Purusha y Prakriti, Esencia y Substancia, Cielo y Tierra,
Yin-Yang…
– Principios Complementarios –
(citas de la obra de René Guénon)(1)
Hemos realizado este trabajo a modo de aproximación al recorrido que puede llevar al hombre a la Unidad del Principio por medio de la conjunción de lo que en el “viaje de retorno” es la última polaridad y en el de despliegue de la Creación la primera: la pareja que la Tradición Hindú designa con los nombres de Purusha y Prakriti. A tal efecto elegimos párrafos de la obra de Guénon donde habla de este tema. Desde luego no es una selección exhaustiva y en la obra guenoniana aparecen ambos principios en muchos otros lugares.
Estos extractos responden al punto de vista que queremos señalar: el aspecto de complementariedad de lo masculino y lo femenino; y ello a todos los niveles empezando por la primera dualidad: Purusha y Prakriti, Esencia y Substancia, Cielo y Tierra, Yin-Yang, hasta llegar a la de la parte masculina y femenina en cada ser, en cada hombre y mujer, en cada hijo del Cielo y la Tierra (en cada uno de los diez mil seres de la Tradición Extremo Oriental).
Se han incluido solamente algunas de sus notas al pie, así como los enlaces a los capítulos citados, en su lengua original, pues actualmente se halla publicada en la nube toda su obra en francés.
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Purusha y Prakriti
“El Sânkhya(2) se refiere (...) al dominio de la naturaleza, es decir de la manifestación universal, (...) pero considerado (...) sintéticamente, a partir de los principios que determinan su producción y de los que ella extrae toda su realidad. (...) En cuanto a la denominación del Sânkhya, ha sido diversamente interpretada; se deriva de sankhyâ, que significa “enumeración” o “cálculo”, y también a veces “razonamiento”; designa propiamente una doctrina que procede por la enumeración regular de los diferentes grados del ser manifestado, y es esto, en efecto, lo que caracteriza al Sânkhya, que puede resumirse todo entero en la distinción y consideración de veinticinco tattwas o principios y elementos verdaderos, que corresponden a esos grados jerarquizados.
Colocándose desde el punto de vista de la manifestación, el Sânkhya toma como punto de partida Prakriti o Pradhâna, que es la substancia universal, indiferenciada y no manifestada en sí, pero de la que todas las cosas proceden por modificación; este primer tattwa es la raíz o mûla de la manifestación, y los siguientes tattwas representan sus modificaciones en diversos grados.”
“…todas las cosas manifestadas son producidas por Prakriti, pero, sin la presencia de Purusha, estas producciones no tendrían más que una existencia puramente ilusoria. Contrariamente a lo que piensan algunos, la consideración de estos dos principios no presenta el menor carácter dualista: no derivan uno del otro y no son reducibles el uno al otro, sino que proceden ambos del Ser universal, en el cual constituyen la primera de todas las distinciones.”(4)
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“Según la Bhagavad-Gitâ “hay en el mundo dos Purushas, uno destructible y el otro indestructible: el primero está repartido entre todos los seres; el segundo es el inmutable. Pero hay otro Purusha, más alto (Uttama), que se llama Paramâtmâ, y que, Señor imperecedero, penetra y sostiene los tres mundos ...” ”
“Entre los dos primeros Purushas, el “destructible” es Jivâtmâ, cuya existencia distinta es en efecto transitoria y contingente como la de la individualidad misma, y el “indestructible” es Âtmâ en tanto que personalidad, principio permanente del ser a través de todos sus estados de manifestación …”(5)
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“Desde el punto de vista teórico, el Yoga completa al Sânkhya al introducir la concepción de Îshwara, quien, siendo idéntico al Ser universal, permite la unificación, primero de Purusha, principio múltiple cuando se le considera solamente en las existencias particulares, y a continuación de Purusha y Prakriti, estando el Ser universal más allá de su distinción, ya que es su principio común.”(6)
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“Del mismo modo que Manu es el prototipo del hombre (mânava), la pareja Purusha-Prakriti, en relación a un estado de ser determinado, puede considerarse como equivalente, en el dominio de existencia que corresponde a ese estado, a lo que el esoterismo islámico llama el «Hombre Universal» (El-Insânul-kâmil)(7), concepción que también puede extenderse a todo el conjunto de los estados manifestados, y que establece entonces la analogía constitutiva de la manifestación universal y su modalidad humana individual, o, para emplear el lenguaje de algunas escuelas occidentales, del «macrocosmos» y el «microcosmos»”
“Purusha, para que la manifestación se produzca, debe entrar en correlación con otro principio, aunque una tal correlación sea inexistente en cuanto a su aspecto más elevado (uttama), y no haya verdaderamente otro principio, si no es en un sentido relativo, que el Principio Supremo; pero desde que se trata de la manifestación, aun principialmente, estamos ya en el dominio de la relatividad. El correlativo de Purusha es entonces Prakriti, la substancia primordial indiferenciada; este es el principio pasivo, que se representa como femenino, mientras que Purusha, llamado también Pumas, es el principio activo, representado como masculino; y, permaneciendo ellos mismos no manifestados, son sin embargo los dos polos de cualquier manifestación. Es la unión de estos dos principios complementarios la que produce el desarrollo integral del estado individual humano, y esto en relación con cada individuo; y sucede lo mismo para todos los estados manifestados del ser otros que el estado humano, puesto que, si bien hemos de considerar este más especialmente, es importante no olvidar nunca que no se trata más que de un estado entre los demás, y que no es en el límite de la sola individualidad humana, sino en el límite de la totalidad de los estados manifestados, en multiplicidad indefinida, que Purusha y Prakriti nos aparecen como resultando en cierto modo de una polarización del ser principial.”
“Prakriti, … es el primero de los veinticinco principios (tattwas) enumerados en el Sânkhya; pero hemos debido considerar a Purusha antes que a Prakriti, porque es inadmisible que el principio plástico o substancial (en el sentido estrictamente etimológico de esta última palabra, expresando el «substratum universal», es decir, el soporte de toda manifestación) esté dotado de «espontaneidad», ya que es puramente potencial y pasivo, apto para toda determinación, pero no poseyendo actualmente ninguna. Por lo tanto Prakriti no puede ser realmente causa por sí misma (nos referimos a la «causalidad eficiente») fuera de la acción o más bien la influencia del principio esencial, que es Purusha, y que es, podría decirse, el «determinante» de la manifestación; todas las cosas manifestadas son desde luego producidas por Prakriti, de la que son como modificaciones o determinaciones, pero, sin la presencia de Purusha, estas producciones estarían desprovistas de toda realidad....
... Prakriti, aunque es necesariamente una en su «indistinción», contiene en ella misma una triplicidad que, al actualizarse bajo la influencia «ordenadora» de Purusha, da nacimiento a sus múltiples determinaciones. En efecto, posee tres gunas o cualidades constitutivas, que están en perfecto equilibrio en su indiferenciación primordial; toda manifestación o modificación de la substancia representa una ruptura de este equilibrio, y los seres, en sus diferentes estados de manifestación, participan de los tres gunas en diverso grado y, por así decir, según proporciones indefinidamente variadas. Estos gunas no son pues estados, sino condiciones de la Existencia universal, a las cuales están sometidos todos los seres manifestados, y que hay que tener cuidado de distinguir de las condiciones especiales que determinan y definen tal o cual estado o modo de la manifestación. Los tres gunas son: sattwa, la conformidad a la esencia pura del Ser (Sat), identificada con la Luz inteligible o el Conocimiento, y representada como una tendencia ascendente; rajas, el impulso expansivo, según el cual el ser se desarrolla en determinado estado y, en cierto modo, en un nivel determinado de la existencia; finalmente, tamas, la oscuridad, asimilada a la ignorancia, y representada como una tendencia descendente.”(10)
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“En un texto del Vêda, los tres gunas se representan convirtiéndose uno en otro, siguiendo un orden ascendente: «Todo era tamas (en el origen de la manifestación considerada como saliendo de la indiferenciación primordial de Prakriti). Él (es decir, el Supremo Brahma) ordenó un cambio, y tamas tomó el color (es decir, la naturaleza) de rajas (intermediario entre la oscuridad y la luminosidad); y rajas, habiendo recibido un nuevo mandato, revistió la naturaleza de sattva».”.(11)
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“...la «operación del Espíritu Santo», en la generación de Cristo, corresponde propiamente a la actividad «no actuante» de Purusha, o del «Cielo» según el lenguaje de la tradición extremo oriental; la Virgen, por otra parte, es una perfecta imagen de Prakriti, que la misma tradición designa como la «Tierra»(12); y, en cuanto a Cristo mismo, es idéntico, aún más evidentemente, al «Hombre Universal». Así, si se quiere encontrar una concordancia, tendrá que decirse, empleando los términos de la teología cristiana, que la Tríada no se refiere a la generación del Verbo ad intra, incluida en la concepción de la Trinidad, sino más bien a su generación ad extra, es decir, según la tradición hindú, al nacimiento del Avatâra en el mundo manifestado. Esto es por demás fácil de comprender, porque la Tríada, partiendo de la consideración de Purusha y Prakriti, o de sus equivalentes, no puede situarse efectivamente más que del lado de la manifestación, cuyos primeros términos son ambos polos; y podría decirse que aquella la colma toda entera, ya que, como se lo verá en lo que sigue, el Hombre aparece en ella verdaderamente como la síntesis de los «diez mil seres», es decir de todo lo que se halla contenido en la integralidad de la Existencia universal.”(13)
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Esencia y Substancia
“…la distinción de estas últimas [esencia y substancia], por primordial que sea en relación a cualquier otra, no es por ello menos relativa: es la primera de todas las dualidades, aquella de la que todas las demás derivan directa o indirectamente, y es en ella donde propiamente comienza la multiplicidad; pero es necesario no ver en esta dualidad la expresión de una irreductibilidad absoluta que de ninguna manera podría hallarse en ella: es el Ser Universal el que, en relación con la manifestación de la que es principio, se polariza en «esencia» y «substancia», sin que por ello su íntima unidad sea afectada en nada. Recordemos a este respecto que el Vêdânta, por lo mismo que es puramente metafísico, es esencialmente la «doctrina de la no-dualidad» (adwaita-vâda); y, si bien el Sânkhya ha podido parecer «dualista» a quienes no lo han comprendido, es porque su punto de vista se detiene en la consideración de la primera dualidad, lo que no le impide en nada dejar como posible todo lo que le rebasa, contrariamente a lo que sucede con las concepciones sistemáticas que son propias de los filósofos.”(14)
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“…las doctrinas cosmológicas tradicionales, que parten de principios metafísicos, consideran primero todo el conjunto de la manifestación universal, y a continuación no hay más que aplicar la analogía a cada grado de la manifestación, según las condiciones particulares que definen este grado o este estado de existencia. Ahora bien, el mundo físico representa simplemente un estado de la existencia manifestada entre indefinidos otros estados; si el mundo físico tiene pues dos “padres”, (...) es por analogía con la manifestación universal entera, que tiene también dos “padres” o, hablando con más exactitud y sin antropomorfismo, dos principios generadores.”
“Los dos principios de que se trata son propiamente los dos polos entre los cuales se produce toda manifestación; son lo que podemos llamar “esencia” y “substancia”, entendiendo estas palabras en sentido metafísico, es decir universal, diferenciado de la aplicación analógica que podrá hacerse luego a las existencias particulares. Hay como un desdoblamiento o una polarización del ser mismo no “en sí”, sino en relación a la manifestación, que sería inconcebible de otro modo; y la unidad del ser puro no está en absoluto afectada por esta primera distinción, como no lo estará por la multitud de las otras distinciones que se derivarán. No pretendemos desarrollar aquí esta teoría metafísica, ni mostrar como la multiplicidad puede estar contenida en principio en la unidad; además, el punto de vista de la cosmología (no decimos de la cosmogonía, que es todavía más especial) no tiene que remontar más allá de la primera dualidad, y sin embargo no es de ninguna manera dualista desde el momento que deja subsistir la posibilidad de una unificación que la sobrepasa y que sólo se realiza en un orden superior. Esta concepción de la primera dualidad se encuentra en doctrinas que revisten las formas más diferentes: así, en China, es la dualidad de los principios Yang, masculino y Yin, femenino; en el Sânkhya de la India, es la de Purusha y Prakriti; para Aristóteles es la del acto puro y la potencia pura. Estos dos principios complementarios tienen su expresión relativa en cada orden de existencia, y también en cada ser particular: para servirnos aquí del lenguaje aristotélico, cualquier ser contiene cierta parte de acto y cierta parte de potencia, lo que lo constituye como un compuesto de dos elementos que corresponden analógicamente a los dos principios de la manifestación universal.”(15)
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Cielo y Tierra
“…el hecho de reconocer la existencia de una dualidad y situarla en el lugar que realmente le conviene de ninguna manera constituye un «dualismo», desde el momento en que los dos términos de esta dualidad proceden de un principio único, que pertenece como tal a un orden superior de realidad; y esto es así, ante todo, en lo que concierne a la primera de todas las dualidades, la de la Esencia y la Substancia universal, surgidas de una polarización del Ser o la Unidad principial, y entre las cuales se produce toda manifestación. Son los dos términos de esta primera dualidad los que se designan como Purusha y Prakriti en la tradición hindú, y como el Cielo (Tien) y la Tierra (Ti) en la tradición extremo oriental; pero ni la una ni la otra, como tampoco por lo demás ninguna otra tradición ortodoxa, pierden de vista, al considerarlos, el principio superior del que derivan (...) la tradición extremo oriental, considera (...) como principio común del Cielo y de la Tierra, lo que llama el «Gran Extremo» (Tai-ki), en el cual ambos están indisolublemente unidos, en estado «indiviso» e «indistinguido», anteriormente a toda diferenciación, y que es el Ser puro, identificado como tal a la «Gran Unidad» (Tai-i).”(16)
“…la Esencia y la Substancia universal son respectivamente el polo superior y el polo inferior de la manifestación, y se puede decir que una está propiamente por encima y la otra por debajo de toda existencia; además, cuando se las designa como el Cielo y la Tierra, eso se traduce incluso, de manera muy exacta, en las apariencias sensibles que les sirven de símbolos(17) . La manifestación se sitúa pues por entero entre estos dos polos; y sucede lo mismo naturalmente con el Hombre, que no solamente forma parte de dicha manifestación, sino que constituye simbólicamente su centro mismo, y que, por esta razón, la sintetiza en su integralidad. Así, el Hombre, situado entre el Cielo y la Tierra, ha de considerarse en primer lugar como el producto o la resultante de sus influencias recíprocas; pero luego, por la doble naturaleza que posee de uno y de otro, se convierte en el término mediano o «mediador» que los une y que es por así decir, según un simbolismo sobre el cual volveremos, el «puente» que va de uno al otro. Se pueden expresar ambos puntos de vista por una simple modificación del orden en el que son enumerados los términos de la Tríada: si se la enuncia siguiendo el orden «Cielo, Tierra, Hombre», el Hombre aparece como el Hijo del Cielo y de la Tierra; si se la enuncia según el orden «Cielo, Hombre, Tierra», aparece en ella como el Mediador entre el Cielo y la Tierra.”(18)
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“«El Cielo cubre, la Tierra sostiene»: tal es la fórmula tradicional que determina, con extrema concisión, los papeles de estos dos principios complementarios, y que define simbólicamente su situaciones, respectivamente superior e inferior, en relación con los «diez mil seres», es decir, con todo el conjunto de la manifestación universal(19) . Se indican así, por una parte, el carácter «no-actuante» de la actividad del Cielo o de Purusha(20) , y, por otra, la pasividad de la Tierra o de Prakriti, que es propiamente un «terreno»(21) o un «soporte» de manifestación(22), y que es también, por consiguiente, un plano de resistencia y de detención para las fuerzas o influencias celestes que actúan en sentido descendente.”
“En lo Universal, y vistos del lado de su principio común, Cielo y Tierra se asimilan respectivamente a la «perfección activa» (Khien) y la «perfección pasiva» (Khuen), de las que ni la una ni la otra son por lo demás la Perfección en sentido absoluto, puesto que hay ya ahí una distinción que implica forzosamente una limitación; vistos del lado de la manifestación, son solamente la Esencia y la Substancia, que, como tales, se sitúan en un menor grado de universalidad, ya que precisamente no aparecen así más que por relación con la manifestación(23). En todos los casos, y a cualquier nivel que se los considere correlativamente, Cielo y Tierra son siempre respectivamente un principio activo y un principio pasivo, o, según uno de los simbolismos más generalmente empleados a ese respecto, un principio masculino y un principio femenino, lo que es precisamente el tipo mismo del complementarismo por excelencia.”
“Es … en su periferia o en sus confines más alejados, es decir, en el horizonte, donde el Cielo y la Tierra se unen según las apariencias sensibles; pero hay que observar aquí que la realidad simbolizada por estas apariencias debe tomarse en sentido inverso, ya que, según esa realidad, se unen al contrario por el centro, o, si se los considera en el estado de separación relativa necesaria para que el Cosmos pueda desarrollarse entre ellos, se comunican por el eje que pasa por este centro(24), y que precisamente los separa y une a la vez, o que, en otros términos, mide la distancia entre el Cielo y la Tierra, es decir, la extensión misma del Cosmos siguiendo el sentido vertical que marca la jerarquía de los estados de la existencia manifestada, vinculándolos entre sí a través de esta multiplicidad de estados, que aparecen a este respecto como otros tantos peldaños por los que un ser en vía de retorno hacia el Principio puede ascender de la Tierra al Cielo.”(25)
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“«El Cielo es su padre, la Tierra es su madre»: tal es la fórmula iniciática, siempre idéntica a ella misma en las circunstancias más diversas de tiempo y lugar, que determina las relaciones del Hombre con los otros dos términos de la Gran Tríada, definiéndolo como el «Hijo del Cielo y de la Tierra». Por lo demás es ya manifiesto por el hecho mismo de que se trata de una fórmula propiamente iniciática, que el ser al que se aplica en su sentido pleno es mucho menos el hombre ordinario, tal como es en las condiciones actuales de nuestro mundo, que el «hombre verdadero», del cual el iniciado está llamado a realizar en sí mismo todas sus posibilidades. Conviene sin embargo insistir un poco más, ya que podría objetarse a esto que dado que la manifestación entera es y no puede ser sino el producto de la unión del Cielo y la Tierra, todo hombre, e incluso todo ser cualquiera que fuere, es igualmente y por eso mismo hijo del Cielo y de la Tierra, ya que su naturaleza participa necesariamente del uno y la otra; y esto es verdad en cierto sentido, ya que hay efectivamente en todo ser una esencia y una substancia en la acepción relativa de estos dos términos, un aspecto yang y un aspecto yin, un lado «en acto» y un lado «en potencia», un «interior» y un «exterior». Sin embargo, hay grados que observar en esta participación, porque, en los seres manifestados, las influencias celestes y terrestres pueden evidentemente combinarse de muchas maneras y en muchas proporciones diferentes, y es eso por lo demás lo que hace su diversidad indefinida; lo que todo ser es de una cierta manera y en cierto grado, es solamente el Hombre, y por ello entendemos aquí el «hombre verdadero(26)», quien, en nuestro estado de existencia, lo es plenamente y «por excelencia», y es él solo quien tiene, entre sus privilegios, el de poder reconocer efectivamente al Cielo como su «Verdadero Ancestro(27)».”(28)
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Activo - Pasivo
“... se considera la línea vertical como representando el principio activo, y la línea horizontal el principio pasivo; estos dos principios también se designan respectivamente, por analogía con el orden humano, como masculino y femenino; si se los toma en su sentido más amplio, es decir, en comparación con todo el conjunto de la manifestación universal, son los que la doctrina hindú denomina Purusha y Prakriti.…
… Debe entenderse que términos como activo y pasivo, o sus equivalentes, sólo tienen sentido uno en relación con el otro, porque el complementarismo es esencialmente una correlación entre dos términos. Siendo así, es evidente que un complementarismo como éste de lo activo y lo pasivo puede ser considerado en diversos grados, de suerte que un mismo término podrá desempeñar un papel activo o pasivo según aquello en comparación con lo cual juegue ese papel; pero, en todos los casos, siempre podrá decirse que, en tal relación, el término activo es, en su orden, el análogo de Purusha, y el término pasivo el análogo de Prakriti. Ahora bien, veremos más adelante que el eje vertical que une todos los estados del ser al atravesarlos en sus centros respectivos, es el lugar de manifestación de lo que la tradición extremo oriental llama la «actividad del Cielo», que es precisamente la actividad «no actuante» de Purusha, por la cual son determinadas en Prakriti las producciones que corresponden a todas las posibilidades de manifestación. En cuanto al plano horizontal, veremos que constituye un «plano de reflexión», representado simbólicamente como la «superficie de las aguas», y se sabe que las «Aguas» son, en todas las tradiciones, un símbolo de Prakriti o de la «pasividad universal»(29); a decir verdad, como este plano representa un cierto grado de existencia (y podría considerarse del mismo modo cualquiera de los planos horizontales que corresponden a la multitud indefinida de los estados de manifestación), no se identifica a Prakriti misma, sino solamente a algo ya determinado por un cierto conjunto de condiciones especiales de existencia (las que definen un mundo), y que juega el papel de Prakriti, en un sentido relativo, en cierto nivel del conjunto de la manifestación universal.
Debemos precisar también otro punto, que se relaciona directamente con la consideración del «Hombre Universal»: hemos hablado más arriba de este como constituido por el conjunto «Adán-Eva», y hemos dicho en otra parte que la pareja Purusha-Prakriti, ya sea en comparación con toda la manifestación, ya sea más particularmente en comparación con un estado de ser determinado, puede considerarse como equivalente al «Hombre Universal». Desde este punto de vista, la unión de los complementarios deberá pues considerarse como constituyendo el «Andrógino» primordial del que hablan todas las tradiciones; sin extendernos más sobre esta cuestión, podemos decir que lo que hay que entender por ello, es que, en la totalización del ser, los complementarios deben encontrarse efectivamente en equilibrio perfecto, sin ningún predominio de uno sobre el otro. Por otra parte, hay que destacar que a este «Andrógino» se le atribuye en general la forma esférica, que es la menos diferenciada de todas, puesto que se extiende igualmente en todas las direcciones, y a la que los pitagóricos consideraban como la forma más perfecta y la figura de la totalidad universal(30). …”(31)
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“Por otra parte, siendo el «Cielo» y la «Tierra» dos principios complementarios, uno activo y el otro pasivo, su unión puede representarse por la figura del «Andrógino», y esto nos lleva de nuevo a algunas de las consideraciones que hemos indicado desde el comienzo en lo que concierne al «Hombre Universal». Aquí también, la participación de los dos principios existe para todo ser manifestado, y se traduce en él por la presencia de los dos términos yang y yin, pero en proporciones diversas y siempre con predominancia de uno o del otro; la unión perfectamente equilibrada de estos dos términos no puede realizarse más que en el «estado primordial». En cuanto al estado total, en él ya no puede ser cuestión de ninguna distinción del yang y el yin, que han regresado entonces a la indiferenciación principial; ya no se puede pues ni siquiera hablar aquí del «Andrógino», que implica ya cierta dualidad en la unidad misma, sino solamente de la «neutralidad» que es la del Ser considerado en sí mismo, más allá de la distinción de la «esencia» y la «substancia», del «Cielo» y la «Tierra», de Purusha y Prakriti. Es pues solamente en comparación con la manifestación que la pareja Purusha-Prakriti puede ser (...) identificada con el «Hombre Universal»(32); y es también desde este punto de vista, evidentemente, que este es el «mediador» entre el «Cielo» y la «Tierra», desapareciendo estos dos términos mismos en cuanto se pasa más allá de la manifestación.”(33) (34)
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“…el verdadero “mediador”, en quien la unión del “Cielo” y la “Tierra” está plenamente cumplida por la síntesis de todos los estados es el “Hombre Universal”, que es idéntico al Verbo; y señalémoslo al pasar, muchos puntos de las tradiciones occidentales, incluso en el orden simplemente teológico, podrían encontrar en ello su explicación más profunda.”(35) (36)
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Yin - Yang
“La tradición extremo oriental, en su parte propiamente cosmológica, atribuye una importancia capital a los dos principios o, si se prefiere, a las dos «categorías» que ella designa mediante los nombres yang y yin: todo lo que es activo, positivo o masculino es yang, todo lo que es pasivo, negativo o femenino es yin. Estas dos categorías están vinculadas simbólicamente con la luz y la sombra: en todas las cosas, el lado iluminado es yang y el lado oscuro es yin; pero, no al no hallarse jamás el uno sin el otro, aparecen mucho más como complementarios que como opuestos. …
... El Cielo en enteramente yang y la Tierra es completamente yin, lo que equivale a decir que la Esencia un acto puro y la Substancia potencia pura; pero solo ellos lo son así en estado puro, en tanto que son los dos polos de la manifestación universal; y, en todas las cosas manifestadas, el yang nunca está sin el yin ni el yin sin el yang, puesto que su naturaleza participa a la vez del Cielo y de la Tierra. Si se consideran especialmente el yang y el yin bajo su aspecto de elementos masculino y femenino, se podrá decir que, en razón de esta participación, todo ser es «andrógino» en cierto sentido y en cierta medida, y que lo es además tanto más completamente cuanto que más equilibrados estén en él estos dos elementos; el carácter masculino o femenino de un ser individual (habría que decir, con más rigor, principalmente masculino o femenino) puede considerarse pues como resultado del predominio de uno o del otro”(37)
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“En la época primordial, el hombre estaba, en sí mismo, perfectamente equilibrado en cuanto al complementarismo del yin y el yang; por otra parte, era yin o pasivo sólo en relación con el Principio, y yang o activo en relación con el Cosmos o con el conjunto de las cosas manifestadas; se volvía pues naturalmente hacia el Norte, que es yin, como hacia su propio complementario. Por el contrario, el hombre de épocas ulteriores, como resultado de la degeneración espiritual que corresponde a la marcha descendente del ciclo, ha devenido yin en relación con el Cosmos; así pues, debe volverse hacia el Sur, que es yang, para recibir las influencias del principio complementario del que se ha vuelto predominante en él, y para restablecer, en la medida de lo posible, el equilibrio entre el yin y el yang. La primera de estas dos orientaciones puede llamarse «polar», mientras que la segunda es propiamente «solar» …”(38)
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“El yang y el yin, considerados por separado, tienen como símbolos lineales lo que se llama las «dos determinaciones» (eul-i), es decir, el trazo entero y el trazo partido, que son los elementos de los trigramas y los hexagramas del Yi-king, de tal suerte que estos representan todas las combinaciones posibles de esos dos términos, combinaciones que constituyen la totalidad integral del mundo manifestado. El primer y el último hexagrama, que son Khien y Khuen, están formados respectivamente por seis trazos enteros y seis trazos partidos; representan pues, la plenitud del yang, que se identifica con el Cielo, y la del yin, que se identifica con la Tierra; y es entre estos dos extremos donde se sitúan todos los demás hexagramas, en los que el yang y el yin se mezclan en proporciones diversas, y que corresponden así al desarrollo de toda la manifestación”(39)
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Solve et Coagula
“…la fórmula solve et coagula se considera como que contiene en cierta manera todo el secreto de la «Gran Obra», en tanto que esta reproduce el proceso de la manifestación universal, con esas dos fases inversas que acabamos de indicar. El término solve se representa a veces por un signo que muestra el Cielo, y el término coagula por uno que muestra la Tierra(40); es decir, que se asimilan a las acciones de la corriente ascendente y de la corriente descendente de la fuerza cósmica o, en otros términos, a las acciones respectivas del yang y del yin. Toda fuerza de expansión es yang y toda fuerza de contracción es yin; las «condensaciones», que dan nacimiento a los compuestos individuales, proceden pues de las influencias terrestres, y las «disipaciones», que devuelven los elementos de estos compuestos a sus principios originales, proceden de las influencias celestes; son estos, si se quiere, los efectos de las atracciones respectivas del Cielo y de la Tierra; y es así como «los diez mil seres son modificados por yin y yang», desde su aparición en el mundo manifestado hasta su retorno a lo no manifestado.”
“…así pues, toda «transmutación», en el sentido hermético de este término, consistirá precisamente en «disolver» lo que estaba «coagulado» y, simultáneamente, en «coagular» lo que estaba «disuelto», no siendo en realidad estas dos operaciones aparentemente inversas sino los dos aspectos complementarios de una sola y misma operación.”
“Es por eso que los alquimistas dicen frecuentemente que «la disolución del cuerpo es la fijación del espíritu» e inversamente, no siendo en suma espíritu y cuerpo otra cosa que el aspecto «esencial» y el aspecto «substancial» del ser…” (41)
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Uno de los grabados del Rebis de Vasilio Valentín.
El dragón representa la materia prima de la Obra
(ver → imagen 163 (p 157) de su Azoth (pdf), en web del CSIC).
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NOTAS
(2) Sânkhya, uno de los darshanas (“puntos de vista de la doctrina”) de la Tradición Hindú, junto al Nyâya, el Vaishêshika, el Yoga, la Mîmânsâ y el Vêdânta. (Ver Introducción al Estudio de las Doctrinas Hindúes, ▸ VIII).]
(4) ▸ Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, cap. XI: “El Sânkhya”.
(5) ▸ El hombre y su devenir según el Vedanta, cap. V: “Purusha inafectado por las modificaciones individuales”.
(7) “Es el Adam Qadmôn de la Cábala hebrea, es también el “Rey” (Wang) de la tradición extremo-oriental. (Tao-te-king, XV).”
(10) ▸ El Hombre y su Devenir según el Vedanta, cap. IV: “Purusha y Prakriti”.
(11) ▸ El Simbolismo de la Cruz, cap. V: “Teoría hindú de los tres gunas”. Editorial Obelisco, 1987.
(12) “Esto es particularmente manifiesto en la figuración simbólica de las «Vírgenes negras», siendo aquí el color negro símbolo de la indistinción de la materia prima.”
(13) ▸ La Gran Tríada, cap. I: “Ternario y Trinidad”.
(14) ▸ El Hombre y su Devenir según el Vedanta, cap. IV: “Purusha y Prakriti”.
(15) Del artículo de Guénon ▸ “Las Dualidades Cósmicas” (SYMBOLOS 11-12: “Tradición Hermética”. Guatemala 1996, trad. Marc García y Antoni Guri). Y en ▸ francés.
(16) ▸ La Gran Tríada, cap. II: “Diferentes géneros de ternario”.
(17) “Por eso es que la ‘cúspide del Cielo’ (Tien-ki) es también, como indicamos en una nota anterior, la del Cosmos entero.”
(18) ▸ La Gran Tríada, cap. II: “Diferentes géneros de ternario”.
(19) “Hemos indicado en otra parte por qué se considera que el número “diez mil” representa simbólicamente lo indefinido (Principios del cálculo infinitesimal, ▸ cap. IX). – Respecto del Cielo que “cubre”, recordaremos que un simbolismo idéntico está incluido en la palabra griega Ouranos, equivalente al sánscrito Varuna, de la raíz var, “cubrir”, y también en el latín Caelum, derivado de caelare, “ocultar” o “cubrir” (véase El Rey del Mundo, ▸ cap. VII).”
(20) “La «operación del Espíritu Santo», de la que hemos hablado más arriba, se designa a veces en el lenguaje teológico con el término obumbratio, que expresa en el fondo la misma idea.”
(21) “La palabra inglesa ground traduciría aún más exacta y completamente que la correspondiente francesa [terrain] lo que queremos decir aquí.”
(22) “Cf. el significado etimológico de la palabra “substancia”, literalmente “aquello que está debajo”.”
(23) ▸ “Cf. El Simbolismo de la Cruz, ▸ cap. XXIII. – El primero de los dos puntos de vista aquí indicados es propiamente metafísico, mientras que el segundo es más bien de orden cosmológico y, más precisamente, constituye el punto de partida mismo de toda cosmología tradicional.”
(24) “Es por una aplicación similar del sentido inverso que el Paraíso terrestre, que es también el punto de comunicación entre el Cielo y la Tierra, aparece a la vez como situado en el fin del mundo desde el punto de vista “exterior” y en su centro desde el punto de vista “interior” (ver El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, ▸ cap. XXIII).”
(25) ▸ La Gran Tríada, cap. III: “Cielo y Tierra”.
(26) “No hablaremos ahora del “hombre trascendente”, que nos reservamos el derecho de considerar más adelante; por eso aquí sólo puede tratarse de nuestro estado de existencia y no de la Existencia universal en su integralidad.”
(27) “Tao-te-king, cap. IV. – Es el hombre “hecho a imagen de Dios”, o más exactamente de Elohim, es decir de las potencias celestes, y que además solo puede ser realmente tal si es el “Andrógino” constituido por el equilibrio perfecto del yang y el yin, según las palabras mismas del Génesis (1, 27): “Elohim creó al hombre a Su imagen (literalmente “Su sombra”, es decir Su reflejo); a imagen de Elohim lo creó; varón y mujer los creó”, lo que se traduce en el esoterismo islámico por la equivalencia numérica de Adam wa Hawâ con Allah (cf. El Simbolismo de la Cruz, ▸ cap. III).”
(28) ▸ La Gran Tríada, cap. IX: “El Hijo del Cielo y de la Tierra”.
(30)“ Es conocido a este respecto el discurso que Platón, en el Banquete, pone en boca de Aristófanes, y en relación con el cual la mayoría de los comentaristas modernos se equivocan al ignorar su valor simbólico, sin embargo evidente. Se encuentra algo muy similar en cierto aspecto del simbolismo del yin-yang extremo oriental, del que se hablará más adelante.”
(31) ▸ “El Simbolismo de la Cruz, cap. VI: “La unión de los complementarios”.”
(32) “Lo que decimos aquí del verdadero lugar del «Andrógino» en la realización del ser y de sus relaciones con el «estado primordial» explica el importante papel que esta concepción desempeña en el hermetismo, cuyas enseñanzas se refieren al dominio cosmológico, así como a las extensiones del estado humano en el orden sutil, es decir en suma a lo que se puede llamar el «mundo intermediario», que es menester no confundir con el dominio de la metafísica pura.”
(33) “Se puede comprender por esto el sentido superior de esta frase del Evangelio: «El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». El Verbo en sí mismo, y por consiguiente el «Hombre Universal» que le es idéntico, está más allá de la distinción del «Cielo» y la «Tierra»; permanece pues eternamente tal cual es, en su plenitud de ser, mientras que toda manifestación y toda diferenciación (es decir, todo el orden de las existencias contingentes) se han desvanecido en la «transformación» total.”
(34) ▸ El Simbolismo de la Cruz, cap. XXVIII: “La Gran Tríada”.
(35) “La unión del «Cielo» y la «Tierra» es lo mismo que la unión de las dos naturalezas divina y humana en la persona del Cristo, en tanto que se lo considera como el «Hombre Universal». Entre los antiguos símbolos del Cristo se encuentra la estrella de seis puntas, es decir, el doble triángulo del «sello de Salomón» (cf. El Rey del Mundo, ▸ cap. IV); pues bien, en el simbolismo de una escuela hermética a la cual se vinculaban Alberto el Grande y santo Tomás de Aquino, el triángulo derecho representa la Divinidad, y el triángulo invertido la naturaleza humana («hecha a imagen de Dios», como su reflejo invertido en el «espejo de las Aguas»), de modo que la unión de los dos triángulos representa la de las dos naturalezas (Lâhût y Nâsût en el esoterismo islámico). Cabe señalar, desde el punto de vista especial del hermetismo, que el ternario humano: «spiritus, anima, corpus», se corresponde con el ternario de los principios químicos: «azufre, mercurio, sal». — Por otra parte, desde el punto de vista del simbolismo numérico, el «sello de Salomón» es la figura del número 6, que es el número «conjuntivo» (la letra vav en hebreo y en árabe), el número de la unión y de la mediación; es también el número de la creación y, como tal, conviene asimismo al Verbo «per quem omnia facta sunt». Las estrellas de cinco y seis puntas representan respectivamente el «microcosmos» y el «macrocosmos», y también al hombre individual (ligado a las cinco condiciones de su estado, a las que corresponden los cinco sentidos y los cinco elementos corporales) y al «Hombre Universal» o el Logos. El papel del Verbo, en relación a la Existencia universal, todavía se puede especificar mediante la adición de la cruz trazada dentro de la figura del “sello de Salomón”: La rama vertical conecta los vértices de los dos triángulos opuestos, o los dos polos de la manifestación, y la rama horizontal representa la «superficie de las Aguas». — En la tradición del Lejano Oriente se encuentra un símbolo que, si bien difiere del «sello de Salomón» por la disposición, es numéricamente equivalente a él: seis líneas paralelas, sólidas o discontinuas según los casos (los sesenta y cuatro «hexagramas» de Wen-wang en el Yi-king, cada uno de ellos estando formado por la superposición de dos de los ocho kua o «trigramas» de Fo-hi) que constituyen los «gráficos del Verbo» (en relación con el simbolismo del Dragón); y representan también al “Hombre” como término medio de la “Gran Tríada” (el “trigrama” superior corresponde al “Cielo” y el “trigrama” inferior a la “Tierra”, lo cual los identifica respectivamente con los dos triángulos derecho e invertido del “sello de Salomón”).”
(36) ▸ El Simbolismo de la Cruz, cap. XXVIII: “La Gran Tríada”.
(38) ▸ La Gran Tríada, cap. VII: “Cuestiones de orientación”.
(40) “Nos referimos aquí en particular al simbolismo de los signos del grado 18º de la Masonería escocesa, y también al del rito de la «pipa» entre los indios de América del Norte, que comprende tres movimientos sucesivos relativos respectivamente al Cielo, a la Tierra y al Hombre, y que pueden traducirse por «solución», «coagulación», y «asimilación».”
(41) ▸ La Gran Tríada, cap. VI: “Solve et coagula”.
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