El Símbolo en Cataluña
Viajes por la Geografía y la Historia
(y 3)

Francisco Ariza

III
Redescubrir Cataluña a la luz del Símbolo


Después de exponer estas reflexiones sobre algunos aspectos del simbolismo del viaje, y que reiteramos nos han llevado por los caminos de una geografía sutil que está dentro de nosotros, vamos a abordar la tercera y última parte de nuestro discurso.

Sintiéndonos partícipes de las mismas ideas que inspiraron a aquellos “nobles viajeros” de que hablaba más arriba René Guénon, con estas Rutas Simbólicas buscamos también redescubrir Cataluña, dejando abierta la posibilidad de emprender más adelante otros viajes por el resto de España. Como ya se habrán dado cuenta a nosotros nos interesa la Historia en la medida en que es la concreción de las ideas vehiculadas por las corrientes de pensamiento nutridas y enraizadas en la Filosofía Perenne, y que en el caso concreto de Cataluña son las que han gestado la civilización y la cultura que se han dado en ella a lo largo de los siglos, ideas que no han desaparecido totalmente, lo cual ha sido posible en gran medida gracias a la existencia de ciertos movimientos artísticos y culturales que se dieron a lo largo de los siglos XVIII y XIX y principios del XX, o sea en un momento crítico de la historia en que Cataluña, como todo Occidente, rompía con sus raíces culturales, precio muy caro exigido por ese pretendido “progreso” en que se asienta todo el entramado de la sociedad contemporánea, progreso que sólo se circunscribe a lo material en detrimento de otras posibilidades más auténticamente humanas, y sobre todo suprahumanas. Por otro lado, esto no nos debe extrañar pues esa tendencia a considerar lo más denso de la realidad de las cosas y los seres es lo propio de las civilizaciones que viven su proceso de descomposición y decadencia. La larga historia humana nos da ejemplos más que suficientes para saber que hoy en día nos encontramos en uno de esos procesos de decadencia, pero con la salvedad de que no sólo afecta ya a una civilización, o a un conjunto de ellas coexistiendo en diferentes lugares de la tierra, sino que esa decadencia, y de acuerdo al “espíritu de nuestro tiempo”, también se ha globalizado.

Aunque sólo fuera porque esos movimientos, y ciertas instituciones e individualidades, se resistieron a la pérdida total de la identidad de Cataluña forjada a lo largo de los siglos, merecerían por ello ser tomados en cuenta a la hora de realizar una historia del Principado desde el punto de vista de la Filosofía Perenne. Esta también sería una aventura y un viaje apasionante.(55) Apuntamos esta reflexión como una posibilidad que quizás algún día se pueda llevar a cabo, pensando que a lo mejor estas Rutas pudieran contribuir a ello en alguna medida, pues de lo que se trata en el fondo es de recuperar una visión de las cosas no contaminada por una mentalidad que, como la que impera hoy en día (que es el resultado de muchos siglos de desviación hacia lo cuantitativo y la multiplicidad en detrimento de lo verdaderamente cualitativo y esencial), niega los principios mismos en que se fundamentan la Tradición Unánime, que es como decir los principios sobre los que pende todo el ser humano y el sentido mismo de su existir.

El exceso de racionalismo, o sea el abuso desmedido de la facultad de la razón (instrumento de nuestro pensamiento), ha llevado finalmente a un empobrecimiento de esas otras facultades inherentes también al ser humano que son las espirituales, empobrecimiento que ha acabado por extenderse incluso a nuestra capacidad de recrear las ideas mediante lo que se ha dado en llamar la “imaginación simbólica”, potestad que tiene el hombre de revestir de formas aquellas realidades que por su propia naturaleza intangible y sutil son informales y más aún metafísicas, y que pueden ser “captadas” por otra facultad nuestra no menos importante: la intuición intelectual. El arte, y más en concreto el arte sagrado de todos los pueblos, nace precisamente del desarrollo de esa “imaginación simbólica” (que desde luego no excluye a la razón), y que por ello mismo se convierte en el vínculo que pone en comunicación lo individual con lo universal.

En efecto, el racionalismo cartesiano (empujado por la inercia de las fuerzas que acabó desencadenando cuando desde el campo de la pura especulación filosófica y científica se traslada a la realidad de la vida cotidiana y acaba por condicionarla haciéndose omnipresente), produjo finalmente una cisura radical entre el alma y el espíritu, es decir cortó toda comunicación con aquellas facultades superiores, cosa que nunca llegó a producirse totalmente entre las antiguas civilizaciones, ni tan siquiera en sus momentos de mayor decadencia.

Decimos esto porque donde esa mentalidad ha hecho mayores estragos ha sido precisamente en la historia, lo cual no ha ocurrido por casualidad sino que está en su misma naturaleza y en sus más ocultas y tenebrosas influencias. La manipulación de la historia, su falsificación y desviación, es una auténtica impostura y un arma peligrosísima que suele ser utilizada por los enemigos del Conocimiento, bien por ignorancia o siendo perfectamente conscientes de lo que hacen, y que por ello mismo entrarían dentro de lo que R. Guénon ha llamado la “contratradición”, causante del “gran sueño colectivo” que padece la gran mayoría de hombres y mujeres de hoy día.

Para entender todo esto habría que tener en cuenta que esa falsificación incide directamente en la memoria, que es como decir en el ser humano íntegro pues nada somos sin memoria, y si ésta se corrompe, degrada o empobrece, nosotros corremos la misma suerte. Como dijimos en la segunda parte de este artículo, en esa memoria están depositados los gérmenes del pensamiento de nuestros antepasados, de la “cadena de unión” humana como irradiación horizontal de la “cadena de unión” suprahumana, y en este sentido es la memoria un vehículo que incitada por la revelación del símbolo, de su contenido, nos “despierta” a los orígenes verticales, siempre presentes.

Esto está directamente relacionado con la idea que Federico González expone en distintos lugares de su obra, a saber: que en cualquier símbolo sagrado, revelador de las realidades superiores, están presentes los pensamientos de todos los que han meditado en él, pues entendemos que esa meditación se ubica en unas coordenadas que están fuera del radio de influencia de las leyes espacio-temporales, tratándose como se trata de un ámbito en donde las transmisiones son de orden estrictamente espiritual (o sea atemporal), las que el propio símbolo recibe y “almacena” quedando depositadas en él de manera potencial o pasiva hasta que son de nuevo estimuladas y actualizadas por la meditación.

Nada de esencial se ha “perdido” para siempre; pervive en ese mundo arquetípico que es la memoria del Ser, memoria que con la ayuda de la Vía Simbólica y las distintas ciencias y artes que la integran, vamos a intentar revivir en nosotros durante el transcurso de nuestros viajes por Cataluña.

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Así pues, y centrándonos en el contenido de dichos viajes, diremos que ha sido gracias a su situación geográfica que el territorio catalán, y en general el peninsular, ha tenido el privilegio de recibir a lo largo de los siglos a numerosas civilizaciones, todas ellas con una característica común: su pertenencia al área cultural de Occidente. Hablamos de Egipto, Creta, Fenicia, Cartago, Etruria, Grecia, Roma, el Judaísmo y el Cristianismo, así como de todas aquellas que aunque menos conocidas por su escasa proyección histórica sí formaron parte integrante de la cultura occidental, donde la presencia del dios Hermes y su Tradición, la Hermética, ha jugado un papel fundamental en la transmisión de la Cosmogonía Perenne. Esto último, es decir la influencia ejercida por la Tradición Hermética en Occidente y concretamente en la historia de Cataluña, lo vamos a comprobar en más de una ocasión a lo largo de estas Rutas Simbólicas.

Pero antes de la llegada de las civilizaciones propiamente históricas y conocidas, existieron otras mucho más antiguas y arcaicas que hunden sus raíces en la prehistoria (es decir el Paleolítico y el Neolítico), y de las que apenas se tiene el recuerdo de su existencia, salvo por los restos y fragmentos que han llegado hasta nosotros. Cataluña está llena de esos fragmentos, dispersos por doquier, y será inevitable encontrarnos con algunos de ellos en nuestros viajes, prestándoles toda la atención que se merecen, pues para nosotros, convencidos de la existencia de esa Tradición Unánime presente como venimos diciendo en la médula de las civilizaciones de todos los tiempos, incluido el nuestro, cualquier testimonio del pasado más remoto nos habla precisamente de esa presencia, determinante en la creación de la cultura desde los orígenes mismos de la humanidad, presencia que podemos ver impresa en cualquier objeto artesanal y de uso cotidiano, o en las pinturas rupestres, como por ejemplo las que existen en las cuevas de El Cogul (Lleida), o en las de Ulldecona y Montblanc (Tarragona).

Siempre resulta sorprendente comprobar cómo los mismos símbolos (el de la rueda y el círculo, el eje, el cuadrado y la cruz, fundamentalmente) presentes en cualquier tradición conocida, también los encontramos dibujados en las paredes de esas grutas, verdaderos tabernáculos de nuestros antepasados más remotos. Esos símbolos, interrelacionados entre sí, despliegan todas las posibilidades contenidas en la idea misma de Cosmos, o sea de un Orden Arquetípico que al expresarse crea el encuadre espacio-temporal donde se da el milagro del hecho creativo. Constituye así un lenguaje revelador que nuestra inteligencia puede entender pues está hecha de su misma substancia.(56)

Asimismo, encontramos esos símbolos en los vestigios de lo que fue la civilización megalítica, que en Europa fue contemporánea de las grandes civilizaciones del Oriente. Los hallamos trazados en los incontables menhires y dólmenes que pueblan las serranías catalanas. El propio menhir es un eje, y los dólmenes mismos evocan en sus sencillas formas geométricas la estructura básica de lo que posteriormente serán los templos más elaborados en su complejidad arquitectónica. Así ocurre con el que sin duda alguna es el dolmen más importante de Cataluña: la “Cova d’en Daina”, situado en la sierra de las Gavarres, Girona. Que sepamos, desde la perspectiva de la Vía Simbólica todavía no se ha realizado un trabajo en profundidad sobre ese período crucial de la historia humana, y sin embargo nosotros pensamos que en lo fundamental todas las civilizaciones conocidas no han sido sino el resultado del desarrollo de las ideas, símbolos, ritos y mitos contenidos ya en esas épocas pretéritas.

Esto nos hace ver que la historia en su conjunto también es un ser vivo, cuyas partes son los ciclos y ritmos temporales que se articulan y relacionan entre sí impulsados por la Memoria de su origen siempre actual. Recordemos que es esa Memoria la que al vivenciar el mito se actualiza en nosotros. De ahí que para poder entender a estas civilizaciones habría que hacer lo mismo que hemos dicho acerca de las obras del arte antiguo: que tendríamos que realizar un esfuerzo para ponernos en la mentalidad de los hombres y mujeres que las forjaron, y esto no sería posible sino comprendemos previamente el conjunto de ideas en las que estaban insertados y de las que se nutrían emocional, intelectual o espiritualmente.

Es en el tiempo donde desarrollamos todas nuestras posibilidades de ser, pero ese tiempo no es simplemente el que está limitado cronológicamente, o sea el que está sujeto a un ciclo histórico determinado, como pueda ser el del momento actual e inmediato, que es, si se nos permite la expresión, un “fragmento” del Gran Tiempo, del Tiempo Mítico, que los antiguos vieron encarnado en la deidad llamada Saturno (el dios de la Edad de Oro), y en el que podemos insertarnos una vez nos hayamos liberado de todos los lazos que nos mantienen esclavizados a esa inmediatez que nos consume y en la que está embarcada esta sociedad nuestra que no sabemos muy bien a dónde es que va con tanta prisa.

Tengamos en cuenta, en este sentido, que viajar teniendo al símbolo como compañero y guía nos hace vivir simultáneamente en varios tiempos,(57) o mejor aún, nos permite explorar todas las posibilidades del presente, pues todos los tiempos coexisten entre sí al ser la proyección de un tiempo mítico y vertical, en el mismo sentido en que todos los radios de la rueda, siendo distintos, coinciden a la vez en el centro de la misma; y esta “sensación” de vivir en un cosmos multidimensional, donde el Ser que lo crea está inmanente en él, inevitablemente va ampliando y universalizando nuestra conciencia, que se hace así más permeable y porosa a las ideas que el símbolo nos comunica estimulado por nuestro afán de conocer.

Nada más propio y adecuado entonces que ver al símbolo como el vehículo por excelencia para guiarnos en ese peregrinar que es en verdad el “pasaje” por este mundo, pues como venimos diciendo su misma condición de mensajero de las realidades superiores le hace válido para proyectarlas en el plano horizontal de nuestra existencia, cobrando ésta en efecto una dimensión cada vez más universal.

Lo mismo podemos decir de la geografía, tan unida a la historia como estamos viendo, y por lo tanto a la cultura. Esta, como todo ser vivo, no sólo se inserta en un segmento dado del tiempo, sino también dentro de una geografía, de un paisaje y de un clima, que constituyen cualidades del espacio y la naturaleza, las que manifiestan el “genio del lugar”, relacionado con las energías telúricas, o sea el alma que lo impregna y le da su singularidad, y que necesariamente interviene, en unión con las energías celestes, en la gestación de las formas que ha tomado una determinada civilización para manifestarse. Entendemos que los límites geográficos de una cultura son también sus límites históricos, y es dentro de ese encuadre espacio-temporal donde ella despliega el contenido de todas sus posibilidades (que incluyen las ontológicas y metafísicas), o sea el ciclo entero de su existencia en perfecta sincronía con las leyes cósmicas.

En este sentido, queremos insistir de nuevo en que estos viajes nos van a mostrar la existencia de una geografía sagrada, que fue otrora considerada una ciencia ligada a la elección de los lugares destinados especialmente a la construcción de los templos y santuarios (incluso los castillos y fortalezas así como el diseño y ejecución de las ciudades), orientados según determinadas pautas celestes y astronómicas. Nos referimos de nuevo a los “centros espirituales”, los que reconocemos también en esas cuevas, menhires y dólmenes prehistóricos, sin olvidarnos desde luego de las cimas de las montañas, lugares privilegiados por su valor no sólo estratégico, sino sobre todo por su cercanía a las regiones aéreas y celestes, con toda la carga simbólica que esto conlleva: como morada de los dioses más altos; incluso algunas montañas, en su configuración topográfica, son ya de por sí un verdadero templo natural. El ejemplo más claro en Cataluña lo tenemos en Montserrat, pero también en Nuestra Señora de Nuria y Santa María de Queralt, a las que desde luego visitaremos pues es una buena muestra de lo que estamos diciendo; además, y en lo que respecta más concretamente a Montserrat, ésta reúne el importante simbolismo de la montaña y la caverna.

En este sentido no podemos olvidarnos de Montjuïc, la montaña que, junto a la del Tibidabo, preside Barcelona, y en cuyas faldas el mito sitúa la primera fundación de la ciudad, llevada a cabo por Hércules, el héroe que buscó en la antigua Hispania, es decir en el extremo occidente, el Jardín de las Hespérides.(58) En Barcelona misma (donde coexisten todas las épocas de la historia de Cataluña)(59) llevaremos a cabo algunas de nuestras rutas.

La elección del lugar donde se edificaron las villas y ciudades, en las que siempre se comenzaba por levantar el centro donde se disponía el ara y el templo, también dependía de los conocimientos de la geografía sagrada. En Cataluña tenemos numerosos ejemplos de ciudades que tuvieron ese origen (las ya mencionadas Barcelona, Girona, Lleida, y ni qué decir Tarragona, etc.), incluidas las que surgieron en el Medioevo y crecieron durante el Renacimiento, épocas que como venimos diciendo asisten al nacimiento y desarrollo de Cataluña como entidad cultural, con su ser y su identidad propias, lo que aconteció al mismo tiempo que se conforma España, entroncada una y otra con la gran herencia clásica grecorromana, la que les proporciona su unidad lingüística basada fundamentalmente en el latín, y todo ello junto a toda la herencia espiritual y cultural del judaísmo y del cristianismo.(60)

El mismo judaísmo sefardí (de Sefarad, España) tuvo un papel crucial en esa herencia, hasta tal punto que ni Cataluña, ni España en su conjunto, serían lo que son sin ella. La misma Europa sería diferente si no hubiese recibido el aporte de los judíos españoles tras la expulsión de 1492, los cuales contribuyeron en gran medida al florecer del Renacimiento. Por eso mismo viajaremos también a los centros donde la cultura hispano-judía se desarrolló. Aquí, en tierras catalanas, la ciudad sefardí por excelencia es Girona (centro importantísimo de la Cábala como es sabido), seguida de Barcelona, y también muchas otras que hoy en día han quedado relegadas a un segundo plano, como es Besalú, en la comarca de La Garrotxa, y que fue sede de un importante condado en la Alta Edad Media.

Debemos añadir que todo ese legado heredado del judaísmo ha sido trascendental en la historia de Cataluña, y por descontado de España, sin desconocer el de todas aquellas culturas que hemos mencionado a lo largo de estas páginas y que son el testimonio de lo que fue la Hispania Antigua, cuyo origen se hunde en la noche de los tiempos, aunque todavía resuena el latido de las civilizaciones entroncadas con la Atlántida (por ejemplo Tartesos), de las que ya habló abundantemente el gran poeta Jacinto Verdaguer, o el mismo Platón y las crónicas de los historiadores y geógrafos griegos y romanos:

Mostró también Homero la felicidad de los hombres del Occidente, así como la templanza del ambiente, convencido, como parece, de la riqueza ibérica, esta riqueza que impulsó primero a Heracles a llevar a cabo su expedición; luego a los fenicios, que se crearon un gran imperio, y por último a los romanos; aquí pone el poeta los soplos del Céfiro, aquí coloca también los Campos Elíseos, adonde Menelaos –dice– fue conducido por los dioses.  Estrabón: Geografía, I, 1, 4.

Recordemos nuevamente que nuestros antepasados, es decir los habitantes de aquellas civilizaciones, tenían la conciencia clara de vivir en un cosmos sacralizado, donde la Tierra era considerada una deidad (la Gran Madre) en íntima relación con las deidades y númenes del cielo, personificados en las estrellas y planetas, y de las que ella recibía, y recibe, sus influjos vivificadores. Los “centros sagrados”, como espacios cualitativos de la geografía, o sea de una “tierra transfigurada”, canalizan esas influencias y permiten una constante comunicación cielo-tierra, y precisamente de esa comunicación nacieron los grandes mitos de los dioses y héroes civilizadores (como Heracles-Hércules), artífices de la verdadera cultura que se ha prolongando en el tiempo fecundando el alma de un pueblo (en este caso el catalán), que la ha incorporado en su quehacer cotidiano, dejando parte de su huella en el folclore, que es más importante de lo que pudiera parecernos a simple vista.(61)

Rescatemos nuestra memoria del olvido y asumamos que toda esa herencia está viva y es para nosotros, para que nuestro viaje hacia el Conocimiento se realice teniéndola siempre como referencia axial; veamos asimismo en los vestigios arqueológicos algo más que los restos de una época del pasado; oigamos, en fin, esa música sutil que se desprende de las obras de arte que las civilizaciones antiguas han creado como expresión de su visión del mundo. Entonces, tal vez comenzaremos a entender que esa música, lejos de agotarse y quedar circunscrita a ella, no es otra cosa que un símbolo de la articulación sonora de la propia Inteligencia manifestándose a sí misma en nosotros, y cuya generación permanente los antiguos teúrgos, magos, filósofos y poetas atribuyeron al coro celeste de las Musas, mensajeras de Apolo, del Logos, e hijas precisamente de Zeus (el Padre de los dioses) y Mnemosyne, la Memoria.(62)

Comienzo

GUIA BIBLIOGRAFICA DEL ESOTERISMO
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Notas
(55) Como todos los pueblos y naciones -que no dejan de ser igualmente símbolos de otras realidades que se encarnan en ellos-, Cataluña es el fruto de una idea, que, como tal, y con toda la contribución de su fondo mitológico e histórico, pre-cristiano y cristiano, va tomando forma en los albores mismos de la Edad Media bajo los auspicios de Carlomagno (del imperio Carolingio), quien la bendice como la Marca Hispánica y le da la estructura cultural que, junto a otras diversas contribuciones, se desarrollará ampliamente en la época feudal bajo la égida de los condados (época donde se consolida el catalán como lengua escrita y hablada, y donde nace también el nombre mismo de Cataluña, que procede seguramente de castlan, “hombres del castillo”), eclosionando posteriormente cuando se une a la Corona de Aragón con el gran Jaume I, rey también de Valencia y Mallorca, conde de Barcelona y señor de la ciudad francesa de Montpellier (donde por cierto nace), lo que le permite a partir de entonces participar con más intensidad del resto de la historia hispana. Sin olvidarnos desde luego de la gran aventura mediterránea que se inicia con este rey y se prolonga hasta el Renacimiento. Para conocer el medio cultural en que nace Cataluña recomendamos la lectura de Cataluña en la Epoca Carolingia. Arte y cultura antes del románico (siglos IX-X). Varios autores. Diputación de Barcelona, 1999.
(56) En este sentido, mencionábamos anteriormente la analogía entre la “lengua de los símbolos” y la “lengua de oc”, o sea la “lengua de los pájaros” que simbolizan los estados superiores, y queremos decir que el viaje hacia el Conocimiento puede ser visto también como el aprendizaje de un nuevo lenguaje, o mejor aún que el lenguaje mismo se va transformando y adquiriendo para nosotros toda su dimensión de símbolo, que es al fin y al cabo todo aquello que tiene la capacidad de expresar lo que en sí mismo es inexpresable. Es de alguna manera penetrar un arcano que está presente desde siempre en la génesis de cualquier lengua (que siempre tiene un origen sagrado), que siendo la encarnación del Verbo divino, espermático y luminoso, tiene el poder de devolvernos la vida espiritual y rescatarnos de las “tinieblas exteriores”, o sea de ese mundo que ha perdido la esperanza de recrearse a sí mismo. Por eso podemos decir con Filón de Alejandría: “El camino real que decimos que es la filosofía verdadera y auténtica, la Ley la denomina palabra y lenguaje de Dios”. (Sobre la posteridad de Caín y su exilio).
(57) Además de la Ruta a la Tárraco romana y las que aquí nombramos, viajaremos por los cuatro puntos cardinales de la geografía catalana: por la grecorromana Ampurias (Empúries), las íberas Ullastret y la impresionante Fortaleza de Els Villars (la Arbeca), la íbero-romana Olérdola; adentrándonos en el románico medieval del pirenaico Valle de Boí, en las catedrales de Girona, Sant Cugat, Ripoll (cuyo monasterio fue la “cuna” –bressol- de Cataluña) y sus claustros reveladores de una cosmogonía e historia sagrada oculta en sus capiteles; la ruta por los monasterios cistercienses de Santes Creus, Poblet, y Vallbona de les Monges; la ruta por los castillos (Cardona, Miravet...), los que junto con el arte románico y gótico, forjaron Cataluña, etc., etc. No nos olvidaremos tampoco de penetrar en el Renacimiento y épocas más recientes (prácticamente hasta el siglo XX), pues la de Cataluña es una historia viva donde siempre ha existido un cordón umbical (en nuestros días ciertamente muy delgado) con la idea que la conformó en sus orígenes.
(58) La palabra Montjuïc proviene de “Mont Jovis”, el Monte de Júpiter. El origen de esta procedencia es solidario con aquel otro que la hace proceder de “Mont Juich”, el Monte de los Judíos. En cualquier caso, Montjuïc ha sido desde tiempos milenarios una montaña sacra, un eje del mundo, para los habitantes de Barcelona, que se convierte desde sus mismos orígenes en: “Una tierra, un espíritu, donde la Tradición fija un pueblo en el mismo monte durante un tiempo, y más tarde en la planicie, que el antaño procuró, y donde sus casas, templos y murallas se edifican con la piedra igualmente extraída de él (...) desde una visión sagrada de la existencia y siguiendo las huellas que la historia y la geografía nos han ido dejando acerca de este cerro, descubrimos que Montjuïc es un espacio significativo, un pequeño-todo, una montaña-isla sagrada.” Federico González: Defensa de  Montjuïc por las Donas de Barcelona (texto inédito). Igualmente ver el artículo de Mireia Valls “La Isla” (SYMBOLOS Nº 31-32), donde igualmente se habla de Montjuïc como una geografía mítica y receptáculo de una historia asimismo significativa.
(59) No podemos olvidarnos de la presencia en Cataluña de la cultura hispano-visigoda, considerada como la gran heredera de la civilización romana, no sólo en la península ibérica sino también en Europa. Recordemos que Barcelona, y antes de que se instalara definitivamente en Toledo, fue durante unos meses la capital del reino visigodo en la península, pues allí residió a principios del siglo V Ataúlfo y su esposa, la romana Gala Placidia. No olvidemos tampoco que tras la invasión islámica, muchos hispano-visigodos se refugiaron en la Marca Hispánica (y otros directamente en Francia), contribuyendo al renacimiento carolingio del siglo IX. Digamos, en fin, que la Hispania visigoda fue sede de una civilización muy culta, que ha dejado verdaderas obras de arte en la arquitectura, la orfebrería y la literatura, como es el caso de Isidoro de Sevilla, cuya obra Etimologías contribuyó a conservar la herencia de la Antigüedad Clásica, y que influiría posteriormente durante la Edad Media. Bajo el reinado visigodo, y tomando como modelo la obra emprendida por Roma, se unifica por primera vez toda Hispania, es decir se toma conciencia de una unidad territorial que es también una unidad cultural con todo el legado clásico que corría por las venas de sus mejores hombres. Esa unidad se quiebra tras la invasión árabe y bereber del 711.
(60) No desconocemos desde luego el legado de la lengua árabe, menos presente no obstante en el catalán que en el castellano. En cuanto a la influencia del islam en Cataluña ésta también fue menor que en el resto de España, aunque el territorio peninsular bajo dominio musulmán tuvo frontera al menos durante tres siglos con la Marca Hispánica, lo que propiciaría contactos no sólo guerreros sino igualmente comerciales y culturales, como es el caso de las buenas relaciones que mantuvieron durante un tiempo los condes de Barcelona con el califato de Córdoba, que entre otras cosas propiciaría que de la misma Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, etc., salieran hacia Europa (pasando necesariamente por Ripoll, que era en ese momento el gran centro de la cultura catalana) importantes manuscritos sobre ciencia y filosofía.
Tengamos en cuenta que la Marca Hispánica (conocida como la “Catalunya Vella”, o “Cataluña Vieja”) ocupaba más o menos la mitad del actual territorio catalán. Bien es cierto que esa frontera se modificó varias veces con el paso del tiempo, pero recordemos que Lleida y Tarragona y gran parte de sus respectivas provincias (en mucha menor medida la provincia de Barcelona, cuya capital pasó en el 801 a manos del imperio carolingio) estuvieron bajo dominio islámico hasta el siglo XII, de ahí que esa parte del territorio se conociese como la “Catalunya Nova” tras su reconquista.
(61) Nuestro reconocimiento aquí al gran folclorista catalán Joan Amades y su inmensa obra el Costumari Catalá, donde se recoge efectivamente la memoria de toda una cultura a través de la pervivencia en el folclore de sus ritos, símbolos y mitos. Junto a Jacinto Verdaguer, Joan Amades ha contribuido a rescatar y mantener viva dicha memoria, la que en este momento, como tantas otras cosas realmente importantes para el conocimiento del ser humano, corre el peligro de desaparecer bajo el peso de una mentalidad tan profundamente nihilista, pueril y vacía como la que caracteriza este fin de ciclo.
(62) “Hay una armonía divina que salva a las almas y las establece entre los dioses. Es la obra de las Musas, que instruyen las facultades de nuestro intelecto y las hacen perfectas y semejantes a las potencias divinas”. Proclo, Sobre la República.

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