Cubierta del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.

Tres Teatro Tres

Reseñas de estas tres obras de Federico González Frías

Mª Victoria Espín

 
1. «Lunas Indefinidas»

La Colegiata Marsilio Ficino estrenó una nueva obra de su director: Lunas Indefinidas, el día 21 de noviembre de 2009 en el Centro Cívico «Cotxeres Borrell» (Barcelona). Esta es una síntesis del viaje que inicia un candidato al acercarse y llamar a la puerta de la «Organización» («llamad y se os abrirá»), quien es instruido mediante una serie de entrevistas en cuyos diálogos podemos seguir un itinerario prototípico, con sus ascensos y descensos, su aceptación y rechazo y la consiguiente reacción de los egos que, sometidos a presión, explosionan lanzando al sujeto en espirales a veces esperpénticas, a veces luminosas. Tanto el candidato –o paciente– como los doctores que lo atienden y tratan son representados por diferentes actores en las distintas «fases de la obra», lo cual puede verse como el despliegue de los numerosos egos con los que cada uno de nosotros nos identificamos, defendiéndolos a muerte como si nos fuera en ello la vida. Una obra luminosa, divertida, conmovedora, penetrante, revulsiva, sutil y liberadora, muy bien interpretada por la Colegiata.

– En este camino se muere y se renace a cada rato y hay que tomar decisiones todo el tiempo. Esto se hace aboliendo todas las imágenes mentales. Llegando al vacío absoluto, a la Nada, a no ser ni esto ni aquello, ni lo uno, ni lo otro. A no identificarse con ninguna cosa. A no poder hablar, a ahogarse, a no respirar, a no sentir miedo, ni lo contrario. (2º Acto)


Más sobre «Lunas Indefinidas»

– ¡El aprendiz jugando al panludo, no acaba de entender que la vida transcurre y se nos va de las manos sin encontrar su sentido!

Así, el aprendiz, que somos todos, vive como si fuera a permanecer en esta tierra indefinidamente. En la obra que comentamos, para sanar al Adán de turno de sus pretensiones de conocer lo que desconoce y mostrarle que no tiene ni idea, «los licenciados» optan por someterlo a un peloteo binario acerca de su cuerpo físico.

– ¿Es usted su pie?

Ante esta pregunta y las siguientes, el sorprendido Adán dice que no; tras su negativa a aceptar ser las distintas partes de su cuerpo1] (y gracias a ella) es llevado a enfrentar la idea de que es un simulacro. «¿Simulacro?» se pregunta.

Pobre Adán, él tan auténtico y viril es un fiasco.

La licenciada Roxana le instruye sobre el juego cósmico y la necesidad de respetar su verticalidad, el orden de sus distintos planos o mundos,

comprender la profunda jerarquía intelectual que este juego posee, eso es ser un gran jugador de panludo.

Continúa Starter hablándole del verdadero tesoro, señalando que no está condicionado por el tiempo y el espacio, es decir que no es de este mundo.

– Los valores deben ser estructurados en base a módulos de formas que no estén sujetas a variaciones circunstanciales.

Seguidamente es examinado e instruido simultáneamente,

– Déjenos que le conectemos con el taladro de la verdad.

Y se le aplica el taladro en tres puntos clave, a saber: en la frente en el lugar del chakra Âjnâ, el tercer ojo; en el corazón (Anâhata), y en la base de la columna (Mûlâdhâra); mientras Roxana va recordando que la Belleza es circular,

viva imagen de una perfección ascendente.

Esto nos lleva a reflexionar sobre la perfección de la obra alquímica en la que estamos involucrados, la cual da comienzo tras acoger la semilla divina en el seno del corazón y va creciendo, ascendiendo hacia su Origen hasta completar el círculo. Para los pitagóricos, y no solo para ellos, máxima expresión de la Belleza.

Y sin tiempo para reaccionar Adán es interrogado con preguntas imposibles que trata de digerir, sacudido desde la derecha y la izquierda con cierta violencia para sacarlo del rollo en el que está metido y darle la oportunidad de oír y ver otra realidad allende las pantallas programadas en las que se mueve. Sigue en el ring y la lección se torna más profunda y pausada e igualmente desacondicionante.

Se le habla de los contrarios, de los extremos, de la contrariedad como distancia máxima entre ellos. De lo que no puede ser sobrepasado y de lo que siendo completo no deja nada fuera de sí; de lo equilibrado, ilustrado con la imagen de un sombrero en la cabeza de una mujer, el cual puede realzar su belleza y elegancia si su medida es la adecuada o por el contrario hacerle parecer ebria, a no ser que «tenga un aire de suprema distinción».

*

– Bajo un cielo de alegría no puede florecer el mal.

La alegría brota en el corazón con la contemplación de la belleza, con razón nos dicen que en ese estado «no puede florecer el mal». Un estado de inocencia del que se habla en el Evangelio:

Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara, y al verlo los discípulos, les reñían. Mas Jesús llamó a los niños, diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». (Lc 18, 15-17)

Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Los que lo oyeron, dijeron: «¿Y quién se podrá salvar?» Respondió: «Lo imposible para los hombres, es posible para Dios». Dijo entonces Pedro: «Ya lo ves, nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido». Él les dijo: «Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y, en el mundo venidero, vida eterna». (Lc 18, 25-30)

Y sigue instruyéndonos Lunas Indefinidas:

– Preste atención (dice la licenciada): Una mujer pobre, muy vieja, tenía junto a una de las puertas laterales de la ciudad, la triste pero necesaria ocupación de estar con la mano tendida por si alguien le echaba un óbolo.

– Ella acudía muy temprano a su puesto de mendiga, pues las necesidades vitales constituyen el medio más eficaz para engañar al sueño. Se sentaba y hacía lo natural en estos casos: a quienes se levantaban para ir a trabajar los mandaba acompañados de sus buenas palabras, les deseaba un buen día, les suplicaba y les prometía el favor de la divinidad.

«Seamos como ella», concluye Starter y el Adán que somos no puede entender que se le inste a imitar algo, si no despreciable, al menos no conveniente.

La vida se nos va, todo se evapora y desmorona al margen de nuestra voluntad, lo que es mortal no puede sino morir y lo mejor que podemos hacer es verlo, aceptarlo y, quiera Dios, morir antes de morir.

Finalmente Roxana resume la enseñanza transmitida con estas palabras:

– Este es el alimento apropiado y conveniente para un niño recién nacido y recién constituido, alimento elaborado por Dios, Padre nutricio de todos los seres generados y regenerados, como el maná que llovía del cielo para los antiguos hebreos, el alimento celeste de los ángeles.

Y se van los licenciados haciendo el «pitorreo catalán», pues la chanza, como más tarde dice el profesor Hobbie, forma parte del método.

Somos actores, comediantes en un teatro que nos muestra más allá de las múltiples caras que podemos tomar, incluso encarnar, que todo es un canto permanente, actual y divino. Que el hombre es alimentado desde arriba, que nuestros afanes son innecesarios, y si alguna vez no lo son es para poder rectificar nuestros errores. No somos metidos en la trituradora de los huesos por azar, y hemos de aceptar que cuanto antes cedamos nuestro equipo mucho mejor.

La Belleza es el fin de la Esperanza.

El sí-mismo / ya ha sido, / siempre será, /
es ahora / en el corazón / que se abre a la Esperanza / para contemplar la Belleza.[2]


2. Ensayando «El Tesoro de Valls»

Recientemente hemos tenido oportunidad de ver a la Colegiata Marsilio Ficino ensayando una nueva obra de su director: El Tesoro de Valls. Esta es su cuarta obra teatral que la Colegiata lleva a escena; en ella, al igual que En el Útero del Cosmos y en Lunas Indefinidas, vemos reflejado el proceso alquímico de forma novedosa y sorprendente. En esta ocasión en concreto es simbolizado por las experiencias a que se ve sujeto el protagonista, en buena parte a pesar de sí mismo.

El Sr. Valls, atrapado en la paranoia de perder su «Tesoro», es sometido a tortura –disfrazada de amabilidad y atenciones– por el personal del hotel en que se aloja. Nada más llegar a su habitación su intimidad es violada reiteradamente por botones, camareras, conserjes, sastres, floristas, joyeros, vendedores de turismo, médicos, oficial y alternativo, por el chef y alguno más. Finalmente por el servicio sacerdotal del hotel. Un desfile de personajes que reclama su atención y a los que es incapaz de negarse, al menos no lo suficiente como para librarse de ellos.

En un momento dado, en el colmo de la impertinencia y el avasallamiento más descarado, dos de los personajes de esa corte: una mujer desairada y una oficialista feminista que dice ser la señora del departamento de Modales y Buenas Maneras, acaban con la paciencia de Valls, por no decir que casi acaban con el mismo Sr. Valls. La locura a la que es sometido, junto a la paranoia de perder «Su Tesoro», le arrojan contra las cuerdas y estalla, confesando por teléfono a su mujer que lo ha perdido todo. Y la cosa se agrava, pues al confesarle su completo derrumbe su misma esposa que parecía ser hasta entonces, una tabla de salvación en medio de aquel vaivén, se vuelve también contra él.

Y el espectador, que se ha reído a gusto con todas las anécdotas forjadas por el desfile del personal del hotel, relajado y expandido, se ve de pronto aferrado y tragado por la agonía del protagonista. Logrando las reflexiones de éste abrir una brecha o mejor producir una ruptura de nivel llevando la atención a un cuestionamiento interno con el que el espectador no puede dejar de identificarse.

Finalmente el conserje le descubre que todo su sufrimiento y preocupación por «Su Tesoro» ha sido en vano, pues este se encuentra donde siempre ha estado y sólo los fantasmas de su mente le han hecho creer que se lo habían robado, lo que nos recuerda el Evangelio:

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben… (Mt 6, 19-20).

Como dice uno de los personajes de la obra:

– Donde está tu Tesoro pon allí tu corazón.

La obra tiene mucho humor y la buena interpretación que llevan a cabo los actores de la Colegiata, ayuda a su comprensión. Federico González, ha logrado expresar todo un proceso complejo, alquímico, como decíamos al principio, apoyándose en unas anédoctas cotidianas y aparentemente no trascendentes. Brindamos por su maestría y su saber hacer, capaz de hacer que descienda a lo más cotidiano lo sublime. Esperamos que los lectores de este blog no se pierdan el estreno que será, Dios mediante, el día 10 de julio en Cotxeres Borrell.

 

3. Poco antes del estreno de «En el Tren»

El Teatro, es un arte vinculado especialmente a dos de las nueve musas: Melpómene, a la que se relaciona con la Tragedia y Thalía, ligada a la Comedia. Sobre la primera, leemos en Introducción a la Ciencia Sagrada: «la que canta ‘lo que merece ser cantado’, representada con la máscara trágica y la maza de Hércules». Acerca de la segunda: «la que trae flores, o ‘la que florece’, nombre también de una de las tres gracias, representada con la máscara de la comedia y el bastón de pastor.» La representación teatral, símbolo por excelencia de la vida del hombre, en el viaje iniciático puede ser perfectamente vehículo, como por otro lado todo arte lo es, para el Conocimiento.

Sumergido el actor en la obra, actúa unos papeles de los que participa, y esa actuación puede ser verdaderamente la actualización de tendencias que porta en sí, por tanto, la posibilidad de agotarlas y liberarse de ellas; cayendo esos egos como lo hacen los dos personajes del arcano del Tarot Nº XVI «La Torre de destrucción» o «Casa de Dios», que representa el athanor donde se lleva a cabo la obra. Dicho de otro modo, el actor encarna un personaje que le ayuda a transmutar el suyo propio que lo contiene, con lo cual podrá florecer el niño alquímico, el niño divino que tiene a su disposición un elenco de actores y papeles en número indefinido.

La iniciación en los misterios cosmogónicos, es decir, el morir y renacer a otros planos de la realidad mediante la regeneración psíquica, no es aún la salida verdadera del cosmos, sino que se trata de un aprendizaje imprescindible sobre su constitución, sobre el «espíritu» de las cosas y su aprehensión. Un andamiaje que nos permite concebir la posibilidad de lo supracósmico, del no ser y de la no dualidad, realidades que exceden la mera individualidad que signa nuestras experiencias sensoriales o mentales, en tanto que las particulariza. Aunque es útil señalar que –lógicamente– cuando se empieza apenas a atisbar la posibilidad de lo supraindividual, todo lo referido a lo personal cae tan estruendosamente como una torre que es destruida por un rayo, dejando así de ser la protagonista del paisaje.[3]

Una compañía de teatro, como la Colegiata, puede dar cabida perfectamente al mundo entero, o lo que es lo mismo convertirse o devenir para sus miembros en plataforma de universalización o cosmización. Autor, director, actores, apuntador, iluminación, vestuario, producción, todos a una ponen en marcha la función. En este caso En el Tren.

La puesta en escena de esta obra recuerda las tres columnas del Árbol de la Vida, símbolo del microcosmos, que nos muestra cuál es la estructura de éste y su ser. Esta flor fragante, el microcosmos, bella, luminosa, espléndida, suave y con muchas espinas, sufre la presión continua de la programación mental con que cada uno ha sido sellado. Según la cual vamos fabricando un film que desfila casi de continuo en nuestra imaginación y pensamientos, los que sumándose a esa película discuten, planean, rechazan o buscan cualquier cosa en esa cinta del tiempo en que el ser está atrapado.

«Es un sueño la vida, es sueño», «no es verdad, no es verdad, que venimos a vivir en la tierra»…

O como dice la pieza que estamos reseñando

Somos una pompa de jabón entre pompas y pompas de jabón y todo es una pompa de jabón.

En el Tren nos habla de un viaje prototípico, aquel que emprende el hombre en busca del Paraíso perdido, de la Tierra Prometida, del Sí Mismo. Presenta a un grupo de estudiantes «particulares», a unos buscadores de otros mundos más internos, más secretos y por cierto más reales. Van conversando, y la plática transcurre con sus altos y bajos, con la participación más o menos intensa de los pasajeros del vagón número seis, el vagón de la Belleza, de la Amistad grupal.

El viajero de este tren, para comenzar ha de automarginarse del mundo chato y horizontal de la literalidad, constatar que lo que el hombre considera su identidad no es sino un disfraz, una máscara con la que representa un papel, o varios, en el teatro de la vida; hasta poder decir con uno de estos viajeros

Mejor ser nada que nunca jamás.

Siguen las reflexiones en torno al tema de la mal entendida igualdad, esa que nos hace pobres a todos, pues ya se sabe que la que persigue el mundo moderno sólo es posible por lo bajo. Otro pregunta si el viaje es de ida o de vuelta, alguien le contesta que es de ida y vuelta simultáneas, y que

– … la función comienza cuando usted llega, (…)

… que la creación perennemente se está haciendo y siempre es.

De modo análogo al recorrido que están realizando estos actores del teatro de la Memoria que saben que el viaje es hacia el interior,

– … puesto que se trata de la intimidad del corazón, de nuestra alma.

Y aunque las cosas toman permanentemente formas cambiantes indican siempre la pertenencia a un mundo que les excede.

La manifestación se despliega en tres niveles sucesivos y cada uno de ellos tiene su origen en el anterior, y el primero de ellos, y con él todos los demás, en lo No manifestado.

Detienen nuestros personajes sus meditaciones y conocemos sus nombres: Alce Negro, Toro Sentado, Plata Pulida, Perro de Humo, Acto Fallido, Verde Esmeralda, entre otros. Prosiguen las reflexiones sobre el viaje y su simbólica.

– Este es el quiebre de todos los paraísos infantiles que creíamos lo más cercano a la felicidad, a lo que imaginábamos como nuestra identidad. (…)

– Es una cruda, comerse el steak tartar de los sueños de uno mismo, de todas sus proyecciones quebradas en mil pedazos, deshecho todo su juego de sombras… (silencio) y luces, falsas iluminaciones que proyectaban estos ideales muertos.

No todos muestran la misma comprensión del viaje y los diálogos ascienden y descienden, se perciben ritmos diferentes y la conversación toca distintos planos llevando al espectador a un baile consigo mismo que es reflejo o mejor el eco, que encuentran en él las voces de los actores que encarnando sus papeles son la voz de la Enseñanza unánime y primordial, que esta obra de teatro sintetiza en un lenguaje directo y actual para facilitar la comprensión del espectador. Federico González, siempre nos sorprende con nuevas formas de expresar el Mensaje para proseguir la labor de Enseñanza. Como se dice en la obra:

– El anillo se debe mantener flexible y no solidificarse.

En este viaje en lo invisible hacia «la frontera del silencio, del misterio» se trata de efectuar los ritos, de

– … manejarse entre un bosque de símbolos vivos y actuantes.

Para lo que hay que estar «loco de amor y de un frío desapego» y siempre recordar que

– El encuentro con algo bueno y verdadero se lo hemos de agradecer al dios Hermes.

Se dice que el viaje iniciático es heroico, pero ya se sabe que el héroe y el traidor son un mismo personaje y ambos han de actualizarse en uno para complementarse y neutralizarse. Uno de los actores representa al traidor, personaje que todos llevamos dentro, que intenta infiltrar la duda y sembrar la cizaña dentro del grupo; es aquel que no ve sentido a la Enseñanza porque, por lo que fuere, no es capaz de reconocerla. El amor por lo más alto une a estos viajeros que saben que tienen un proyecto en común, que el «lugar» al que se dirigen no es un lugar.

Las averías y detenciones están incluidas dando origen a diversas reacciones que plasman los temores y deseos de los participantes. Y siguen los actores instruyendo al espectador: Minnie, habla de los innumerables peligros del mundo moderno; Mecha, afirma que somos pasajeros en tránsito;

Enrique:

– … aquí estamos para ser nosotros mismos.

Marta:

– De una cosa estoy segura, de que los últimos de este convoy seremos los primeros.

Desenganchados del hombre viejo, de lo profano, nos unimos a la Vida, aprendiendo a leer el verdadero sentido de las cosas, desentrañando el mensaje de los símbolos.

– Debemos superar la queja y resolver cualquier circunstancia en la forma y modo bajo los que estas se presenten. (…)

Este es un mundo inacabado de gestos, de voces, de colores, de formas en permanente movimiento, que se fijan perennemente por su descripción, o sea, por las perpetuas evaluaciones que de ellas hacemos, como si fueran un bosque de sonidos que intentamos inventariar y detallar; en fin, una niebla de sueños que están en el tuétano de nuestras creencias, o sea, que conforman nuestra materia.

Nuestro destino es el origen,

– … puros y sin contaminarse regresamos a nuestros verdaderos hogares. Una vara desmedida de esperanza es lo que somos. Un retorno al palacio de la sabiduría, aquello que es imposible de contar, de medir o de pesar.

La creación no puede ser sin un origen y

– ¿… necesariamente se ha de volver a ese origen virtual para desembarazarnos de la circunferencia?

– Dios me acaba de hablar y le he contestado con toda devoción: «Yo soy tú».

El Teatro nos brinda la posibilidad de despertar.
 

*

Queremos añadir unas palabras a la reseña que hicimos en su día de la obra de teatro En el Tren.

En ella se dice que el héroe y el traidor son un mismo personaje y, puesto que este viaje es en pos del Conocimiento, para poder llegar a Destino, que no es sino el Origen, ha de ser resuelta la dualidad héroe/traidor, lo cual requiere una aceptación y un reconocimiento por parte de cada cual del héroe y el traidor que es uno.

El traidor, finalmente es el tonto y hay que ver la cantidad de formas en que la tontera se manifiesta. De tantas maneras que inevitablemente nos pillará por alguna de ellas

¡Que Zeus los libre de los males, y de todos ellos el peor, o sea de la tontera que siempre anda rondando y buscando sus víctimas!

Hay que identificar al tonto en uno, darle su lugar hasta el momento de la siega en que la cizaña será purificada por el fuego.

Llegados al Origen deja de existir tanto el héroe como el traidor

– Adorable situación en la que estamos. No veo la hora de llegar a nuestros feudos, de escalar la montaña mágica, de proyectar la sombra de nuestro cosmos.

La retahíla de quejas y dudas que recoge un solo personaje, que encarna al traidor, a Judas, va desde reclamos personales de lo más rasante, como que no le reconocen sus labores de limpieza y su puntualidad, a cuestiones «filosóficas» como ensalzar a Aristóteles y renegar de Platón o de la Docta ignorancia. También hay otro personaje cercano a él: Mecha, puesto que también sospecha del Subcomandante.

Pero ¿quién es el Subcomandante?

Parece que quien trazó el holograma, que no es sino la misma creación.

Es el héroe y el traidor asumidos por un alma grande, lo suficiente como para acoger el mundo entero.

Ahora bien, en uno mismo ¿quién es el héroe? Ha de ser lo mejor, esa parte que le ha llevado a realizar el viaje. Pero aquí se dice «que uno de estos personajes no es sin el otro».

En la obra son representados por distintos actores, que encarnan los diferentes egos, unos buenos otros no. Hasta llegar a Judas, el traidor, punto final, como Dante nos enseña, del Infierno.

Asumir que efectivamente ambos son una sola persona es reconocer nuestra completa ignorancia, nuestra miseria, tomar conciencia de que da lo mismo ser el héroe o el traidor, que más allá de ese vaivén el testigo que se contempla a sí mismo es el propio artífice. Negarse a asumir el traidor es darle vida.

Jesús dijo: «Es a quienes son dignos de mis misterios que yo digo mis misterios. Lo que haga tu mano derecha que lo ignore tu mano izquierda». (Evangelio gnóstico según Tomás).

(…) Que nuestra mano derecha no sepa lo que hace la izquierda y que ésta ignore lo que hace la otra y así serás el tonto y el sabio más grande del mundo.[4]

Judas entrega a Jesús desde el momento que no cree en Él. Y no cree porque se quiere demasiado. En la Identidad no hay más movimiento, el mismo Eros se entrega a sí mismo.

El Judas de esta obra teatral, en uno de sus parlamentos, en el colmo de la extrañeza, y casi del escándalo, confiesa que el Subcomandante le ha hablado de lo importante que él es. En realidad así es, pero la verdad desnuda tiene muchos enemigos incapaces de reconocer la Docta ignorancia o de enamorarse de la Nada.

Es difícil para el hombre «aceptar» la sabiduría de otro. El sol es el centro por más que el resto de cuerpos celestes se mueran de envidia5]. Solo la grandeza reconoce la grandeza y la pequeñez no ve sino miseria. Le reclaman al subcomandante que no es virtuoso, esos son los sacristanes, que siempre los hay. Aquellos que se sienten superiores son incapaces de reconocer al hombre libre.

Después de soltar todo ese lastre que es el vómito del traidor dejando el aseo lleno de bolas de mierda, el tren se pone nuevamente en marcha.

Nuestros viajeros quedan solos, su vagón es desenganchado del resto del tren y una nueva locomotora les llevará hasta su destino final.

Aunque el parón del tren o sea del viaje ¿a qué se debe? Puede verse la avería o atentado como las dificultades del anillo que ha perdido su flexibilidad y no consigue articular un viaje que requiere de la esperanza y la entrega. El sueño que cuenta el personaje de Mecha se corresponde con la realidad que viven los viajeros.

El significado de las cosas subyace a las apariencias, el viaje es precisamente para desentrañar el sentido de los símbolos.

– (…) Estaba metida en un sueño extraordinario, ¡que íbamos todos en un vagón de ferrocarril, y que éramos pasajeros en tránsito!.

NOTAS

[1] «Ya sabes que no eres / la suma de tus huesos y conocimientos, / el número limitado de sus órganos, / los kilos de tu peso, / ni el compendio de tus experiencias / tan mutables con los años, / mientras tus células / se renuevan constantes y exactas / al ritmo de la Creación / en ciclos precisos, / y estas de hoy / no son las de ayer / y tampoco las de mañana». Federico González, Solsticio 1985. https://federico-gonzalez-frias.es/solsticio1985.html

[2] Ibid.

[3] Federico González, La Rueda, una imagen simbólica del Cosmos, ob. cit, pág. 202.

[4] Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada → Secreto.

[5] Aunque, como dice Platón, «en la corte celestial está desterrada la envidia» (Fedro).