La Ciudad (fin)

Iñigo Correa

Una ciudad de Extremo Oriente

Según estamos viendo, las ciudades antiguas se han constituido como reflejos de la ciudad del cielo; y añadiremos que este era el caso también de países enteros, como por ejemplo la antigua China, la cual era llamada "el Celeste Imperio" y también "el Reino del Medio", Chung Kuo.75 Su modelo, que se sintetiza en el cuadrado de nueve,76 había sido revelado al emperador Yü el Grande, el cual lo vio reproducido en el caparazón de una tortuga. El Imperio se organizaba según ese modelo, de tal manera que quedaba dividido en nueve provincias, de las cuales la central77 se correspondía con la capital del Reino, que a su vez tenía como centro el palacio imperial, la Ciudad (Púrpura) Prohibida,78 situada en la actual Pekín, y orientada según los ejes cardinales determinados en su momento por la sombra de un gnomon. Dentro de ese palacio el emperador, como emanación directa de la estrella polar, se ubicaba en el centro del Ming-Tang, el "Templo de la Luz",79 que tenía exactamente la forma del cuadrado de nueve (también llamado de Saturno, el regente de la Edad de Oro), reproduciendo así la totalidad del Imperio.

Para el pueblo chino el Ming-Tang no sólo era el centro de la ciudad y del Imperio, sino de la tierra entera y del universo, y las leyes que regulaban su orden armonioso venían dadas por las continuas relaciones entre los dos principios cósmicos: el yin y el yang.

En la ciudad no sólo el Ming-Tang es un compendio simbólico, también es todo aquello que conformaba su vida, en la que sus habitantes tenían un papel esencial, especialmente aquellos que pertenecían a la familia real o a la corte, los cuales se vinculaban a alguna estrella o constelación determinada. Pero en verdad ese orden emanaba y se extendía a los campesinos y sus tierras, así como a la lengua, las vestimentas, los colores, los ingredientes de las comidas, la música, las artes, las ciencias, y en general todo aquello que estuviese relacionado con la vida del hombre, pues todos estos aspectos eran reflejos de una misma realidad.

El Ming-Tang era también la "Casa del Calendario", integrando dentro de sí las coordenadas espacio-temporales, cuya unidad tipo la constituye el ciclo anual, con sus cuatro estaciones y puntos cardinales correspondientes. En este sentido, y pese a que constaba de ocho salas que rodeaban a la situada en el centro:

El Ming-Tang tenía en realidad doce al exterior, tres en cada uno de sus cuatro lados, de suerte que, mientras las salas del medio de los lados tenían una sola abertura, las salas de esquina tenían dos cada una; y estas doce aberturas correspondían a los doce meses del año: las de la fachada oriental a los tres meses de primavera, las de la fachada meridional a los tres meses de verano, las de la fachada occidental a los tres meses de otoño, y las de la fachada septentrional a los tres meses de invierno. Esas doce aberturas, pues, formaban un Zodíaco; correspondían a las doce puertas de la "Jerusalén celeste" tal cual es descrita en el Apocalipsis, y que es a un tiempo el "Centro del Mundo" y una imagen del Universo en el doble aspecto espacial y temporal.

En el transcurso del ciclo anual, el emperador efectuaba en el Ming-Tang una circunvalación en el sentido "solar", situándose sucesivamente en doce estaciones que correspondían a las doce aberturas, y en las que promulgaba las ordenanzas (yue-ling) que convenían a los doce meses; así se identificaba sucesivamente con los "doce soles", que son los doce âdityas de la tradición hindú y también los "doce frutos del Arbol de la Vida" en el simbolismo apocalíptico.80

Según esto el emperador era el pivote del tiempo, el sol que en su circular iluminaba y regeneraba un aspecto del Ming-Tang, imagen simbólica del cosmos. Y bajo el mismo significado el emperador circunvalaba durante el curso del año las ocho regiones restantes del país, cuya extensión, y la de la ciudad misma, eran concebidas simbólicamente como prolongándose hasta tocar con el límite del cielo, enmarcado por las dos estrellas Tso Shu y Yu Shu, la del este y la del oeste respectivamente, que delimitan el espacio celeste y por lo tanto el terrestre, el cual era fijado mediante el cuadrado, que abriéndose preferentemente al sur, en referencia a la luz y la vida, abraza a la ciudad y al país entero.

Un ejemplo en Oriente Próximo

En Oriente Próximo la "Ciudad de La Paz",81 conocida también como "ombligo del universo" y hoy día como Bagdad, fue fundada en el año 762 por el califa abbásida Al-Mansur, que deseó traer la capital del Califato (hasta entonces Damasco) más hacia el oriente. Bagdad fue diseñada por magos, astrónomos y sabios que la ubicaron sobre la orilla oeste del río Tigris, y de su primera construcción hoy solamente se conservan descripciones escritas en las que se habla de una ciudad circular, en cuya zona central se encuentra un lugar ajardinado rodeando a la mezquita y el palacio del califa sobre el que se elevaba una cúpula verde; de esa zona partían cuatro ejes cardinales que se extendían más allá del recinto a través de cuatro puertas situadas en las murallas circulares, mientras que las viviendas estaban ordenadas según círculos concéntricos en los que se señalaba especialmente la división en doce partes, tal cual el anillo zodiacal. Diremos que en consonancia con todas las tradiciones el prototipo general de las ciudades del Oriente Próximo es también cósmico, o sea que se generan siguiendo las direcciones de los cuatro ejes perpendiculares tal como estamos viendo. A su vez esos ejes son los límites de la ciudad, donde se ubican las puertas sobre un perímetro de forma cuadrada.

Empero, en el simbolismo constructivo, y en relación con la posición de las cuatro piedras de fundación hemos de considerar no las direcciones cardinales sino las intercardinales, de tal modo que si tomanos esa forma cuadrada, dichas piedras estarían ubicadas en el ángulo nord-este, sud-este, sud-oeste y nord-oeste, en correspondencia con los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra), cuyo orden, por lo demás, nos da cuenta de una jerarquía.82 Estos cuatro elementos tienen su localización no sólo en los ángulos83 del templo, sino también de la ciudad, lo que de alguna manera nos indica que en cada parte de la ciudad (como en cada parte del templo) hay una proporción de ellos, siendo la suma de todas las combinaciones posibles lo que constituye la ciudad, pero considerado esto desde el plano puramente material, pues ya hemos visto que desde el punto de vista metafísico la ciudad es el resultado de una idea arquetípica "fijada" en la estructura del modelo cósmico.

El equilibrio o conjugación de las fuerzas provenientes de estos elementos, que debemos entender como principios del mundo corporal en correspondencia con los principios en el orden espiritual, se resuelve en el centro, que es de hecho el lugar de donde provienen unos y otros. En el centro está ubicado el éter, el principio supremo de los elementos, en un lugar elevado constituyéndose como el "ángulo de los ángulos", o "piedra angular"; es la imagen del Profeta que se proyecta en los cuatro primeros califas, como Cristo mismo se proyecta en los cuatro evangelistas.

Otros modelos: los pueblos nómadas

Nos hemos referido anteriormente a las asociaciones familiares, y hemos de decir que tenemos ejemplos de ellos en los pueblos nómadas del desierto, como por ejemplo los tuareg, que despliegan sus campamentos de noche, en la negritud del desierto, estableciéndose por unidades familiares sobre un territorio amparado por la bóveda celeste, la que regula su ordenamiento. Lo mismo que la tribu india de los Osagas norteamericanos, habitantes de las praderas, claros representantes de la cultura nómada. Estos

... consideran la disposición ritual de su campamento como "la forma y el espíritu del hombre perfecto", quien, en tiempos de paz, se vuelve hacia Oriente (...); en él se halla el centro, o el lugar del medio, cuyo símbolo ordinario es el fuego que arde en el centro de la casa de medicina (...) Como el templo, el campamento de los pieles rojas, dispuesto en círculo (camp-circle), resume el cosmos entero: la mitad de la tribu, ocupando el norte, representa el Cielo, mientras que la otra mitad, que se ubica al mediodía, simboliza la Tierra.84

Recordemos que la forma circular que es previa a la cuadrada es utilizada preferentemente por los pueblos nómadas, los que han constituido, junto a los sedentarios, los dos tipos principales de la sociedad humana con su propia expresión tradicional.85

El campamento militar romano

Está ligado a la concepción de la ciudad romana y se asentaba en el territorio según el modelo de los ejes cruciformes, configurando entonces una geografía análoga, un cuadrilátero regular marcado por una zanja y un tipo de muralla, con cuatro puertas en los centros de los lados por donde atravesaban el cardo, de norte a sur, y el decumanus, de este a oeste, y en cuya intersección se encontraba el forum con el altar (auguraculum) y el tribunal, desde donde se administraba la justicia. Fustel de Coulanges nos resume así el proceso de su construcción:

Se plantaba el vexillum del general en un punto elegido; a partir de éste se contaban los pasos que delimitaban el praetorium. En el límite del praetorium y la calle principal se situaba una groma [gnomon] para asegurarse que las calles quedarían trazadas en ángulos rectos. La línea que iba del vexillum a la groma daba al agrimensor el eje principal del campamento (...) A la derecha del praetorium se situaba el auguraculum, el lugar en que sacrificaba el comandante en jefe y se observaban los augurios de forma que las decisiones relativas a la futura campaña se tomaran siempre de acuerdo con la voluntad de los dioses.86

En las cuatro esquinas, marcando las intersecciones de las murallas, se construían cuatro torres para percibir los presagios provenientes de las cuatro regiones celestes.

Los jardines

Encontramos también auténticas psicogeografías en las construcciones ajardinadas, las cuales constituyen naturalezas sacras, expresadas en el vaciado de la densa naturaleza, en la organización de nuevas formas vegetales o las incluidas dentro de los contextos urbanos, y ello siempre a cubierto de los elementos nocivos, protegidas de las fieras, y ubicadas en lugares fértiles, en dulce equilibrio con las fuerzas de la naturaleza, la que se encarga de teñirlas al ritmo de sus cuatro estaciones, imágenes del cuaternario.

Son estructuras vegetales formadas por plantas metamórficas, sauces, cipreses, olivos, acacias… También una rica floresta: rosas espinosas, frágiles anémonas, lotos flotantes…, con referencias a las aguas puras allá donde brota la melodía de las ninfas; o a las estancadas y subterráneas. Podemos encontrarnos también accesos al interior de la tierra, grutas, elementos pétreos esculpidos, templos a divinidades, laberintos..., cuya función es despertar la memoria mediante una trama simbólica, la que convierte el paseo en un rito, donde el jardinero (el artesano del jardín) o los paseantes del "jardín divino" ven reflejadas sus almas en un recorrido "mitológico" que se circunda bajo el silencio y la contemplación.

Allí se percibe también la imagen de la eterna primavera, aquella del Edén, el arquetipo bíblico que se toma por modelo y al que hacen referencia libros como el bizantino El Jardín Simbólico (s. XI), y su referente anónimo El Jardín Espiritual, o los poemas de Meliteniote con la Sabiduría por soberana, el Hortus Delicatorum de Herralde, donde las figuras bíblicas establecen una simbólica vegetal, o el apócrifo Libro de Enoch que lo sitúa en el extremo norte, en el polo por donde atraviesa el eje cósmico, tal como Mercator lo grafía en su mapamundi: sobre la montaña polar, bajo la estrella del mismo nombre y en medio de un mar circular que se irradia por cuatro brazos fluviales que surcan las direcciones cardinales.

La ciudad renacentista

Hereda ésta un fuerte influjo tradicional, un esplendor propio de los últimos hálitos con que nos deleita el tiempo y que son fundamentales para la comprensión de nuestra cultura, pese a que sus contemporáneos tienen que salvar por diferentes medios las dificultades que el panorama religioso de la época impone a aquellos que no se identifican con él. Aquí la ciudad no se edifica únicamente sobre la tierra, sino que debido en gran parte al auge que cobra la cartografía en el Renacimiento,87 la construcción también se plasma en la plástica, en los diseños y gráficos, como es el caso de la ciudad ideal del franciscano catalán Eiximeniç de Cataneo, de F. Marchí o las pinturas en perspectiva de la ciudad imaginaria de Giorgio Martinil en el siglo XIV, etc. Asimismo se expresa esa construcción a través de la escritura, con la suficiente habilidad y conocimiento para mostrar la idea de la ciudad utópica, siempre presente, a los iniciados de esa época, teniendo en cuenta todos los elementos de la Tradición Hermética. De ello dan testimonio las obras de Tomas Moro (Utopía), Campanella (La Ciudad del Sol), V. Andreae (Cristianópolis), F. Bacon (La Nueva Atlántida), el Filarete, etc. Este último, a raíz de la fundación de una ciudad ideal que toma por nombre Sforzinda y por forma la rosa de los vientos, anota:

Cuando fundemos la ciudad te diré bajo qué clima y planeta y punto y hora y todo lo que haya que tenerse en cuenta...

y desde otro ángulo Alberti deja escrito:

tiene mucha importancia en qué momento se ha incluido cualquier cosa en el número de cosas que existen.88

El significado de la Utopía nos los explica perfectamente Federico González:

La utopía es un espacio distinto, un mundo invisible situado en el eterno presente. Por eso debe proyectarse hacia el futuro, como algo a conseguir, o hacia el pasado: una edad feliz, el paraíso terrenal, la Tradición. En este último caso apoyada por razones que van de lo biológico a lo histórico y que la memoria atestigua. El mito del origen es vertical, es decir que existe permanentemente y en simultaneidad, debe ser trasladado al pasado para ser comprendido en la sucesión. Igualmente el deseo y la voluntad de integrarse a él se proyectan en un futuro posible; tal la razón de la utopía.89

Digamos, en fin, que en ultramar ya era utilizada la planificación de las ciudades antes de la superposición hispana, incluso según la trama ortogonal como es el caso de Tenochtitlán, ciudad fundada en una isla, en medio de la cual, y según nos cuenta la historia mítica, los sabios aztecas vieron la señal expuesta por el dios Huitzilipochtli: el águila devorando una serpiente sobre un nopal. Allí mismo empezaron a edificar la ciudad en 1345; tras el descubrimiento, en el Nuevo Mundo se continuó utilizando el urbanismo regular bajo la influencia de la arquitectura romano-etrusca, presente en tantas ciudades hispanas, como por ejemplo Briviesca y Jaca. La primera planificación se realizó en la isla de Santo Domingo en 1496, como podemos observar en la instrucción que en 1513 da Fernando el Católico a Pedro Arias Dávila en referencia a la provincia ultramarina de Castilla del Oro:

Habéis de repartir los solares del lugar para hacer las casas, y éstos han de ser repartidos según las calidades de las personas, y sean de comienzo dados por orden; por manera que, hechos los solares, el pueblo parezca ordenado, así en el lugar que se dejare para la plaza, como el lugar en que hubiere la iglesia, como en el orden que tuvieren las calles; para los lugares de nueva fundación se podrán dar las órdenes oportunas desde el principio y de ese modo quedarán en orden sin ningún coste o trabajo adicional, pues sino el orden no podrá introducirse jamás.90

Más allá del Renacimiento y de las huellas que en América produjo la nueva utopía católica, llega la reforma y la contrarreforma, y los intereses religiosos con sus dogmas no permiten ya que los ciudadanos sean teúrgos y que su actividad mágico-transformadora no pueda ejercerse sino de forma recluida. Desde finales del Renacimiento las vías tradicionales en Occidente se repliegan y sintetizan, y son pequeñas colectividades e individualidades las que mantienen la conjunción de los mundos en pie, las portadoras de esta Memoria o ciudadanía cósmica que cohesionada por el amor nos permite a los hombres amantes de la Sabiduría reconocer en ella nuestra morada, la que integra a los antepasados y a los hijos del futuro en el eterno presente, poblada de las ideas verdaderas, de los númenes o luces que definen una realidad tan amplia como inasible; ubicarse como ciudadano del Ser es ser uno con la mente divina, con la ciudad mítica, con el Agartha.

Y ya por último quisiéramos manifestar nuestro agradecimiento al director de SYMBOLOS, Federico González, pues cierra con este número una secuencia enormemente fértil para todos aquellos que hemos tenido la suerte de beber de sus fuentes, agradecimiento que hacemos extensivo al conjunto de su obra, la que ha generado en nosotros un renacimiento y ha promovido en nuestro tiempo el milagro de lo sagrado.

Notas
75 Ver a este respecto Francisco Ariza: "El Espíritu de la Tierra. Notas sobre la geografía sagrada", en SYMBOLOS Nº 27-28.
76 Ver Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, acápite "Los Cuadrados Mágicos".
77 En el cuadrado de nueve esta ubicación se corresponde con el número cinco, y se relaciona con el Hombre Verdadero o el emperador.
78 Esta es la única de las particiones que se establecía con precisión; las que correspondían a las regiones, y debido a la imposibilidad real de ajustarse a esta geometría, se entendían conceptualmente.
79 El carácter Ming incluye en su significado el sol y la luna, es decir, toda la luz manifestada. Ver R. Guénon: La Gran Tríada, p. 137-138. Ed. Paidós.
80 René Guénon: Ibid., cap. XVI.
81 También Jerusalén fue llamada la "Ciudad de la Paz". Anotemos que la idea de Paz en hebreo, ShaLoM, engloba dos conceptos que se complementan, uno se refiere a algo completo y perfecto siendo entonces la expresión de una "obra concluida"; el otro al descanso, al silencio y la tranquilidad.
82 Ver Programa Agartha, p. 52-53.
83 En árabe arkán, plural de rukn, que quiere decir ángulo o lo más extremo de algo. De esta palabra procede "arcano", es decir lo secreto y misterioso. Ver René Guénon: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XLV.
84 Titus Burkhardt: "El Templo, Cuerpo del Hombre Divino", en Aperçus sur la connaissance sacrée. Archè Milano, 1987.
85 Ver René Guénon: El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXI.
86 Al respecto ver también Joseph Rykwert: Ibid., p. 64-65.
87 El amplio desarrollo de la cartografía en esta época se debe al renovado interés por la antigüedad clásica, que llevó al redescubrimiento de la Geografía de Ptolomeo, y también a las nuevas técnicas militares, así como el desarrollo de la imprenta.
88 León Batista Alberti: Re Aedificatoria, p. 123.
89 Federico González: Las Utopías Renacentistas, p. 77.
90 Hernán Cortés: Cartas de Relación de la Conquista de México, p. 300. Espasa-Calpe, México, 1992.
 

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