
Maestro impartiendo enseñanzas. Códice Florentino
Tomado de la edición ilustrada de
El Simbolismo Precolombino, de F. González, cap. 8.
Hermes
Mª Victoria Espín
“Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia, y fue llamado amigo de Dios.”[1]
Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas[2]
Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.[3]
Estas citas del Antiguo y Nuevo
Testamento nos llevan a reflexionar sobre el término amigo. Federico González
en su proemio a los tres volúmenes de Documentos de la Iglesia Secreta,[4] se refiere a los autores, todos ellos miembros de la Colegiata
por él fundada, como sus alumnos y amigos. Nos congratulamos de haberle tenido
por maestro y amigo y damos gracias por tal ventura que nos sacó de la
ignorancia y nos puso en el camino de la Luz. A través de su verbo, oral
y escrito, fuimos llevados al conocimiento de otros espacios allende la miseria
de este mundo, que en su fase final guarda una lejanía casi completa de todo
aquello que en verdad lleva al hombre a la realidad de su origen. Hoy, once de
noviembre en que publicamos este texto (en internet), conmemoramos el día de su
nacimiento y queremos homenajear su memoria con los medios a nuestro alcance.
Hace tres años de su partida y su presencia
sigue entre nosotros como siempre.
* * *

Bordón (Teruel)
«Om mani padme hum:
Om es la joya que está en el loto del corazón»
En la primera entrada del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos [→ A] nos dice su autor:
Primera letra del alfabeto latino y de muchos modernos, es también el alfa griego y el alef hebreo. Igualmente la primera letra del término sánscrito Aum (Om). 
Y en la entrada → palabra dice entre otras cosas:
La palabra es inmortal, está siempre viva y por ello es que perpetuamente es actuante. Si se comprende, es curativa, porque nos lleva de continuo a la resurrección. Pero no es sólo ella su sentido, sino que su sonido es capaz de dar cuenta de un estado que se produce en nosotros. De allí la reiteración de nombres y palabras en los himnos sagrados, que han pasado, como convención de modo profano, a los estribillos de las canciones populares. Caridad[5] culmina el
ascenso de Kundalini al chakra frontal. Su llegada a este chakra hace posible la actualización
del Logos: Om, en el corazón. Así pues el ascenso hasta el
ojo de Shiva,
donde se halla el sentido de Eternidad, donde pasado y futuro se encuentran,
precede al descenso al centro donde la unidad florece.
Con frecuencia, en las representaciones
hindúes del chakra del corazón hallamos en su
centro el símbolo de la analogía, y a veces dentro de este último el
monosílabo Om. Por otro lado, el símbolo del Aum (Om)
y el sello de Salomón son análogos; como lo señala René Guénon están
constituidos por las mismas líneas, con una ligera variante en la colocación.
En el capítulo IV de su El Rey del Mundo, leemos:
Om es en realidad
un nombre del Logos. O sea de la Palabra que da vida al mundo. Y
dice en nota:
Este nombre se encuentra también, de una
manera bastante sorprendente, en el antiguo simbolismo cristiano, donde, entre
los signos que sirvieron para representar a Cristo, se ha encontrado uno que ha
sido considerado más tarde como una abreviación de Ave María,
pero que fue primitivamente un equivalente de aquél que reunía las dos letras
extremas del alfabeto griego, alfa y omega, para
significar que el Verbo es el principio y el fin de todas las cosas; en
realidad, el símbolo en cuestión es incluso más completo, ya que significa el
principio, el medio y el fin. Este signo se descompone en efecto en AVM, es
decir, en las tres letras latinas que corresponden exactamente a los tres
elementos constitutivos del monosílabo Om (puesto
que la vocal o, en sánscrito, está formada por la
unión de a y u).
(…) Por otra parte, todavía es menester precisar que la forma de este mismo
signo presenta dos ternarios dispuestos en sentido inverso el uno del otro, lo
que es de hecho, a ciertos respectos, un equivalente del «sello de Salomón»: si
se considera a éste bajo la forma

donde el trazo medio horizontal precisa la
significación general del símbolo al señalar el plano de reflexión o la
«superficie de las Aguas», se ve que las dos figuras conllevan el mismo número
de líneas y que no difieren en suma más que por la disposición de dos de éstas,
que, horizontales en una, devienen verticales en la otra.[6]

Citamos ahora de El Hombre y su devenir según el
Vedanta:
… Âtmâ es
representado por la sílaba (por excelencia) Om, que a su
vez es representada por caracteres (mâtrâs), (de tal suerte
que) las condiciones (de Âtmâ) son las mâtrâs (de Om),
e (inversamente) las mâtrâs (de Om) son las
condiciones (de Âtmâ): son A, U y M. (…)[7].
En lo que concierne a los efectos que se
obtienen por medio de la meditación (upâsanâ) del
monosílabo Om, en cada una de sus tres mâtrâs primero, y después en sí mismo, independientemente de estas mâtrâs,
agregaremos solamente que estos efectos corresponden a la realización de
diferentes grados espirituales, que pueden caracterizarse de la manera
siguiente: el primero es el pleno desarrollo de la individualidad corporal; el
segundo es la extensión integral de la individualidad humana en sus modalidades
extracorporales; el tercero es la obtención de los estados supraindividuales
del ser; finalmente, el cuarto es la realización de la «Identidad Suprema».[8] Leemos en el Chândogya Upanisad:
Se debe meditar sobre la silaba om,
el udgītha por ella comienza el canto. (…) Esta sílaba es el sonido, la
inmortalidad, lo que no teme. Entrando allí, los dioses se volvieron inmortales,
sin miedo. Quien sabiendo esto pronuncia la sílaba, penetra en el sonido, lo
inmortal, lo sin miedo, y entrando en él se vuelve inmortal, sin miedo…[9] Todo es obra del Verbo que existiendo en el
Principio, y sin salir de sí mismo, da lugar a la creación. En el ser humano
existe la posibilidad de una nueva creación y el Fiat Lux que
la hace posible es el verbo vivificante atraído por un corazón encendido, preso
de furor, de anhelo del Origen que presente en el corazón, aunque retirado en
lo más recóndito, cobra fuerza y vigor. Como quien despierta del sueño y
comienza a desperezarse para dar comienzo a un nuevo día, el loto se expande en
el corazón del iniciado. Es el silencio el que precede a la palabra, y ésta lo
trasmite si está realmente viva. Y con esa trasmisión se generan «nuevos»
silencios capaces a su vez de engendrar la Palabra.
Karl Kerényi relaciona a Hermes con la
Noche.[10] Siguiendo este hilo, nos retrotraemos al comienzo del viaje y en
verdad le vemos situado justamente ahí. Él es quien responde a la llamada del
alma que en pos del Conocimiento se ha retirado del ajetreo del día y del mundo
y, recluida en la protección que la noche le brinda, aspira a retornar a un
«espacio» que todavía late en su corazón y mantiene viva la llama de un amor
que el mundo no puede satisfacer.
Bendito Hermes que escuchando la llamada
del alma sale a su encuentro, le muestra el camino y le alimenta con la
palabra, ambrosía que la misma Sabiduría destila para nutrir a aquél que en
verdad desea Conocer.
Hermes, como buen «truhán» conoce todos
los trucos, todo le sirve para sus fines, y así es capaz de guiar a todos y
cada uno por el sendero apropiado, aquél que es más apto a su naturaleza y
disposición.
Y, después de algunas vueltas y muchos
altibajos, el maestro se revela internamente y el buscador se reconoce en su
guía y maestro, y más allá de las formas, siempre cambiantes, se instala en el
punto donde todo acontece,[11] pues aquel que no encuentra nada rechazable acaba por amarlo
todo.
No hay mayor sufrimiento que la
separación (la dualidad), si sabemos que «Uno es Todo y Todo es Uno», si esa
realidad está sólidamente establecida en nuestro corazón, nada ni nadie podrá,
sean cuales fueran las apariencias, movernos ni un ápice de ese punto central
en el que todo reposa.
Celebramos a Hermes y sus mensajeros, que
son el mismo dios, a todos aquellos que floreciendo en el Jardín Hermético
alumbran y guían a las almas, compartiendo con los hombres su conocimiento y
esencia. Brindándoles la posibilidad de llegar a ser amigos de Dios y profetas,
como leíamos en una de las citas del comienzo.
La Vía sigue abierta, siempre lo está, el
lenguaje de los pájaros puede oírse aun en este ruido ensordecedor de fin de
ciclo.
Recordando las palabras de Jesús:
Marta, Marta, te preocupas y te agitas por
muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. (Lc 10, 41-42) Lanzamos nuevamente al viento las palabras
de nuestro querido maestro:
Que el Señor proteja nuestro grito de
guerra porque Él es misericordioso, y nos dé aliento y fuerza, pues hay otros
mundos que son los reales, y apenas percibimos sino complicadas tristezas.[12] * * *
Como sabemos el hombre es hijo del cielo y
de la tierra y en este viaje la madre ha de ser sacrificada, o mejor
trascendida. Rotos los vínculos con la individualidad esta es inasumible,
infumable, para quien aspira a no ser, a no identificarse con nada; para lo
cual hay que haber desanudado todos los lazos internos con el mundo y sus
indefinidas proyecciones.

Cerámica de figuras rojas
c. 525 a. C.
Esos lazos son las serpientes de la
cabeza de la Medusa que el héroe Perseo[13] consigue separar del cuerpo gracias a los presentes de los
dioses, entre ellos las sandalias aladas, regalo de Hermes, que le mantienen
en el aire. Anulado el poder maléfico de aquella, queda incorporada a las armas
de Atenea, que la porta en su escudo. Y la sangre que brota, a la vez veneno y
remedio, ayuda posteriormente al héroe en su lucha. Decimos en otro capítulo acerca de esta cita del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos → Escudo («Sin
duda, no hay mejor escudo que el que tiene en su frente a la terrible Gorgona y
sus cabellos de serpiente»[14]):
Y en verdad ¿qué es este escudo con Medusa al
frente sino la potencia dionisíaca que pasa de residir en la base de la columna
y expresarse a través del nivel de la genitalidad, a morar en el corazón, tras
un viaje de ascenso hasta el llamado tercer ojo, u ojo de Shiva, donde reside
el sentido de eternidad?
Las Ideas, los Números, en su acepción más
alta, pertenecen al plano de Atsiluth, todos ellos proceden del
sonido primordial que está en el origen. La triunidad primera se refleja en los
tres planos inferiores a ella en las esferas centrales de los mismos: Tifereth, Yesod y Malkhuth y podríamos decir que se apoya en el cuadrado formado por Hesed, Gueburah, Netsah y Hod (ver
imagen anterior).

Situado el hombre en Malkhuth,
asciende guiado por la antorcha que la luna representa en el cielo que su
«vista» alcanza. Cruzada la puerta de Yesod por un
segundo nacimiento conocido con el nombre de iniciación, accede al plano de Yetsirah donde auxiliado por Hermes y Venus realizará una labor de acercamiento entre
sus dos polos.
Desde ya que cuando enfocamos uno de los
tramos en el ascenso del Árbol de la Vida, no hemos de perder de vista que todo
está continuamente entrelazado, en movimiento y comunicación.
Volviendo al plano de Yetsirah,
que es el de las aguas inferiores, la encarnación de los principios que los
números 7 y 8 simbolizan, lleva al iniciado a la realización del hijo de Hermes
y Afrodita. Esta unión, hace nacer en la interioridad de la caverna del corazón
el niño divino, que supone para quien es testigo de ello, un tercer nacimiento
y una salida de las aguas, de su densidad, confusión y atracción.
El ascenso del héroe provoca, o hace
posible, el descenso de la deidad. Los dioses descendentes de todos los
panteones ejemplifican esa posibilidad, que es el descenso del Avatâra en
el corazón del iniciado fundiéndose así con el dios de la luz, el Logos como
señalábamos antes.
la Naturaleza Perfecta no puede
manifestarse «en persona» más que a aquel cuya naturaleza es perfecta, es decir
al hombre de luz; su relación es este unus-ambo en
donde cada uno de los dos asume simultáneamente la posición de yo y de tú,
- imagen y espejo: mi imagen me mira por mi propia mirada; yo la miro por su
propia mirada.[15]
El ascenso de Kundalinî por el sushumnâ central, es decir la sublimación de la energía sexual, es consecuencia del
trabajo hermético, o sea iniciático, y lleva al sujeto que a estas operaciones
se entrega a la liberación del yugo de dicha energía y a la vez a la libertad
que ésta es capaz de procurar.
En la cosmogonía de Heliópolis, la deidad
hermafrodita Atum se masturbó, bebió su semen y parió a Shu (el espacio
increado) y a Tefnut de donde surgió la humedad que anunciaba la generación del
universo. (Diccionario, ob. cit., → Masturbación).
Hermes es el dios de la palabra y la
escritura y lo vemos representado a menudo en las llamadas hermas colocadas en
las encrucijadas de los caminos, donde él está siempre auxiliando al peregrino
en su viaje. Estas hermas, o muchas de ellas, tienen esculpido el órgano sexual
masculino, grandes falos erectos, como el que vemos en esta imagen,
simbolizando la capacidad de fecundación de la palabra y su poder vivificante.

Herma griega arcaica, c. 520 a.C.
Museo Arqueológico Nacional de Atenas (Wikipedia)
Por otro lado la concha[16], símbolo por excelencia del sexo femenino, nos remite a Afrodita
la que es representada con mucha frecuencia sobre una de ellas. A la conjunción
de los opuestos se le llama Hermafrodita.

Estatuilla de Venus. Museo de Brindisi
* * *
Podríamos decir que el semen de Urano
caído en el mar es la semilla celeste que dormida en lo más profundo de las
aguas despierta por amor, por el deseo de retorno al Origen; ese amor al
Conocimiento lo hace posible. Dioniso comienza a ascender, su nacimiento en el
hombre libera a este de sí mismo siempre que mantenga pura su intención y
sujeta su voluntad. La Vida que asciende se une a la Luz que representa Apolo y
ambos se conjugan en un solo Sol. Este es el Mercurio Solar, Cristo que aparece
no ya como sanador o maestro sino como Sol Invictus.
Finalmente, en el mundo del que el cielo es
el techo, el Sol mismo es la Janua Cœli, la «puerta de la
liberación» (mokṣa-dvāra), la única vía por la que se sale del universo dimensionado, y
así «se escapa enteramente».[17] 
Símbolo astrológico
y alquímico del Sol
Hacia el Sol dirige el iniciado su mirada,
hacia el sol interno que aspira a ser uno con el Sol, con la Luz y la Vida, sin
perder nunca de vista que él es a la vez una estancia y una puerta y por tanto
«lugar de paso» en el viaje de Retorno. Nadie va a venir a certificar nuestro
ascenso, brota la risa y la alegría en el corazón liberado.[18]
Hay algo común a todos los seres del
cosmos, no podemos estar unidos en lo más bajo; la unión es por lo más alto; es
el centro de la rueda el que impulsa todos los puntos de la circunferencia y
los atrae hacia sí. En este sentido el sol es centro de la vida, su motor, y
lugar de encuentro para todos aquellos que perseveran en el viaje y empeñan su
voluntad en el traspaso de la personalidad y la consiguiente disolución en las
aguas superiores, donde hasta la forma más sutil ha desaparecido. Nos sumamos al
sonido primordial, aspiramos y somos aspirados en el latido del corazón
cósmico.
*
La palabra que nos guía nos conduce a su
origen que es el Silencio.

Paul Kaim, Helleleuchtender Hertzens-Spiegel
Ámsterdam y Gdansk, 1680 (detalle)
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