplación inmóvil en la ‘gran soledad’, en ese punto fijo que es el centro de la rueda, el polo invariable a cuyo alrededor se cumplen, sin que él participe, las revoluciones del Universo manifestado”. Estudios sobre la Franc-masonería y el Compañerazgo, Ibid. |
(29) | Hemos de tener en cuenta que un ser no puede volver de nuevo al mismo estado de manifestación, pues esto supondría poner un límite a la Posibilidad Universal, lo cual no tiene ningún sentido. En la giración perenne de la Rueda cósmica, es decir en el desarrollo de todas las posibilidades de manifestación, no se recorre dos veces el mismo camino. Es la imagen bien plástica que del río (la vida fluyente) nos señaló Heráclito: sus aguas no pasan dos veces por la misma orilla. |
(30) | Es el paso por el laberinto de las aguas inferiores (el plano de Yetsirah). El laberinto, asociado evidentemente con las primeras travesías del viaje iniciático, en muchos templos medievales (en Chartres por ejemplo) estaba situado entre la puerta de entrada y el altar, es decir, y volviendo de nuevo a la simbólica del Arbol de la Vida, entre las sefiroth Malkhuth y Tifereth. A este simbolismo se asocia también el del puente, que situado sobre el “río de la muerte” une (y también separa) entre sí las dos orillas o mundos, el manifestado y el inmanifestado. En relación con esto último, hemos de decir que en el antiguo Egipto la barca solar que traslada al difunto al Otro Mundo al encuentro con su “padre” Osiris se desliza encima de la corriente de las aguas que representan el cuerpo de la temible serpiente Apofis. Esa travesía se corresponde perfectamente con el paso por el laberinto de Yetsirah. |
(31) | Tratándose de la esfera lunar la respuesta a esa pregunta está relacionada con la idea de la regeneración psíquica, a la que da acceso el “bautismo de agua”, es decir con la posibilidad real del segundo nacimiento. |
(32) | La caverna platónica (como la caverna iniciática) es un símbolo del cosmos. Lo mismo la gruta de las ninfas, que Porfirio describió perfectamente en su libro del mismo nombre. |
(33) | Alusión a las “pruebas iniciáticas” simbolizadas por el paso a través de los elementos. |
(34) | La “razón” debe entenderse aquí efectivamente como sinónimo de Noûs, de Espíritu o de Intelecto superior, y también de Logos, la palabra como sinónimo de la luz inteligible, tal como lo concebían los griegos y los filósofos herméticos alejandrinos, herederos de la sabiduría greco-egipcia. Ver nuevamente Hermetismo y Masonería, cap. I. |
(35) | En esta misma obra Plutarco llama a esa isla Ogigia, situada, al igual que Tule, en las regiones boreales de la tierra. Se trata de uno de los nombres del centro original de la humanidad primigenia, donde Saturno o Kronos era el regente y en la que también residía el dios Apolo. Con esto se nos está indicando que los misterios con los que iniciaba el extranjero tenían un origen que se remontaba a la Tradición primordial. |
(36) | Macrobio (Comentario al Sueño de Escipión, libro I, 11, 4-7) nos dice que para los pitagóricos las islas de los bienaventurados eran el sol y la luna. En muchas tradiciones las islas de los bienaventurados designan también la “morada de los inmortales”, es decir el centro del estado humano. Por otro lado, esos “límites de la tierra” nos hacen recordar lo que en el hermetismo cristiano se dice acerca de que la montaña del Purgatorio, en cuya cima está el Paraíso terrestre, alcanza la esfera de la luna. |
(37) | El mundo sublunar, o sea todo cuanto está debajo de la luna y alcanza su punto más bajo e inferior (de ahí infernus) en el centro de la tierra, es lo que se denomina la “corriente de las formas”. Es también lo más denso del plano de Yetsirah, lo que podríamos llamar “Yetsirah de Yetsirah”, pues no olvidemos que para la Cábala cada plano del Arbol sefirótico contiene a su vez un Arbol entero. Ver para este aspecto importante de la enseñanza hermética El Tarot de los Cabalistas, cap. V, de Federico González. |
(38) | Las “praderas del Hades” constituyen así una etapa de purificación, y en este sentido equivale al recorrido por el Purgatorio en el simbolismo cristiano. El Hades, el mundo subterráneo, tenía para los filósofos neopitagóricos una transposición “aérea” e intermediaria, un lugar de pruebas para el alma que desea ardientemente librarse de sus cadenas y ser bendecida por la diosa Inteligencia. Acerca de esto, leemos en el Corpus Hermeticum (Poimandrés X, 19): “En cuanto al alma humana –no toda alma a decir verdad, sino aquella que es reverente-, es en cierto modo espiritual y divina. Un alma tal entonces, cuando se separa del cuerpo tras haber luchado el combate de la recta conciencia (este combate consiste en conocer lo divino y no hacer daño a ninguno de los hombres), se vuelve entera toda Intelecto. El alma impía permanece por el contrario en el nivel de su propia naturaleza, castigándose ella misma, y buscando un nuevo cuerpo de tierra en el cual pueda entrar...”. Recogido de Hermetismo y Masonería, p. 232. |
(39) | Continuando con el mismo simbolismo, esas “alas de la firmeza” aluden directamente a la posesión por parte del iniciado de los estados supraindividuales, o celestes. Recordemos asimismo que quien guía al peregrino en su viaje de ultratumba no es otro que Hermes-Mercurio, el dios alado, en su función de psicopompo. Por otro lado, a estas “alas de la firmeza” pensamos que se refiere también A. Coomaraswamy cuando citando una de las Upanisads afirma: “Ciertamente el que sin alas sube a la cima del Arbol, cae de él. Pero si teniendo alas se sienta en la cima del Arbol, o en el filo de una espada, o en el filo de una navaja, no cae de él. Pues se sienta soportado por sus alas... se sienta sin temor en el mundo celeste, e igualmente se mueve por doquier”. “Svayamâtrinnâ: Ianua Coeli”, en El Cuerpo Sembrado de Ojos, Ignitus. Madrid, 2007. |
(40) | Evidentemente, ese espacio entre la luna y el sol lo ocupan el resto de los planetas. Así pues, Jámblico considera en realidad al Hades como el “lugar” de purificación total del alma, ya que es evidente que el paso por los planetas supone el abandono de cada una de las pasiones inherentes a ellos, pasiones o energías psíquicas de las que la propia alma -nos dicen todos los neoplatónicos- se fue impregnando a lo largo de su descenso desde el Mundo Inteligible, su morada original, hasta el estado humano terrestre, donde vive como en una prisión. Recordemos que en el viaje del Conocimiento el peregrino asciende y desciende numerosas veces por los mismos planos, que están en su conciencia, y en cada nueva lectura que hace de ellos penetra en un grado más sutil de profundidad, “utilizando”, si se nos permite la expresión, esas pasiones y energías como vehículos de la transmutación y purificación del alma. El descenso tiene que ver con el paulatino olvido de su origen celeste, y el ascenso con el gradual recuerdo de él (la anamnesis platónica). Por otro lado, considerar aquí a los planetas como representaciones de las energías psíquicas no entra contradicción con lo que hemos dicho anteriormente acerca de que ellos simbolizan principios universales o jerarquías espirituales. Se trata de dos lecturas diferentes, y complementarias, de encarar su simbolismo. En el Hermetismo alejandrino, impregnado de gnosticismo, se hablaba de la existencia de dos septenarios, el inferior (identificado con la serpiente Ouroboros, un símbolo del tiempo cíclico) y el superior, asimilada a la “octava esfera”, donde se sitúa la Jerusalén Celeste. |
(41) | Todas estas citas de Franz Cumont pertenecen a su libro Recherches sur le Symbolisme Funéraire des Romains, cap. III. París, 1966. En esta obra el autor recoge fundamentalmente las enseñanzas que a este respecto se encuentra en la tradición pitagórico-platónica y su influencia en la civilización romana y la incipiente civilización cristiana que, como tal civilización, es heredera también del formidable legado de la Antigüedad Clásica. Aun reconociendo la seriedad con que aborda sus estudios e investigaciones, no podemos estar de acuerdo con este autor cuando en otros lugares de su obra poco más o menos considera fábulas y exageraciones “místicas” a lo que en realidad constituyen enseñanzas fundamentales de la doctrina de esa tradición, lo que le impide ver muchas veces el fondo esotérico e iniciático de la misma. |
(42) | Por eso mismo la luna es designada como Ianua Coeli (puerta del Cielo) o Ianua Inferni (puerta del Infierno). Como veremos más adelante el sol también recibe el nombre de Ianua Coeli. No hay contradicción en esto, pues aunque el cielo siempre representa los estados supraindividuales hemos de considerar a aquellos de entre esos estados que están dentro del cosmos (los estados no-formales, pertenecientes al plano de Beriyah) y los que están fuera del cosmos (los estados no-manifestados del plano ontológico de Atsiluth y por supuesto los que pertenecen al dominio del No Ser y la Metafísica). |
(43) | Esta es la razón de por qué en los mitos de muchas tradiciones el iniciado o el héroe civilizador tiene que visitar necesariamente el país de sus ancestros para recuperar el conocimiento perdido, u “ocultado”. Eneas es un ejemplo, pero también el maestro Hiram en la Masonería. |
(44) | En efecto, en la cosmogonía de todos los pueblos la luna simboliza la “memoria cósmica”. René Guénon (El Hombre y su devenir según el Vedanta, cap. XXI) señala que esta es la razón por la cual la esfera lunar es la morada de los pitris. En este mismo capítulo Guénon nos recuerda que en ocasiones se dice que simbólicamente en la luna se vuelve a encontrar todo lo que se ha perdido en este mundo terrestre. En la Cábala esa misma función de memoria cósmica le corresponde a Yesod, el “fundamento” del Arbol sefirótico. Añadiremos que la luna es llamada en diversas tradiciones la “tierra celeste”, o según los pitagóricos la “tierra del éter”. Por otro lado, entre los Caldeos el dios lunar se llamaba Men, palabra ésta cuya raíz designa en muchas lenguas tanto al hombre como a la luna. Ver Guénon: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. LXX, “Corazón y Cerebro”. Seguramente a esto se refería también Proclo cuando, recogiendo lo que a este respecto dice Platón en el Timeo, afirma que el Demiurgo “sembró” hombres en la luna al igual que en la tierra. Sin embargo, esas vinculaciones entre la luna y el hombre lo son en cuanto a la facultad racional y mental inherente a este último. En su esencia (que está por encima de lo racional y mental) el hombre es hijo del sol espiritual, como también se afirma unánimemente en todas las tradiciones. |
(45) | El arca de Noé sería un símbolo bastante claro de la conservación de esos gérmenes espirituales que se transmiten de un ciclo a otro. |
(46) | Es lo que en la Alquimia se llama el estado andrógino, o hermafrodita. |
(47) | Dante. La Divina Comedia. Paraíso, canto XX. Ver también R. Guénon: El Esoterismo de Dante, cap. VI. Se trata del desarrollo del estado humano en toda su amplitud y simultáneamente de encarar su exaltación hacia los estados suprahumanos. |
(48) | Recordemos que el mundo de Atsiluth (Kether, Hokhmah y Binah) también es llamado Macroposopos, o “Gran Rostro”, mientras que las seis sefiroth de construcción (Hesed, Gueburah, Tifereth, Netsah, Hod, y Yesod) constituyen el Microposopos, o “Pequeño Rostro”, es decir su reflejo creacional. Malkhuth, la décima y última sefirah, se corresponde con la “novia” o receptáculo que recoge en su seno las energías celestes, el rocío vivificador que ilumina nuestro mundo. |
(49) | Aquí se sitúan también las entidades llamadas “guardianes del umbral”, caracterizadas muchas de ellas con formas monstruosas, y cuyo cometido es impedir el acceso a la Ciudad Celeste al alma todavía no purificada. |
(50) | “Entrego mi alma de todo corazón a Dios, devolviéndola como una gota de agua a su fuente, y reposo confiado en El, suplicando a Dios, mi origen y mi Océano, que me tome adentro de sí mismo, y me trague eternamente en el Abismo de su Ser”. La Filosofía de Plotino, de Dean Inge. Citado por A. Coomaraswamy en El Cuerpo sembrado de Ojos, p. 137. |
(51) | Refiriéndonos nuevamente a la “vida apacible”, ésta también alude a uno de los peligros con los que se enfrenta el peregrino en su viaje hacia el Sí Mismo. En la mitología griega y romana se da cuenta frecuentemente de los héroes que son “atrapados” en esa vida bonancible durante el transcurso de sus viajes a la búsqueda del Conocimiento. Los casos de Ulises y Eneas son paradigmáticos. Consiguen liberarse de esa vida -ambos gracias a la intervención de Hermes- “recordando” cual es su verdadero Destino y el sentido de éste. En cuanto al mismo Ulises no deja de ser ilustrativo el hecho de que fuera advertido de no oír el “canto de las sirenas”, canto cuyo simbolismo hace referencia también a la “música de las esferas”, es decir a la armonía cósmica, cuya belleza (reflejo de la Inteligencia divina) puede llegar en efecto a hacernos “olvidar” aquello que está “más allá” del cosmos y que constituye la auténtica realidad. Es bastante significativo igualmente que Ulises consiga escapar de ese embeleso “atado” al mástil de su nave, es decir a su eje, símbolo del Eje del mundo, el cual es lo único que permanece inmóvil mientras todas las revoluciones del cosmos giran a su alrededor. Ni qué decir, por otro lado, que la navegación forma parte integrante de la simbólica del viaje. Recordemos también los viajes emprendidos por Jasón y los Argonautas, así como los de Heracles-Hércules, que son efectivamente prototipos del viaje iniciático. |
(52) | Que el Ser Universal sea inefable (o sea que no se pueda decir ni explicar nada de él con palabras) no quiere decir que no pueda ser conocido, de lo contrario no tendría sentido la vía del Conocimiento. Nos preguntamos: si no es al Ser ¿a quién habría entonces que conocer? ¿Cómo, si no es a través del Ser, se pretendería entonces conocer al No Ser, e incluso la No Dualidad o Suprema Identidad? |
(53) | Maitri Upanisad, VI-30. Ibid., p. 252-253. |
(54) | Recordemos que Tifereth es el “corazón” del Arbol de la Vida, o sea que ocupa una posición central en el mismo. En la Cábala se dice que Tifereth sintetiza a todas las sefiroth de construcción cósmica, y en este sentido al conjunto de las que conforman el ”Pequeño rostro”. Es por eso también que es llamado el Hijo, siendo Kether el Padre. De ahí que Tifereth se identifique con el mismo Cristo, quien dijo de sí mismo: “Yo soy la puerta, y quien por mi pasa conocerá al Padre”. Es decir que Tifereth es el reflejo directo de Kether, como a su vez Yesod (la Luna) es el reflejo de Tifereth, y Malkhuth (la Tierra) de Yesod. Estas cuatro sefiroth se sitúan de arriba a abajo a lo largo de todo el “Pilar central”, o realmente vertical, del Arbol de la Vida. Por otro lado si Tifereth es el “corazón del Cosmos”, Kether es el Polo o “clave de bóveda” de ese mismo Cosmos, o sea de su salida de él, a lo realmente supracósmico y metafísico. |