Todos sin excepción somos en esencia libertad, dicha
y conciencia. Se dice que la ablución ritual es sumergirse en tal naturaleza
esencial.[1]
– Por la fuerza marcial del
rigor y el carácter indomable del rito ¡Acude a vengarnos, dios de la guerra![2]
Marte es el guerrero por excelencia, aun
cuando no hay que olvidar a Atenea. De hecho toda verdadera lucha, ya se sabe,
es con uno mismo en aras de arribar a la mansión de la Sabiduría[3], una vez despojados de todos los apegos y aversiones que nos
separan de Ella. En el Árbol de la Vida Marte se sitúa en la sefirah número cinco: el rigor o Juicio divino. Está pues, como
señala Federico González en su Diccionario, en la misma columna que la Madre Primordial,
Venus Urania. Sobre la carta número tres de los Arcanos Mayores nos dice El Tarot de
los Cabalistas que
Es la Sabiduría despojada de sus velos, que
se ve aquí reflejada a sí misma en la Inteligencia, la Virgen Reina, llena de
la Gracia que será derramada a toda la creación. Representa al principio
femenino, pasivo y receptivo, al que puede verse como una copa vacía que es
penetrada y fecundada por el Espíritu (…) Ella es la Madre Mayor o matriz
universal de la que emanan todas las criaturas (…).
Venus representa la Vida, Marte es el
encargado de destruir todo aquello que no es. Así, con la muerte como compañera
de viaje accede finalmente a la fuente de Venus (la que al dar la vida da también
la muerte). Ares es poco popular entre la tropa. Mas cuando la muerte se
convierte para el alma en su único amor, aparece en su verdadera dimensión. Él
es el amante, ama la muerte pues gracias a ella se libera de todo aquello que
le impide la unión con la Diosa. La unión de Venus y Ares solo es posible
verdaderamente en la pureza virginal de los orígenes, donde ambos coinciden
antes de la separación necesaria para que «el plan divino continúe».
Todo tiende a retornar a su fuente y la
muerte al mundo de la creación es la victoria de Ares que lleva al iniciado a
unas nupcias divinas más allá de cuanto puede ser medido, contado y pesado.
Se establece así ese vínculo entre el tres
y el cinco gracias al ocho que completa la columna del Rigor del Árbol de la Vida
cabalístico.

Venus Urania, Vida; Marte, Muerte; Hermes,
Nueva vida gracias a la muerte. El Phoenix renace de sus propias cenizas, una y
otra vez; tantas como sea necesario. Ares es el Phoenix capaz de inmolarse, de
desnudarse que es lo mismo que desnudar a Venus, y junto a esta y Eros
permanecer en presencia y majestad en la Fuente Primordial, que como se sabe
está en el centro del teatro, del Gran teatro del mundo.
Gracias a la presencia de Marte, Venus
recobra y mantiene su pureza virginal, hasta la identificación entre sujeto y
objeto, pues
…todo lo que algo significa se funde en su
propio significado (ibid.)
La renuncia a sí mismo hace posible para el
hombre la contemplación de la diosa. Una vez reunida bajo un solo pastor la
manada montaraz, se oye la voz del verbo que tiene que ver más con el silencio
que con la palabra, aun cuando lleguemos por ella, la palabra, al silencio.
Marte va siempre a la suya, que es como
decir que permanece fiel a sí mismo ¡admirable!
Economía de gestos, templanza del corazón
mientras la pequeña hojarasca quiere mover ficha y llegar a ser algo, aún
invocando tu nombre, teniendo la boca atragantada de lo que tú pareces, o tal
vez como ellos te imaginan ser. Piedra, piedra en sí, enjoyada o sobre el loto
o como se pretenda para dar una imagen siempre torpe de ti. (Ibid.)
En la pesada de las almas en el Libro Egipcio
de los muertos el peso de una pluma no debe ser
sobrepasado por el peso del alma que es como decir que tiene que carecer de él.
Y el evangelio cristiano nos exhorta a no tener el corazón oprimido por los
pesares de la vida, pues no sabemos el día ni la hora en que el fin va
a acontecer.
La lucha que mantiene el iniciado consigo
mismo, en aras de que el hombre viejo ceda ante el hombre Nuevo, es capitaneada
por esa potencia llamada Marte, el furor divino que impulsa la gesta heroica
que lleva de vuelta al peregrino.
La peregrinación tiene un significado para el
peregrino sólo hasta que alcanza su fin, sólo hasta que «llega a casa» (astam eti), donde nadie le preguntará
de dónde vino ni a dónde fue. [4]
Ahora nos detenemos en algunos puntos del
camino, donde el furor que lleva hacia las cosas superiores tiene aliados
imprescindibles a los que invocamos; sabiendo, gracias a Dios, que son ellos
los que se manifiestan dándonos la oportunidad de atravesar las puertas que
separan a la vez que comunican los mundos. Hay cuatro tipos de furor nos dice
Ficino, cada uno de ellos procede de un Dios diferente. Y si de furor hablamos
no podemos soslayar a Ares y su relación con estas deidades abriendo nuevas
posibilidades: las Musas, Dioniso, Apolo y finalmente Venus.[5]
El amor de Ares por la Madre Primordial
queda reflejado abundantemente en la mitología. Poner la vista en lo más alto
no es desdeñable aun cuando suponga tener que arremeter sin contemplaciones con
todos los obstáculos intermedios que no reconocen su nada y amenazan con seguir
insistiendo en su torpeza y debilidad.[6]
Así como se habla de un amor humano y de
otro divino, también podemos hacerlo de un furor humano y un furor divino. En
ambos casos vinculados a Ares que embiste contra todo obstáculo que le impide
la unión. Para el iniciado solo una guerra importa verdaderamente. Marte tiene
una única amada que es Venus. Temporalmente, o puntualmente, esta puede ser la
Pandemos, que ya se sabe está incluida e incluso puede llevarnos a Venus Urania
si verdaderamente el Amor al conocimiento es lo que guía nuestro viaje. Mas el
Destino no puede ser otro que la Madre Primordial, puesto que es el Origen.
Añadir que el matrimonio del primer número negativo con el primero positivo
tiene como resultado el cinco, «número conyugal», –y también del microcosmos, o
sea del hombre.

Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta, 1533
Decíamos en otra parte que si en verdad
amamos a Venus Urania esta responderá por nosotros ante la Venus Pandemos que
no es sino uno de sus aspectos, nada despreciable por cierto; pero cada cosa en
su lugar. La victoria que alcanza el iniciado ante la Venus Pandemos supone un
cambio de dirección de la energía kundalinî, que libre de intereses en
el plano de la generación aspira a unirse al Origen del Mundo, a expandirse en
él. O más exactamente a atravesar esa puerta, que ahora es de salida, para no
retornar.
Que Aquel que todo lo puede nos acoja en su
seno y libres de nosotros mismos seamos Uno, con Él y en Él.
* * *
Si Dioniso es vida y Apolo luz, Marte es el
furor, el deseo que impulsa la barca en busca de Sofía, y es con aquellos que
llega a su esfera: Gueburah –también llamada Din (Justicia)–
en el Árbol de la Vida. Una vez recobrada su verdadera identidad, se arroja
desarmado en brazos de su amada.
La vida retorna a la Vida, la luz a la Luz,
la muerte ha vencido y con ella la posibilidad de no morir, de cruzar a través
del Ser la puerta al No Ser y más allá a la Suprema Identidad.
Marte es hijo de Zeus y Hera, según el
relato mitológico el olímpico más conocido hijo de ambos (lo son también Eris,
su gemela, Hebe e Ilitía). Y es el iniciado, el peregrino que arriba a la casa
del padre que no es sino la Sabiduría.
La deidad se oculta en sus múltiples
nombres que son ropajes con que se vela y a la vez revela. Marte después de
todo tal vez sea el más cercano y a la vez el más desconocido.
Volviendo a las clases de furor mencionadas
antes, es el furor poético el que nos lleva en principio, son por tanto las
Musas quienes manifiestan la enseñanza, y aparece el artista, que no es tal sin
su presencia, el iniciado laborando en su espacio alquímico. Tras el arrebato
poético sigue el mistérico y con él Dioniso y su cortejo. Y el hijo de Zeus nos
lleva por el laberinto hasta su centro donde una vez muerto el minotauro, el
héroe conduce a Ariadna, la más pura, a la isla para que el Dios la convierta
en su esposa y la eleve al cielo.
Tras el misterio sigue la profecía[7], y por tanto Apolo, el divino Apolo que preside el coro de las
Musas y hace sonar la música de las esferas.
De hecho, la observación y estudio de las
pautas del transcurrir de astros y estrellas establecen diferentes proporciones
que se transforman en números dentro de una escala en relación con figuras
geométricas y módulos que conllevan igualmente un contenido musical, en cuanto
la sinfonía del cielo o la lira de Apolo es audible o perceptible por medio de
la intuición, lo cual establece también una relación, tiempo-música, ya que si
aquellos movimientos que atestiguan los calendarios fijan la proyección
espacial del tiempo, análogamente la música es la proyección espacial del
verbo.[8]
Y la música y Marte son inseparables, ambos
están en la misma sefirah del Árbol de la Vida; la
muerte de todo aquello que impide su audición hace posible la llegada de Venus
y de Amor, el último furor de los cuatro que el iniciado ha experimentado con
el valor marcial imprescindible en una lid en la que se impone la muerte a todo
aquello que llamamos algo y que realmente es nada.
Donde sea que la mente se dirija, al instante
[el yogui] debe renunciar a ese objeto sirviéndose de la propia mente, que, al
no hallar una estancia, finalmente va más allá de sus fluctuaciones. (Vijñana Bhairava Tantra, ob. cit.)
*
La destrucción de que hablamos es una
transformación, una redención y bien le cuadran a Marte estos calificativos de
destructor (de lo que no es), trasformador y redentor, como al Shiva de la
tradición hindú.
Shiva es llamado Pashupati, el
«Señor de los seres ligados», porque es por su acción «transformadora» como se
«liberan» [9]
El tipo de yoga del que
aquí se trata se relaciona con lo que se denomina laya-yoga, y
que consiste esencialmente en un proceso de «disolución» (laya), es
decir, de reabsorción, en lo no manifestado, de los diferentes elementos
constitutivos de la manifestación individual, efectuándose esta reabsorción
gradualmente según un orden que es rigurosamente inverso al de la producción (srishti)
o el desarrollo (prapancha) de esta misma
manifestación. Los elementos o principios de que se trata son los tattwas que el Sankhya enumera como producción de Prakriti bajo la influencia de Purusha…[10]

Shiva Natarâja (Rey de la Danza)
Arte Chola, Tamil Nadu (India), c. 950-1000
Los Angeles County Museum of Art, U.S.A.
Nos dice Ananda Coomaraswamy en su Danza de Siva,
cap. 5, que:
…Es imposible enumerar cada una de las
diferentes danzas de Shiva que conocen sus adoradores, pero no hay duda de que
la idea que da origen a todas ellas es, en mayor o menor medida, siempre la
misma: la manifestación de la energía rítmica primaria. Shiva es el Eros
Protogonos del que habla Luciano cuando dice:
Parece que la danza
tuvo su origen al principio de todas las cosas, que nació junto a Eros y es tan
antigua como él; podemos ver su baile primaveral en la danza coral que
representan las constelaciones, los planetas y las quietas estrellas, con sus
movimientos, sus cruces e intercambios en ordenada armonía. (Diccionario
de Símbolos y Temas…, entrada → Teatro)
* * *
Las tres primeras artes liberales nos
hablan de la gramática, la lógica y la retórica. Las tres ciencias que nos
enseñan a manejarnos con la palabra. La música, «proyección espacial del verbo»
como dice Federico González, es igualmente un conocimiento de la Palabra, en
este caso en un plano superior, pues siguiendo el ascenso por el Árbol de la
Vida nos encontramos con Marte en Beriyah. Harmonía es hija de Marte y Venus y ese matrimonio se hace indispensable si en verdad queremos recorrer ese
plano.
Somos seres de Luz, a eso aspiramos, apostamos
por el milagro y el asombro, sabemos que eso es real y no la sombra que todo lo
invade oprimiendo, ahogando al hombre cada vez más.
*
Se sitúa el luz hacia la
extremidad inferior de la columna vertebral; esto puede parecer bastante
extraño, pero se aclara por una comparación con lo que la tradición hindú dice
de la fuerza llamada Kundalinî [11], que es
una forma de Shakti considerada como inmanente al
ser humano[12].
Esta fuerza está representada bajo la figura de una serpiente enrollada sobre
sí misma en una región del organismo sutil, correspondiendo precisamente
también a la extremidad inferior de la columna vertebral; ocurre así al menos
en el hombre corriente; pero, por efecto de prácticas tales como el Hatha Yoga, se despierta, se despliega y se eleva a través de las «ruedas» (chakras)
o «lotos» (kamalas) que corresponden a los
diversos plexos, para alcanzar la región correspondiente al «tercer ojo», es
decir, al ojo frontal de Shiva. Este estadio representa la restitución del
«estado primordial», donde recobra el hombre el «sentido de la eternidad» y, de
ese modo obtiene lo que hemos dado en llamar en otro lugar la «inmortalidad
virtual». Hasta ahí, todavía estamos en el estado humano; en una fase ulterior,
la Kundalinî alcanza finalmente la corona de la cabeza[13], y esta
última fase hace referencia a la conquista efectiva de los estados superiores
del ser. Lo que parece resultar de esta comparación es que la localización del luz en la parte inferior del organismo se refiere sólo a la condición de «hombre
caído»; y, para la humanidad terrena vista en su conjunto, ocurre lo mismo con
la localización del centro espiritual supremo en el «mundo subterráneo»[14]. (René
Guénon, El
Rey del Mundo, ob. cit. cap. VII)
En la Unidad no hay dualidad, ahora bien
esta última está incluida en la primera. Paradojas para la razón que no alcanza
más allá de la dualidad. La comprensión de las verdades eternas se produce por
la gracia divina y en un instante. Sin embargo no hay que olvidar que,
excepciones aparte, como señala Guénon un «sólido» conocimiento teórico es
indispensable.
Si uno no cree que es Uno, dicho de otro
modo no apuesta por la Unidad, ¿cómo va a serlo? Es la ignorancia la que separa
y una vez establecida la dualidad, esta, podríamos decir, se instala en sí
misma y avanza en una caída cuya velocidad va pareja con el trascurso del
tiempo. Aumentando la primera a medida que el segundo se acerca a su fin.
Amor, el Espíritu del Padre, el Fuego
supremo, está en el origen de toda Vida. La purificación por el fuego nos
convierte en hijos de Dios, y en Dios mismo. El centro reúne todos los puntos
de la circunferencia y en él reside la vida. La materia es devuelta a su origen
primero, gracias a un proceso de purificación, en distintas fases, que la
alquimia denomina con diferentes nombres y que desemboca en un «residuo» final
que resulta ser el mismo Espíritu. Cuando nada queda, solo la Voluntad.[15]

Fresco en Pompeya, casa de «Venus de la Concha»
Se dice que la paciencia es la herramienta
del alquimista y casi toda su estrategia. Igualmente «contra la ira,
paciencia», o sea que la energía marciana que fácilmente deviene en ira ha de
ser encauzada para que se manifieste como paciencia, lo cual es como decir que
deje un espacio en el que se van dibujando las posibilidades, única manera de
encontrar la vía de salida en cualquier momento o situación.
Todo cae según su propio peso, aspiramos
con Ares a librarnos de él y de ese modo poder viajar en la barca de Hermes y
Anubis rumbo a nuestro Destino, que como se nos ha dicho es nuestro Origen.
¿Quién podría negarnos la posibilidad de ser, sino nosotros mismos?
Únicamente porque está a la altura de lo que
es esencial en lo creativo, puede la naturaleza realizar aquello a lo cual lo
creativo la incita.[16]
La tierra en el estado más «residual», en
estado puro, es verdaderamente sin mácula y, por tanto, llena del Espíritu.